El prolongado auge del capitalismo británico y el capitalismo mundial desde la Segunda Guerra Mundial, exige un examen de las ideas básicas del marxismo sobre la cuestión del desarrollo económico. Si se produce un cambio fundamental en el funcionamiento del sistema entonces es necesario para los marxistas hacer una evaluación adecuada. El marxismo representa el análisis concentrado de las leyes que gobiernan el desarrollo de la sociedad. En el terreno de la economía, las leyes que determinan el desarrollo de la sociedad capitalista ya fueron elaboradas y explicadas por Marx. A pesar de la extensión y profundidad de las obras de Lenin y Trotsky, estas leyes básicas fundamentalmente han sido las mismas durante más de un siglo.
Sin duda la economía desde la Segunda Guerra Mundial se ha desarrollado en líneas algo diferentes al período posterior de la Primera Guerra Mundial. Cada una de las décadas del desarrollo capitalista suele ser diferente a las décadas precedentes, pero las leyes básicas que rigen el desarrollo de la economía capitalista han permanecido inalterables.
La perspectiva económica inmediata es un aumento de la producción, este año probablemente será del 6 por ciento. Esto a su vez supondrá un fortalecimiento de las reivindicaciones de la clase obrera que sin duda pedirá una parte más grande de la producción, de ahí las concesiones capitalistas de los últimos meses en el terreno salarial y la jornada laboral. La victoria de los trabajadores ferroviarios ha estado determinada por este hecho.
La economía mundial se encamina hacia una crisis económica o recesión (según la definición de los economistas capitalistas, una pequeña crisis que no llega a ser una depresión). Hasta hace poco, los principales países capitalistas, y en la mayor parte del mundo capitalista, disfrutaban de una tasa elevada de desarrollo económico. Este desarrollo en Europa Occidental, y en muchas zonas “subdesarrolladas”, está comenzando a decaer, ya existen síntomas en la caída de los precios de las acciones en Wall Street —aunque no siempre es acertado sí que es un barómetro sensible— que demuestran que la economía de EEUU Unidos podría pasar de una ralentización económica a una “recesión” o incluso una “contracción” más profunda.
Las enormes inversiones en la industria, el giro hacia la mecanización y la automatización, el aumento, al mismo tiempo, de la proporción del capital constante frente al capital variable, es decir el capital invertido en maquinaria, edificios, plantas, etc., aumenta con relación a la cantidad invertida en salarios. Esto llevará a una caída de la tasa de beneficios. El declive actual de la inversión es precisamente un reflejo de la materialización de esta tendencia, aunque los capitalistas no lleguen a comprender la razón de ello.
Sin embargo, estos vaivenes, alzas y bajas, son normales en el desarrollo del ciclo comercial y en cada fase de desarrollo del capitalismo. Lo que se debe establecer no son las diferencias episódicas, sino la aparición de un nuevo elemento, como por ejemplo la intervención del estado en la economía, que cambia fundamentalmente el movimiento del ciclo comercial con relación a lo experimentado por el capitalismo en el pasado.
Los postulados básicos del marxismo en esta cuestión son que la explotación de la clase obrera por los capitalistas significa que la plusvalía creada por los trabajadores es acumulada por los capitalistas y después reinvertida en la industria. La explicación del desarrollo de la economía bajo estas condiciones es la división de la economía en el ‘departamento 1’ (producción de los medios de producción) y el ‘departamento 2’ (producción de los medios de consumo). La plusvalía producida por la clase obrera, aparte de para su propia subsistencia y de una pequeña parte consumida por los capitalistas, es reinvertida en la producción. El papel histórico del capitalismo ha sido el desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad utilizando la plusvalía para la formación de capital y, con ello, el crecimiento de la producción.
La competencia entre los diferentes capitales crea la necesidad de un equipamiento productivo cada vez mayor. Esto, a su vez, significó la acumulación gradual y la concentración de capital cada vez en menos manos. La continua expansión del gasto en capital constante (c) o medios de producción, con relación al gasto en capital variable o salarios (v), tuvo como consecuencia la tendencia a la caída de la tasa de beneficios. Todos los economistas serios, incluido Keynes, han confirmado la existencia de esta tendencia aunque con un lenguaje diferente, incluso profesores universitarios al estudiar los datos han tenido que admitir la validez de esta ley en la época moderna, incluso más que en el pasado.
La causa fundamental de la crisis en la sociedad capitalista, un fenómeno exclusivo de la propia sociedad capitalista, reside en la inevitable aparición de la sobreproducción, tanto de bienes de consumo como de capital. Se pueden dar todo tipo de causas secundarias de las crisis, en un período concreto de desarrollo capitalista —sobreproducción parcial en sólo algunas industrias; malabarismos financieros en la bolsa, desproporciones de la producción, etc.,— pero la causa fundamental de las crisis se encuentra en la sobreproducción. Esta, a su vez, es consecuencia de la economía de mercado y de la división de la sociedad en clases mutuamente antagónicas.
A pesar de los acontecimientos acaecidos desde la Segunda Guerra Mundial nada de esto ha cambiado y se puede demostrar si se compara el período entreguerras con el anterior a 1914 y el posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Desde la Segunda Guerra Mundial, debido a la presión de la competencia de EEUU, el aumento de la producción en la URSS, en los países de Europa del Este y China se ha convertido en una amenaza formidable para el futuro del capitalismo y obligó a reconvertir las economías relativamente atrasadas de países como Japón, Gran Bretaña, Francia e Italia. El desarrollo de la producción mundial ha supuesto que la competencia entre los capitalismos nacionales haya obligado a una mayor modernización, a una mayor división del trabajo y a la especialización, incluso entre las principales naciones capitalistas (esta es una de las razones por las que se ha formado el Mercado Común Europeo, a pesar de su base inestable, y esto a su vez provocó la creación del Outer-7 [1], formado por siete países aglutinados alrededor de Gran Bretaña). De esta forma, las economías ‘nacionales’ trabajan cada vez junto al estado y utilizan el estado como una palanca. El capitalismo monopolista y el estado se entrelazan y fusionan.
