Este 26 de septiembre en la ciudad de Cartagena de Indias se ha firmado el acuerdo definitivo por medio del cual la Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia se transformaran en Partido Político. Juan Manuel Santos, Presidente en funciones y Rodrigo Londoño “Timoshenko” jefe máximo de las FARC signaron el acuerdo, el cual fue celebrado con alivio por una parte muy importante de la sociedad colombiana, la cual vivió más de 50 años de enfrentamientos que dejaron un saldo de más de 220 mil muertos, 45 mil desaparecidos y aproximadamente 7 millones de desplazados (La Jornada 27 de septiembre).
Este 26 de septiembre en la ciudad de Cartagena de Indias se ha firmado el acuerdo definitivo por medio del cual la Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia se transformaran en Partido Político. Juan Manuel Santos, Presidente en funciones y Rodrigo Londoño “Timoshenko” jefe máximo de las FARC signaron el acuerdo, el cual fue celebrado con alivio por una parte muy importante de la sociedad colombiana, la cual vivió más de 50 años de enfrentamientos que dejaron un saldo de más de 220 mil muertos, 45 mil desaparecidos y aproximadamente 7 millones de desplazados (La Jornada 27 de septiembre).
No obstante no hay que olvidar la raíz del conflicto y que la gran mayoría de las bajas fueron provocadas por el propio ejército en una guerra de exterminio que incluyó fuerzas armadas regulares, entre ejército y policía militarizada, grupos de matones de los terratenientes, narcotraficantes que se confundían en las tenebrosas “autodefensas unidas de Colombia”, en cuyos inicios llegaron a confluir “personalidades” como Pablo Escobar y Álvaro Uribe Vélez, expresidente de Colombia.
Las FARC eran en un inicio un movimiento de autodefensa campesino, que por las condiciones de los sesentas se fue politizando, en realidad fue el Estado, con sus guerras de exterminio quien las lleno de combatientes que no tenían otra opción para seguir vivos más que integrarse a la guerrilla. Durante años ser de izquierda, ser sindicalista o activista estudiantil era prácticamente una sentencia de muerte.
El carácter abiertamente genocida de la burguesía colombiana ha sido la verdadera razón de la prolongación del conflicto que en sucesivas ocasiones ha frustrado posibles acuerdos de paz.
Tomemos por ejemplo el acuerdo que llevó a la desaparición del M-19, una guerrilla nacionalista, que entregó las armas en 1990 y cuya dirección, así como la mayoría de los cuadros dirigentes de la misma fueron asesinados los años siguientes. Tampoco olvidemos el aniquilamiento de la Unión Patriótica a mediados de los ochentas, se habla de más de 3000 asesinatos.
Por supuesto uno de los más emblemáticos representantes de esta burguesía genocida es el propio Álvaro Uribe Vélez, el cual aún en el macro de la firma de los acuerdos de paz, compara a las FARC con el Estado Islámico y proclama la necesidad de su aniquilación total (http://www.latercera.com/noticia/mundo/2016/09/678-698220-9).
Si bien los tiempos han cambiado, los principales motivos que dieron origen al conflicto no; entonces, ¿Cuál es la razón principal de la decisión de las FARC de dejar las armas? A fuerza de ser sinceros el principal motivo es que hacía ya décadas la lucha guerrillera se estaba convirtiendo en callejón sin salida: no había posibilidad real de tomar el poder especialmente porque la parte más importante de la izquierda colombiana estaba más enfocada a construir una estructura militar que en formar bases dentro del movimiento obrero y la juventud. No se trataba que el movimiento armado desdeñara a la lucha sindicalista o estudiantil, sino que, ya sea producto de la represión o por estrategia de trabajo, su principal fuente de reclutamiento, especialmente de cuadros dirigentes implicaba el debilitamiento de dichos movimientos en favor de la guerrilla, así que la lucha armada estaba alejada de los puntos estratégicos del poder burgués: las ciudades y las fábricas.
La alianza militar con los Estados Unidos, el llamado plan Colombia representaba la entrada directa del ejército norteamericano en el conflicto, sus efectos no hubieran sido tan importantes si las zonas de acción guerrillera no estuvieran en áreas determinadas. A la larga, ello significó una desventaja militar importante que si bien no podía implicar su derrota, si dificultaba cualquier estrategia de ofensiva como la que desarrolló a principios de los noventas y que obligó al gobierno colombiano a intentar negociar, para ganar tiempo.
