Son 194 años los que han transcurrido ya desde que se redactara el Acta de Independencia en el Palacio Nacional de Guatemala el 15 de septiembre de 1821 y fuese ratificada en San Salvador luego de seis días de celebración popular. Desde entonces las repúblicas del istmo lo celebran con gran júbilo.
Son 194 años los que han transcurrido ya desde que se redactara el Acta de Independencia en el Palacio Nacional de Guatemala el 15 de septiembre de 1821 y fuese ratificada en San Salvador luego de seis días de celebración popular. Desde entonces las repúblicas del istmo lo celebran con gran júbilo. Hay demostraciones oficiales de estudiantes, ejércitos nacionales y mucha población que asegura somos independientes.
La mayoría conocemos más o menos la historia de la independencia de nuestros países ya sea porque la escuchamos en nuestros centros de estudio o la conocemos por la tradición que existe. La versión conocida en su mayoría es la de honorables hombres que pelearon contra el imperio español en decadencia y que ganaron para el pueblo la tan ansiada libertad para nuestros países, ya no seríamos nunca más una colonia española, por tanto su dominio y condiciones habían sido eliminados.
Pero existe la historia oculta la cual no es enseñada en las escuelas y que han pretendido esconder por años a las masas pobres. Herederos de aquellos nativos que sucumbieron, no sin antes combatir, ante los conquistadores que en nombre del Rey, de Dios y de España venían a civilizarnos y mostrarnos las bondades de un país en teoría más avanzado.
Lo cierto es que estos “próceres” o “padres de la patria” como se les conoce, en su mayoría eran descendientes directos de los españoles que se asentaron a fuerza de hierro y pólvora sobre estos territorios y arrasaron con las formas de organización y producción de los asentamientos encontrados. Convirtiéndose ellos en los nuevos propietarios de las tierras de nuestros ancestros, así José Matías Delgado, Manuel José Arce, José Simeón Cañas, Juan Vicente Villacorta y otros, poseían en su conjunto haciendas que juntas sumaban más de 16 mil hectáreas y estaban cultivadas de añil, maíz, tabaco y pastos para el ganado.
Antes de declararse la independencia hubieron dos intentos de liberarse del dominio de la corona española, el primero el 5 de noviembre de 1811 el cual se caracterizó por levantamientos de hombres y mujeres comunes y corrientes que terminó sofocado por las fuerzas españolas controladas desde Ciudad de Guatemala, y la segunda el 24 de enero de 1814 dirigida por el 2° alcalde de San Salvador, Pedro Pablo Castillo basado en un movimiento popular que se armó con lo que encontraron en su camino, el objetivo era el desconocimiento abierto a las autoridades españolas y la proclamación de sus propias autoridades. Este movimiento también fue sofocado y Pedro Pablo C. acusado de ser el único responsable de tales eventos y desde luego enviado a prisión.
En ambas intentonas, los reconocidos próceres y la mayoría de criollos jugaron el papel de apaciguadores de las masas insurrectas, en realidad nunca quisieron una independencia radical de España, dado el empuje de las masas siempre estuvieron dispuestos a negociar una independencia a medias, antes que el pueblo por su cuenta le arrebatara el poder, manteniéndose a la cabeza de los territorios y con el control del Estado para luego orientarse de nuevo hacia España —aún feudal y monárquica— que luchaba por aquel entonces por restablecer en el poder a Fernando VII.
La redacción de la declaración muestra el verdadero ambiente entre las masas centroamericanas que creyeron que con deshacerse de la bota española se liberarían de sus herederos: “Que siendo la independencia la voluntad general del Pueblo de Guatemala y sin prejuicio de lo que se determine sobre ella en el Congreso que debe formarse, el Señor Jefe Político la mande publicar para prevenir las consecuencias que serían temibles en el caso de que la proclamase el mismo pueblo ”
Hace falta la versión popular a ser contada, enseñada y discutida entre la mayoría trabajadora de nuestra sociedad. Esa versión que dista mucho de la oficial, de “héroes”, “próceres” y “padres de la patria”.
Los verdaderos héroes fueron las masas populares, los sin tierra, los que comenzaron a habitar los tugurios y grandes concentraciones urbanas que hoy conocemos y no tenían nada que perder si se deshacían de la corona española. Hoy en día somos más dependientes que en aquel entonces, del imperialismo norteamericano, más poderoso y cruel que el romano, español o inglés juntos. La lucha debe ser por la independencia de clase y de todos los tipos de dominación de las potencias imperialistas actuales.