La cuestión del frente único entre organizaciones obreras para determinados fines prácticos siempre ha jugado un papel central en la táctica de los marxistas para alcanzar con sus ideas a capas cada vez más amplias de la clase trabajadora. La Internacional Comunista dedicó mucho tiempo y esfuerzo, en su etapa leninista, a trazar la política correcta en este tema. Justamente, la correcta comprensión y aplicación del frente único obrero es el aspecto que mejor distingue a una organización marxista de las sectas ultraizquierdistas que permanecen en los márgenes del movimiento obrero.
El frente único no tiene un carácter estratégico, para la toma del poder, sino táctico: por reivindicaciones económicas, sociales y democráticas concretas, o de autodefensa frente a la represión del Estado o de bandas fascistas. Se trata de alcanzar un acuerdo en puntos concretos que unen a todos, y de utilizar la fuerza colectiva del movimiento para luchar juntos y ganar. Tan importante como lo anterior, es la libertad que deben gozar los integrantes de dicho frente único para hacer propaganda de su propio programa y bandera, así como para criticar a sus coaligados en el curso de la misma lucha. Esta táctica se resume en el lema: “Marchar separados, golpear juntos”.
La organización más básica de frente único es el sindicato, que reúne a trabajadores de todo tipo: politizados, despolitizados, avanzados, atrasados, pero que les une la defensa y mejora de sus condiciones de vida y trabajo.
El Frente Único y los marxistas
El objetivo de los marxistas en toda experiencia de frente único es destacarse como los mejores luchadores y los más comprometidos con la unidad del movimiento, y al mismo tiempo demostrar en la práctica la superioridad de sus tácticas, consignas, programa y métodos de lucha para vencer. Se trata, pues, de ganar para la organización marxista a la mayor cantidad posible de trabajadores de otras tendencias o sin organizar, en base a una experiencia práctica de lucha que los une a todos.
La táctica del frente único no es una opción, entre otras. Se impone a los marxistas en casi todas las circunstancias, por una razón muy básica: sin una mayoría decisiva de la clase obrera a favor de la revolución socialista, ésta es imposible. La mejor manera de ganar la mayor cantidad posible de obreros reformistas y de otras tendencias hacia las ideas del comunismo es emplazando y comprometiendo a sus dirigentes y organizaciones a una lucha común, para que sean probados en la práctica y la experiencia les haga ver a esos trabajadores la superioridad de las tácticas y programa de los marxistas.
Por eso, el sectarismo ultraizquierdista que rehúye el contacto y la lucha común con las organizaciones y obreros reformistas es el mejor aliado de los dirigentes socialdemócratas y reformistas, porque impide al obrero con ilusiones reformistas probar y comparar, simultáneamente, en una experiencia concreta común la política de sus dirigentes y la de los marxistas.
La AIT
Ya en el documento fundacional del marxismo, El Manifiesto Comunista, se establece la línea general del frente único, cuando se declara:
“Los comunistas no forman un partido aparte, opuesto a los otros partidos obreros. No tienen intereses que los separen del conjunto del proletariado… Los comunistas sólo se distinguen de los demás partidos proletarios en que, por una parte, en las diferentes luchas nacionales de los proletarios, destacan y hacen valer los intereses comunes a todo el proletariado, independientemente de la nacionalidad; y, por otra parte, en que, en las diferentes fases de desarrollo por que pasa la lucha entre el proletariado y la burguesía, representan siempre los intereses del movimiento en su conjunto”.
Marx y Engels pusieron en práctica esta idea en la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), la Primera Internacional, que no era una Internacional homogénea. En ella coexistían marxistas, anarquistas, sindicalistas británicos, nacionalistas italianos, partidarios franceses de Proudhon, etc. El marxismo, que nació como una minoría dentro del movimiento organizado en Europa, consiguió a través de la AIT emerger a fines del siglo XIX como la corriente más poderosa al demostrar en la práctica la superioridad de sus ideas respecto a las de las demás corrientes.
En una carta a Florence Kelly, Engels resume así la experiencia:
“Si de 1864 a 1883 hubiésemos insistido en trabajar sólo con quienes adoptaban ampliamente nuestro programa, ¿dónde estaríamos hoy? Creo que toda nuestra experiencia ha mostrado que es posible trabajar junto con el movimiento general de la clase obrera en cada una de sus etapas sin ceder ni ocultar nuestra propia posición e incluso nuestra organización”.
La experiencia bolchevique
La política de frente único con otras tendencias fue clave para el desarrollo del partido bolchevique bajo el zarismo. Durante 10 años, desde 1903 a 1912, el bolchevismo funcionó como una tendencia dentro del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso junto con los mencheviques, llegando a presentar con ellos candidaturas comunes de diputados a la Duma zarista. Trabajaron incluso en sindicatos amarillos –los únicos legales– llenos de soplones policiales. De todo ello, emergieron como la tendencia obrera dominante antes de la Primera Guerra Mundial.
