Febrero, 2017
Hace cien años, la revolución rusa sacudió el orden mundial capitalista hasta sus cimientos. Aquí, por primera vez en la historia, los obreros rusos, dirigidos por Lenin y el partido bolchevique, tomaron el poder en sus propias manos. Las clases dominantes nunca han perdonado esto.
A pesar de todos los intentos de calumniar la revolución y sus logros, sin embargo, la clase dominante no puede ocultar el hecho de que el capitalismo hoy en día se encuentra en una profunda crisis. Todo lo que se daba por sentado hace unos años, desde el derecho a la educación gratuita, a la salud, al empleo, a las pensiones y a salarios dignos, ya no está garantizado por el sistema. La estabilidad relativa del pasado se ha ido, con guerras y guerras civiles que estallan en diferentes partes del mundo. La pobreza está creciendo en todas partes, mientras que la concentración de la riqueza en manos de unos pocos nunca ha sido mayor. El mundo está embarazado de revolución, y los políticos y comentaristas burgueses están llegando a darse cuenta de que su sistema está en riesgo.
No hay una solución a la crisis actual dentro de los confines limitados del sistema capitalista. Es el propio sistema, la «economía de mercado», la causa de la crisis. La única solución real duradera es arrancar de raíz el sistema de una vez por todas y sustituirlo por una economía planificada racional, una economía dirigida por y en interés de los trabajadores. Ese sistema se llama socialismo.
La única vez en la historia que la clase obrera logró tomar el poder en sus propias manos – aunque fuera por unos breves años – fue en la Revolución de Octubre de 1917. Esto fue posible porque a su cabeza se encontraba el Partido Bolchevique, un partido obrero marxista revolucionario laboriosamente construido por Lenin en las décadas anteriores. Ese partido mostró lo que hay que hacer para llevar a cabo con éxito una revolución obrera, la revolución socialista.
Esa es la razón por la que burguesía desde entonces ha acumulado una montaña de mentiras sobre ese acontecimiento histórico. Su tarea se vio facilitada por la degeneración estalinista de la Unión Soviética, algo que no fluía de la naturaleza del partido bolchevique, como ellos dicen, sino que se desarrolló como consecuencia del aislamiento de la revolución en un país muy atrasado. Ese aislamiento se debió a las derrotas de muchas revoluciones – desde la revolución alemana de 1918, la italiana, en 1920, la china en 1926, y muchas otras – que siguieron a la Revolución Rusa. Esas derrotas no estaban determinadas de antemano, no eran inevitables, sino que se debió a las traiciones y los errores de los líderes del movimiento obrero en cada uno de esos países.
Los burgueses no tienen interés en la verdad histórica. Su único interés es ocultar el verdadero significado de la revolución rusa a la generación actual de trabajadores y jóvenes que está luchando por encontrar una manera de salir del estancamiento actual. Las mentiras arrancan desde los propios acontecimientos de 1917, distorsionando lo que realmente sucedió, al presentar la revolución como un «golpe», hasta la falsa identificación del bolchevismo con el estalinismo, alegando que uno llevaba directamente al otro.
La Corriente Marxista Internacional está lanzando una campaña para conmemorar el 100 aniversario de la Revolución Rusa. Esto, sin embargo, no es sólo un recuerdo; es una tarea gigantesca responder a las mentiras y calumnias de la burguesía y traer al frente la verdad, porque la experiencia de la revolución rusa está llena de lecciones que no son de un interés histórico, sino que se pueden aplicar a la situación de hoy.
En 1917 no faltaban reformistas que aconsejaban a la clase obrera no tomar el poder, que no escucharan a los bolcheviques, sino que buscaran un acomodo con los elementos llamados «democráticos» o «progresistas» dentro de la clase capitalista. Ellos justificaban el sistema capitalista, igual que hoy en día los dirigentes socialdemócratas y sindicales se aferran a los faldones de la clase dominante. Tony Blair, François Hollande y todos los demás líderes de las organizaciones socialdemócratas, junto con los líderes de los antiguos partidos comunistas, incluyendo dirigentes como Tsipras en Grecia, son los verdaderos herederos de los reformistas de 1917. Se han pasado toda su carrera política argumentando que no puede haber un cambio revolucionario y que hay que luchar sólo por lo que es «alcanzable». La experiencia reciente de Grecia muestra que lo que es «posible» es la austeridad, austeridad y más austeridad.
Los bolcheviques en 1917 mostraron a los trabajadores del mundo que no hay otro camino. Un artículo reciente en The Economist abrió con la siguiente frase: «Las similitudes con el mundo que produjo la revolución rusa son demasiado cercanas para respirar con comodidad …» ¡Y de hecho lo son! Cada vez son más los comentaristas burgueses que advierten que a menos que se haga algo para aliviar el dolor causado por la crisis actual, entonces, la revolución será el resultado inevitable. Encuesta de opinión tras encuesta de opinión muestra que un sector creciente de la población, en un país tras otro, ve la revolución como la única salida.
Estaremos dedicando este año a traer de vuelta a la vida los acontecimientos de 1917, desde los primeros pasos iniciales de la clase obrera, pasando por todos los acontecimientos posteriores, la revolución de febrero, el gobierno provisional que siguió, todas las maniobras destinadas a frustrar la revolución y los gloriosos días finales de octubre, cuando la clase obrera llegó al poder.
Estaremos produciendo artículos, libros y videos; vamos a celebrar actividades en todo el mundo dedicadas a la memoria de la Revolución de Octubre y su relevancia en la actualidad. La batalla por la verdad de lo que ocurrió en 1917 no es un mero ejercicio puntilloso sobre un acontecimiento histórico. Es una batalla vital de hoy en día, por un lado, entre la burguesía y sus representantes en el movimiento obrero, los líderes reformistas, y por otro lado los trabajadores y la juventud que luchan por una alternativa a este sistema podrido.
Es tarea de los marxistas contar la verdad histórica y construir una fuerza hoy capaz de completar la tarea iniciada por los bolcheviques, la transformación socialista del mundo. Sólo entonces podremos ver el fin del desempleo, de la pobreza, de las guerras y de las guerras civiles. Sólo así podremos evitar los peligros a que se enfrenta la humanidad y el planeta en que vivimos, desde el cambio climático, a la intoxicación generalizada del medio ambiente en la búsqueda de las ganancias. Sólo de esta manera podremos defender los derechos de los trabajadores conseguidos en generaciones de lucha y que ahora están en peligro de ser destruidos.
Eso es lo que la CMI representa y, si estás de acuerdo, ¡únete a nosotros en la lucha por un mundo mejor, un mundo socialista!