Por Comité De Redacción De Der Funke
Los resultados de las vigésimas elecciones federales alemanas, celebradas el 26 de septiembre, muestran un proceso continuo de polarización en Alemania. La opinión pública nunca ha sido tan volátil, los votantes nunca han estado tan indecisos y el parlamento nunca ha estado tan fragmentado. El sistema político democrático-burgués de Alemania está en crisis, pero en estas elecciones no se ha encontrado ninguna alternativa de clase.
Los principales perdedores de estas elecciones son los demócrata-cristianos conservadores (CDU/CSU) y su candidato a canciller, Armin Laschet. La CDU obtuvo su peor resultado en unas elecciones federales. Acabó con sólo el 18,9% de los votos. Con un 5,2%, la CSU apenas superó la barrera del 5%. La CDU/CSU obtuvo el 24,1% de los votos, lo que supone una caída de 8,9 puntos.
La socialdemocracia (SPD) pudo aumentar su cuota en un 5,2% en comparación con las elecciones anteriores, pero, no obstante, fue su tercer peor resultado en unas elecciones federales. El SPD puede volver a nombrar un canciller después de cuatro períodos legislativos. Los Verdes, de tendencia liberal, también obtuvieron un fuerte avance, aunque no se acercaron a su máximo provisional del 28% en los sondeos de opinión. Con un 14,8% (+5,8%) de los votos, se han convertido en la tercera fuerza. El Partido Liberal Democrático (FDP) también ha salido ligeramente fortalecido de las elecciones, con un 11,5%.
Además de la CDU, perdieron votos sobre todo la racista Alternativa Por Alemania (AfD) y el partido de izquierdas DIE LINKE. La AfD alcanzó el 10,3% (-2,3%), pero pudo estabilizar su base de votantes. DIE LINKE, por su parte, no alcanzó el 5% de votos, con un 4,9%. Ha reducido casi a la mitad su resultado electoral en comparación con las últimas elecciones generales. Sólo pudo volver a entrar en el Bundestag (parlamento) como grupo parlamentario gracias a la obtención de tres mandatos directos.
El 8,7% votó a otros partidos que no entraron en el Bundestag. Con un 76,6%, la participación de los votantes fue la misma que en las últimas elecciones. Casi 15 millones de personas con derecho a voto no votaron. Los no votantes son, pues, el mayor «partido». Además, hay 9,5 millones de personas en edad de votar con ciudadanía extranjera o apátridas en Alemania que no pudieron votar.
Una victoria inestable para el SPD
Esta campaña electoral fue más apolítica que nunca. Sin embargo, no faltaron temas que debían discutirse, como el cambio climático, sobre todo después de las desastrosas inundaciones de julio, la pandemia de Covid-19, la crisis económica, etc. La atención se centró, en cambio, en un concurso de personalidades entre los partidos, ya que ninguno de ellos podía ofrecer a la población una solución real. Sus programas sólo se diferencian ligeramente entre sí. Por tanto, los índices de aprobación personal de los candidatos a canciller fueron decisivos para los resultados de sus partidos.
Durante mucho tiempo, pareció que estas elecciones se resolverían en una carrera entre los Verdes y la CDU/CSU, con varias facciones del capital lanzando su apoyo a estos partidos. Se produjo una sucia batalla mediática por el primer puesto. Por ejemplo, se discutió en los medios de comunicación sobre temas tan poco importantes como los errores en los currículums de los candidatos; un libro de la principal candidata de los Verdes, Annalena Baerbock; y la forma en que Laschet se reía mientras el Presidente Federal Steinmeier del SPD daba un discurso tras las desastrosas inundaciones de julio. Pero los estrategas burgueses sobreestimaron, obviamente, la estabilidad del apoyo a los Verdes y a la CDU/CSU. Esta campaña mediática se encontró con el resentimiento y la desconfianza generalizada de la población hacia los partidos y los políticos, alimentada por años de falsas promesas. Laschet y Baerbock acabaron quemados por los medios de comunicación.
Al mismo tiempo, el candidato a canciller, Olaf Scholz (SPD), pudo ganar en popularidad, fortaleciendo así al SPD. Se benefició del hecho de no ser uno de los otros dos candidatos y de que, tras cuatro legislaturas con la CDU al frente, el ánimo general era evitar otro gobierno dirigido por la CDU. Scholz era el mal menor con más posibilidades de ganar.
