Francia: Bayrou declara la guerra a la clase obrera

[Publicado originalmente en marxist.com]

El conjunto de medidas anunciadas ayer por la tarde por el primer ministro François Bayrou constituye una ofensiva reaccionaria de gran envergadura: supresión de dos días festivos, «año blanco» (congelación de las pensiones, las prestaciones sociales, etc.), supresión de miles de empleos en la función pública, reducción de la financiación de las colectividades territoriales, recorte de 5000 millones de euros en sanidad pública, etc., hasta un total estimado de 43.800 millones de euros.

La lógica de estos anuncios es muy clara: el Gobierno quiere gravar masivamente a los jóvenes, los trabajadores, las clases medias y los jubilados, es decir, a la inmensa mayoría de la población, con el fin de reducir el déficit público al tiempo que aumenta considerablemente el gasto militar y defiende la competitividad de la economía francesa, es decir, los beneficios de la gran burguesía. En cuanto a la ola de «contribuciones solidarias» que se pediría a los hogares «más ricos», se trata de palabras vacías destinadas únicamente a hacer más digerible la medicina de la austeridad. Por un lado, son precisamente los más ricos los que se beneficiarán (directa o indirectamente) de todas las medidas de austeridad que afectan a la inmensa mayoría de la población. Por otro lado, la burguesía dispone de un ejército de asesores y abogados fiscalistas que le permiten eludir los impuestos de mil maneras legales e ilegales. Bayrou lo reconoció implícitamente cuando manifestó su «voluntad» —totalmente abstracta y ficticia— de «luchar contra la optimización abusiva del patrimonio no productivo».

En el fondo, lo que Bayrou y sus ministros han anunciado es un buen resumen del tipo de política que la gran burguesía francesa necesita urgentemente, salvo que, en realidad, necesita una política aún más reaccionaria. Está en juego la competitividad del capitalismo francés, que lleva varias décadas en declive relativo, especialmente frente a Alemania y China. En los últimos tres años, este declive se ha manifestado de forma espectacular en África, donde las tropas francesas han sido expulsadas de toda una serie de países, en beneficio de otras potencias, entre ellas China y Rusia.

El gran entusiasmo que reinaba anoche en los platós de televisión reflejaba esta imperiosa necesidad de la burguesía francesa de atacar brutalmente a la masa de la población, justo cuando el INSEE acaba de publicar un informe detallado que destaca que la pobreza alcanza niveles récord en Francia.

El problema central para la burguesía es evidente: los jóvenes y los trabajadores no van a dejarse despojar sin reaccionar, en un momento dado, en forma de luchas masivas y explosivas. Es cierto que las direcciones confederales de los sindicatos están haciendo todo lo posible para contener la lucha de clases dentro de unos límites compatibles con la aplicación de las políticas reaccionarias de la clase dominante. Por el momento, lo han conseguido. Pero en el país de junio del 36, de mayo del 68 y de los chalecos amarillos, las direcciones confederales de los sindicatos no podrán confinar indefinidamente la lucha de clases en la estrategia perdedora de una sucesión de «jornadas de acción» inofensivas. Tarde o temprano, toda la ira social acumulada provocará movilizaciones explosivas que escaparán en gran medida al control de las direcciones confederales.

El segundo problema para la burguesía es más inmediato: la situación en la Asamblea Nacional, donde Bayrou no dispone de mayoría absoluta. Ante la magnitud de la ofensiva anunciada ayer, incluso los dirigentes del Partido Socialista (PS) y del Reagrupamiento Nacional (RN) amenazan con una moción de censura al Gobierno. No es que los líderes del RN y del PS sean hostiles a las políticas de austeridad, por supuesto: como políticos «responsables» y procapitalistas, son incluso muy favorables a ellas. Pero si aprobaran una ofensiva tan brutal como la anunciada ayer, correrían el riesgo de pagar un alto precio en términos electorales. Bayrou, que lo sabe muy bien, se ha cuidado de precisar que está abierto al diálogo con las «oposiciones parlamentarias». De aquí a la votación del presupuesto, se entablarán negociaciones más o menos discretas entre el Gobierno, por un lado, y los dirigentes del PS y del RN, por otro.

No nos atreveremos a anticipar el resultado ni a evaluar las posibilidades de supervivencia del Gobierno de Bayrou este otoño. Se trata de una ecuación aún más compleja, ya que incluye diversos cálculos contradictorios y cambiantes en las cúpulas del RN y del PS. Pero, sobre todo, desde nuestro punto de vista de clase, lo esencial está en otra parte: independientemente de las maniobras parlamentarias de los próximos meses, los dirigentes del movimiento obrero deben elaborar y popularizar un plan de batalla sólido con el fin de movilizar a las masas trabajadoras contra todas las políticas de austeridad, sean cuales sean, incluidas aquellas que convengan al RN o al PS.

Dicho plan de batalla debe subrayar la necesidad de construir un gran movimiento de huelgas renovables, es decir, de paralizar la economía del país. Es necesario lanzar una amplia campaña de agitación en este sentido. Dada su posición y su peso dentro del movimiento obrero, corresponde a los dirigentes de la CGT y de la Francia Insumisa comprometerse en esta vía y llamar a todas las organizaciones de trabajadores —sindicales, políticas y asociativas— a unirse a ella. Por último, deben hacerlo sobre la base de un programa radical, un programa de ruptura con todas las políticas de austeridad. Hay que acabar con el «gobierno de los ricos» y sustituirlo por un gobierno de los trabajadores, que sepa administrar la economía en beneficio de la mayoría, y no de un puñado de parásitos multimillonarios.

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