Hace 100 años, los dirigentes ultraizquierdistas del Partido Comunista Alemán lanzaron prematuramente una ofensiva revolucionaria. Esto resultó ser un fiasco, destruyendo la autoridad del partido. La ‘Acción de marzo’ de 1921 contiene lecciones importantes para hoy.
El suceso conocido como la ‘Acción de Marzo’ de 1921 fue un capítulo trágico en el desarrollo de la revolución alemana entre 1918 y 1923.
Esta fue una derrota terrible e innecesaria nacida de una política aventurera seguida por el joven Partido Comunista Alemán. Fue un despilfarro estúpido y frívolo de valiosos recursos humanos, en un momento en que necesitaban ser aprovechados y educados para las tareas a las que se enfrentaba la clase obrera.
Como ocurre con todos los acontecimientos históricos importantes, tanto tragedias como victorias, la Acción de Marzo nos brinda lecciones vitales hoy.
Revolución y contrarrevolución
Alemania había salido de la Primera Guerra Mundial presa de la revolución. La Revolución Alemana de 1918 había puesto el poder en manos de la clase obrera alemana. Pero pronto fue traicionada por sus líderes socialdemócratas. Después de esto, Alemania fue convulsionada por la revolución y la contrarrevolución.
Tras la exitosa Revolución de Octubre en Rusia, la Revolución Alemana de 1918 sacudió el capitalismo europeo hasta sus cimientos. Estos acontecimientos revolucionarios en Alemania fueron considerados como el presagio de una posible revolución socialista en toda Europa. Como resultado, a nivel internacional, la burguesía y sus representantes políticos, incluidos Lloyd George, Clemenceau y Wilson, temblaban en sus botas.
El Estado obrero aislado en Rusia, bajo la dirección de Lenin y Trotsky, buscó la ayuda de los trabajadores de Occidente, especialmente de Alemania. Desafortunadamente, mientras que la Revolución Rusa de Octubre tuvo un partido marxista a la cabeza, la Revolución Alemana careció de esa dirección.
En 1919, se formó la Internacional Comunista (Comintern), con el objetivo de establecer partidos comunistas en todas partes con el fin de llevar a la clase obrera al poder.
En Alemania, a finales de 1918, se formó un pequeño Partido Comunista. Este fue dirigido por Rosa Luxemburgo y Karl Leibknecht. Atrapados tras el llamado Levantamiento Espartaquista en enero de 1919, estos dirigentes clave fueron trágicamente asesinados por los agentes de la contrarrevolución.
El joven Partido Comunista Alemán, debido a su inexperiencia, cometió una serie de errores graves y era propenso al ultraizquierdismo. En particular, adoptaron una actitud sectaria contra la participación en los sindicatos y boicotearon las elecciones a la Asamblea Nacional.
Además, el partido nació en un bautismo de fuego, cuando las fuerzas de la contrarrevolución arrasaron Alemania. Sin embargo, las brasas de la revolución aún estaban calientes y la clase obrera aún estaba intacta.
Ultraizquierdismo
Tras la muerte de Luxemburgo y Liebknecht, Paul Levi fue elegido líder del Partido Comunista. Levi intentó purgar el partido de su ultraizquierdismo.
En marzo de 1920, las fuerzas de la «ley y orden» intentaron establecer una dictadura militar en toda Alemania. Esto provocó una fuerte reacción de los trabajadores y se convocó una huelga general. Como resultado, el golpe de Estado de Kapp colapsó. Después de esto, la clase obrera tuvo más posibilidades de tomar el poder, pero los líderes sindicales actuaron para estabilizar la situación.
La revolución a veces necesita el látigo de la contrarrevolución, explicó Marx. Este fue ciertamente el caso en Alemania.
Aparte del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), había otro partido considerable que se había escindido del SPD llamado Socialdemócratas Independientes. Este partido se vio profundamente afectado por los acontecimientos del período y se movió en una dirección centrista, desde el reformismo hacia las ideas del comunismo.
En diciembre de 1920, este partido, que tenía alrededor de 800.000 miembros, votó para afiliarse a la Comintern. Se fusionó con el pequeño Partido Comunista Alemán para formar el «Partido Comunista Unido» (VKPD).