Su experiencia más importante se dio en la propia Revolución Rusa, en los sóviets. Estos eran verdaderos organismos proletarios de frente único, en los que los bolcheviques estaban en minoría al principio de la Revolución. Correctamente, cuando mencheviques y socialrevolucionarios tenían una mayoría en los sóviets, los bolcheviques nunca llamaron a su derrocamiento, sino que instaban a los dirigentes reformistas a que satisfacieran las reivindicaciones de los obreros y campesinos, y que si lo hacían los bolcheviques les apoyarían. En los hechos, mencheviques y socialrevolucionarios demostraron en la práctica su incapacidad para terminar con la guerra, para entregar la tierra a los campesinos y para acceder a las reivindicaciones laborales de los trabajadores.
Con tácticas, consignas e ideas correctas, junto con su papel destacado en la lucha práctica –como en la derrota del intento golpista de Kornílov– los bolcheviques ganaron en un proceso de 9 meses a la mayoría de los obreros mencheviques, socialrevolucionarios y anarquistas, en casi todos los sóviets, y así pudieron tomar el poder en octubre de 1917.
La Internacional Comunista y el Frente Único
Tras la Revolución Rusa y la formación de la Internacional Comunista emergieron partidos y corrientes comunistas de masas en muchos países. Sin embargo, los partidos socialdemócratas y organizaciones anarquistas consiguieron mantener un peso importante, mayor o menor según el caso.
Inicialmente, las tendencias ultraizquierdistas dentro de la IC dieron muchos dolores de cabeza, al negarse a un trabajo común con los obreros socialdemócratas en los sindicatos o al lanzarse a levantamientos revolucionarios prematuros sin contar con una base de apoyo suficiente lo que provocó dolorosas y sangrientas derrotas, como en Alemania en 1919 y luego en 1921 (la “Acción de Marzo”). Fue para este sector que Lenin escribió su clásico folleto: La enfermedad infantil del ‘izquierdismo’ en el comunismo.
Tras un primer debate en el III Congreso de la IC (1921), fue sobre todo en el IV Congreso (1922) donde se establecieron las tesis fundamentales sobre el frente único, que fueron redactadas por León Trotsky, y de las que reproducimos más abajo unos extractos. En ellas se aborda a fondo esta táctica de la que hemos esbozado sus líneas principales en los párrafos anteriores.
Fue gracias a estas Tesis que la IC pudo reconducir la actividad de los partidos comunistas y corregir sus errores ultraizquierdistas. Así, en Alemania la táctica del frente único aplicada por el Partido Comunista (KPD) en relación a los obreros socialdemócratas, le permitió crecer desde 40.000 a mediados de 1921 hasta 220.000 militantes a fines de 1922. El trabajo paciente de la fracción comunista del Partido Socialista francés le permitió a fines de 1921 ganar la mayoría del partido en el Congreso de Tours.
La Internacional Comunista estalinizada
La degeneración estalinista de la IC tuvo los efectos más nefastos, volviendo del revés la táctica del frente único de sus primeros años.
Tras la derrota de la revolución alemana de 1923, por la indecisión de los dirigentes del PC alemán, que dejaron pasar una fabulosa situación revolucionaria mal aconsejados por Zinoviev y Stalin, se produjo una involución en la política de la IC, en paralelo a la burocratización creciente de la URSS.
Entre 1924 y 1929, la IC adoptó una política oportunista de sumisión a los dirigentes reformistas (como el llamado Comité Anglo-Ruso en Gran Bretaña en 1925-1926) y a los movimientos nacionales burgueses “progresistas” (como el Kuo Ming Tang en China en 1925-1927), que concluyeron en derrotas catastróficas.
A eso le siguió una línea ultraizquierdista de 1929 a 1933, el llamado “tercer período” con una política ultrasectaria hacia la socialdemocracia que, en el caso de Alemania paralizó al proletariado, escindido por la mitad, lo que pavimentó el triunfo de Hitler al poder “sin romper un cristal”.
Finalmente, desde 1934 hasta su disolución en 1943, la IC dio nuevamente un giro de 180º hacia el oportunismo con la promulgación de los llamados “Frentes Populares”, que nada tenían que ver con el frente único proletario. Consistían en un frente interclasista entre partidos obreros y organizaciones pequeñoburguesas e incluso burguesas “progresistas” que tenían el cometido de frenar la acción revolucionaria e independiente de la clase obrera, como ocurrió en España y Francia en los años 30. Abandonada la lucha por la revolución socialista, Stalin sólo buscaba un acuerdo diplomático con los gobiernos burgueses “democráticos” para mantener una coexistencia pacífica.
