Por: Organización Comunista Militante – ICR Argentina
Un derrumbe financiero, con un fuerte impacto inflacionario, amenazaba con llevarse puesto a Milei.
Mientras Caputo insistía en que defendería la paridad entre el peso y el dólar a cualquier precio, los especuladores, conscientes de que el Banco Central no contaba con reservas suficientes, comenzaron a comprar dólares “baratos”, devaluando aún más el peso. Una corrida cambiaria estaba en marcha.
El ministro de Economía señaló que no dudaría en gastar hasta el último dólar para defender la cotización, y se vio empujado a vender US$ 1.100 millones de las negativas reservas del Banco Central en apenas tres días, incluyendo parte del dinero de los ahorristas depositado en los bancos como encajes obligatorios. Esto llevó a que los capitalistas, que poseen montañas de bonos, se pregunten si estarán disponibles los más de USD 7.000 millones necesarios para pagarles en los próximos meses. Quedaba a la vista de todo el mundo que, en cuestión de días, el Estado entraría en cesación de pagos, un default a pocas semanas de las elecciones legislativas nacionales de octubre, lo que ponía a los Milei al borde de la cornisa.
Ante este panorama, la clase dominante, a través de sus plumíferos a sueldo, discutía qué hacer con un gobierno que parecía desbarrancarse. Joaquín Morales Solá hablaba de una Asamblea Legislativa que elegiría al peronista del Partido Cordobés, Juan Schiaretti, ante la “acefalía” de la presidencia que podía producirse. Schiaretti, en el espacio Provincias Unidas, un armado que incluye a gobernadores radicales y macristas que intentan proyectarse como una salida de unidad nacional moderada y “racional”, frente a la irracionalidad de Milei, aparecía como una alternativa. Otros agitaban la idea de un juicio político.
Lo que estaba en discusión era la posibilidad de sacar a Milei “por arriba” para que no lo saquen “por abajo”. Desde las páginas del reaccionario La Nación recordaban que “la caída apresurada de un presidente conlleva demasiado sufrimiento social”. El 2001 dejó sus enseñanzas en la psiquis de la burguesía, no porque les preocupe el sufrimiento social, por supuesto, sino porque temen que una irrupción de los trabajadores y la juventud en la escena política revierta la correlación de fuerzas e impida profundizar el ataque a las condiciones de vida y de trabajo, que es lo que viene garantizando las ganancias de empresarios, banqueros y terratenientes.
Pero, en última instancia, más allá de las elucubraciones que puedan tejer para intentar salvar la situación, es claro que no pueden controlar todo, y que, sea cual sea la maniobra que busquen, sacar a Milei será percibido por las masas como una victoria que agudizará la crisis del régimen político.
Frente a este desmoronamiento, el Gobierno, Donald Trump y Scott Bessent, lobo de Wall Street y secretario del Tesoro norteamericano, salieron a “rescatar” a Milei y a Caputo. Ofrecieron fotos, publicaciones en redes sociales y numerosas promesas de respaldo, incluyendo la eventual utilización del Fondo de Estabilización Cambiaria, que dispone de 211.000 millones de dólares y brindar “ayuda” mediante distintos instrumentos, como el intercambio de monedas o la compra de bonos. Todo eso se resolvió en una reunión de apenas veinte minutos, improvisada y sin definiciones concretas. Lo que intentan presentar como una nueva “era histórica” para la Argentina demuestra, en realidad, el pánico de un gobierno inestable.
Sabiendo de antemano que no obtendrían más que “promesas de ayuda”, el equipo económico necesitaba desesperadamente contener la sangría de dólares de un esquema inviable sin endeudamiento constante. Para ello puso en marcha un negociado con las grandes cerealeras, permitiéndoles ingresar 7.000 millones de dólares libres de retenciones. Bunge, Louis Dreyfus, Cofco, Cargill, Viterra y Molinos fueron premiadas con un jugoso botín a cambio de no presionar sobre el tipo de cambio y permitir al Gobierno llegar a las elecciones. No hay plata para el Garrahan, para las universidades, para los discapacitados ni para los jubilados, pero sí hay una lluvia de dólares para un puñado de millonarios dueños de la exportación.
El negociado con el puñado de cerealeras que dominan el agronegocio ha puesto en pie de guerra a los productores de las provincias del centro, núcleo sojero del país. Estos ya habían pagado las retenciones al vender su cosecha a las exportadoras, que ahora liquidan al exterior y reciben el precio internacional completo.
