La opresión hacia las mujeres puede tomar muchas formas, y aunque no es nada nuevo no ha existido siempre, el marxismo explica que surgió junto con la división de la sociedad en clases, la propiedad privada y el Estado. Por tanto, para abolir toda forma de opresión hacia las mujeres es necesaria una revolución socialista que elimine este antiguo orden de cosas existentes.
El origen del día internacional de la mujer trabajadora se remonta a principios del Siglo XX, el 28 de febrero de 1909 cuando se celebró por primera vez en Nueva York, Estados Unidos, el Día Nacional de la Mujer Trabajadora, organizado por las Mujeres Socialistas tras una declaración del Partido Socialista de los Estados Unidos en honor a la huelga de las trabajadoras textiles de 1908, en la que protestaron por las penosas condiciones de trabajo en Chicago y Nueva York. Unas 15.000 mujeres marcharon por la ciudad de Nueva York exigiendo una reducción de la jornada laboral, mejores salarios y condiciones laborales. En 1910 en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas se declaró el “Día Internacional de la Mujer Trabajadora”. La primera celebración internacional se produjo en 1911, motivada por la proclamación de 1910 y tuvo particular fuerza en países como Austria, Dinamarca, Alemania y Suecia. Más de un millón de obreras y obreros participaron en actos públicos exigiendo para las mujeres el derecho de voto y el de ocupar cargos públicos, el derecho al trabajo, a la formación profesional y a la no discriminación laboral. Así la lucha por la emancipación de la mujer nacía como parte integral de los movimientos socialistas internacionales. Una semana después el 25 de marzo de 1911, más de 140 jóvenes trabajadoras, la mayoría inmigrantes, murieron en el trágico incendio en la fábrica de camisas “Triangle Shirtwaist Company” de Nueva York, donde cerraban con llave las puertas para que las obreras no pudieran salir y así trabajaran las horas que les correspondían. Este suceso tuvo grandes repercusiones en la legislación laboral de los Estados Unidos, y en las celebraciones posteriores del Día Internacional de la Mujer Trabajadora se hizo referencia a las condiciones laborales que condujeron a tal desastre.
El 8 de marzo con más trascendencia fue el conmemorado en Petrogrado en 1917, cuando la celebración del día internacional de las mujeres obreras se convirtió en la chispa que hizo estallar la primera revolución rusa (febrero según el antiguo calendario). En la actualidad la conmemoración de este día tan reivindicativo para las mujeres se ha degenerado en una visión romántica de la mujer como madre, esposa, hija siempre sumisa, obediente y sacrificada; se aprovecha la fecha no para salir a la calle, organizarse y buscar más conquistas para las mujeres sino para “felicitarlas”, regalarles flores y elogiar su sacrificio por ser las más abnegadas del hogar. Como mujeres marxistas nos negamos totalmente a esto, alzamos nuestra voz y proclamamos el 8 de marzo como un día combativo, un día para adquirir el compromiso firme de luchar por los derechos y la liberación de las mujeres trabajadoras.
En aquel heroico 8 de marzo de 1917, las mujeres rusas se declararon en huelga, algo que nadie se esperaba, y agitaron entre sus compañeros de clase para unirse a ellas y exigir, posteriormente, tres demandas que serían: pan, paz y tierra; demandas que posteriormente serian el inicio del triunfo de la única revolución que dio paso a un régimen proletario. Hoy en día las mujeres trabajadoras alrededor del mundo siguen sin tener tierra, millones siguen sin tener paz, y otras muchísimas más siguen sin tener pan, luchando día a día por sobrevivir en medio de la miseria a la que las ha arrojado el capitalismo. La lucha se ha hecho extensiva hasta nuestros días por el simple hecho de que bajo el sistema capitalista los problemas a los que se enfrentan las mujeres, y el proletariado en general, no tienen solución de raíz, solo el socialismo representa una salida real.
En El Salvador la situación de las mujeres es precaria, con bajos niveles de educación, poco acceso a salud de calidad, violencia generalizada por razones de género alentada por el machismo, niveles alarmantes de feminicidios, condiciones inhumanas en las maquilas, largas jornadas laborales, nuevas formas de esclavitud sexual por parte de las pandillas, violaciones sexuales, embarazos en adolescentes, penalización absoluta del aborto, y un largo etcétera.