En su libro Tendencias y ciclos de la actividad económica, William Fellner demuestra que el ciclo comercial en el período de la posguerra no se ha diferenciado de los ciclos comerciales del pasado:
“Mientras que la media de las décadas tranquilas supera a las medias de las décadas con inestabilidad cíclica, las medias siguen obviamente influenciadas, en general, por el carácter algo deprimido de la década de los años noventa del siglo XIX, por la guerra y la prosperidad de la posguerra de toda la década de los años cuarenta del siglo XX … una tendencia básica hacia una tasa proporcional de crecimiento entre el 30% y 40% por década… cuando dos décadas son ‘anormales’, en direcciones contrarias, como la de los años treinta y cuarenta del siglo XX, la tendencia se impone durante un período de veinte años”.
Al ocuparse de EEUU, J. A. Schumpeter en Bussines Cycles afirma lo siguiente: “El número de interrupciones menores entre las principales contracciones ha sido mayor en EEUU que en la mayoría de los países europeos, incluso aunque la tendencia duradera haya sido particularmente escarpada en EEUU”. Al tratar la diferencia entre el ciclo comercial de Gran Bretaña y EEUU, Fellner para explicar la tendencia actual dice lo siguiente:
“Podría ocurrir que el ciclo británico sea aún algo más largo que el de EEUU. Los primeros estudios registran que en el siglo XIX la duración del ciclo británico era de entre siete y diez años; los investigadores estadounidenses encontraron un ciclo de más corta duración… La diferencia puede deberse a la estructura de la economía o incluso a la diferencia del temperamento nacional. Se podría decir que los estadounidenses reaccionan más rápidamente ante un cambio de circunstancias o se podría decir que son más volátiles.
Durante varios años, el ciclo británico, y también el del continente europeo, ha estado desfasado respecto al ciclo estadounidense… La causa primaria de esta divergencia fue el mayor gasto en defensa estadounidense, incluso en proporción al tamaño de su economía, después del episodio de Corea” [2]
Es verdad que la tasa de crecimiento en el período de 1870-1914 tuvo un ritmo mayor que en el período entreguerras, pero eso reflejaba que había cambiado la naturaleza relativamente progresista del capitalismo. La guerra mundial de 1914-1918 marcó una etapa determinada en el desarrollo del capitalismo, esto se reflejó en el callejón sin salida al que llegó la sociedad debido a la propiedad privada de los medios de producción y a la existencia del estado nacional.
El auge económico que siguió a la Segunda Guerra Mundial tuvo su origen en toda una serie de factores. No hay nada ‘inaudito’ en este auge, la posibilidad de un auge económico en la sociedad capitalista ya fue prevista por Trotsky en su crítica de las concepciones mecánicas de los estalinistas:
“¿Puede la burguesía asegurarse una nueva época de crecimiento capitalista?. Negar tal posibilidad, contar con la “situación sin salida” del capitalismo, sería simplemente verbalismo revolucionario. ‘No existen situaciones absolutamente sin salida’ (Lenin). El actual estado de equilibrio inestable en que se encuentran las clases en los países europeos ¾precisamente a causa de esta inestabilidad¾ no puede durar indefinidamente…”.
“… No habrá un nuevo ascenso del capitalismo mundial (en la perspectiva de una nueva época de grandes conmociones) si el proletariado sabe encontrar los medios para salir de la presente situación de inestabilidad por la vía revolucionaria”. (León Trotsky. La Internacional Comunista después de Lenin. Madrid. Editorial Akal, pp. 144-145).
“Siguiendo a Marx, repetimos que el capitalismo es incapaz de dominar y conformar a su voluntad el espíritu de la nueva técnica que él mismo ha engendrado; espíritu que hace explotar jurídicamente no solamente el envoltorio de la propiedad privada burguesa, sino, como ya lo ha mostrado la guerra de 1914, el marco nacional del estado burgués”. (Ibíd., p. 134).
“La política, considerada como fuerza histórica de masas, lleva siempre retraso con respecto a la economía… Los gastos de producción del sistema capitalista consumen, cada vez más, la renta mundial que este sistema aporta…”.
“Teóricamente, no se puede decir que no vaya a haber un nuevo capítulo de progreso capitalista general en los países más avanzados…”. (Ibíd., p. 158)
Con relación al ciclo comercial, la Oficina Nacional de Investigación Económica Estadounidense ha preparado un gráfico que se remonta a hace un siglo, en él se pueden ver los picos y las caídas de la actividad económica estadounidense en este período (Ver tabla 2).
A estos se podría añadir el pico de 1953, la caída de 1954, el pico de 1957, la caída de 1958, el pico de 1959-60 y la caída posterior.
¿Cuáles son las razones básicas de los acontecimientos acaecidos en la economía mundial durante el período posterior a la Segunda Guerra Mundial?
- El fracaso político de los estalinistas y los socialdemócratas, en Gran Bretaña y en Europa Occidental, que creó un clima político favorable para la recuperación del capitalismo.
- Los efectos de la guerra en la destrucción de bienes de consumo y capital crearon un gran mercado (la guerra tiene efectos similares ¾aunque más profundos¾ en la destrucción de capital que una recesión). Estos efectos según las estadísticas de la ONU no desaparecieron hasta 1958.
- El Plan Marshall y la otra ayuda económica destinada a la recuperación económica de Europa Occidental.
- El enorme aumento de la inversión en la industria.
- El surgimiento de nuevas industrias: plásticos, aluminio, cohetes, electrónica, energía atómica…
- El aumento de la producción de las nuevas industrias ¾químicas, fibras artificiales, cauchos sintéticos, plásticos, rápido aumento de los metales ligeros, aluminio, magnesio, electrodomésticos, gas natural, energía eléctrica, actividad de la construcción¾.
- Las enormes cantidades de capital ficticio creadas por el gasto en armamentos y que alcanzó el 10 por ciento del ingreso nacional en Gran Bretaña y EEUU.
- El nuevo mercado para el capital y productos de ingeniería, creado por la debilidad del imperialismo en los países en vías de desarrollo, proporcionando a la burguesía local la oportunidad de desarrollar la industria a una escala no vista hasta entonces.
- Todos estos factores interactuaron entre sí. El aumento de la demanda de materias primas, a través del desarrollo de la industria en los países metropolitanos a su vez influye en los países subdesarrollados y viceversa.
- El aumento del comercio entre los países capitalistas, especialmente en bienes de capital y productos de ingeniería, debido al aumento de la inversión económica actuó en ese momento como un estímulo.