Una táctica amplia
Pese al tiempo transcurrido y el destino trágico de la IC, el estudio de las Tesis sobre el frente único proletario siguen siendo una fuente de enseñanzas e inspiración para los revolucionarios de hoy en nuestras luchas, y resultan igualmente útiles para su aplicación en otras esferas del trabajo revolucionario no estrictamente proletario, como el movimiento estudiantil, el de la mujer, en la lucha contra el cambio climático, en la lucha por la república y por el derecho de autodeterminación catalana, o en la defensa de los derechos democráticos ante el avance de las tendencias autoritarias y represivas del Estado burgués en todos los países.
Tesis sobre la unidad del frente proletario (extractos)
IV Congreso Internacional Comunista, Diciembre 1922
El movimiento internacional atraviesa en este momento un período de transición que le plantea a la Internacional Comunista y a sus secciones nuevos e importantes problemas tácticos.
Las ilusiones reformistas que, a raíz de diversas circunstancias, habían predominado durante una época en las grandes masas obreras, son sustituidas, ante la presencia de duras realidades, por un estado de ánimo muy diferente. Las ilusiones democráticas y reformistas que, después de la guerra imperialista, habían ganado terreno en una categoría de trabajadores privilegiados, así como entre los obreros más atrasados desde el punto de vista político, se disipan incluso antes de haberse desarrollado
Por otra parte, la ofensiva capitalista ha provocado en las masas obreras una tendencia espontánea a la unidad que nada podrá contener y que se produce simultáneamente con un aumento de la confianza de que gozan los comunistas por parte del proletariado.
Los obreros comprenden cada vez más que los comunistas han defendido, frecuentemente al precio de grandes sacrificios y en las circunstancias más penosas, los intereses económicos y políticos de los trabajadores. Reconociendo finalmente la vanidad de las esperanzas reformistas, los trabajadores más atrasados se convencen de que la única salvación que existe contra la expoliación capitalista está en la lucha.
Los trabajadores ofrecen mayores pruebas que nunca de un irresistible deseo de unidad. Integrados ahora a una vida más activa, los sectores con menos experiencia de la clase obrera sueñan con la fusión de todos los partidos obreros. Esperan de ese modo aumentar su capacidad de resistencia ante la ofensiva capitalista. Obreros que hasta el momento casi no habían demostrado interés por las luchas políticas, ahora quieren verificar, mediante su experiencia personal, el valor del programa político del reformismo. Los obreros afiliados a los viejos partidos socialdemócratas, y que constituyen una fracción importante del proletariado, ya no admiten las campañas de calumnias dirigidas por los socialdemócratas y los centristas contra la vanguardia comunista. Incluso más, comienzan a reclamar un acuerdo con esta última. Sin embargo aún no están totalmente liberados de las creencias reformistas y muchos de ellos conceden su apoyo a las internacionales socialistas y a la de Ámsterdam. Indudablemente, sus aspiraciones no siempre están claramente formuladas, pero es evidente que tienden imperiosamente a la creación de un frente proletario único, a la formación, por parte de los partidos de la II Internacional y los sindicatos de Ámsterdam conjuntamente con los comunistas, de un poderoso bloque contra el cual vendría a estrellarse la ofensiva patronal. En ese sentido, esas aspiraciones representan un gran progreso. La fe en el reformismo está desapareciendo. En la situación actual del movimiento obrero, toda acción seria, aun cuando tenga su punto de partida en reivindicaciones parciales, llevará fatalmente a las masas a plantear los problemas fundamentales de la revolución. La vanguardia comunista ganará con la experiencia el apoyo de nuevos sectores obreros, que se convencerán por sí mismos de la inutilidad de las ilusiones reformistas y de los efectos deplorables de la política de conciliación.
Tras de asegurarse una total libertad de propaganda, los partidos comunistas en todos los países se esfuerzan actualmente en realizar una unidad tan completa como sea posible de las masas obreras en el terreno de la acción práctica. Los dirigentes de Ámsterdam y de la II Internacional también predican la unidad, pero todos sus actos son la negación de sus palabras. Al no lograr ahogar en las organizaciones las protestas, las críticas y las aspiraciones de los revolucionarios, los reformistas, ávidos de compromisos, tratan ahora de salir del callejón sin salida en el que se encuentran, sembrando la desorganización y la división entre los trabajadores saboteando su lucha. Desenmascarar en este momento su reincidencia en la traición es uno de los deberes más importantes de los partidos comunistas.