La foto con Trump y el posteo en X tuvieron un efecto inmediato sobre los capitalistas, que vieron garantizados sus negocios especulativos. Esto provocó una baja rápida, aunque momentánea, del riesgo país y del precio del dólar, permitiendo un alivio pasajero e ilusorio para la camarilla de Milei.
Como señalamos en nuestro artículo La motosierra para los trabajadores, los dólares para la casta, publicado en enero de este año: “El acuerdo de Argentina con el FMI, junto a más dólares que Milei pretende obtener gracias al apoyo político del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, podrá evitar el default momentáneamente, a costa preparar un default más grande en el futuro, exacerbando la tendencia a una explosión social”. Ocho meses después, nos encontramos justamente en esa situación.
La Casa Blanca anunció tres líneas de “auxilio” al gobierno, pero dejó claro que llegarán después de las elecciones legislativas, donde las expectativas de La Libertad Avanza son bastante pesimistas. En nuestro artículo de agosto ¡Fuera el gobierno corrupto de Milei! planteamos que: “()… sin dudas, el escándalo de las coimas en Discapacidad ha golpeado al gobierno en la línea de flotación y amenaza con hundirlo en las elecciones bonaerense de septiembre y las nacionales de octubre. En medio de derrotas parlamentarias y escándalos de corrupción se tambalea el bandido de Milei.”
En el artículo de julio Economía de guerra, crisis de régimen: ¿para qué debemos prepararnos los comunistas? señalamos: “La estrategia del imperialismo norteamericano quedó clara tras la primera revisión de metas del acuerdo firmado en abril con el FMI, que Caputo no cumplió: blindar a Milei hasta las elecciones, a como dé lugar, con el objetivo de que luego implemente reformas estructurales que profundicen el ajuste y garanticen, por un lado, los negocios multimillonarios del sector financiero y, por otro, el alineamiento total del país con las políticas económicas, políticas y militares de Trump.”
Entre las razones que mencionó para justificar su respaldo a Milei, Bessent habló de motivos geopolíticos. Se refiere a la intensificación del conflicto del imperialismo norteamericano con China, que está provocando cambios tectónicos en las relaciones mundiales. Trump personifica a un sector del imperialismo en Estados Unidos que plantea la necesidad de concentrarse en su principal rival comercial. Para ello, proponen una vuelta a la Doctrina Monroe, que plantea “América para los americanos”, es decir, la vieja política de América como patio trasero del imperialismo estadounidense. Pero enfrentan un gran problema: el declive relativo del imperialismo norteamericano y el auge del imperialismo chino se reflejan en que, en los últimos años, China se ha convertido en el principal socio comercial de Chile, Argentina, Ecuador, Perú, Brasil y Bolivia.
Trump pretende reforzar el alineamiento internacional de Argentina en un contexto donde Chile, Colombia y Uruguay se muestran más reticentes, y donde Brasil se presenta como la punta de lanza de los BRICS, liderados por China, en la región, y busca retomar el control económico sobre América del Sur. Al mismo tiempo, Venezuela se recuesta sobre China y Rusia, a lo que el imperialismo estadounidense respondió combinando presión militar y económica: trasladó sus fuerzas armadas hacia el Caribe, América Central y América del Sur, estacionándose cerca de aguas venezolanas, a la vez que aplica aranceles para doblegar a los gobiernos latinoamericanos que se han acercado a China.
Por eso, EE. UU. sigue viendo a Milei como un dique frente a China y exige, a cambio del salvavidas, “que se distancie” de China, concretamente el fin del swap entre Argentina y el país asiático, buscando debilitar a su principal enemigo mientras obtiene todo tipo de ventajas financieras, políticas y económicas sobre el litio, las tierras raras, el gas y el petróleo. Al mismo tiempo, se convierte en un acreedor privilegiado, tomando el control total del rumbo económico. La disputa entre el imperialismo norteamericano y el imperialismo chino juega un papel de primer orden en el desarrollo de la crisis capitalista mundial y, por ende, en la política nacional.
El salvavidas al gobierno surge como el último recurso para prolongar la continuidad de Milei y evitar que un futuro gobierno peronista, más dispuesto a acordar con China, se perfile para gobernar. Por ello, la exigencia hacia Milei es que construya “gobernabilidad”, ya que ha quedado en evidencia que su administración viene perdiendo consenso social y político para continuar con el ajuste. En última instancia, el imperialismo le está pidiendo a Milei y Caputo que suban a parte de la oposición al Titanic, justo cuando el iceberg ya está a la vista.