- El papel de la intervención estatal en el impulso de la actividad económica.
Todos estos factores explican el aumento de la producción desde la guerra. Pero el factor decisivo ha sido el aumento de los campos o sectores donde invertir capital, que es el principal motor del desarrollo capitalista.
El papel relativamente progresista del capitalismo entre 1870 y 1914 consistió en el desarrollo de las fuerzas productivas a un ritmo muy rápido. Es verdad que ya se habían desarrollado las fuerzas productivas necesarias para que la clase obrera tomara el poder, es decir, las condiciones materiales para la existencia del poder obrero ya se habían creado en la expansión previa de las fuerzas productivas bajo la propiedad privada. Pero con el control de los trabajadores las fuerzas productivas podrían haberse desarrollado más rápido. Sin embargo, mientras el capitalismo pueda desarrollar las fuerzas productivas a un ritmo rápido entonces sirve a las necesidades del progreso y podrá mantenerse mientras tenga alguna utilidad.
Desde la Segunda Guerra Mundial el capitalismo, de una forma contradictoria y desigual, ha sufrido un período de ‘renacimiento’. Es verdad que es el respiro temporal de una economía enferma y podrida, que refleja más la senilidad del capitalismo que su lozana juventud, y que muestra todas las debilidades de un sistema en decadencia. Estos períodos de respiro son inevitables incluso durante la época de declive general del capitalismo en la medida que la clase obrera no consigue abolir este sistema. No existe la ‘crisis final’, la ‘última recesión económica’ del capitalismo, un ‘límite de la producción’ o cualquier otro tipo de ideas primitivas que plantearon los estalinistas durante la gran depresión de 1929-1933. Sin embargo, la debilidad del capitalismo sí se refleja en los acontecimientos revolucionarios que siguieron a la Segunda Guerra Mundial.
Desde el punto de vista del marxismo esta recuperación económica del capitalismo no es un fenómeno negativo, fortalece de una manera formidable el número, la cohesión y la posición de la clase obrera dentro de la nación. La próxima ruptura de la coyuntura económica creará más problemas para el capitalismo que en épocas pasadas.
Es esta recuperación económica y no el papel del gasto público o el aumento del papel del estado en la economía, lo que explica las recesiones o las pequeñas caídas que han seguido a la Segunda Guerra Mundial. Marx y Engels ya trataron el incremento de la intervención estatal en la economía con el objetivo de laissez faire. La tendencia de las fuerzas productivas a sobrepasar los límites de la propiedad privada obliga al estado a intervenir más y más en la ‘regulación’ de la economía.
Lenin, Bujarin y Trotsky ya se ocuparon del papel cada vez mayor del estado en la economía durante y después de la Primera Guerra Mundial. En sus últimos escritos Trotsky reforzó sus argumentos sobre el aumento del papel económico del estado. El aumento del papel que juega el estado se explicó por el crecimiento de las fuerzas productivas, la mayor concentración de capital, el crecimiento de los trusts y el desarrollo del capital monopolista. Lenin, en su obra El imperialismo fase superior del capitalismo ya se ocupó de todas estas cuestiones. Se produjo una fusión del capital monopolista con el estado que actuó como el agente directo de las grandes empresas. Esto no significó la ‘regulación’ o la ‘planificación’ de la producción en el sentido económico de un estado obrero, tampoco supuso la eliminación del papel dominante del mercado, de hecho aumentó las contradicciones dentro del capitalismo. La ‘regulación’ económica se consiguió principalmente a expensas de las capas medias y pequeños empresarios, en cuanto a la reciente restricción del crédito y al aumento de los tipos de interés, afectan muy poco a las grandes empresas pero en cambio sí representan una carga onerosa para los pequeños capitalistas.
Las ayudas a las grandes empresas, la privatización de sectores rentables de la industria nacionalizada son una prueba del verdadero papel del estado como herramienta de los bancos y los trusts. El estado ha adquirido aquellos sectores de la industria que hoy son menos rentables debido al desarrollo de las nuevas industrias y técnicas, y también porque para su modernización necesitan un mayor gasto de capital y, por lo tanto, para el capitalismo no son rentables económicamente
En el caso de Gran Bretaña existía la necesidad de transformar las industrias básicas: carbón, gas, electricidad, transporte y acero, con el objetivo de que sirviesen a la ingeniería, la construcción de barcos, químicas y otras industrias competitivas en el mercado mundial. Las medidas de capitalismo de estado, que constituyen un argumento importante para la estatalización de la economía, en sí mismas no alteran las leyes básicas del capitalismo.
Los factores que han ayudado a mantener el pleno o relativo pleno empleo en los principales países capitalistas, es decir, el gasto en armamentos, han provocado a su vez una inflación persistente y regular. Alemania occidental, que no tiene esa carga, se aprovecha de las dificultades de sus rivales a este respecto y, además, cuenta con una gran reserva de mano de obra procedente de los antiguos territorios alemanes: Checoslovaquia y Alemania oriental, del nivel de precios hasta hace poco era relativamente estable. Además, la cantidad reinvertida en inversión de capital en consecuencia fue más alta. Ahora, con pleno empleo, está empezando a enfrentarse a los mismos problemas que sus rivales:
“En Alemania occidental los elementos no recurrentes del proceso de expansión fueron particularmente llamativos; desempleo a mayor escala a principios de los años cincuenta y la elevada tasa de inmigración de mano de obra de Alemania oriental; los huecos dejados en el stock de recursos físicos por la destrucción de la guerra, el desmantelamiento de fábricas durante la posguerra y la partición del país. La combinación de estos factores provocaron unas tasas de beneficios altas, en un proceso de expansión que se distinguió por un crecimiento rápido del empleo y una tasa alta de inversión, extendiendo la construcción de capital. (The Economic Bulletin for Europe, Volumen 3, 1959).
Los expertos económicos de las Naciones Unidas miran con consternación las últimas crisis y están empezando a comprender que la burguesía no tiene los medios suficientes para resolver los problemas económicos que afectan a su sistema. El Annual World Survey de las Naciones Unidas, publicado en 1959, contiene la siguiente afirmación irónica:
“No hay factores especiales de importancia que puedan ayudar a explicar el descenso de la actividad económica en EEUU entre 1957-8 o la virtual paralización de la producción en Europa occidental en 1958… Independientemente del alcance que podría tener la recesión, podría ser inherente al exceso de capacidad productiva o se podría haber acelerado con las restricciones gubernamentales, es evidente que el mundo no ha aprendido todavía como evitar los costes de las recesiones industriales recurrentes”.
