Escuchar que se hará lo posible por apoyar al sector cafetalero que se ha declarado en “crisis” con un préstamo que asciende a $300 millones, no puede pasar desapercibido para la clase trabajadora. Lejos de atenuar mucho el actual descontento generalizado de las masas, esto sirve para exacerbar la frustración y la desmoralización de un pueblo asfixiado por la deuda externa y enfrentada a una situación económica de supervivencia.
Escuchar que se hará lo posible por apoyar al sector cafetalero que se ha declarado en “crisis” con un préstamo que asciende a $300 millones, no puede pasar desapercibido para la clase trabajadora. Lejos de atenuar mucho el actual descontento generalizado de las masas, esto sirve para exacerbar la frustración y la desmoralización de un pueblo asfixiado por la deuda externa y enfrentada a una situación económica de supervivencia.
El sector cafetalero no ha amasado su fortuna en años, sino en siglos. Ya desde 1881, los herederos criollos de la corona española que se afianzaron en el poder de la naciente república, comenzaron a acaparar la mayoría de las tierras cultivables y de propiedad comunal de nuestros indígenas, las conocidas tierras “ejidales”. E incluso elaboraron las leyes para permitirles expropiar a estas comunidades al declarar que “la existencia de tierras bajo la propiedad de las Comunidades [indígenas] impide el desarrollo agrícola, estorba la circulación de la riqueza y debilita los lazos familiares y la independencia del individuo, su existencia contraría los principios económicos que la república ha adoptado[1]”.
Así inicia la travesía de la oligarquía salvadoreña, que comenzó a ver en el monocultivo del café la mejor manera de comenzar a concentrar sus fortunas y su posición de clase dentro de la sociedad. No hay datos específicos de la cantidad a la que ascienden las fortunas de estas familias, basta con decir que al lector no le resultará difícil encontrar los nombres y apellidos de las mujeres y hombres que están vinculados al poder económico que prevalece en el país, y que están fusionados entre el capital financiero, industrial y agrícola.
Estos liberales que les gusta gritar a los cuatro vientos que el Estado no tiene que intervenir en la economía y que la “mano invisible” del mercado regula toda la actividad comercial. Ahora piden de rodillas que el Estado salga en su auxilio, debido a que están atravesando una de sus peores crisis desde que existen como grandes terratenientes. Cualquiera se puede preguntar, ¿dónde estaba esta gente en los
momentos de auge económico donde sus cuentas no paraban de inflarse? Y ¿Por qué debe ayudársele en estos momentos críticos, cuando el progreso de la mayoría nunca les ha importado? Al final, dichos préstamos que buscará el Gobierno para salvar a los cafetaleros, tendremos que pagarlos los trabajadores, los más pobres del país y las generaciones venideras. La crisis del café es inminente, debido a muchos factores, ya sea por problemas climáticos o por plagas, pero en última instancia está determinada por la crisis del capitalismo. Donde la lucha por conseguir mercados se ha reducido y otras “potencias cafetaleras” se han posicionado por encima de los locales, no hay espacio para todos en los mercados, sólo para los más fuertes. Según Sergio Ticas, presidente de la Asociación Cafetalera de El Salvador: “el sector cafetalero enfrenta una de las peores crisis de la última década[2]”.
El lloriqueo de estos oligarcas no deja de perturbar la tranquilidad de las familias que sobreviven con menos de un dólar al día. Según ellos han pasado de producir 15 quintales por manzana, a producir casi 3, con lo que no obtienen ni los costos de producción. Mal hace un capitalista invirtiendo donde no se obtienen ganancias, ahora el Estado debe salir a su rescate, es de suponer que sus lacayos de ARENA no se opondrán a este tipo de préstamos con la ferocidad que lo hacen actualmente; y este préstamo de ser aprobado irá orientado a mantener los privilegios ociosos de los terratenientes.
Los señores del café saben que muchas de sus ganancias las han invertido en otros sectores como el de comercio y servicios, y no están dispuestos en lo mínimo a pagar la factura de las fincas que ellos mismos han descuidado por años. El FMLN debería firmemente rechazar este tipo de pretensiones y comenzar a nacionalizar estas tierras que los grandes cafetaleros han hipotecado con los bancos de los cuales ellos mismos son los dueños. La actual dirección sabe muy bien la historia del desarrollo del café en el país, y que sus poseedores nunca han jugado un papel progresista y no han ayudado a las masas a salir de la pobreza, todo lo contrario.
[1] Autores Varios. (2011). El Salvador, Historia Mínima. El Salvador: Editorial Universitaria.
[2] http://www.elsalvador.com/noticias/negocios/185676/el-sector-cafetalero-enfrenta-la-peor-crisis-de-la-decada