La guerra de Israel contra Irán: ¿cómo habría planteado Trotsky la cuestión?

[Originalmente publicado en: marxist.com]

 

«Disparan a las mujeres porque llevan el pelo descubierto. Disparan a los estudiantes. Simplemente le quitan el oxígeno a este pueblo valiente y talentoso, el pueblo iraní. La decisión de actuar, de levantarse esta vez, es la decisión del pueblo iraní». Estas fueron las palabras del primer ministro israelí Netanyahu en plena guerra de agresión de Israel contra Irán.

En el summum del cinismo hipócrita, utilizaba el lenguaje de los derechos humanos para justificar un llamamiento al derrocamiento del régimen iraní.

A la mayoría de la gente le habrá repugnado ese lenguaje viniendo del jefe del régimen israelí, que actualmente está llevando a cabo una campaña genocida contra los palestinos en Gaza. Sin embargo, la cuestión de la posición de los comunistas revolucionarios en la llamada guerra de los 12 días merece ser considerada a la luz de los precedentes históricos.

En la década de 1930, Trotsky entabló una polémica sobre la posición que debían adoptar los revolucionarios en un conflicto militar que tiene muchos paralelismos con la guerra entre Israel e Irán. Creemos que sería útil retomar ese debate.

En 1935, la Italia fascista lanzó una campaña militar contra Abisinia (también conocida como Etiopía). El objetivo era claro: colonizar uno de los últimos Estados independientes que habían sobrevivido al «reparto por África» entre las principales potencias imperialistas en el siglo XIX.

Pero, como siempre ocurre con la intervención imperialista, la invasión se disfrazó con el lenguaje de los derechos humanos. Mussolini afirmó que la suya era una misión civilizadora, llevada a cabo bajo la bandera de la abolición de la esclavitud, al igual que Netanyahu, el carnicero de Gaza, afirma que está defendiendo los derechos de las mujeres en Irán. Por supuesto, en la práctica, el imperialismo italiano utilizó métodos bastante brutales para «civilizar» a los etíopes, incluyendo masacres brutales y el uso generalizado de gas mostaza.

El Imperio etíope estaba gobernado por el emperador Haile Selassie, un régimen que no podía describirse como democrático en modo alguno. Esto llevó a algunos en la izquierda a argumentar que se trataba de un conflicto entre dos dictadores y que, por lo tanto, el movimiento obrero no debía tomar posición.

Esta fue la postura de los líderes del Partido Laborista Independiente Británico, entre ellos James Maxton. En un artículo titulado «Sobre los dictadores y las alturas de Oslo», Trotsky rechazó esta postura moralista de «la culpa es de ambos bandos»:

«Definen la guerra por la forma política del estado, considerada de manera superficial y puramente des­criptiva, sin tener en cuenta las bases sociales de las «dictaduras»».

Trotsky insistió en que el criterio principal para determinar la posición del movimiento obrero en la guerra no era un análisis superficial de la forma política del Estado, sino el contenido real de la lucha:

«Si un dictador se colocara a la cabeza de la pró­xima insurrección del pueblo hindú contra el yugo bri­tánico, ¿le negaría Maxton su apoyo? ¿Sí o no? Si no, ¿por qué le niega su apoyo al «dictador» etíope que in­tenta sacudirse el yugo italiano?».

Planteó la pregunta en términos concretos:

«El triunfo de Mussolini significaría el fortalecimiento del fascismo y del imperialismo y la desmoralización de los pueblos coloniales de África y del mundo. En cambio, la victoria del Negus [rey etíope] significaría un golpe tremendo, no sólo para el imperialismo italiano, sino también para el imperialismo en su conjunto, y daría un poderoso ímpetu a las fuerzas rebeldes de los pue­blos oprimidos. Se necesita ser ciego para no ver esto.».

Como podemos ver, la posición de Trotsky estaba determinada por la comprensión de que, en el fondo, se trataba de una lucha entre un país imperialista capitalista (Italia), que quería someter a un país atrasado (Etiopía) a la dominación colonial directa. Un año antes había expresado la misma idea en una carta al Secretariado Internacional:

«Por supuesto, estamos a favor de la derrota de Italia y la victoria de Etiopía, y por lo tanto debemos hacer todo lo posible para impedir, por todos los medios disponibles, el apoyo al imperialismo italiano por parte de las demás potencias imperialistas y, al mismo tiempo, facilitar en la medida de lo posible el envío de armamento, etc., a Etiopía.