Y de nuevo, comentando el carácter agudo de la caída de 1958: “Basándonos en la experiencia de la posguerra, no sería juicioso asumir que en el futuro todas las recesiones van a ser cortas y ligeras”.
Los economistas de las Naciones Unidas estiman que la última ‘recesión’ costó a EEUU miles de millones de dólares, tanto en ingresos reales como en capacidad de importación. Reflejando las ilusiones de los ‘subconsumistas’ que creen que irá va bien mientras se consiga mantener la capacidad de consumo, los economistas de las Naciones Unidas hablan de ‘una serie de estabilizadores económicos automáticos, como el sistema de impuestos progresivos, la seguridad social y los programas de apoyo al campo…’.
“Es importante tener en cuenta que los estabilizadores sólo pueden ralentizar la tasa de declive; por sí mismos no pueden iniciar una recuperación económica… Mientras las depresiones con una magnitud similar a la de los años treinta se han convertido en algo impensable tanto en el terreno político como social, las recesiones de mayor duración y profundidad que se experimentaron en otro tiempo en los años de la posguerra no se pueden evitar por la exclusiva dependencia de un estabilizador económico automático”. (World Survey, página 4).
El desarrollo de las economías de Europa occidental, Japón, EEUU y Gran Bretaña, con esta o aquella diferencia nacional, demuestra un fenómeno similar: el aumento de la inversión de capital como clave del auge económico en la década y media que siguió a la Segunda Guerra Mundial.
Aparte de los subsidios y ayudas a la industria privada, que en Gran Bretaña alcanzaron los 385 millones de libras en 1958, y el enorme gasto armamentístico en muchos países de Europa occidental ¾pero en particular en Gran Bretaña¾ que constituye gasto improductivo, las industrias básicas en quiebra fueron nacionalizadas para modernizarlas y así servir como un instrumento útil para aumentar los beneficios de las empresas privadas, especialmente de las industrias más modernas.
Aquellos sectores que tenían posibilidades de rentabilidad económica, como el transporte por carretera y el acero, fueron privatizados por los tories y ahora quieren hacer lo mismo con los hoteles, empresas de catering, propiedades no ferroviarias y actividades ferroviarias. De esta forma, el sector nacionalizado que constituye el 20 por ciento de la economía de Gran Bretaña está ayudando a la industria privada.
Si estas industrias hubieran seguido en manos privadas, los capitalistas privados habrían necesitado desembolsar una gran cantidad de dinero, como en EEUU, para su modernización. Pero la inversión en estos sectores todavía representa la mitad que en las industrias no nacionalizadas. La inversión de capital total en 1957 fue un 14,7%, el nivel más alto de inversión en Gran Bretaña desde la guerra, las industrias nacionalizadas habrían invertido aproximadamente un 5% frente al 10% invertido en la industria privada. Al mismo tiempo, la producción de las industrias privadas representa seis o siete veces la producción de las industrias que están bajo el control del estado. Esto significa que es el sector privado de la economía el que domina el conjunto de la industria y la economía, y no viceversa. Esto se puede comprobar en las estadísticas proporcionadas por el Censo de Producción publicado en 1958 (Cuadro 2).
¿Qué demuestran estas estadísticas? Proporcionan una respuesta incuestionable a los dos problemas fundamentales de las teorías revisionistas. El argumento de Strachey, Crosland, Gaitskell y otros, es que ha aumentado la cuota relativa de la clase obrera en el aumento de la producción. Estas cifras demuestran de una manera irrefutable que la cuota de la clase obrera ha disminuido con relación a la producción total. Las estadísticas de EEUU, Italia, Japón y Alemania occidental sin duda mostrarán una situación similar.
Es verdad que el nivel de vida absoluto ha aumentado (horas extraordinarias, incorporación de la mujer al mundo laboral, aumento de la productividad del trabajo, pleno empleo, etc., son factores que lo explicarían), pero la parte relativa de la clase obrera ha caído. También ha demostrado ser palpablemente falsa la idea “sub-consumista” de que las crisis capitalistas se han superado con el aumento del consumo. El ‘consumo’, incluido el de los capitalistas, ha pasado del 67% aproximadamente de 1938, a poco más del 54 por ciento de la producción nacional en 1957.
El aumento de la capacidad productiva en Gran Bretaña desde la guerra ha sido un 3 por ciento anual ¾una tasa dos veces más alta de lo conseguido en el período entreguerras y probablemente más rápida¾. Después de la guerra, hasta 1951, una quinta parte de la producción se compensó con los aumentos de los precios de las importaciones. La producción creció entre 1946 y 1951 un 14,5%… El ingreso nacional real creció un 11,5%. Entre 1951 y 1955 el ingreso nacional real creció un 15,5% frente al aumento del 12,5% del PNB. Entre 1955 y 1958 el PNB creció un 5% frente a un aumento de la producción de sólo el 3%. Entre 1951 y 1958 la inversión nacional bruta, los ahorros y la depreciación pasaron del 15% a casi el 20%. El ingreso nacional neto subió de menos del 7% a más del 11,5%.
Desde el punto de vista del marxismo, un aumento continuo de la parte correspondiente a la clase obrera de la producción nacional, por sí mismo, en un determinado momento, podría provocar una crisis y una recesión porque reduciría la parte del ingreso nacional que va a los capitalistas, de esta forma durante un período causaría una caída en la tasa de beneficios. Esta situación se produce porque los capitalistas sólo extraen los recursos necesarios para invertir de la plusvalía creada por los trabajadores. Mientras tanto, el continuo progreso tecnológico significa que los capitalistas están obligados a invertir (en términos reales dejando a un lado la caída en el valor del dinero) cada vez más en la producción con el objetivo de competir en los mercados nacionales e internacionales. Por lo tanto, el período de auge de la posguerra tampoco se puede explicar con el aumento del nivel de vida.