La crisis del sistema capitalista la sufren mucho más las mujeres, pues además de sufrir la opresión y explotación del capitalismo voraz, su opresión también contiene factores ideológicos de subordinación y violencia naturalizados en la sociedad debido al patriarcado. Reconociendo estos dos sistemas de explotación y dominación defendemos la consigna de que ambos deben caer inminentemente, y dar paso al socialismo para garantizar la liberación real de las mujeres. Las marxistas, defendemos un programa reivindicativo para las mujeres, que tiene como objetivo avanzar en la lucha por la emancipación femenina. Debido a la situación del último periodo, resaltan con gran fuerza las reivindicaciones dirigidas a conseguir igual salario por igual trabajo; la legalización del derecho al aborto, seguro y gratuito; y la lucha por erradicar la forma más putrefacta del sistema: los feminicidios.
Las mujeres trabajadoras en nuestro país experimentan desigualdad salarial en cuanto a las remuneraciones que reciben los hombres quienes se desempeñan en ciertas áreas laborales, esta desigualdad es muy marcada en los sectores formales e informales, donde las mujeres desempeñan las mismas funciones que los hombres, pero no son remuneradas de igual forma. La Encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples 2015, registra que los salarios promedios a nivel nacional ese año fueron de $300.13, de estos los hombres percibieron en promedio $322 mensuales y las mujeres $272.04, esto da una diferencia salarial de $49.96 a favor de los hombres. Este 8 de marzo luchemos ¡A igual trabajo, igual salario!
Por otra parte, el país es uno de los únicos siete países alrededor del mundo que penalizan el aborto en cualquiera de sus formas. Se han alzado voces exigiendo aumentar la condena por aborto para equipararla con la de homicidio agravado, esto significaría 50 años de prisión; pero también ha habido gran agitación entre organizaciones feministas y el partido de izquierda para pedir la despenalización del aborto bajo cuatro causales, que incluyen los casos de violación, en los que la madre puede morir o en los que las posibilidades de vida extrauterina del feto son nulas. Los prejuicios morales y religiosos son los primeros en oponerse a esta conquista democrática de las mujeres. Debemos avanzar no solo a la legalización, sino a que el aborto sea seguro y gratuito. No se puede seguir jugando con la vida de miles de mujeres y niñas, por eso la lucha y agitación del próximo periodo es decisiva y exige nuestro mayor compromiso. Es necesario que luchemos por educación sexual y reproductiva libre de prejuicios, por accesibilidad a métodos anticonceptivos ¡por abortos legales, seguros y gratuitos!
Los feminicidios son otro mal que golpea a las mujeres salvadoreñas, en los últimos años El Salvador ha despuntado como un país en donde se cometen más feminicidios, que son la cara más espantosa y extrema de violencia de género contra las mujeres. En 2016 las cifras fueron desalentadoras, se contabilizaron más de 500 feminicidios según el Instituto de Medicina Legal, esto sugiere que una mujer fue asesinada cada 16 horas, algo totalmente repudiable. Esto no puede continuar así, como es deducible quienes más sufren la violencia feminicida son las mujeres pobres, las trabajadoras, las explotadas, las mismas de siempre. De nuevo: solo la lucha organizada nos librara de este mal inherente al capitalismo y al patriarcado, salgamos este 8 de marzo y reivindiquemos nuestro derecho a una vida libre de violencia ¡No más feminicidios! ¡Ni una más! ¡Vivas nos queremos!
Tenemos un largo camino por recorrer, debemos luchar contra la opresión y la discriminación en todas sus formas, y este 8 de marzo es una oportunidad grandiosa para salir a la calle y manifestarnos exigiendo el cumplimiento de los derechos de las mujeres. Pero entendiendo que solo una transformación radical de la sociedad y la abolición de la esclavitud de clase pueden crear las condiciones para la abolición de la esclavitud de las mujeres proletarias en todas sus manifestaciones y el establecimiento de una sociedad verdaderamente humana basada en la igualdad, la justicia y la libertad, es decir, debemos avanzar hacia el socialismo.