La elección de Sagasti (Partido Morado) en una lista compuesta exclusivamente de congresistas que no votaron la vacancia (destitución) de Vizcarra es un intento desesperado para mantener la continuidad de las instituciones de la desacreditada democracia burguesa y de recomponer su legitimidad, después de un paréntesis desde el domingo por la tarde en que el país estaba sin gobierno y sin autoridades.
Sagasti es un político burgués, liberal, de centro derecha, de un partido relativamente nuevo y por lo tanto no directamente manchado por los escándalos de corrupción. La otra alternativa era poner directamente a una presidenta del Frente Amplio, algo que se intentó el domingo pero fracasó. El FA jugó un papel subalterno en la lista de Sagasti y se queda con la presidencia del congreso.
La clase dominante calcula que con estas medidas podrá apaciguar las masas en las calles y cerrar la crisis de régimen. Seguramente se harán algunas concesiones al movimiento (investigación y castigo de algunos cabezas de turco de la represión). El nuevo gobierno de Sagasti será presentado como un gobierno «técnico», «de transición» y provisional hasta las elecciones de 2021.
Las manifestaciones en las calles han continuado, exigiendo justicia para Inti y Jack, las dos víctimas mortales de la represión. Es imperativo que la CGTP mantenga la convocatoria a Paro Nacional para el miércoles 18. La lucha en las calles es la única manera de imponer una salida favorable a los trabajadores.
No hay que olvidar que ya en el 2000, fueron las masas, obreras, campesinas y populares, las que dieron el golpe definitivo al régimen de Fujimori en la extraordinaria Marcha de los 4 Suyos, pero el que se benefició políticamente fue Toledo. Es decir, hubo un recambio burgués.
Por ahora la desconfianza de las masas en el cierre por arriba se expresa en la exigencia de una segunda urna en las elecciones del 2021 para convocar a una asamblea constituyente que acabe con la constitución de Fujimori.
La movilización insurreccional de la última semana se llevó por delante el gobierno ilegítimo de Merino. El movimiento ha revelado la enorme fuerza de las masas en las calles, con la juventud a la cabeza. Los jóvenes que estuvieron al frente de la lucha son una generación (la del bicentenario) que no ha vivido los años 80 y 90 y no se asusta con el fantasma de la «subversión».
La frescura y espontaneidad del movimiento es su fortaleza, pero también su debilidad. Algunos avanzan la peligrosa idea de «ni derechas ni izquierdas» que siempre favorece a los capitalistas.
Hay que explicar, pacientemente, que la corrupción no es la causa de la crisis, sino solamente la manifestación superficial de la podredumbre del sistema capitalista peruano, atrasado, en crisis y bajo dominación imperialista. No se trata solamente de cambiar la Constitución.
Para conseguir trabajo, vivienda, salud, educación, defender la vida y tener una auténtica democracia es necesario poner en el centro la cuestión de quién gobierna, los parásitos de la CONFIEP y sus políticos corruptos o las masas de trabajadores y campesinos que son los que generan la riqueza.