Por otro lado las estadísticas de producción nacional, admitiendo errores marginales, son una descripción certera de la economía nacional desde un punto de vista capitalista, manifiesta la superficialidad de las teorías de Maurice Dobb y de otros estalinistas que afirman que el aumento de la intervención estatal en la economía ha evitado otra depresión similar a la de 1929. Es verdad que el papel del estado ha aumentado, pero las estadísticas también demuestran que tiene un límite. De 1938 a 1957, incluido el gasto de las autoridades nacionales y locales en construcción, servicios sociales y armamentos, la proporción total del aumento del ingreso nacional procedente del estado equivalía al 14,7% del ingreso nacional de 1957. Si se incluyen los gastos de las industrias nacionalizadas alcanzaría el 20% del ingreso nacional, una quinta parte, una cifra importante pero insuficiente para determinar el movimiento básico de la economía. No es la industria estatal la que dicta el movimiento de la industria privada, sino que es la industria privada la que dicta el movimiento de la industria estatal.
En una época como la actual, es necesario que los marxistas den una respuesta clara a todas las tendencias burguesas, socialdemócratas y revisionistas (estas últimas son la consecuencia directa del clima político creado por el auge temporal del capitalismo).
La reafirmación de la doctrina marxista sobre esta cuestión consigue poner el problema en una perspectiva adecuada. No puede haber nunca una recesión económica en una economía basada en la propiedad estatal de los medios de producción ya que se planificaría en conjunto la economía y la producción, como se haría en una fábrica individual. Si se comenten errores, como en la planificación de la burocracia soviética, es fácil solucionarlo con un simple decreto administrativo.
Los únicos límites a la producción, aparte de los errores de los burócratas, su estafa, ineficacia, etc., son el nivel de producción y las propias fuerzas productivas. Los burócratas pueden planificar la producción de bienes de consumo, bienes de capital, cañones, cohetes o cualquier cosa, mientras que se tome en consideración el nivel de las fuerzas productivas y los límites de proporción observados por este o cual error, ¡se podría utilizar prácticamente sin límites toda la capacidad productiva! (dejando a un lado las diferencias en materias primas, etc.,). Esta es la diferencia fundamental entre una economía basada en la propiedad estatal y una economía donde el estado es copropietario, ¾una economía de capitalismo de estado¾.
¿Por qué no puede el gasto público del estado capitalista resolver los problemas de la economía en una sociedad capitalista? En una economía donde la propiedad privada es la forma dominante de producción, ésta se realiza por y para el mercado. Todos los impuestos proceder de la propia economía, de los beneficios de los capitalistas o de la reducción de los ingresos de la clase obrera. En cualquier caso, eso no puede impedir un período de crisis. Si se reduce el ingreso del capitalista se reducirá la tasa de beneficios; el dinero gastado y que procede de los bolsillos de los capitalistas tampoco lo pueden gastar los capitalistas. De la misma forma, el dinero extraído a los trabajadores vía impuestos para el beneficio de los capitalistas y su estado, reduce el mercado de bienes de consumo. De este modo, el estado alimenta las constantes vitales de la economía. El estado en la época moderna se ha convertido en un monstruo parasitario y una carga para la producción. Lo que por un lado gana el estado por el otro lo pierden los capitalistas. Lo peor desde el punto de vista capitalista es que el estado reduzca los beneficios de los capitalistas, porque eso agrava la crisis mientras que el ochenta por ciento de la economía sigue en manos de la ‘empresa’ privada. Por esa razón, tan rápidamente como pueden, los capitalistas hacen que “su estado” reduzca los impuestos sobre los beneficios de las empresas y especialmente las reducciones sobre las nuevas inversiones. El gobierno Tory (y el gobierno laborista después) redujo sistemáticamente de esta forma los impuestos.
Las distintas ‘soluciones’ keynesianas a este problema no tienen ningún sentido. Si el estado a través de la ‘financiación del déficit’, como planteaba Gaitskell, gasta dinero que en realidad no tiene, supone la aparición de la inflación monetaria y durante un período ésta afectará a la distribución del ingreso nacional. La única diferencia es que la crisis se agravaría por el hundimiento de la moneda debido al inevitable aumento de los precios o lo que es igual, los precios subirían en la misma proporción que sube el dinero en circulación y que no está respaldado materialmente por las mercancías o el dinero.
Igual de estúpida es la sugerencia de Gaitskell, como los que se hacen eco de ella, de aumentar el gasto de las industrias nacionalizadas. Estas industrias son industrias básicas para el conjunto de la economía capitalista. El dinero para estas industrias en la medida que no viene a través de vías ‘normales’ y que no se financia a través del mercado, se debe obtener a través de la financiación del déficit o con impuestos, de esta forma también se reduce la cantidad de dinero que se gasta en el conjunto de la industria. La idea utópica de que el aumento del gasto en la industria pública podría resolver las crisis de producción demuestra su equivocación en la crisis actual de la industria del carbón. Los ferrocarriles, la electricidad, el gas y otras industrias nacionalizadas son dependientes (a parte del consumo individual) de las empresas privadas, de la ingeniería, química, alimentación y otras industrias. Una caída en la producción de estas industrias inevitablemente supone una caída en la producción de las industrias nacionalizadas. La crisis en la industria del carbón demuestra la corrección de esta proposición incluso durante el presente boom económico. Sólo debido al auge económico el gobierno puede permitirse acumular decenas de millones de toneladas de carbón en las minas.
El gasto en armas es capital ficticio (improductivo). El gasto en obras públicas, carreteras, hospitales y escuelas es necesario pero marginal (no está vinculado directamente a la producción, pero es necesario) y sólo puede suponer un mejoramiento del problema, por las razones que antes hemos planteado. La Comisión Radcliffe demostró, de manera concluyente, que la economía no se podía controlar con medidas monetarias. En realidad, los marxistas siempre hemos explicado lo contrario. El desarrollo de la economía hacia la inflación o la deflación, obliga a subir o bajar los tipos de interés bancarios. La conclusión general del Comité fue la siguiente:
“Las medidas monetarias, por sí solas, no pueden equilibrar una economía sometida a tensiones, tanto internas como externas. Las medidas monetarias pueden ayudar, pero nada más… Nos tememos que las extravagantes esperanzas que en los últimos años se han puesto en la política monetaria no han estado motivadas, por encima de todo, por el deseo de evitar aumentos de impuestos y reducción del gasto gubernamental. La disminución paulatina de la carga impositiva debería facilitar que en el futuro prevalezcan ideas más realistas”.