Con un seguimiento tan masivo, las perspectivas de una revolución alemana exitosa eran muy prometedoras, siempre que no cometieran demasiados errores.
Sin embargo, los líderes del VKPD eran muy inexpertos y aún susceptibles al ultraizquierdismo. Había ilusiones generalizadas de que la conquista del poder sería sencilla.
Este estado de ánimo fue alimentado por tres emisarios de la Comintern: Bela Kun, Pogany y Kleine, quienes fueron enviados a Alemania para ayudar en el trabajo. En Moscú, contaron con el apoyo de Zinoviev y Bujarin, que adoptaron la llamada «teoría de la ofensiva». Esta idea era que las acciones del Partido Comunista podrían «impulsar» a la clase trabajadora a una acción revolucionaria.
Dada la peligrosa situación a la que se enfrentaba el joven Estado soviético, esta teoría ganó apoyo en la dirección del Partido Comunista Alemán. Este fue especialmente el caso cuando Paul Levi renunció a la dirección, en protesta por la forma en que la Comintern había llevado a cabo una escisión en el Partido Socialista Italiano.
Aventura y fiasco
Se estaba desarrollando una situación crítica en Alemania, especialmente en Sajonia, donde había una guerra civil entre los mineros y los dueños de las minas. El gobernador provincial del SPD, Otto Horsing, ocupó provocadoramente la zona con la policía, con el objetivo de arrebatar a los trabajadores las armas tomadas durante el golpe de Kapp.
Los dirigentes del PC consideraron esto como una oportunidad para convocar una huelga general y organizar una ofensiva revolucionaria. El 18 de marzo de 1921, Rote Fahne, órgano del partido, hizo un llamamiento a la resistencia: “Cada obrero debe desafiar la ley y tomar las armas donde pueda encontrarlas”.
Pero no había nada preparado; simplemente se hizo un llamamiento a la acción. Dadas las circunstancias, esto fue una aventura completa que solo podría terminar en una terrible derrota.
“Esta situación general exigía con urgencia a la clase obrera alemana la ruptura de las cadenas que los unían al carro averiado de la burguesía”, afirmó la dirección del PC.
“Se requerían las luchas de clases más agudas, se requería que la clase trabajadora tomara la iniciativa revolucionaria… y agrupar sus fuerzas para una acción independiente, para confrontar con la contrarrevolución con un poderoso contraataque… Ya sea para aceptar pasivamente las decisiones de la contrarrevolución, o, actuando de una manera revolucionaria, tomar sus propias decisiones de forma independiente, y anticiparse a la contrarrevolución tomando la iniciativa: así se planteó la cuestión a la clase obrera alemana”.
(Ben Fowkes, The German Left and the Weimar Republic, pág. 91)
El partido ordenó el uso de «métodos artificiales», como hacer explotar la sede de una sociedad cooperativa de trabajadores en Halle y culpar a la policía. Anunciaron una huelga general en Sajonia y Hamburgo. Pero esto fue un fracaso total.
Max Holz, expulsado del PC, encabezó una banda de 2.500 personas en una campaña de saqueos, asaltos a bancos y de dinamitar ferrocarriles durante una semana.
A pesar del heroísmo mostrado por sectores de trabajadores, todo el episodio fue un fiasco, sin ningún plan ni dirección. Se esperaba que los trabajadores hiciesen caso a la convocatoria de huelga general en un abrir y cerrar de ojos. Como era de esperar, el movimiento colapsó. Y el 1 de abril, los dirigentes del PC se vieron obligados a suspender la acción.
Consecuencias y críticas
Las consecuencias fueron enormes. La Acción de Marzo socavó y aisló desastrosamente al Partido Comunista. Al final, más de 200.000 militantes, la mitad de sus miembros, se dieron de baja o abandonaron el partido. Si se continuaba con esa política, arruinaría por completo al partido de arriba abajo.
Paul Levi, que anteriormente había abandonado la dirección, ahora emitió una dura crítica de todo el asunto. Para él, la Acción de Marzo fue un desastre absoluto.
