La razón que tiene eufórica a la comunidad religiosa y una buena parte de la población salvadoreña, es la beatificación del obispo y mártir Monseñor Oscar Arnulfo Romero y Galdámez, decretada por el grupo Pontificio de cardenales situados en el Vaticano, bajo la dirección del papa Francisco, este hecho ha conmovido incluso al mundo entero, debido a la influencia “Romerista” que posee un carácter internacional.
La razón que tiene eufórica a la comunidad religiosa y una buena parte de la población salvadoreña, es la beatificación del obispo y mártir Monseñor Oscar Arnulfo Romero y Galdámez, decretada por el grupo Pontificio de cardenales situados en el Vaticano, bajo la dirección del papa Francisco, este hecho ha conmovido incluso al mundo entero, debido a la influencia “Romerista” que posee un carácter internacional.
Breve Reseña del obispo mártir
La mayoría de salvadoreños conocemos la trayectoria de Monseñor Romero en nuestro país durante la década de los 70´s.
Monseñor Romero en sus inicios en el Clero fue un gran admirador de los mas conservadores del “Opus Dei”, tenía muchas amistades en la elite salvadoreña, y es por esto que recibe el cargo de Arzobispo de San Salvador el 3 de febrero de 1977 nombrado por el papa Pablo VI para suceder a Monseñor Luis Chávez y González. Debemos entrar en contexto con la época en la que al mártir le toco vivir, una época revolucionaria y por ende de represión social en todos los sentidos, contexto para el cual la clase dominante vio a bien poner a un hombre callado y apaciguado en este puesto tan importante, para conservar sus injusticias con el pueblo, impunes y ocultas. El 24 de febrero de 1977, Romero toma posesión de su cargo en medio de fraudes electorales, de la masacre en La Plaza Libertad, etc.
El hecho que conmovió al obispo mártir y que le hizo cambiar su discurso conservador a un discurso radical, fue su encuentro y contacto con los pobres, de la mano de la Teología de la Liberación según lo expresa en su libro “En Santiago de María me tope con la miseria”, doctrina que ya muy bien profesaba su gran amigo Rutilio Grande quien fue asesinado el 12 de marzo de 1977 y que fue este hecho, sobre todo, la gota que derramo el Cádiz de Romero.
Después de esto el obispo mártir, comenzó a denunciar todas las atrocidades que el régimen imperante en sus tiempos cometía contra el pueblo, desde una perspectiva religiosa, y se convirtió en la voz que gritaba lo que los maltratados en las salas de tortura de la Policía Nacional no podian gritar, en la voz que denunciaba lo que los perseguidos y exiliados no podían denunciar, en la voz que abogo por la justa repartición de la riqueza en el país, en la voz que saco a la luz las precariedades en la que la clase trabajadora sobrevivía, en la voz de los que no tenían voz, por lo que sufrió amplios reproches incluso de la misma Iglesia, del “Opus Dei” y hasta del Papa. Recibió amenazas a muerte de parte de la clase dominante salvadoreña que concluyeron el 24 de marzo de 1980, día en que fue asesinado mientras oficiaba una misa en la Capilla del Hospital de La Divina Providencia en La Colonia Miramonte, San Salvador, en manos de un sicario a sueldo, pagado por el mayor Roberto D’Aubuisson (Fundador del partido ARENA); siendo este, el coronel Saravia y otros más los autores intelectuales del magnicidio, según lo que expresa La Comisión de La Verdad en su investigación “De la locura a la esperanza” hecha luego de los acuerdos de Paz (1992).
Es necesario recalcar que Monseñor Romero no fue un revolucionario, ni mucho menos comunista en su expresión teórica, (como lo fue Camilo torres Restrepo, sacerdote colombiano cofundador de la Teología de la liberación, precursor de la unión del marxismo y el cristianismo, miembro del grupo guerrillero Ejercito de Liberación Nacional, Colombia 1960), nada similar, debido a que Romero siempre abogaba por la paz y siempre creyó que la situación del país, de aquel entonces, podía solucionarse con dialogo entre los opositores y la clase dominante, según lo expreso en una carta que envió a las FPL (una de las más fuertes organizaciones guerrilleras de los 70 y 80), a muchas organizaciones populares, y al Estado y sus aparatos represores, haciéndoles énfasis en que la violencia no era la solución, lo que Romero, no comprendía es que la clase dominante nunca iba a ceder nada a través del dialogo, y lo comprobó el día de su muerte.
El protocolo religioso
En nuestro contexto actual, sobre todo por el protocolo de su beatificación el pueblo salvadoreño ve en Monseñor Romero a un líder religioso, pero en realidad el obispo mártir fue, es y será un luchador social, porque se desprendió de su Iglesia conservadora para denunciar sin preámbulos las condiciones inhumanas de la población en su tiempo, por eso debemos ver en él, la figura de un luchador social, que fue “la voz de los sin voz”, que desde el pulpito se proclamo en contra de las injusticias que los salvadoreños sufrían de parte del régimen, lo que acá nos interesa es hacer mención que por eso mismo, el mártir Romero es auténticamente del pueblo con el que camino por los cantones y barrios más bajos del país, con los que canto en la misa campesina, con los que se pronuncio por el derecho a vivir en paz.
Hoy en día, hemos observado como todo el “Clerigo” de la Iglesia Católica y los burócratas, se quieren lucrar de la figura de Romero, teniendo el protocolo como lo más importante para el día de su beatificación, nótese que es una tradición religiosa muy alejada de los honores que el mártir merece, porque para estos funcionarios de la fe, la beatificación de Romero significará para ellos un altar donde irle a suplicar y a llorar nuestras penas. Las injusticias que en el país aún se cometen no acabarán por obra de Dios, lo que debemos rescatar de Romero es qué fue en vida un luchador social, ¡precisamente eso! su valor de denunciar las injusticias, su valor de dar la vida por los demás, por una causa justa, su coraje para luchar contra todos los obstáculos en el camino para lograr construir una sociedad mejor o por lo menos sembrar una semilla que germine, como lo que al final, él termino siendo, antes de ser Santo es un símbolo y un ejemplo para todos los que luchan por una sociedad mas justa.
Es por lo anterior que condenamos la división elitista en la que se ha desglosado la logística del evento, dejando al pueblo en los “últimos asientos”, cuando debería estar en los primeros, sin justificaciones religiosas, ni cargos políticos, ni ningún titulo que vea de menos a la clase trabajadora que fue a la que Romero con orgullo defendió en sus homilías y en sus obras.
Todo el pueblo aun nos seguimos preguntado: ¿De que lado esta la Iglesia Católica? De los eclécticos que cuando les conviene están del lado de los mismos que crucificaron a Cristo Romero, y cuando no, en contra de ellos, de una predica que su palabra no va mas allá de cuatro paredes o está al servicio del pueblo, de la clase trabajadora, que es la cuna donde nació y la cruz por la que murió nuestro Cristo Romero.
¡Monseñor Romero es del Pueblo!
¡No al protocolo, si a la acción!
¡Juicio y castigo a los asesinos del obispo mártir!
Soyapango 23/05/2015