Esas son las condiciones generales en medio de las cuales la Internacional Comunista y sus secciones deben precisar su actitud en relación con la consigna de la unidad del frente obrero.
Considerando mucho lo ya dicho, el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista estima que la consigna del III Congreso Mundial de la Internacional Comunista, ¡Hacia las masas!, así como los intereses generales del movimiento comunista, exigen que la Internacional Comunista y sus secciones apoyen la consigna de la unidad del frente proletario y encarnen su realización. La táctica de los partidos comunistas se inspirará en las condiciones particulares de cada país.
El Comité Ejecutivo estipula como condición rigurosamente obligatoria para todos los partidos comunistas la libertad, para toda sección que establezca un acuerdo con los partidos de la II Internacional y de la Internacional II y ½, de continuar la propaganda de nuestras ideas y las críticas de los adversarios del comunismo. Al someterse a la disciplina de la acción, los comunistas se reservarán absolutamente el derecho y la posibilidad de expresar no solamente antes y después sino también durante la acción, su opinión sobre la política de todas las organizaciones obreras sin excepción. En ningún caso y bajo ningún pretexto, esta cláusula podrá ser contravenida. Mientras preconizan la unidad de todas las organizaciones obreras en cada acción práctica contra el frente capitalista, los comunistas no pueden renunciar a la propaganda de sus ideas, que constituye la lógica expresión de los intereses del conjunto de la clase obrera.
El Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista cree útil recordar a todos los partidos hermanos las experiencias de los bolcheviques rusos, cuyo partido es el único que hasta ahora ha logrado vencer a la burguesía y adueñarse del poder. Durante los quince años transcurridos entre el surgimiento del bolchevismo y su victoria (1903-1917), éste nunca dejó de combatir a los reformistas o, lo que es lo mismo, al menchevismo. Pero durante ese mismo lapso de tiempo los bolcheviques suscribieron acuerdos en varias ocasiones con los mencheviques. La primera escisión formal se produjo en la primavera de 1905. Pero bajo la influencia irresistible de un movimiento obrero de vasta envergadura, los bolcheviques formaron ese mismo año un frente común con los mencheviques. La segunda escisión formal se produjo en enero de 1912. Pero desde 1905 hasta 1912, la escisión alternó con uniones y acuerdos temporales (en 1906, 1907 y 1910). Uniones y acuerdos que no se produjeron solamente después de las peripecias de la lucha entre fracciones sino sobre todo bajo la presión de las grandes masas obreras iniciadas en la vida política y que querían comprobar por sí mismas si los caminos del menchevismo se apartaban realmente de la revolución.
Al adoptar la consigna de la unidad del frente proletario y admitir acuerdos entre sus diversas secciones y los partidos y sindicatos de la II Internacional y de la Internacional II y ½, la Internacional Comunista evidentemente no podrá dejar de establecer acuerdos análogos a escala internacional. Pero los dirigentes de esas tres organizaciones internacionales han demostrado que, cuando se trata de actos, renuncian totalmente a su consigna de unidad obrera. En consecuencia, la tarea precisa de la Internacional Comunista y de sus secciones será la de revelar a las masas la hipocresía de los dirigentes obreros que prefieren la unión con la burguesía a la unidad de los trabajadores revolucionarios. Pero la negativa ante nuestras propuestas no nos hará renunciar a la táctica que preconizamos, táctica profundamente acorde al espíritu de las masas obreras y que es preciso saber desarrollar metódicamente, sin tregua. Si nuestras propuestas de acción común son rechazadas, habrá que informar de ello al mundo obrero para que sepa cuáles son los reales destructores de la unidad del frente proletario. Si nuestras propuestas son aceptadas, nuestro deber consistirá en acentuar y profundizar las luchas emprendidas. En los dos casos, es importante lograr que las conversaciones de los comunistas con las otras organizaciones despierten y atraigan la atención de las masas trabajadoras, pues es preciso interesar a estas últimas en todas las peripecias del combate por la unidad del frente revolucionario de los trabajadores.
Por unidad de frente proletario es preciso entender la unidad de todos los trabajadores deseosos de combatir el capitalismo, incluidos, por lo tanto, los anarquistas y los sindicalistas. En varios países, esos elementos pueden asociarse útilmente a las acciones revolucionarias. Desde sus comienzos la Internacional Comunista siempre preconizó una actitud amistosa con respecto a esos elementos obreros que superan poco a poco sus prejuicios y adhieren al comunismo. Los comunistas deberán en lo sucesivo acordarles mayor atención dado que el frente único contra el capitalismo se halla en vías de realización.
Un comentario sobre “1919-2019: Centenario de la Internacional Comunista (VI) – Las Tesis sobre el Frente Único obrero”