En otras palabras, lejos de considerar el gasto del estado como un mérito y un beneficio, la burguesía constantemente se está quejando de la carga que supone el estado. El aumento del gasto público en la policía y el ejército para defender el botín de la burguesía no supone ningún problema, pero los servicios sociales. necesarios para mantener las demandas sociales de las masas, educación, etc., sí son un problema para porque significa menos en los bolsillos de los propios capitalistas. En realidad, desde la guerra, en proporción al ingreso total y al aumento de la riqueza, mientras que el gasto en armas ha crecido enormemente, se han abandonado los servicios, en términos reales, que indirectamente abastecen las necesidades de la economía. The Times Review of Industry en diciembre de 1959 comentaba lo siguiente: “El efecto acumulativo de subinversión en activos públicos “no industriales”, es probable que agrave de una forma importante los problemas sociales y económicos”.
El World Survey de las Naciones Unidas da una explicación de la depresión de 1957-58 que encaja con las concepciones teóricas del marxismo: “Existe un acuerdo prácticamente unánime en que desde 1955 a 1957 se ha creado un exceso de capacidad sustancial (en Gran Bretaña y EEUU) en toda la economía y que éste fue un factor fundamental de la recesión en 1957-8”. Mientras tanto, el primer resplandor de expansión capitalista desde la guerra está llegando a su fin:
“Contrariamente a la ilusión ampliamente extendida sobre la magnitud del boom de 1955-7 ¾alimentado en parte por el mismo temor a la inflación ¾las dimensiones reales de la expansión económica en realidad fueron modestas—. En EEUU, incluso en el pico trimestral de 1957, el volumen de la producción industrial no superó el nivel máximo previo a la recesión alcanzado en 1953 que fue un seis por ciento superior y en el punto mínimo de la recesión de 1957-8 el volumen fue sólo un tres o cuatro por ciento superior al período de 1951 ¾siete años antes—… Aunque la tasa de crecimiento ha sido superado a la media en los otros países industrializados, el caso más destacado Francia, en Italia, República Federal Alemana y Japón, el resultado ha sido bastante modesto,especialmente en el Reino Unido” (Ibíd, pág. 16).
El “exceso de capacidad” en la industria británica es un síntoma de la sobreproducción de capital y de los límites del mercado. En el período pasado se han producido crisis parciales que han afectado a sectores enteros de la economía, en diferentes etapas y en diferentes momentos, apareció “exceso de capacidad” en la industria y exceso de capital, sobreproducción de bienes de consumo y materias primas, alimentos, etc., Lo que provocó la devastadora depresión de 1929-33 fue la concatenación simultánea de todos las factores que intervienen en una crisis. Poco a poco, la serie de factores relacionados con los años veinte en toda una serie de sectores económicos, están adquiriendo proporciones similares en la actual marea económica. En cada una de las etapas las suposiciones de los expertos económicos de las Naciones Unidas y de la burguesía en general han fracasado. El auge industrial en los países occidentales provocó a su vez una demanda de materias primas y productos alimenticios (productos primarios. Esto llevó a un aumento de la producción en las “regiones subdesarrolladas”. El boom de la producción de minerales, etc., llevó a un aumento del precio de estos productos (el mercado aún es el que domina nacional e internacionalmente) y a una mejora en términos comerciales. Pero esto, a su vez, según la lógica estricta del capitalismo, llevó a la “sobreproducción” y a una caída de precios. Esta caída de precios en los productos primarios en la recesión de 1957-8, supuso entre el siete y el ocho por ciento, lo que equivale a seis años de préstamos a las regiones zonas subdesarrolladas a los tipos de interés del Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo en 1956-7.
Según el World Survey de las Naciones Unidas: “Los términos comerciales a finales de los años cincuenta parecen ser los mismos que a finales de los años veinte”. Se ha extendido rápidamente la idea de que se puede encontrar una solución a los problemas del capitalismo con el desarrollo de las regiones subdesarrolladas. Es verdad que con un gran aumento del gasto en capital puede mejorar el problema durante un corto período de tiempo, pero éste volverá a reaparecer peor más tarde. Además se puede ver que sobre bases capitalistas tiene un límite. Las naciones Unidas admiten que:
“No se puede decir que el nivel actual de la ayuda internacional a los países más pobres sea una contribución insignificante. En conjunto, compensa completamente el declive de la parte del capital privado extranjero con relación a las exportaciones de los productores primarios (…) (¡sólo compensa!, TG). Sin embargo, esas necesidades sólo se pueden realizar sobre una base per cápita, la ayuda total alcanza los cinco dólares anuales para los países contribuyentes y no más de dos dólares anuales para las zonas receptoras, se puede ver que esta insuficiente cantidad no permite un avance significativo del desarrollo económico”.
El fermento en el mundo colonial se basa en estas cifras. El capitalismo amenaza con romperse por su eslabón más débil. Esto explica el cambio de la política del imperialismo y posteriormente tendrá enormes consecuencias políticas y económicas.
Se ha producido un abismo entre el crecimiento de la economía y la tasa de expansión de las regiones subdesarrolladas y los centros metropolitanos desarrollados. Debido al crecimiento de la población en las zonas coloniales y ex-coloniales, ha aumentado cada vez más la disparidad. Entre 1938 y 1955-7 la producción de alimentos y materias primas aumentó de forma sustancial, pero sólo alcanzó las dos quintas partes de los productos manufacturados.
Esto, a su vez, ha conducido al problema del aumento de la disparidad entre las regiones del mundo subdesarrolladas y los centros metropolitanos. Debido al aumento de la producción en los países industrializados, también a pesar del aumento de la producción industrial, los países en vías de desarrollo han ido aún más rezagados que antes de la guerra en el crecimiento industrial. Al mismo tiempo, el desarrollo de la población en estas regiones significa que el nivel absoluto de vida, que actualmente está aumentando en los países industrializados, está cayendo en las llamadas regiones subdesarrolladas, en el mejor de los casos, el aumento de los medios de subsistencia y la producción industrial difícilmente van a poder mantener el ritmo.