Sin embargo, el repunte del SPD en las elecciones no significa una reversión de la crisis en la que está sumido desde hace décadas. Scholz no ganó por el programa del SPD. No ha habido un movimiento hacia el SPD en forma de aumento de la afiliación. No hubo un ambiente de entusiasmo como el que hubo, por ejemplo, en la campaña de 2017 de Martin Schulz (SPD), cuando los temas sociales ocuparon el centro de la escena. El SPD solo disfrutará de un breve respiro en su actual crisis.
¿Quién se llevará la mayor parte del pastel?
Probablemente se avecina una prolongada fase de formación de gobierno. Los dos partidos liberales, los Verdes y el FDP, quieren «prenegociar» después de que su desacuerdo en 2017 les impidiera tener un trozo del pastel gubernamental. Los partidos exponen ahora sus posturas básicas para las negociaciones sobre los puestos ministeriales. Scholz apuesta por una «coalición semáforo» (debido a los colores de los partidos SPD, FDP y Verdes). Como ganador de las elecciones, el SPD tiene formalmente derecho a ocupar la cancillería. Pero tampoco se puede descartar en teoría una coalición de los Verdes y el FDP con la CDU/CSU. Los Verdes y el FDP, por tanto, tienen una fuerte posición negociadora.
Por su parte, la CDU/CSU no descarta la posibilidad de liderar un gobierno. Está coqueteando con una llamada «coalición Jamaica» (CDU/CSU-FDP-Verdes). De hecho, un gobierno liderado por la CDU es muy poco probable. Otra legislatura en la que introduzca medidas impopulares sumiría a la CDU/CSU en una crisis mucho más profunda. Desde el punto de vista del capital, sería mejor que el partido tuviera tiempo para «recuperarse» en la oposición.
Además, una «coalición Jamaica» no conseguiría dar la impresión de que el progreso social está a la orden del día. Haría más difícil tanto para los partidos implicados como para la clase capitalista asegurar el apoyo social que necesitan para las próximas medidas a favor de la clase dominante. Una coalición de este tipo sería extremadamente impopular y poco fiable para los trabajadores y la juventud desde el primer día.
Con toda probabilidad, veremos un nuevo gobierno formado por una «coalición semáforo», compuesta por el SPD, los Verdes y el FDP. Ante la opinión pública, se venderá como un bloque «social-ecológico-liberal» que pretende abordar los problemas sociales urgentes. En realidad, este gobierno recurrirá a medidas impopulares, como hizo el gobierno rojiverde a principios de la década de 2000.
Sin embargo, para empezar, a esta coalición le resultará más fácil mantener la ilusión de que será un gobierno que se encargará de la protección del clima, la reforma social y el progreso tecnológico. Un gobierno en el que la mayoría de la población se haga ilusiones es precisamente lo que necesita la clase dominante, por lo que los representantes de la burguesía alemana, como el jefe de la empresa textil Trigema, Wolfgang Grupp, quieren dar al SPD el liderazgo y asumir que actuará «responsablemente», es decir, en interés de la burguesía. La inclusión del FDP, en particular, como el partido que representa más directamente los intereses del capital, garantizaría que las mejoras sustanciales de las condiciones de vida de la clase trabajadora se eliminarán del programa de dicha «coalición semáforo».
Crisis en todos los partidos
Mientras tanto, en la CDU/CSU, el conflicto que ya había alcanzado un punto álgido en la lucha de poder entre Laschet (CDU) y Söder (CSU) por la candidatura a canciller hace unos meses, vuelve a cobrar velocidad. Surgen varios rumores. Por ejemplo, se ha planteado la idea de que Söder lidere las negociaciones de la coalición y busque ser canciller. De nuevo, el primer ministro de Sajonia, Kretschmer (CDU), se ha pronunciado en contra de cualquier pretensión de la CDU de llegar al gobierno. Norbert Röttgen (CDU), por su parte, ha aludido a la idea de renovar el staff del partido. ¿Cuánto tiempo podrá aguantar Laschet como líder federal de la CDU? El tiempo que tarde en estallar la latente lucha por el poder dependerá de lo que se prolonguen estas negociaciones de coalición y de lo realista que sea en primer lugar una coalición en la que participe la CDU. En cualquier caso, se avecina una profundización de la crisis de la CDU.
