El primer ministro griego Alexis Tsipras acaba de anunciar su renuncia. Ha perdido su mayoría parlamentaria y Syriza está dividida, donde el dirigente del ala izquierda Lafazanis ha anunciado la formación de un nuevo partido, Unidad Popular. En declaraciones en un discurso televisado anoche, Tsipras dijo que el gobierno de Syriza propondría su renuncia y convocaría elecciones.
El primer ministro griego Alexis Tsipras acaba de anunciar su renuncia. Ha perdido su mayoría parlamentaria y Syriza está dividida, donde el dirigente del ala izquierda Lafazanis ha anunciado la formación de un nuevo partido, Unidad Popular. En declaraciones en un discurso televisado anoche, Tsipras dijo que el gobierno de Syriza propondría su renuncia y convocaría elecciones. Tsipras dijo que los griegos todavía tienen luchas por lidiar, pero que Grecia está «decidida a honrar» el supuestamente último paquete de rescate ¿Qué significa esto?
Ese paquete asciende a 86 mil millones de euros -96.300 millones de dólares– y conlleva severas condiciones en la forma de una nueva serie de «reformas» dictadas por la Troika. Después de un acalorado debate en el parlamento, el gobierno griego aceptó subidas de impuestos durísimas, privatizaciones masivas y recortes de gastos brutales. Significa el abandono completo de todo lo que Tsipras prometió al pueblo de Grecia, cuando fue elegido el 25 de enero.
Todo el mundo en Grecia sabe lo que significan estas políticas: más recortes, más caídas de los niveles de vida, más desempleo, más desesperación ¿Y para qué? Después de cinco años de recortes salvajes, las deudas acumuladas de Grecia han crecido del 125% al 185% del PIB y ahora se dirige hacia el 200%: ¡un éxito verdaderamente asombroso! Y de todo el dinero del rescate dado a Grecia: sólo el diez por ciento se destina a Grecia. El resto va directamente a las arcas de los bancos alemanes y de otros bancos europeos.
Es claro incluso para un ciego que Grecia no puede pagar estas deudas enormes. En privado (e incluso en público) los economistas burgueses reconocen este hecho evidente. Sin embargo, ellos siguen exprimiendo al pueblo griego y empujándolo más allá de los límites de la resistencia humana. Ningún recorte más puede ser impuesto a los griegos sin el riesgo de provocar una explosión social.
La radicalización de las masas en Grecia se mostró muy claramente en el referéndum de julio, cuando el pueblo griego votó masivamente para rechazar un nuevo paquete de rescate basado en más austeridad. Pero después de haber movilizado a las masas y conseguido una gran victoria, los dirigentes de Syriza ondearon inmediatamente la bandera blanca de la rendición y cedieron a todas las demandas de los acreedores europeos.
Esta capitulación vergonzosa ha causado decepción generalizada y provocado una ola de renuncias en el Partido en las últimas semanas. El estado de ánimo inicial de conmoción y desorientación se ha convertido en furia, conforme la dura realidad de las nuevas políticas ha quedado clara para el pueblo. Esto es lo que está detrás de la escisión de Syriza y de la convocatoria de Tsipras de nuevas elecciones.
Ceguera reformista
En enero los griegos eligieron un gobierno de Syriza, que prometía poner fin a la austeridad. Pero si se aceptan límites del capitalismo tienen que aceptarse las leyes del capitalismo. Eso significa que se debe administrar la crisis del capitalismo, y esto inevitablemente significa la imposición de la austeridad a la clase obrera, mientras que se entregan grandes cantidades de dinero público a los banqueros y capitalistas.
En su ceguera reformista, Tsipras y Varoufakis creían que podían convencer a Merkel y a los demás líderes burgueses europeos para que hicieran concesiones a Grecia a través de negociaciones. Pero, como habíamos previsto, las negociaciones no llevaron a ninguna parte. Los burgueses europeos estaban decididos a aplastar a Syriza. De lo contrario, se habría establecido un ejemplo a seguir para los partidos anti-austeridad en otros países, como Podemos en España.