La burguesía creía que el problema de la relación de los países productores primarios con los países industrializados se había solucionado con el aumento del precio de las materias primas y los productos alimenticios durante la época inicial de escasez de la posguerra. Además estaban preocupados ante la posibilidad de que los términos comerciales empeoraran para países como Gran Bretaña, y también para el resto de países industrializados. Los economistas de las Naciones Unidas escribieron sobre este problema.
Lo que no se les ocurrió fue la inevitable sobreproducción que siguió a la escasez. Siguiendo a la demanda, la enorme inversión en cobre, cable, estaño, lana, algodón y otras materias primas, provocó excedentes y por lo tanto sobreproducción.
En el mundo capitalista, a pesar del aumento del comercio, en comparación con 1929, ha habido una caída en la proporción del comercio mundial. Esto significa que el mercado mundial agravará la crisis del capitalismo. Las diferentes potencias imperialistas no van a poder encontrar una vía de escape para las contradicciones nacionales, excepto en el mercado mundial y a expensas de los demás. El comercio total de los países productores primarios ha aumentado sólo un tercio en proporción con el de los países manufactureros. Si se descuenta el petróleo del comercio total, entonces caería hasta una séptima parte, el petróleo implica principalmente a los países de Oriente Medio.
Un fenómeno parecido al período de la posguerra es la caída relativa de la posición que EEUU había conseguido inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial. El aumento de la producción hasta 1957 en EEUU ha sido del 14 por ciento y en Europa occidental el 32 por ciento. En Europa occidental, durante cinco años, desde los primeros meses de 1953 hasta finales de 1957, la producción industrial aumentó un 40 por ciento. En EEUU, desde mediados de 1954 hasta la mitad de 1957, la producción industrial aumentó sólo la mitad, un 20 por ciento. En Gran Bretaña, entre los puntos álgidos de 1953 y 1957, sólo aumentó un seis por ciento. ‘Una de las principales razones (para la caída de la producción) fue el declive de la inversión fija y, especialmente, de la inversión empresarial’. (Naciones Unidas. World Economic Survey, p. 181).
Con relación a la situación de Gran Bretaña la misma publicación de la ONU dice lo siguiente: “La economía británica ha estado estancada desde finales de 1955 en adelante, con algunas alzas y bajas. La producción industrial en ese país cayó durante 1956 por debajo del nivel alcanzado en los últimos meses de 1955 y después no superó ese nivel hasta finales de 1958”. También explica la caída económica de Europa occidental y Japón:
“Los factores predominantes en los recientes acontecimientos económicos de Europa occidental y Japón han sido la debilidad de la inversión fija y de la demanda exportadora. En conjunto, los cambios del gastos público no han contribuido al auge económico anterior y no han influido en los acontecimientos de 1958”. (Ibíd., p. 192).
Fellner, al ocuparse de la economía capitalista, especialmente de la estadounidense, desde la Segunda Guerra Mundial, señala correctamente:
“Efectivamente, el período donde la economía ha demostrado una resistencia considerable a las presiones descendentes, es suficiente para sugerir que, de todos los estímulos ‘artificiales’, sólo los elevados gastos militares han tenido relevancia en conjunto en todo el período… También, la levedad de la recesión de 1948-49 apenas se puede atribuir al gasto militar y a la ayuda externa, porque la recesión y el comienzo de la recuperación se producen en el espacio de tiempo que siguió a la reducción gradual del gasto militar y también precedió a la recuperación del gasto militar debido a las hostilidades coreanas”.
“En el lapso de tiempo de 1947-50 en el cual coinciden la recesión y la primera recuperación, los gastos gubernamentales eran considerablemente más altos con relación al ingreso nacional que en los años veinte (el gasto en armas fue mucho más grande), pero en su mayor parte, eran más bajos que en los deprimidos años treinta y el sistema impositivo era mucho más duro”.
Un proceso similar se puede ver en la recesión de 1957-8. No fue el gasto estatal sino el desarrollo de la propia economía lo que sacó de la recesión a la economía de Europa occidental, Gran Bretaña, EEUU y los demás países, es decir, los mecanismos ‘automáticos’ de la propia economía. En realidad, la burguesía, los economistas de las Naciones Unidas y los economistas serios de Gran Bretaña y EEUU, estaban agradablemente sorprendidos por el carácter breve de la recesión de 1958-9. Después siguió un boom capitalista típico donde aumentó la producción en Gran Bretaña, Europa occidental, Japón y EEUU.
Al comentar las pretensiones actuales que dicen haber resuelto el problema del crecimiento constante, Oscar Hobson, escribe en el número de febrero de Banker: “Se han solucionado las sombras de 1929, cuando el problema del ciclo comercial y el nivel de precios prácticamente se proclamaba en todas partes”.
Los economistas de la burguesía comprenden muy bien que la inversión es la clave del auge económico. En la página 179 de World Economic Survey (1959) el experto de las Naciones Unidas escribe lo siguiente:
“El auge económico se ha basado principalmente en la inversión a gran escala en activos fijos y un crecimiento rápido del gasto privado en automóviles y otros bienes duraderos. A diferencia del boom coreano, no jugó ningún papel en el aumento del gasto público. Al contrario, lo que hizo fue nivelar o reducir el gasto estatal porque el conflicto coreano terminó liberando los recursos para el uso en el sector privado. Sin embargo, en algunos países, fueron más las exportaciones que el gasto interno lo que dio un mayor impulso a la actividad económica”.
En The Financial Times, el antiguo y “ortodoxo” Secretario del Tesoro, Enoch Powell, decía lo siguiente:
“Este aumento interno (aumento de la producción en Gran Bretaña en 1959) fue una parte integral de la recuperación general del comercio, igual que la calma que la precedió no era otra cosa que una recesión comercial general: ambas se produjeron en países cuyos gobiernos se estaban proponiendo comportarse de forma diferente… los gobiernos habían agotado la economía con los impuestos y el préstamo tanto como habían ingresado con el aumento del gasto.
Esto, a su vez, hace improbable que el gobierno haga, cuando tenga la intención contraria, algo para ‘estimular la economía’. La recuperación, como la recesión, primero tiene lugar en respuesta a otras fuerzas con un carácter amplio y diferente; o si queréis, en las palabras inmortales de un camarero a una dama mareada: Señora, no tiene nada que hacer, hágalo.
