“Antes de llegar Lenin, los camaradas erraban todos ciegos, por las tinieblas, no había más fórmulas que las de 1905; veíamos que el pueblo obraba por su propia cuenta. Nos limitábamos a preparar la Asamblea Constituyente por el procedimiento parlamentario y no creíamos posible ir más allá” (Ludmila Stal, 1917).
Corría el mes de abril en Rusia, y el gobierno provisional había sido instalado después de que el Zar abdicara ante la revolución iniciada por las mujeres desde febrero de 1917. Muchos revolucionarios vivían en el exilio o guardaban prisión en Siberia, sobre todo los principales dirigentes del movimiento obrero. Las masas de obreros y campesinos, siguiendo la línea política de los mencheviques, confiaban en que el gobierno provisional debía hacer alianza con la burguesía liberal para completar las tareas de la revolución democrático-burguesa, y con ello poder desarrollar el capitalismo en Rusia. De esta forma se esperaba propiciar el avance de un proletariado fuerte que lucharía por la construcción del socialismo mucho tiempo después.
A primera vista parecía un argumento válido, de hecho, el mismo Marx argumentaba que el socialismo se llevaría a cabo primeramente en los países capitalistas más industrializados, como Inglaterra, Francia y Alemania. Sin embargo, la realidad fue diferente, y la cadena imperialista se rompió en su eslabón más débil, la atrasada Rusia. Solo revolucionarios a la altura de Lenin y Trotsky tenían la capacidad de ver más allá del reformismo parlamentario, al que se conducía la clase obrera rusa de la mano de los mencheviques y social-revolucionarios. Es por ello que al regresar de su exilio en Zurich, Lenin inicia una lucha teórica acérrima contra todos aquellos que tenían sus esperanzas en el gobierno provisional.
El documento que pasaría a la historia como Las Tesis de Abril, fue presentado por Lenin a título personal ante el partido, en las que exponía las tareas principales del proletariado y su papel en la revolución que se aproximaba. Dicho documento le dio un giro trascendental al pensamiento político de la clase obrera rusa, lo que condujo a los acontecimientos del histórico Octubre de 1917, en el que nace el Estado de los soviets, demostrando al mundo entero que se puede administrar la economía y el gobierno por parte de la clase obrera, sin necesidad de burgueses, terratenientes y banqueros.
El programa contenido en las Tesis puede resumirse en los siguientes puntos:
- La guerra es imperialista, de rapiña. Es imposible acabar con ella, con una paz democrática, sin derrocar el capital.
- La tarea de la revolución es ahora poner el poder en manos del proletariado y los campesinos pobres. Ningún apoyo al gobierno burgués. No a la república parlamentaria. Volver a ella desde los sóviets es un paso atrás.
- Los bolcheviques están en minoría. Deben por tanto desarrollar una paciente labor de esclarecimiento y propaganda.
- Nacionalización de todas las tierras del país y su puesta en manos de los sóviets locales de braceros y campesinos. Nacionalización de la banca bajo control obrero.
- Celebrar inmediatamente un congreso del Partido. Construir una Internacional revolucionaria, rompiendo con la II Internacional.
Para los marxistas el estudio de la teoría es fundamental; solo la claridad en las ideas puede conducir a los partidos representantes del proletariado hacia la toma del poder. Hoy en día aún predomina la idea de las “dos etapas” en muchos partidos de izquierda, quienes proponen –al igual que los mencheviques– generar un clima de inversión favorable al capital nacional y extranjero, para desarrollar las fuerzas productivas, y solo después de esto iniciar la revolución socialista. No obstante, la historia nos ha demostrado que actualmente la burguesía no juega un papel revolucionario en la sociedad, y ha sido incapaz de realizar las tareas de la revolución democrática, a saber: la independencia nacional, la abolición de la propiedad terrateniente, el reparto agrario, el desarrollo económico de la nación, entre otras.
Son un hecho conocido, los múltiples lazos que unen a la burguesía con las oligarquías terratenientes, lo que imposibilita la reforma agraria en muchos países de América Latina, por otra parte se sabe de su condición de sumisión y lealtad al imperialismo, condicionándola a una dependencia económica a través de la deuda. En este sentido, solo la clase trabajadora con las clases oprimidas pueden –y deben– ponerse a la vanguardia del proceso revolucionario por la emancipación de la opresión capitalista. Y nuestra arma más poderosa debe ser la teoría del socialismo científico, que nos brindará la claridad necesaria para la acción.
Que viva Lenín