Ante la implacable oposición de los líderes de la zona euro, Tsipras convocó un referéndum. Eso tuvo el efecto de movilizar a las masas detrás del gobierno. El pueblo griego se dispuso a luchar contra la austeridad. Si Tsipras fuera un marxista podría haber utilizado el movimiento para cambiar la sociedad. Él habría llamado a los trabajadores a ocupar los bancos para luego nacionalizarlos.
Él podría haber hecho un llamamiento internacionalista a los trabajadores europeos para que siguieran el ejemplo de una Grecia socialista. Eso podría haber sido el comienzo de un movimiento anti-austeridad de masas combativo en toda Europa –la única manera de forzar a Merkel y a los demás a retroceder. Pero como reformista que es, Tsipras ni siquiera consideró tal posibilidad. En cambio, pensó que podía utilizar el resultado del referéndum como «palanca» para conseguir un acuerdo mejor. Al final consiguió un acuerdo aún peor que lo que había sido rotundamente rechazado por el pueblo de Grecia en julio.
Ahora, el gobierno que fue elegido para oponerse a la austeridad se está preparando para llevar a cabo recortes salvajes. Esto ha sumido inevitablemente tanto a Grecia como a Syriza en una profunda crisis. Tsipras, que era muy popular no hace mucho tiempo, está ahora profundamente desacreditado ante un sector importante de la población. Esto se reflejó en una crisis de la dirección. En esas condiciones era imposible que Syriza se mantuviera unida por mucho tiempo. Incluso antes de que ocurriera una división formal, Tsipras ya estaba apoyándose en los partidos de la oposición burguesa, porque había perdido el control de su propio partido.
¿Qué van a resolver unas elecciones?
lafazanisLa razón por la que Tsipras ha convocado elecciones tan pronto es que espera que no habrá tiempo suficiente para que el nuevo partido –lanzado por el dirigente de la Plataforma de Izquierda, Panagiotis Lafazanis– pueda despegar de tierra. No está claro cuánto apoyo podría Unidad Popular arrancarle a Syriza. Pero está claro que Lafazanis atraerá apoyo entre mucha gente que está indignada con Tsipras.
A pesar de esto, todavía parece probable que Syriza sea el partido más votado, a pesar de que va a perder una gran cantidad de apoyo. Pero las alternativas de la derecha están aún más desacreditadas. Después de conseguir el 27,8% de los votos en las elecciones de enero, el partido de derechas Nueva Democracia mantiene periódicamente un apoyo en las encuestas por debajo del 20%.
Si Tsipras consigue suficientes votos probablemente formará una coalición con el Pasok y To Potami. Sin embargo, ni siquiera es seguro que el Pasok consiga algún escaño en el nuevo parlamento. Y si Syriza recibe menos del 20 por ciento, Tsipras podría tener que formar una coalición con Nueva Democracia. Eso seguramente será el beso de la muerte para Syriza. En cualquier caso, lo que surgirá será una coalición débil e inestable y un gobierno de crisis que probablemente no va a durar mucho tiempo.
El escenario está preparado para una intensificación de la lucha de clases, que se caracterizará por una creciente polarización hacia la izquierda y la derecha. El centro político representado ahora por Tsipras no puede resolver nada. Comenzará a desintegrarse. Habrá un crecimiento del Partido Comunista (KKE) y de Unidad Popular por la izquierda, y de Aurora Dorada por la derecha.
La situación actual está preñada de potencial revolucionario. Lo que falta es una verdadera dirección revolucionaria que pueda ofrecer a las masas una salida a la crisis. El KKE, a pesar de las tácticas sectarias ultraizquierdistas –y en parte a causa de ello– inevitablemente ganará apoyo después de la capitulación de Tsipras. La Tendencia Comunista de Syriza, que se ha opuesto sistemáticamente a las capitulaciones Tsipras y abogó por políticas socialistas, está ganando el oído de los trabajadores que están en el proceso de romper con Syriza, y también de miembros del KKE.
Al compañero Lafazanis debe reconocérsele el haberse mantenido contra la capitulación de los dirigentes de Syriza. Pero sus políticas no ofrecen ninguna alternativa real. Él aboga por abandonar el euro, pero en cierta etapa es probable que Grecia sea expulsada del euro en cualquier caso. Sin embargo, sobre una base capitalista esto sólo conduciría a una crisis aún más profunda, un colapso de la moneda, hiperinflación y nuevas caídas en los niveles de vida. Dentro o fuera del euro y de la UE, no existe una solución a los problemas de Grecia sobre bases capitalistas. Los problemas serios exigen soluciones serias.