Esto es quizá lo que se siente en el terreno teórico —difícilmente en cualquier otro—. Una vez más, se nos ha negado el privilegio a observar de primera mano a un gobierno británico eludiendo una recesión en líneas keynesianas ortodoxas. No sabemos con total seguridad cuál habría sido el resultado si, ante una persistente caída de la propensión al gasto, el gobierno británico igualmente hubiera aumentado su gasto y lo hubiera financiado con la creación de dinero a través de la deuda flotante. En cualquier caso, eso no fue lo que ocurrió en la recuperación de 1958-60”. (Financial Times, 7 de enero de 1960).
Aquí Powell defiende la línea de una economía de mercado y dice que el estado cebando la bomba ya no conseguirá resolver el problema como ocurrió con Roosevelt antes de la guerra. Powell comprende algo de las limitaciones de la economía capitalista, lo que el gobierno “pone” está determinado por lo que puede recaudar en forma de impuestos, etc., en la medida que la economía de mercado se basa en la empresa privada.
En The Financial Times, un economista estadounidense escribió un artículo que rebosaba optimismo ante las perspectivas para la economía estadounidense. Pero tiene cierta cautela. Al tratar los factores que llevaron al auge en la economía estadounidense comenta lo siguiente:
“Con toda probabilidad, la próxima década no se verá maltratada por una depresión seria… Habrá cambios de ritmo, una o dos caídas breves, pero no se puede esperar nada peor que esto. Desde la depresión de los años 30, los estadounidenses han aprendido bastante del funcionamiento de su economía… El resurgimiento de la fe en lo que puede hacer una economía de mercado ha sido importante para mantener el consumo en las recesiones; la indemnización por desempleo y las facilidades de crédito también han contribuido…”.
Estos últimos factores mencionados sólo pueden ser una compensación al declive económico pero no pueden mantener estable la economía por mucho tiempo. Estos factores existen en Gran Bretaña después de la Primera Guerra Mundial, sin afectar fundamentalmente a la economía. Sin embargo, hay determinados factores que han mantenido a la economía en equilibrio. El año pasado el gasto en investigación y desarrollo de nuevas técnicas y productos en EEUU alcanzó los 12.500 millones de dólares, de éstos, 9.000 millones fueron aportados por la industria privada estadounidense. La verdadera explicación del largo boom en EEUU nos lo proporciona el economista antes mencionado:
“La dependencia de las empresas de nuevas productos, materiales y métodos, para poder sobrevivir y crecer en una economía competitiva les obliga a introducirlos tan rápido como les sea posible por miedo a perder el diferencial temporal de beneficios que pagan para investigación. Como la tecnología no se detiene por la recuperación económica, la nueva inversión ahora puede servir para acortar las recesiones y disminuir su severidad”.
Pero este proceso no puede durar de forma indefinida. Ninguna empresa va a invertir en nuevas técnicas y productos si las ventas de éstos van a ser más bajas que las ventas anteriores del mismo producto. Si sus ganancias no cubren los márgenes y consiguen al menos el mismo beneficio que antes no tendría sentido reinvertir en dinero mercancía para recuperar lo mismo que se ha invertido. La tasa de beneficios debe caer durante un período en el que se producen continuas nuevas inversiones, hasta tal punto que no se compensa con el aumento de la plusvalía, incluso aunque se produzca un aumento de la tasa de explotación con el consiguiente aumento de la productividad del trabajo.
El Financial Times del 26 de enero de 1960 informa de las actividades de la administración Eisenhower: “Parece claro que se está produciendo una revolución en el pensamiento de los círculos superiores de EEUU. Se suma nada menos que al rechazo de la doctrina keynesiana ¾al menos donde existe la financiación periódica del déficit¾. ‘El presupuesto’, una vez más cita al corresponsal de The Economist en Washington, informando de nuevo desde el punto de vista de la administración, ‘no sólo debería estar equilibrado con el ciclo comercial… también debería mostrar una plusvalía sustancial”. Al enfrentarse a la recesión de 1958, el gobierno republicano insistió en la necesidad del equilibrio presupuestario. “Hicieron esto por el temor a la inflación que en ese momento amenazaba con irse de la mano”.
La nueva recesión parece ser más seria y larga que la anterior. La bolsa de Nueva York es un anuncio del próximo colapso. En la editorial del Financial Times del 30 de enero de 1960 ya se daban voces de alarma:
“La característica más inquietante es el comportamiento de Wall Street y que hace ya hablar de una nueva recesión empresarial… Hace poco más de un año EEUU sufría los efectos de la pasada recesión y otra depresión en 1960 sería por tanto intolerable… A este lado del Atlántico los puntos de ventaja todavía apuntan a una temprana contracción empresarial”.
El mismo cuento infeliz aparece en The Times Review of Industry:
“Es completamente posible que la perspectiva del boom de 1960 sea lo suficientemente fuerte para que continúe también durante todo el año 1961. Aunque lo haga, su nacimiento artificial como consecuencia del descubrimiento del acero podría hacer que la recesión final sea algo más que el ligero reajuste para el que se ha estado acostumbrando EEUU desde la guerra”. (Febrero, 1960).
Todavía no se había secado la tinta en las profecías de un nuevo auge cuando ya se reflejaban en la prensa los temores a un nuevo colapso. Los propios capitalistas tienen demasiado en juego para compartir el optimismo de los Croslands y Jays en cuanto a la estabilidad del capitalismo. Cualquiera que sea la fecha exacta, lo que es absolutamente cierto es que al boom sin precedentes de la posguerra, le seguirá un período catastrófico de crisis que tendrá un efecto profundo en el pensamiento político de las enormemente fortalecidas filas del movimiento obrero.
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[1] La Comunidad Económica Europea (CEE o Mercado Común) se formó en 1957. El “Outer 7” era la Asociación Europea para el Libre Comercio (EFTA) que se fundó en respuesta a la CEE en 1960. Gran Bretaña perteneció a la EFTA hasta que se formó la CEE.
[2] Al final de la Segunda Guerra Mundial Corea se dividió. En el norte se estableció un régimen estalinista y en el sur un régimen capitalista dominado por EEUU. La Guerra de Corea entre los dos regímenes duró entre 1950 y 1953. Dieciséis países capitalistas, bajo los auspicios de la ONU, enviaron fuerzas al sur dirigidas por el general MacArthur mientras que China apoyaba al norte. Durante la guerra murieron cinco millones de personas.