México es parte del corredor migratorio más transitado en el planeta, al compartir frontera con los Estados Unidos de América, principal país receptor de personas migrantes. En este sentido México no solo es país de origen para las personas en situación de movilidad, sino también de tránsito, destino y/o de retorno de las personas provenientes del triángulo norte centroamericano. La CEPAL y la FAO identifican al menos tres causas principales por las que las personas centroamericanas han sido obligadas a salir de su país de origen: la pobreza, la inseguridad y violencia y el cambio climático. Es decir que la población en situación de movilidad está conformada por trabajadoras y trabajadores centroamericanos y sus familias, así como de personas con necesidad de protección internacional, que buscan ingresar a los Estados Unidos sin contar con los documentos legales requeridos, colocándolos ante el Estado como personas en situación de ilegalidad, lo cual parece ser asumido de manera automática como situación de vulnerabilidad.
De acuerdo con la CNDH, dentro de los principales derechos vulnerados por las autoridades hacia las personas migrantes se encuentran el derecho a la protección de la salud (omitir proporcionar atención médica) a la cual se le suman el derecho al trato digno, el derecho a la integridad y seguridad personal, el derecho a la igualdad y el derecho a la libertad por las detenciones arbitrarias. Estos en un contexto habitual, sin embargo, como hemos visto la pandemia del COVID-19, ha puesto en jaque al sistema capitalista, y golpeado en consecuencia a las personas en situación de vulnerabilidad, entre ellas la población migrante.
Ahora, si a esto le sumamos los discursos con matices fascistas que Estados Unidos y su gobierno se han encargado de difundir. Nos encontramos con una población no solo en situación de vulnerabilidad social-económica, sino también víctima de la discriminación producto de la idea/temor acerca de que las personas migrantes se apropiaran de los trabajos o pertenencias de la población local, específicamente de la clase obrera, por lo tanto, son personas de las que debemos protegernos y/o expulsar de manera inmediata.
Estas condiciones, colocan a las personas en situación de movilidad como grupo de riesgo ante la Pandemia del COVID-19, por dos razones que menciona el directivo de FM4 Paso Libre, Organización dedicada a la atención y albergue de personas migrantes, el cual comenta que los migrantes siguen su ruta hacia el norte, pues, en primer término, no existen las condiciones de permanecer en los albergues los cuales tuvieron que limitar su servicio a personas que ya se encontraran dentro para evitar contagios y, en segundo lugar, tampoco pueden retornar a su país de origen debido a que las fronteras están cerradas, por lo que deben continuar su ruta o “la otra opción es pedir su repatriación ante el gobierno”.
Esto nos lleva a reflexionar y deslumbrar el papel de la burguesía para implantar una división entre clases oprimidas mediante el aplastamiento de las organizaciones obreras como menciona León Trotsky; la esencia del régimen fascista busca reducir al proletariado a un estado de apatía completa y crear una red de instituciones que penetren profundamente en las masas, para obstaculizar toda cristalización independiente del proletariado. Ante esto es necesario encontrar en las personas migrantes un igual, en el reconocimiento de que son obreras y obreros en distinto suelo, quienes en este momento también son carne de cañón, al vivir en situación de “ilegalidad” se les está negando el acceso a servicios de salud, o apoyos alimenticios durante la cuarentena, aunado a la repatriación de migrantes por parte EEUU sin atención médica a sus países.
La pandemia ha puesto de manifiesto que el sistema capitalista tiene enormes fallas estructurales en donde no existe garantía de los derechos humanos, además si reconocemos que EEUU, el portador oficial de la cara del capitalismo, se ha encargado de realizar a lo largo de la historia intervenciones militares en Centroamérica bajo el discurso de salvar a muchos países, pero solo ha dejado a su paso de “salvación”; violencia, desigualdad, inseguridad y pobreza.
Por esto se hace necesario plantearse nuevas formas de organizarse, desde la clase oprimida, desde la clase obrera no migrante y migrante, sobre todo esta última que ahora es desechada para no brindarle servicios básicos para el acceso a la vida digna, pero que cuando sea necesaria será esclavizada en campos de cultivos, de manera ilegal y sin prestaciones para poder sacar adelante a los grandes países de primer mundo. Por ello es necesario recordar que nadie es ilegal, y que no tener documentos migratorios no tendría que volverte vulnerable o ausente de derechos, por eso para ello es necesario primero que las y los migrantes centroamericanos se reconozcan como sujetos de derechos, aunque no tengan documentos migratorios en regla, pues la mayoría no lo sabe y exigir como clase oprimida el acceso a los derechos laborales, a servicios de salud integrales y educación de calidad.
¡Nadie es ilegal!
¡Nuestra patria es el mundo entero!
¡Trabajadores del mundo unidos!
¡Todos somos migrantes!