La única manera de que el pueblo griego pueda tomar el control de su destino de nuevo en sus propias manos es poner fin a la dictadura de los banqueros y capitalistas –no sólo de Berlín y Bruselas, sino también de Atenas. Hay que expropiar a los banqueros, a los magnates de los armadores y al resto de la oligarquía parásita que realmente gobierna Grecia. Sólo de esta manera será posible planificar la economía de una manera racional, abolir el desempleo y la falta de vivienda, y crear las bases para una sociedad realmente justa y democrática.
La crisis del capitalismo griego puede durar años con flujos y reflujos. Una coalición inestable seguirá a otra, con giros bruscos en el plano electoral a la izquierda y a la derecha que durarán por algún tiempo antes de que una solución final pueda encontrarse –ya sea en un sentido revolucionario o contrarrevolucionario.
Pero en última instancia las burguesías griega y europea exigirán terminar con lo que ven como «caos». Dirán: «hay demasiadas huelgas, demasiadas manifestaciones y protestas en las calles. ¡Exigimos orden!». Si la izquierda no ofrece ninguna salida, se podría preparar finalmente el camino para un régimen bonapartista en Grecia. Sin embargo, incluso un régimen bonapartista reaccionario sería inestable. No resolvería nada y probablemente no duraría mucho tiempo. Sólo prepararía el camino para incluso un gran levantamiento revolucionario, como vimos en 1974. Los trabajadores griegos tienen tradiciones revolucionarias y buena memoria. Recordemos que la Junta Militar, que duró desde 1967 hasta 1974, fue derrocada por una revolución.
La crisis europea
La crisis del capitalismo europeo se revela en su forma más cruda en los países capitalistas más débiles como España, Portugal y Grecia, donde el proceso ha ido más lejos que en cualquier otro lugar. Pero España está sólo a un paso detrás de Grecia, e Italia está sólo a un paso detrás de España. El sueño de una Europa unida capitalista se ha roto en la roca de la austeridad.
Hace más de dos décadas señalamos que era imposible unir economías que se mueven en direcciones diferentes. Sobre la base de un boom, pudo mantenerse una apariencia de unidad por un período. Pero sobre la base de la crisis económica han vuelto a surgir todos los viejos antagonismos nacionales. Fuerzas centrífugas económicas poderosas tienden hacia la ruptura y estas fuerzas están creciendo más fuerte en todo momento.
El impacto de la crisis griega se hará sentir mucho más allá de las fronteras de Grecia. En toda Europa existe el temor de que las políticas de austeridad no serán un ajuste temporal, sino un ataque permanente a los niveles de vida. En países como Grecia, Portugal e Irlanda estas políticas ya han dado lugar a profundos recortes en los salarios y las pensiones nominales sin haber resuelto el problema del déficit. Por lo tanto, todos los sufrimientos y privaciones de la gente han sido en vano. En todas partes los pobres son más pobres y los ricos son más ricos.
La idea de la integración europea se ha hecho añicos. En las negociaciones con Grecia, Alemania se comportó como un director de orquesta, dirigiendo todos los instrumentos. La burguesía francesa, teóricamente segunda de Europa en el mando, tuvo que inclinar la cabeza sumisamente mientras Merkel rechazaba altivamente todas sus preocupaciones y objeciones. Aquí vemos la cruda realidad detrás de la máscara de la sonrisa de la «solidaridad europea». En su tratamiento hacia Grecia la burguesía alemana está actuando como el peor tipo de usurero. «¿Usted no puede pagar sus deudas? ¡Venda sus muebles! ¿Usted ya ha vendido sus muebles? ¡Le echaremos a la calle!»
La crisis del reformismo
En el período que siguió a la Segunda Guerra Mundial, los partidos laboristas y socialdemócratas llevaron a cabo muchas reformas. Estos partidos disfrutaron de un nivel de apoyo que les dio un grado de estabilidad. Pero ese período ha finalizado. Tan profunda es la crisis del capitalismo que la burguesía ni siquiera puede tolerar la continuación de las conquistas del pasado, y mucho menos permitir nuevas reformas. La crisis del capitalismo es, por tanto, también la crisis del reformismo.