Algunos de los efectos más importantes de la colaboración norteamericana fueron la muerte por bombardeo de Raúl Reyes en 2008, Mono Jojoy en 2010 y Alfonso Cano en 2011.
Como hemos dicho las FARC no pueden ser aniquiladas militarmente, estamos hablando de regiones donde habitan millones de personas, pero desde la introducción del plan Colombia tampoco había perspectivas de desarrollo militar como en la década de los noventas, de tal modo que lo que estamos viendo es en realidad una rendición guerrillera en la que sólo se piden algunas condiciones que el gobierno está dispuesto a ceder, en la medida de que al sector de la burguesía colombiana que representa así conviene.
Llama la atención en los acuerdos de Paz el asunto agrario, aquí podemos ver cuál es la estrategia de supervivencia de las de influencia guerrillera:
“Que a la transformación estructural del campo y en particular al cierre de la frontera agrícola, contribuyen los campesinos, las campesinas y las comunidades indígenas, negras, afrodescendientes, raizales y palenqueras y demás comunidades étnicas en sus territorios, con un ordenamiento socio-ambiental sostenible. Para ello es necesario el reconocimiento y apoyo a las Zonas de Reserva Campesina (ZRC) y demás formas de asociatividad solidaria” (http://www.acuerdodepaz.gov.co/)
En suma, una propuesta similar a las regiones de Chiapas controladas por el EZLN; al parecer la formula seria “me quedo en mis zonas de influencia y no me meto en tus asuntos”, por supuesto la formula se generaliza pero sólo en las regiones con una real presencia de las FARC las zonas de reserva campesina tendrían una gestión potencialmente distinta.
Por supuesto, los caciques, terratenientes, paramilitares y demás especímenes de pronto descubrirán sus raíces autóctonas y sin duda será la base para futuros conflictos entre distintas “Zonas de Reserva Campesina”
El siguiente punto importante es el de la reinserción política, en este se plantea básicamente: “les vamos a garantizar una representación política, un espacio para actuar como partido (cosa que en 84 y 90 ya se había hecho) y les prometemos que ahora no los vamos a matar”.
A fuerza de ser sinceros el Estado colombiano es incapaz de hacer cumplir esta propuesta, ha sido incapaz de resolver la delincuencia derivada del narcotráfico y tampoco puede poner en orden el poder de los caciques locales y no podrá contener la reacción de dichos entes cuando la acción del nuevo partido fundado por las FARC atente contra sus intereses.
En todo caso habría la posibilidad de algo así mediante la refundación del Estado Colombiano, desmantelando los órganos represivos eliminando el poder económico de la burguesía, especialmente la terrateniente, pero eso no se está planteando. Lo que tendremos será un escenario de lucha de clases en otro contexto y tan duro y cruel como lo puede ser la lucha contra los poderes facticos del capitalismo dependiente colombiano.
Finalmente se señalan una serie de propuestas para promover la participación política, en general una serie de iniciativas que formalmente parecen bien, como la limpieza en las elecciones, fraudes que forman parte de la normalidad política, un deporte nacional, de países como México.
Sin duda el tamaño de los compromisos del gobierno de Santos muestra la fuerza que aún tienen las FARC pero también el carácter limitado de una propuesta de este tipo cuando no hay un cambio real de relaciones sociales.
Luego de más de 50 años de conflicto a esto hemos llegado, no obstante no se podía esperar otra cosa, el futuro de la revolución en Colombia está en los grandes movimientos urbanos, especialmente el del proletariado, no en un movimiento guerrillero cada vez más predecible y victima también de una especie de adaptación al capitalismo colombiano.
Sin duda es el fin de las FARC pero no de la lucha de clases y tampoco de la violencia de la burguesía, que ahora encabezada por Álvaro Uribe, pretende hacer pagar con sangre a los campesinos de las FARC la osadía de rebelarse.
Es tiempo de redefinir nuevas estrategias, generar organización, de prepararse para enfrentar una situación difícil. No se trata del principio de la paz, sino de la continuación de la lucha de clases por otros medios.
No finquemos esperanzas en acuerdos con un gobierno incapaz de hacerlos cumplir sino en la organización y unión de estudiantes, campesinos y obreros.