Si bien esto era ciertamente correcto, en lugar de abordar el asunto dentro del partido, emitió una crítica pública en un folleto llamado Unser Weg: wide den Putschismus (Nuestro camino: Contra el Putchismo). En este folleto denunció a la dirección del partido con el lenguaje más amargo. Describió la acción como “el mayor putch bakuninista de la historia hasta ahora”.
Levi escribió que esta política putchista iba en contra de la premisa leninista de la revolución proletaria, a saber: el desarrollo de la revolución a nivel nacional; escisiones en la clase dominante y quiebra del gobierno; y las vacilaciones de las clases medias.
La culpa de este follón, afirmó Levi, recayó en los emisarios de Moscú («gente de calidad mediocre») y la estupidez de los dirigentes alemanes.
Brandler, que había asumido la dirección, lo apoyó, y refiriéndose sin nombrarlo a uno de los emisarios de Moscú (Bela Kun) le reprochó “decir tonterías por las que merecía ser enviado a los sótanos de una clínica de salud mental para una cura de agua fría”. Otro dirigente, Eberlein, por su parte, “no tenía cabida en un partido comunista” como él creía “empujar a los trabajadores a la acción con dinamita o dando palizas”.
Por hacer públicas sus críticas, Levi fue expulsado del partido. Obviamente sabía que esto iba a suceder. Desafortunadamente, dejó que su ego se interpusiera en el camino de una crítica correcta.
Cuando Lenin se enteró de lo que estaba haciendo Levi, escribió: “¡Ahora el camarada Levi quiere escribir un folleto; es decir, profundizar la contradicción! ¿De qué sirve todo eso? Estoy convencido de que es un gran error”.
“¿Por qué no esperar?”, continuó Lenin. “El Congreso se abre aquí el 1 de junio. ¿Por qué no tener una discusión privada aquí, antes del Congreso? Sin polémicas públicas, sin abandonos, sin folletos de diferencias”.
Pero ya era demasiado tarde, Levi había publicado su folleto y había sido expulsado.
Lenin y Trotsky
Levi había perdido la cabeza, dijo Lenin. Pero en comparación con el resto, al menos tenía una cabeza que perder. Pensaba que Bela Kun era un tonto y, por implicación, todos los que lo apoyaban.
Los dirigentes alemanes, sin embargo, sacaron conclusiones opuestas de Levi. Para ellos, la acción fue un gran éxito. Aparentemente fue un avance tremendo.
“La ‘Acción de Marzo’ es el primer paso que ha dado el VKPD para llevar a la clase trabajadora alemana hacia la ofensiva revolucionaria”, explicó Thalheimer, otro dirigente.
La Acción de Marzo tuvo otras consecuencias, especialmente dentro de la Comintern. Los ultraizquierdistas en la dirección de la Comintern se apresuraron a apoyar a los izquierdistas alemanes. Zinoviev envió un telegrama: «La Internacional Comunista te dice: ¡Actuaste correctamente!»
Lenin se había distraído de los acontecimientos en Alemania por los acontecimientos en Rusia, incluida la introducción de la Nueva Política Económica y el levantamiento de Kronstadt. Mientras tanto, Zinoviev y Bujarin habían estado ocupados impulsando la ofensiva revolucionaria.
Lenin se dio cuenta plenamente del grave peligro que esto representaba y comenzó a preparar una contraofensiva contra la izquierda. Tuvo que andar con cuidado para aislar a unos y ganarse a otros. También quería darles algo de margen para que retrocedieran. Se acercó a Trotsky y luego a Kamenev en busca de apoyo, y formó un bloque contra Zinoviev y Bujarin.
Trotsky comentó más tarde en una carta sobre Paul Levi que «el Comité Central de nuestro propio partido, incluso antes de la apertura del (Tercer) Congreso, tuvo que corregir ciertas desviaciones izquierdistas en nuestro medio».
La desviación ultraizquierdista no solo estuvo presente en el partido alemán, sino también en Austria, Italia y otros sectores, en un grado u otro. La única forma de resolverlo era mediante un debate completo en un congreso internacional. Y ese congreso estaba programado para junio en Moscú, al que asistieron 600 delegados.
Fue en este congreso internacional donde Lenin y Trotsky se mostraron, según ellos mismos se describieron, como el «ala derecha» del congreso.
