La burguesía apostó demasiado para que Peña Nieto llegara al poder: el financiamiento de la burguesía ligada a grandes empresas y al narcotráfico, cerrar la puerta a otros candidatos para tener un solo punto para enfocar los recursos, aplastar la disidencia más radical, etc. La burguesía y el imperialismo sabían perfectamente que éste, sería su gobierno y Peña Nieto tenía que cumplir sus deseos.
La burguesía apostó demasiado para que Peña Nieto llegara al poder: el financiamiento de la burguesía ligada a grandes empresas y al narcotráfico, cerrar la puerta a otros candidatos para tener un solo punto para enfocar los recursos, aplastar la disidencia más radical, etc. La burguesía y el imperialismo sabían perfectamente que éste, sería su gobierno y Peña Nieto tenía que cumplir sus deseos.
A primera vista parece que los objetivos se han ido cumpliendo. En los últimos meses del gobierno de Calderón se aprobó la reforma a la Ley Federal del Trabajo, después, se han aprobado 11 reformas más, todas con la finalidad de transferir la riqueza del Estado a manos privadas y de las familias al Estado. Al final quien está pagando todas las consecuencias de esto somos nosotros, las familias obreras y la llamada clase media. Los niveles de vida caen de forma dramática y la desesperación de los 20 millones de familias que sobreviven con menos de 2 salarios mínimos se está volviendo insoportable. Todo esto no es un mal gobierno, es una política clara que la burguesía y el imperialismo americano han diseñado para nosotros. Como no encuentran una alternativa para terminar con la crisis del capitalismo a nivel internacional han decidido arrebatarnos lo poco que tenemos para que ellos sigan ganando y viviendo como Cesares romanos.
Un gobierno en bancarrota
La implementación de estas reformas –y las que faltan. A la puerta está: la reforma a la salud, la privatización del agua, terminan con las universidades públicas, etc.- ha significado un verdadero desgaste para el gobierno priista. Muchos de los que votaron por EPN ahora están totalmente arrepentidos por la política brutal de ataques a las que está siendo sometida la población mexicana. El nivel de credibilidad que goza EPN no rebasa el 30%.
A esto tenemos que agregarle la estupidez cotidiana de este hombre que “dirige” al país. Puede parecer un rasgo menor, sin embargo no lo es, él es un reflejo del estancamiento y decadencia política y cultural de la clase que representa. La burguesía mexicana, siempre tan cobarde, oportunista, represora, ignorante, autoritaria, rapaz y servil al imperialismo, es lo que decanta en este hombre imbécil, ignorante y cínico.
La corrupción es otro de los rasgos distintivos de esta administración. Desde que llegó al gobierno, EPN ha traído una estela de corrupción a todos los niveles, su gabinete está conformado por corruptos innombrables que negocian para fines personales puestos de trabajo, políticas públicas, leyes federales, todo. No es extraño ver al exministro de economía con su “Casa Blanca”, al Secretario de Gobernación, Osorio Chong, con una casa millonaria, al mismo EPN con sendas casas a nombre de su esposa, etc.
Es un secreto a gritos que la política dentro del capitalismo es un acto para volverte rico en 3 o 6 años, es un “agarren lo que puedan” al estilo de los senadores del Imperio Romano que invertían para llegar a la senaduría comprando los votos a los “ciudadanos” y luego se les mandaba a cierta región, ellos junto a sus más cercanos colaboradores llegaban dispuestos “a recuperar lo invertido” por medio de impuestos, incautaciones de tierras, etc.
Una parte del imperialismo americano retira el apoyo a este gobierno
Es cierto que dentro de los sectores más letrados de la burguesía, en algunas ocasiones llegan a las mismas conclusiones que los marxistas. No hay duda que una parte del imperialismo americano se da cuenta del desgaste del gobierno y que sus estupideces y corrupción pueden provocar un estallido revolucionario en su frontera sur.
Hemos visto desde hace unos meses atrás declaraciones contra las violaciones de los derechos humanos, contra el ejército mexicano y la política del gobierno. Los reportajes en prensa como: The Economist, The New York Times, The Washington Post, el más reciente en The Guardian, etc. Son una muestra clara que una parte de los que dirigen los EEUU están en contra, no de las medidas que este gobierno ha tomado, sino de los límites a los que está llegando gracias a la corrupción y su estupidez.
La gran burguesía teme que en su frontera sur puedan desarrollarse grandes acontecimientos revolucionarios y de ahí su postura con respecto a EPN. Esto también nos responde la pregunta de ¿por qué el gobierno le hizo la invitación a Trump a venir al país? Es muy conocida cual es la posición de este loco millonario, aspirante a la presidencia norteamericana, con respecto a los mexicanos. EPN, en su locura y la necesidad de verse respaldado por parte de la casta que gobierna al mundo, le hace la invitación, y eso le ha traído como consecuencia más descredito y repudio.
Muchos analistas han dicho que la semana en que Trump visitó a México ha sido la más dura para este gobierno, por su debilidad y torpeza. Esto puede ser cierto, en algunos momentos el gobierno de EPN se mantiene con pinzas de un tenue hilo, parece que flota. No ha caído por dos razones, aunque parte del imperialismo americano y de la misma burguesía nacional no están de acuerdo con su gestión, saben que si Peña Nieto cae esto sería el banderazo de salida para movilizaciones de masas que rápidamente podrían tomar un tinte prerrevolucionario. Por eso la burguesía apechuga ante una posible salida anticipada y la crisis revolucionaria que se abriría. El otro aspecto es más importante aún, nadie en la izquierda busca su caída.