El carácter ficticio de la democracia burguesa está siendo expuesto en la mente de millones por los recientes acontecimientos ¿De qué valen los referéndums populares y las elecciones, si las grandes potencias y los bancos hacen caso omiso de ellos y toman todas las decisiones al final? La falsedad de las ilusiones acariciadas del reformismo y de la socialdemocracia ha sido cruelmente revelada en todo el continente. Las cosas se están acelerando y teniendo lugar en muchos países al mismo tiempo: en un proceso generalizado.
El ascenso y caída de los partidos y dirigentes es como un barómetro que refleja los cambios rápidos en la conciencia de las masas. A veces lleva décadas para que un partido pierda su base de masas. Pero en las condiciones actuales puede llevar un par de años o incluso meses. Sobre la base de los acontecimientos, Syriza, una formación relativamente nueva, desplazó rápidamente al Pasok. Pero en estos tiempos, nuevas formaciones también pueden ascender y caer rápidamente. Las organizaciones de masas que han existido durante décadas, incluso durante generaciones, entran en crisis y escisiones, e incluso desaparecen.
Hasta hace poco el Pasok era el principal partido de la clase obrera griega. Ahora se ha destruido en gran parte como resultado de sus traiciones. Fue probado y demostró su inutilidad. El resultado fue el colapso del Pasok y el ascenso de Syriza. Pero muy rápidamente Syriza ha entrado en crisis. Fue la decadencia y la degeneración de los partidos socialista y «comunistas» lo que llevó al auge de Syriza y Podemos. Buscando una salida a la crisis, las masas ponen a prueba un partido tras otro. Los viejos dirigentes y programas son analizados y descartados. Pero Grecia ha demostrado que estas nuevas formaciones, a su vez, si no rompen con el capitalismo y adoptan políticas socialistas claras, también pueden desaparecer tan rápidamente como aparecieron. Tal es la naturaleza de la actual etapa histórica.
En España tenemos el surgimiento de Podemos. En Gran Bretaña, ahora vemos el fenómeno Corbyn. Todo esto es una expresión de un profundo descontento en la sociedad que busca una expresión política. Vemos el mismo proceso básico en todos los demás países. Las masas están tratando de encontrar una manera de salir de esta pesadilla. Miran a un partido y dirigente tras otro, descartándolos uno tras otro en el basurero de la historia. Hay una ira creciente contra las élites políticas: contra los ricos, los poderosos y los privilegiados. Esta reacción contra el status quo, que contiene las semillas embrionarias de acontecimientos revolucionarios, puede durar mucho más allá del punto en el que la economía comienza a registrar signos de mejoría.
Un número creciente de personas ya no cree en lo que dicen o prometen los políticos. Hay una intensa desilusión con la clase política y con los partidos políticos en general. Esos partidos que son elegidos y traicionan las esperanzas del pueblo, llevando a cabo recortes en violación de las promesas electorales, se ven desacreditados rápidamente. Los líderes políticos que eran muy populares porque parecían defender un cambio terminan siendo despreciados y detestados cuando terminan repitiendo las mismas políticas desacreditadas del pasado. Lo que ha pasado con Tsipras es un ejemplo notable de esto.
Objetivamente hablando, esto es muy favorable para los marxistas. La situación actual ofrece grandes posibilidades a quienes estén dispuestos a aprovecharlas. Pero posibilidades mucho mayores se abrirán en el próximo período de tormenta y tensión. Esta no es una crisis normal. Cambios agudos en la conciencia están implícitos en la situación. En tales momentos, la rutina, el tipo de pereza mental que se adhiere tenazmente a las fórmulas del pasado en condiciones completamente diferentes, sería fatal para la tendencia revolucionaria. Tenemos que aprender a esperar lo inesperado.
Los cambios repentinos y bruscos en la situación objetiva exigen giros tácticos correspondientemente agudos. La Tendencia Comunista ha anunciado que se ha unido a Unidad Popular. En las condiciones actuales es la única decisión correcta. Estamos seguros de que la Tendencia Comunista continuará construyendo sus fuerzas, ganando y educando a nuevos cuadros que le permitan crecer junto con la revolución griega en desarrollo.
Londres 21 de agosto 2015.