Terremoto político en las elecciones turcas

El resultado de las elecciones generales de Turquía del domingo 7 de junio y la clara derrota del partido de Recep Tayyip Erdogan, el AK, representan un cambio cualitativo en la situación del país y conllevan importantes consecuencias para todo Oriente Medio.

El resultado de las elecciones generales de Turquía del domingo 7 de junio y la clara derrota del partido de Recep Tayyip Erdogan, el AK, representan un cambio cualitativo en la situación del país y conllevan importantes consecuencias para todo Oriente Medio.

El AK mantuvo casi un 41% del voto (18,9 millones) pero la amargura de los dirigentes del partido y de sus seguidores tras las elecciones muestran la envergadura de su derrota. El partido dirigente, que previamente había ido de victoria en victoria desde que salió a la palestra en 2002, perdió 2,6 millones de votos y 69 diputados en comparación con las elecciones de 2011.

Erdogan, a pesar de prohibírsele oficialmente en la constitución su implicación en la campaña electoral, usó todos los poderes a su alcance para apoyar al AK. Su objetivo era un triunfo fulgurante y obtener una mayoría parlamentaria de dos tercios para cambiar la constitución unilateralmente y reforzar los poderes presidenciales, pero el tiro le salió por la culata y el AK perdió su mayoría parlamentaria.

ErdoganLos resultados del voto del domingo significan que los 258 diputados del AK son insuficientes para gobernar en mayoría en un parlamento con 550 escaños, y la posibilidad de un gobierno de coalición es extremadamente improbable. Tanto el AK como la derecha nacionalista del MHP tienen mucho que perder en una coalición y las fuerzas de izquierdas del CHP y el HDP ya han dejado claro que no apoyarán a Erdogan. La perspectiva más probable es la de un gobierno del AK débil y que se vuelvan a convocar elecciones pronto, lo cual incrementa la inestabilidad general.

El voto del CHP (el partido de oposición de izquierdas tradicional) se estancó en un 25% (11,5 millones de votos, tan sólo 400.000 más que en 2011). El hecho de que el CHP fuese incapaz de beneficiarse de la crisis del partido de gobierno muestra que ha sido incapaz de perfilarse como una alternativa creíble a Erdogan, a pesar de su giro hacia un programa más radical durante la campaña electoral. Los nacionalistas de derechas del MHP avanzaron con un 16,3% (7,5 millones de votos, obteniendo 1,8 millones más que en 2011), pero no tanto como esperaban.

El principal cambio en la situación vino del HDP, un partido de izquierdas que ganó un 13,1% del voto (más de 6 millones), mucho más de lo que le daban las encuestas. Al sobrepasar el margen de 10% que exige el antidemocrático sistema parlamentario turco para entrar en el parlamento, el HDP obtendrá al menos 80 diputados, destrozando así las esperanzas del AK de mantener su mayoría.

La campaña electoral se caracterizó por una extrema polarización y fue sacudida por la violencia, sobre todo contra el HDP, con docenas de ataques contra sedes y activistas del HDP, incluyendo al menos tres bombas contra oficinas o mítines del HDP. Un chico de 17 años murió el 8 de junio, convirtiéndose en la tercera víctima de un ataque con bombas contra un mitin del HDP en Diyarbakir dos días antes de las elecciones.  

Los motivos tras el éxito del HDP

El HDP es la expresión política de la izquierda kurda tradicional vinculada a la lucha por la emancipación nacional de los kurdos y al PKK. El antidemocrático margen de un 10% para entrar al parlamento implementado en 1980 fue de hecho diseñado para evitar que la lucha de los kurdos obtuviese representación parlamentaria.

Si bien los vínculos con el PKK, que es ilegal, están prohibidos, el HDP ha estado en la mesa de negociaciones con el gobierno turco para poner fin a un conflicto que dura décadas entre el Estado turco y la insurgencia kurda.

En el transcurso de los últimos años, sin embargo, ha habido un cambio importante por parte de la dirección del HDP de una política nacional a una más clasista y de izquierdas, tratando de alcanzar a todos los sectores oprimidos de la sociedad turca. El giro izquierdista promovido por los dirigentes del HDP Selahattin Demirtas y Figen Yüksekdag se vio confirmado en su manifiesto electoral, que lanzaba toda una serie de reivindicaciones sociales tratando temas acuciantes para millones de trabajadores, como la demanda de duplicar el salario mínimo a 1,800 TRY (650 dólares) y asegurar que la pensión mínima está al mismo nivel. También prometieron un pasaje subsidiado de transporte para todos los jóvenes de entre 15 y 25 años.

El perfil crecientemente corrupto y autoritario del régimen de Erdogan y su instrumentalización política de la religión también han contribuido a marginalizar y radicalizar a todas las minorías y grupos oprimidos de la sociedad turca. La promesa del HDP de que “el manifiesto que presentamos es la pesadilla del sultán y el sueño de todos los pueblos de Turquía” (el sultán siendo Erdogan, que ha estado reavivando el imperio otomano en sus discursos) fue extremadamente popular y ayudó al HDP a romper parcialmente las barreras religiosas y nacionales.