AMLO y su política de bombero
Ante esta perspectiva, lo que se esperaría de los sectores más organizados y que dicen defender los derechos de los jóvenes, las mujeres, los trabajadores y campesinos, tendrían que estar organizando una gran lucha para terminar con este gobierno que ha traído miseria y mucho dolor. Sin embargo no estamos viendo eso por ningún lado.
Entre los sindicatos que pudieren encabezar una lucha decidida a nivel nacional, está el SME y la CNTE. Las dos organizaciones sindicales han dado luchas importantes para defender sus derechos, ninguno de los dos ha logrado del todo sus objetivos, ambos sindicatos tiene una visión sindicalista, limitada frente a las tareas que impone la coyuntura internacional y nacional. Inmiscuidos por tratar de mantener sus puestos de trabajo y sus derechos laborales, se han metido a un callejón sin salida donde el gobierno no ha cedido nada, o muy poco, y sin embargo los ha limitado sólo a reivindicaciones locales y económicas perdiendo de vista la situación política y particularmente el comprender la nueva situación que se plantea dentro del capitalismo que está decidido a terminar con todas las conquistas laborales como forma de salir de la crisis internacional. Así, las direcciones de estas organizaciones tratan de limitar las luchas a negociaciones, en algunas ocasiones estériles, en otras donde logran ciertas conquistas, pero no han jugado su papel con respecto a la lucha contra este gobierno, que al fin y al cabo es lo único que garantiza que los ataques se detengan.
Pero el caso más patético de la izquierda es sin duda el papel que ha asumido AMLO. El giro a su política de confrontación, por lo menos discursiva, contra el gobierno ha terminado, para darle paso a un sin sentido. Desde la marcha que hizo a favor de la lucha magisterial, AMLO se ofreció como garante del gobierno de Peña Nieto, para lograrlo llamó a conformar un gobierno de transición.
El segundo llamado de ese estilo se hizo en torno a las mesas de negociación que sostenía la CNTE con gobernación y se manifestó en contra de que se abrogara la reforma educativa, porque, según él, esto debilitaba al gobierno y entonces no se podría gobernar con un presidente débil. Uno sólo se rasca la cabeza al escuchar esto. Unas semanas antes el llamado era a derogar la reforma educativa, ahora esto había cambiado y llamaba a “no debilitar al gobierno”.
Esta misma idea la defiende parte de sus incondicionales, por ejemplo Martí Batres, el cual, dice que no es prudente la caída de Peña porque las cámaras de diputados y senadores están controladas por la derecha y ellos son los que pondrían un sustituto y dirigirían al país. Este argumento tiene lógica en la cabeza de un burócrata que sólo concibe que los cambios se pueden gestar bajo la tutela de estas dos caradas de parásitos y zánganos. Estos dirigentes de Morena no tienen ninguna confianza en las masas, en su lucha y su capacidad para formar un aparato estatal diferente, con sus palabras, lo único que demuestran, es su temor a los que dicen defender y la bancarrota de su política reformista que defienden (no terminar con el capitalismo, sino reformarlo).
Pero la cosa no terminó ahí, hace unos días, cuando las críticas hacia EPN se recrudecen por la invitación que hizo a Trump. AMLO hace un llamado “frenar la caída de EPN”. Uno tiene dos formas de explicarse este cambio radical de la AMLO. O se ha vuelto loco o ha entrado en una negociación con parte del imperialismo americano y de la misma burguesía nacional, para que se garantice elecciones limpias y que él sea el próximo presidente de la república
Tenemos que hacer un paréntesis para hablar, en dos líneas, sobre la política que AMLO defiende para “transformar” el país. Él nunca se ha planteado una transformación socialista de la sociedad, en realidad su proyecto político se asemeja más al del PRI de los años 60, cuando el modelo de sustitución de importaciones permitía tener un desarrollo económico del 5-6% anual, donde la empresa nacional servía para apuntalar el papel del Estado en la vida económica y esto le daba posibilidades de tener programas de apoyo social a los más necesitados. Por tanto, su planteamiento siempre ha sido, no de terminar con la explotación, sino volverla más humana; no de terminar con el capitalismo, sino de curarlo y hacerlo “aceptable”.
Para AMLO la forma de llegar a conseguir esto es ganar la presidencia, a eso somete todas las acciones de Morena, su vida interna, sus estatutos, su (más bien, falta de) democracia interna, todo está sometido a ese objetivo. No importa que entren priistas, no importa que se impongan candidatos, no importa que la democracia partidaria brille por su ausencia, lo importante es ganar las elecciones. Por supuesto, bajo esta lógica, no importa si el pueblo tiene que sufrir otros dos años de ataques, miseria, violencia, discriminación, etc. Todo sea para ganar las elecciones. De ahí se desprende su política actual.
Pero tenemos la obligación de preguntarnos ¿defender al gobierno de EPN, apuntalarlo, no debilitarlo de los ataques que sufre por su estupidez, por su política, por su corrupción, AMLO ganará las elecciones en el 2018? La respuesta es un rotundo NO. Sólo se puede vencer al PRI-PAN, burguesía nacional, el imperialismo americano, etc., con una gran movilización de las masas trabajadoras y campesinas con miras a transformar su miserable realidad. Esta es la forma de vencer. Con los llamados que hace AMLO está alejando a los sectores más claros políticamente, más militantes, los activistas que ahora mismo están en lucha contra este gobierno represor.
Se podría decir dos cosas para terminar. Este gobierno se mantiene porque la izquierda reformista le sirve de sostén, y la segunda, esta política de la izquierda reformista está cavando su propia tumba a mediano plazo porque aleja a la parte más consciente y activa de sus filas y porque se entra en compromisos con los mafiosos del poder, de los que no se puede confiar uno nunca. La lucha tiene que ser no sólo contra el gobierno de EPN, sino contra el sistema, por una sociedad socialista.