El principal informe político lo dio Trotsky, quien explicó que la primera fase del avance revolucionario entre 1917 y 1921 había llegado a su fin. Había ahora un período de relativa estabilidad, en el que los partidos comunistas debían prepararse para el siguiente período.
“La situación se ha vuelto más complicada, pero sigue siendo favorable desde un punto de vista revolucionario”, explicó Trotsky. La revolución mundial se había retrasado no unos meses, sino posiblemente unos años. Esto marcó el tono del debate sobre la Acción de Marzo.
El borrador de las tesis sobre la Acción de Marzo fue presentado por la delegación rusa. Obviamente, condujo a un acalorado debate. Los izquierdistas defendieron el enfoque alemán, diciendo que no había habido ningún daño para el partido y que, de hecho, había aumentado su prestigio.
Lenin tomó la palabra:
¡Camaradas!Si el Congreso no va a emprender una ofensiva vigorosa contra tales errores, contra tales estupideces ‘izquierdistas’, todo el movimiento está condenado… Los rusos ya estamos hartos y cansados de estas frases izquierdistas”.
Luego intervino Trotsky. Comenzó alabando la valentía del partido alemán. Sin embargo, dijo que no era el coraje sino la política de la Acción de Marzo lo que estaba en debate.
“Es nuestro deber decirles con claridad y precisión a los trabajadores alemanes que consideramos que esta filosofía de la ofensiva representa el mayor peligro”, comentó Trotsky. “Y en su aplicación práctica representa el mayor crimen político”.
El arte de la dirección
La tarea principal fue aprender la lección de este revés y prepararse para el futuro. Más que una teoría de la ofensiva, antes que nada se necesitaba ganarse a las masas.
En el Tercer Congreso Mundial, escribió Trotsky, les dijimos a los jóvenes comunistas:
“Camaradas, no solo deseamos una lucha heroica, deseamos ante todo la victoria. Durante los últimos años, hemos visto no pocas luchas heroicas en Europa, especialmente en Alemania. Hemos visto en Italia luchas revolucionarias a gran escala, una guerra civil con sus ineludibles sacrificios. Por supuesto, no toda lucha conduce a la victoria. Las derrotas son ineludibles. Pero estas derrotas no deben ser culpa de nuestro partido. Sin embargo, hemos visto muchas manifestaciones y métodos de lucha que no conducen ni pueden llevar a la victoria, porque son dictados una y otra vez por la impaciencia revolucionaria y no por la sagacidad política”. (The First Five Years of the Comintern, vol. 2, pág. 10)
Era hora de insistir en estas lecciones. La política del partido revolucionario no puede guiarse por la impaciencia y el intento de saltar por encima de la situación objetiva. Necesitaban actuar con sentido de la proporción y realismo revolucionario.
La fuerza de voluntad y la determinación son ingredientes vitales, pero no pueden separarse de una perspectiva y tácticas lúcidas. Sobre todo, se debe evitar el aventurerismo. No hay atajos para la revolución.
«Sólo un simplón reduciría toda la estrategia revolucionaria a una ofensiva», explicó Trotsky.
La idea de que siempre debe haber avances y nunca retrocesos es completamente errónea. De eso se trata el arte de la dirección. Imaginemos a un general en una guerra que solo conoce la orden de avanzar. El ejército terminaría hecho pedazos. Una mala dirección puede arruinar una situación, como hemos visto tantas veces. Como Trotsky explicó más tarde:
“En marzo de 1921, el Partido Comunista de Alemania hace una tentativa para utilizar el reflujo y derribar de un golpe el Estado burgués. El pensamiento que guiaba al Comité Central alemán era salvar la República de los soviets (todavía no había surgido la teoría del socialismo en un solo país). Pero para vencer no bastaban la resolución de la dirección y el descontento de las masas; eran necesarias otras condiciones, y, sobre todo, un estrecho contacto entre la dirección y las masas, así como la confianza de éstas hacia aquélla. Esta condición faltaba.