«Sin embargo, queremos subrayar que esta lucha no está dirigida contra el fascismo, sino contra el imperialismo. Cuando se trata de la guerra, para nosotros no se trata de quién es «mejor», si el Negus o Mussolini, sino de la relación de clases y de la lucha de una nación subdesarrollada por la independencia contra el imperialismo» (énfasis nuestro).

Trotsky volvió a la cuestión en 1940, en el contexto del debate en el Partido Socialista de los Trabajadores de Estados Unidos contra Max Shachtman. Trotsky argumentaba que la política de defensa de la Unión Soviética no tenía nada que ver con la solidaridad política ni con el apoyo a las acciones de la burocracia estalinista. El apoyo incondicional a la Unión Soviética y la defensa de la URSS contra la intervención imperialista se justificaban no sobre la base de su régimen político, sino sobre la base de que la Unión Soviética había abolido el capitalismo, es decir, sobre la base de las relaciones sociales representadas por los diferentes regímenes implicados.

«Apoyamos a Abisinia no porque el Negus fuera “moral” o políticamente superior a Mussolini, sino porque la defensa de un país atrasado contra la opresión colonial es un duro ataque al imperialismo, que es el principal enemigo de la clase trabajadora de todo el mundo.». (Balance de los acontecimientos finlandeses)

Subrayó este punto en sus notas fragmentarias sobre la URSS, que escribió ese mismo año:

«Cuando Italia atacó Etiopía [en 1935], yo estaba totalmente del lado de esta última, a pesar de que no sentía ninguna simpatía por el negus etíope. Lo que importaba era oponerse a la apropiación imperialista de este nuevo territorio. Del mismo modo, ahora me opongo decididamente al campo imperialista y apoyo la independencia de la URSS, a pesar del negus del Kremlin».

Hubo otra ocasión en la que Trotsky abordó una cuestión similar. En una discusión con el líder sindical argentino Mateo Fossa, se opuso a la política estalinista de «democracia contra fascismo». En América Latina, eso significaba, en la práctica, que los partidos comunistas se ponían del lado de los gobernantes y los partidos proimperialistas estadounidenses, independientemente de su carácter democrático o no. Esta política llevó, por ejemplo, al Partido Comunista Cubano a unirse al gobierno de Fulgencio Batista en 1942 con dos ministros.

Esto es lo que dijo Trotsky:

«Tomemos el ejemplo más simple y obvio. En Brasil reina actualmente un régimen semifascista al que cualquier revolucionario sólo puede considerar con odio. Supongamos, empero, que el día de mañana Inglaterra entra en un conflicto militar con Brasil. ¿De qué lado se ubicará la clase obrera en este conflic­to?

«En este caso, yo personalmente estaría junto al Brasil “fascista” contra la “democrática!” Gran Bretaña. ¿Por qué? Porque no se trataría de un con­flicto entre la democracia y el fascismo. Si Inglaterra ganara, pondría a otro fascista en Río de Janeiro y ataría al Brasil con dobles cadenas. Si por el contrario saliera triunfante Brasil, la conciencia nacional y democrática de este país cobraría un poderoso impulso que llevaría al derrocamiento de la dictadura de Vargas.

«Al mismo tiempo, la derrota de Inglaterra asestaría un buen golpe al imperialismo británico y daría un impulso al movimiento revolucionario del proletariado inglés. Realmente, hay que ser muy cabeza hueca para reducir los antagonismos y conflictos militares mundiales a la lucha entre fascismo y demo­cracia. ¡ Hay que saber descubrir a todos los explota­dores, esclavistas y ladrones bajo las máscaras con que se ocultan!». (La lucha antiimperialista es la clave para la liberación)

Por supuesto, cualquier paralelismo histórico tiene sus límites, pero creemos que el método que Trotsky aplicó a estos casos es correcto y puede aplicarse a la guerra entre Israel e Irán.

Israel es una potencia capitalista con ambiciones agresivas en toda la región. Detrás de ella se encuentra la potencia imperialista más poderosa de la Tierra, Estados Unidos, y todas las potencias imperialistas europeas. Su guerra contra Irán es una guerra de agresión imperialista. Este es el carácter fundamental del conflicto, independientemente de la naturaleza del régimen político de Israel e Irán.

Los comunistas revolucionarios estamos totalmente del lado de Irán, aunque no tenemos ninguna simpatía por el régimen político de los ayatolás, que es un régimen reaccionario y anti obrero. Por eso nuestras consignas en esta guerra han sido: «¡Manos fuera de Irán! ¡Abajo el imperialismo estadounidense-israelí!».

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