Los medios internacionales han resaltado especialmente la consigna progresista del HDP de consagrar la igualdad de derechos para los homosexuales. Sin embargo, las consignas democráticas del manifiesto del HDP van más allá de eso, hablando de la lucha contra la opresión de la mujer en la sociedad turca y el importante reconocimiento de las aspiraciones nacionales y la libertad religiosa, prometiendo que se reconocerían todas las lenguas minoritarias y serían enseñadas en colegios públicos y que la enseñanza de la religión se retiraría de los currículos escolares. Otras demandas importantes eran la reducción de la edad legal para votar a los 16 y la retirada del margen antidemocrático de un 10% para obtener escaños.

Entre los kurdos, el apoyo tradicional al AK entre sus capas más atrasadas fue sacudido por el impacto de la lucha por Kobane y la actitud cínica de Erdogan con respecto al Estado Islámico. La dura represión de las manifestaciones de la juventud kurda dejó docenas de muertos y heridos en las calles, provocando una ola de rechazo hacia el gobierno.

Analizando los resultados de las elecciones de cerca, queda claro que un sector importante de la población kurda rompió con el AK y se movió al HDP. Contrariamente al análisis hecho por algunos analistas que afirman que esto revela el carácter “conservador” del voto al HDP, ilustra como sectores de las masas cuya conciencia puede ir a la zaga durante un tiempo pueden adoptar súbitamente una posición más avanzada cuando se aparece una alternativa visible.

Pero el crecimiento del HDP no se puede reducir a un giro en el voto kurdo. Claramente, otros grous, como los alevis, los armenios y otras minorías y parte de la juventud y los trabajadores más atrasados también confluyeron en el HDP.

Por otra parte, para realmente amenazar a Erdogan y a la clase dirigente turca, el HDP tiene que fortalecer conscientemente sus bases de apoyo entre la clase obrera turca en su totalidad. Las recientes huelgas exitosas de los trabajadores de las fábricas de automóviles y la actitud militante que opusieron a los sindicatos amarillos son un reflejo de que una alternativa radical a la opresión capitalista tendría un seguimiento significativo entre los trabajadores turcos.

Sin embargo, los avances importantes del HDP serían socavados y destruidos si la posición titubeante que el HDP ha mostrado en el pasado hacia Erdogan volviese a producirse. El miedo al efecto negativo que cualquier crítica u oposición a Erdogan tuviese en las negociaciones de paz kurdas fueron un obstáculo tremendo para presentarse como una fuerza viable en la oposición al sistema e inevitablemente decepcionarían y alienarían a sus bases entre las capas más radicalizadas en las que se ha sustentado el crecimiento reciente del partido.

La fragilidad de la economía

Hace menos de dos años, el presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, declaró que los logros económicos de Turquía eran una fuente de inspiración para muchos otros países en desarrollo. De hecho, el AK llegó al poder en 2002 tras un período de severa crisis económica. Desde entonces, la economía turca se ha expandido un 68%, a pesar de haber pasado por dos años malos (2008-2009) durante el crack mundial; Turquía ha rendido mejor que China o Brasil en estos años. Pero el crecimiento económico se basó sobre unos pilares débiles, lo cual dejo expuesta la economía turca a las tormentas de la economía mundial.

El año pasado la economía turca sufrió una desaceleración, creciendo sólo 2,9%, y los pronósticos para este año no son halagüeños. El desempleo ha subido de menos de un 8% hace unos años hasta más de un 10% actualmente.

La fragilidad de la economía turca se ve reflejada en su déficit crónico en la balanza de pagos (de alrededor de un 6-8% anual dependiendo del año), lo cual no es un problema en tiempos de bonanza, pero que podría llegar a serlo en el contexto actual de inestabilidad interna e internacional.

La crisis que amenaza a Turquía se intensificará en el próximo período conforme la crisis mundial del capitalismo y las turbulencias en Oriente Medio se desarrollan. La inestabilidad interna y la debilidad de un gobierno en minoría podrían provocar una fuga de capitales que desestabilizaría aún más la economía. Las vacas gordas del pasado no volverán y Turquía es uno de los países con la peor tasa de desigualdad, con un 50% de la población bajo el umbral de la pobreza según los cálculos del sindicato amarillo Turk-is.

Las condiciones materiales que están generándose en el país son una receta acabada para un estallido en la lucha de clases, de la cual vimos destellos en el militante movimiento juvenil del parque Gezi en 2013 y las oleadas de huelgas de las últimas semanas. Estos resultados electorales son un reflejo importante pero todavía tenue de los procesos que se están desarrollando bajo la superficie entre los trabajadores y jóvenes turcos.

 

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