Si bien Bessent se ocupó de poner arriba de la mesa diferentes mecanismos de rescate, que como mencionamos, permitieron un alivio pasajero que se reflejó en la caída del precio del dólar y la baja del riesgo país, con el correr de los días hay un factor que ha comenzado a disipar la euforia: Bessent condicionó la ayuda para después de las elecciones.
Esto llevó a fondos internacionales, fondos locales y bancos a desprenderse de activos argentinos en dólares y acciones ante la incertidumbre. Las acciones argentinas en Wall Street llegaron a caer hasta un 6 %, según informes de medios. Los bonos soberanos en dólares también registraron pérdidas, en algunos casos del 3 al 5 %, y algunos con retrocesos más fuertes. Además, después de una fase relativamente “calmada”, el riesgo país reactivó su subida, reflejando una mayor percepción de riesgo entre los tenedores de bonos argentinos.
En los medios financieros se mencionó que el dólar dejó de caer y “se clavó” alrededor de $1.350, lo que sugiere que alcanzó un piso relativo cerca del límite superior de la extinta banda cambiaria. La Secretaría de Finanzas adjudicó $7,34 billones en una licitación del Tesoro, lo que implica un rollover del 130,2 % sobre los vencimientos que tenían lugar. En esa misma licitación, los bonos dólar linked (bonos atados al dólar) fueron los más solicitados, lo cual muestra que los capitalistas buscan cobertura frente a una devaluación post-electoral.
La crisis en la industria y el desplome del consumo no dan tregua. Los despidos y las suspensiones se multiplican día a día. Las condiciones de vida de la clase trabajadora se degradan a niveles inéditos en la historia reciente. Los números que hablan de una baja en la pobreza son, a todas luces, una mentira. El júbilo de los mercados es apenas el primer escalón del abismo en el que se precipitará la política nacional.
Si un sector de la clase trabajadora canaliza su bronca contra Milei votando a Fuerza Patria, y el peronismo logra un resultado relativamente favorable en las elecciones, este entra en una disyuntiva: sostener al gobierno desde el parlamento, lo que significaría debilitarse, o preparar un recambio institucional.
Las masivas movilizaciones en CABA y en otras tantas ciudades a lo largo y ancho del país, en defensa de la educación y la salud públicas y en rechazo al ajuste del gobierno corrupto de Milei, son muestras iniciales del enorme poder de la clase trabajadora cuando entra en acción. La izquierda debería abandonar su agitación meramente electoral y posicionarse como una verdadera oposición revolucionaria, impulsando la lucha de clases en los lugares de trabajo y en la calle, armada con las ideas del marxismo y explicando que, para derrotar al gobierno de Milei, al FMI y al imperialismo, es necesario derrocar a los capitalistas y luchar por un gobierno propio. Se trata de armar políticamente a los sectores más avanzados de la clase trabajadora y de la juventud para ganar autoridad de masas y disputar el poder.
Para conseguirlo, la tarea de los comunistas es luchar por la independencia de clase. Es muy probable que nos encontremos con vientos que ayuden a madurar estas ideas, no solo por la experiencia con la dirigencia kirchnerista o peronista en el plano político y sindical, sino también por su imagen deteriorada, que se refleja en los niveles de ausentismo y de voto en blanco observados a lo largo de este año, y que ya venían manifestándose desde años anteriores a través de una sangría constante de apoyo.
La independencia de clase frente a los patrones, el Estado y los partidos del régimen está indisolublemente ligada a la construcción del partido revolucionario.
La juventud y la clase trabajadora argentina no necesitan más motivos para salir a las calles y demostrar su enorme poder. Ya lo vemos en la juventud y los trabajadores de Nepal, Indonesia, Serbia, Madagascar, Timor Oriental, Perú, Francia e Italia, que se están levantando contra la explotación. Inspirados en esta ola revolucionaria, la clase trabajadora en Argentina también puede superar las maniobras de la clase dominante y volcar toda la situación política a su favor.
Sin embargo, el factor decisivo es la existencia de un partido revolucionario. Esa es la diferencia entre la conquista del poder por parte de la clase trabajadora y un movimiento de masas que derriba a un gobierno capitalista podrido, pero que no logra transformar de raíz las condiciones de vida, como sucedió en Sri Lanka y en Bangladesh.
¡Manos a la obra!