“El III Congreso de la Internacional Comunista, que es el jalón que marca la separación entre el segundo y el tercer periodo, estableció que los recursos políticos y de organización de los partidos comunistas eran insuficientes para conquistar el poder y determinó que había que marchar “hacia las masas”, es decir, hacia la conquista del poder por la conquista previa de las masas, basándose en su lucha y en su vida cotidianas.”. (The Third International After Lenin, p. 87-88)
Frente Único
El alejamiento del putchismo y el trabajo de masas era vital. La revolución socialista no puede conseguir la victoria sin antes que nada ganar a las masas. Esto implicaba la táctica del Frente Único, que se resume en la consigna: «¡Marchar por separado, pero atacar juntos!»
Esto implicaba un trabajo paciente en los sindicatos y la participación en las luchas cotidianas de la clase obrera. La tarea de una dirección revolucionaria era convencer a las masas de la clase obrera de la necesidad de una política revolucionaria como la única solución a sus problemas.
Esto solo podría hacerse mostrándoles a los trabajadores en la práctica que la dirección reformista no está dispuesta a luchar contra el capitalismo hasta el final. Eso no puede hacerse simplemente denunciando a la dirección socialdemócrata como traidora, lo que solo alejaría a las bases socialistas.
Los ojos de los trabajadores pueden abrirse mejor con la táctica del Frente Único: presentando un programa que sea aceptable para los trabajadores reformistas. Estos trabajadores luego ejercerían presión sobre sus dirigentes para que aceptaran una lucha sobre el programa acordado. Si la dirección reformista aceptaba, entonces se libraría una lucha en la que se demostraría en la práctica la superioridad de las ideas revolucionarias; si se negaba, quedaría desacreditada.
El Frente Único no significaba abandonar tu organización o programa. No significaba la imposibilidad de criticar a los aliados. No significaba que los comunistas debían disolverse. Conservarían su independencia. Pero significaría una lucha común por ciertos objetivos. Sería unidad en la acción.
Tras el Tercer Congreso, esta política de Frente Único fue asumida enérgicamente por el partido alemán, lo que le permitió hacer grandes avances. Las tácticas se explicaron de la siguiente manera:
“La lucha por el poder de la clase obrera solo puede llevarse a cabo victoriosamente como una lucha de masas, una lucha de la mayoría de la clase obrera contra el dominio de la minoría capitalista. La conquista de la mayoría del proletariado para la lucha por el comunismo es la tarea más importante del Partido Comunista.
“El mayor obstáculo para el desarrollo del frente único es la influencia de los dirigentes reformistas de la socialdemocracia… A través de su política de paz civil con la burguesía (coaliciones, Arbeitsgemeinschaft con los patrones, unidad nacional), unen a grandes sectores del proletariado a la política capitalista y evitan cualquier lucha seria. Por lo tanto, la lucha por el frente único es hoy en día en gran medida una lucha por separar a las masas de las tácticas y la dirección reformistas…
“En el curso de la resistencia conjunta de los trabajadores a la ofensiva del capital, la táctica de los comunistas resultará superior a la de los reformistas… La táctica del frente único no es una maniobra para desenmascarar a los reformistas. Más bien al revés: desenmascarar a los reformistas es el medio para construir un frente de lucha firmemente unido del proletariado…
En toda situación grave, el Partido Comunista debe dirigirse tanto a las masas como a los dirigentes de todas las organizaciones proletarias con la invitación a emprender una lucha común por la construcción del frente único proletario”. (Fowkes, p. 123)
Escuela revolucionaria
Todo este período de 1917 a 1921 en Alemania se caracterizó por la revolución y la contrarrevolución. Mientras tanto, las masas aprendieron de estas experiencias titánicas.
En el primer brote de la revolución, las pequeñas fuerzas revolucionarias demostraron ser demasiado inexpertas para aprovechar oportunidades tan favorables. La Comintern era una escuela para educar a los partidos comunistas para las tareas revolucionarias que tenían por delante. Estas experiencias sirvieron para enriquecer a la vanguardia revolucionaria.
Hoy, el mundo se enfrenta una vez más a una profunda crisis del sistema capitalista. Los sucesos de 1921 nos brindan lecciones importantes hoy en día, al igual que el período 1917-1923 en general.
Los acontecimientos revolucionarios están en el horizonte en todas partes en el próximo período. La tarea clave sigue siendo la construcción de una dirección que sepa actuar cuando llegue el momento.