La AfD ha sido capaz de consolidarse en general y de reunir en torno a sí a una base de votantes que aprueban la dirección demagógica y racista del partido. En Turingia, Sajonia y Sajonia-Anhalt, ganó un total de 16 mandatos directos. Pero la AfD también ha sufrido pérdidas y esto está intensificando el conflicto entre sus diferentes alas. El conflicto sobre el rumbo del partido continuará y lo debilitará. Jörg Meuthen ya ha expresado sus críticas al rumbo del partido en una rueda de prensa con el dúo de candidatos principales, Alice Weidel y Tino Chrupalla. Además, el resultado de la AfD demuestra que no tiene nada que ofrecer, salvo demagogia y racismo, por lo que actualmente no puede lograr un éxito comparable al del FPÖ en Austria o al de la Agrupación Nacional [el antiguo Frente Nacional, NdT] en Francia.
Sobre todo, el FDP y los Verdes consiguieron ganar entre los jóvenes y los nuevos votantes. Para una gran parte de los jóvenes, la crisis climática es un tema electoralmente crítico. Muchos todavía tienen esperanzas e ilusiones en los Verdes. Pero los Verdes no podrán detener la crisis climática con su programa. El FDP, en cambio, con su enfoque en la «libertad», la «digitalización» y la «innovación», ha podido ganar puntos con muchos jóvenes y nuevos votantes. La pandemia de Covid-19 ha puesto de manifiesto los problemas que existen, por ejemplo, en las escuelas y universidades. El FDP no podrá modificar esto, porque apuesta por las exenciones fiscales para los ricos, al tiempo que defiende la reducción de la deuda del Estado. No contribuirá a las inversiones en la escala necesaria en la educación o en otros lugares. Las ilusiones de los jóvenes en estos dos partidos no durarán mucho. Y a medida que estas ilusiones se hagan añicos, también lo hará el éxito electoral de estos partidos.
¿El centro se fortalece?
El Parlamento está aún más fragmentado que después de las últimas elecciones. Si observamos la migración de los votantes entre los partidos, la base social de la CDU/CSU y del SPD está disminuyendo. Una gran parte del voto del SPD se compone de votantes que se pasan de otros partidos. La CDU/CSU, por su parte, sigue teniendo una parte algo mayor de votantes de base, mientras que ha perdido en gran medida frente a otros partidos. Además, ambos partidos tienen un electorado envejecido, lo que socava aún más su base social.
Hasta la década de 1990, la CDU/CSU y el SPD eran capaces de reunir más del 80% de los votos. Las coaliciones se formaban principalmente con el FDP por uno u otro partido. No fue hasta las elecciones federales de 1998 cuando se formó una coalición entre el SPD y los Verdes. El proceso de fragmentación del llamado «centro» político comenzó realmente en Alemania en la década de 2000.
La creciente migración de los votantes demuestra que la sociedad se está politizando y que la CDU/CSU y el SPD ya no son los únicos puntos de referencia para quienes buscan respuestas a los problemas sociales. Los partidos que actualmente están ganando terreno -los Verdes y el FDP- no aportarán respuestas a la crisis del capitalismo, por lo que encontrarán enormes problemas para construir una base social fuerte.
Puede que los llamados «márgenes» hayan perdido estas elecciones, pero el centro no se ha visto reforzado. Tanto la derechista AfD como el partido de izquierdas DIE LINKE no han podido demostrar que son alternativas al statu quo. El centro, sin embargo, se está desintegrando. Mientras que el SPD y la CDU/CSU están en declive, el FDP y los Verdes son sólo estaciones intermedias en el proceso de politización y polarización.
¿Por qué esta tendencia?
La base de la crisis del sistema político es la crisis mundial general del capitalismo y sus consecuencias sociales. Esta crisis comenzó en los años ‘70 y ha ido avanzando lentamente. A partir de los años ‘70, en Alemania el desempleo comenzó a crecer y alcanzó el 11% en 2005, la tasa de desempleo más alta de la historia. Al mismo tiempo, la inversión disminuyó en proporción al producto interior bruto. La clase capitalista de Alemania y su aparato estatal se empeñan en una política de recortes para proteger sus intereses, sofocar la crisis de sobreproducción y aumentar sus beneficios.
Un punto de inflexión decisivo fue la llamada «Agenda 2010» y otras contrarreformas a principios de la década de 2000, que se impulsaron bajo el gobierno rojiverde dirigido entonces por Gerhard Schröder (SPD). Estos ataques tuvieron consecuencias drásticas para las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera y, sobre todo, aumentaron la explotación.
Como resultado, el sector de los salarios bajos creció, afectando a un consistente 24% de los empleados registrados desde 2011. El empleo atípico ha aumentado: Más de 8 millones de trabajadores trabajan a tiempo parcial. Otros 7 millones tienen un empleo marginal. El trabajo temporal, el falso autoempleo, los contratos de cero horas y el empleo a plazo fijo han aumentado enormemente. Más del 60% de los empleados menores de 35 años están contratados a plazo fijo.
La expansión de este empleo atípico ha reducido el desempleo –se registró un récord de empleo de 45 millones en 2019– pero al mismo tiempo la proporción de los salarios se mantuvo en el mismo nivel que en 2000. Esto significa que los salarios como parte del PIB no fueron mayores en 2019 que a principios del milenio, a pesar de un aumento significativo en el número de personas empleadas. La explotación ha aumentado drásticamente.
La consecuencia es el aumento de la desigualdad. En Alemania, la desigualdad, medida por el coeficiente de Gini, ha crecido un 19,3% entre 2010 y 2019, y según el VI Informe de Pobreza y Riqueza del gobierno, ya se sitúa en el 0,81 [en la escala Gini, 0 representa la desigualdad absoluta y 5 igualdad absoluta, NdT]. Alemania es, por tanto, uno de los países más desiguales del mundo.
Esta polarización de clase entre la clase trabajadora –que cada vez tiene menos aunque trabaje y produzca más– y la clase capitalista– que cada vez es más rica porque la explotación aumenta enormemente– es la base de la inestabilidad social y política que finalmente ha llegado a Alemania. La polarización de clase también lleva a la polarización política, ya que la gente empieza a cuestionar el orden existente y a buscar una solución a sus problemas personales y sociales.
El fin de la era Merkel
Ha habido muchas crisis desde la década de 2000, aunque la era Merkel, que comenzó con su ascenso a la cancillería en 2005, suele presentarse como un período de estabilidad. Las mayores crisis fueron la financiera, la del euro, la de los refugiados y la pandemia del virus Covid-19. Sólo pudo soportarlas gracias a que fue muy ágil a la hora de adaptar sus posturas sobre diversos temas según las circunstancias, y sobre todo para ajustarse a los intereses y necesidades de los capitalistas.
En la crisis del euro, el gobierno alemán tuvo especial interés en dar un ejemplo con Grecia para consolidar el dominio político de Alemania y mantener la UE unida. En la crisis de los refugiados, adoptó de repente un tono humanista y se pronunció a favor del rescate de algunos de ellos. Esto era necesario debido, en primer lugar, a la solidaridad que la gran mayoría de la población sentía por los refugiados, pero una afluencia de refugiados también era considerada muy conveniente por los capitalistas como potenciales depresores salariales en una época de relativa bonanza. Hasta ese momento, Merkel había adoptado la postura de que la «sociedad multicultural había fracasado», que los musulmanes no estaban dispuestos a integrarse y en la integración obligatoria en la «cultura alemana» para los inmigrantes. Tras la resolución temporal de la crisis de los refugiados, volvió a aplicar una política xenófoba.
Con las grandes convulsiones que se avecinan en la política internacional: con el conflicto económico entre EE.UU., China y la UE; la competencia por la digitalización industrial; las crecientes tensiones en la UE; la crisis climática, así como las consecuencias económicas de las políticas pandémicas, el próximo gobierno federal se encontrará con muchos menos pilares estables sobre los que apoyarse. Destruirá cualquier ilusión que exista en él, y las masas se quedarán con la amarga sensación de que todos los partidos son tan malos como los demás. Esto sólo agravará la crisis de todos los partidos y de todo el sistema político.
Mientras no haya una ruptura con el capitalismo, el curso de los acontecimientos estará determinado por la crisis del capitalismo y los intereses de la clase dominante. Los ataques a la clase obrera y a la juventud aumentarán. Las políticas aplicadas por el gobierno saliente durante la pandemia no han hecho más que reforzar este desarrollo. La mayor parte del dinero distribuido por los bancos centrales y el gobierno fue a parar a las grandes empresas para salvar sus beneficios. Estas medidas han supuesto hasta ahora el 39% del PIB. La clase trabajadora tendrá que pagar por ello en algún momento, por no hablar del coste de la crisis climática.
La crisis de los sindicatos
Estos problemas sólo pueden resolverse derribando el capitalismo. Pero las organizaciones de masas del movimiento obrero no están interesadas en ello. Las direcciones de los grandes sindicatos –Deutscher Gewerkschaftsbund (DGB)– han ayudado a gestionar la crisis en las últimas décadas. Apenas hay huelgas en Alemania. Apenas se resisten los recortes de empleo, los cierres de fábricas, la evasión de la negociación colectiva y otros ataques de la clase capitalista y los gobiernos.
Durante la pandemia de Covid-19, esta debilidad de los sindicatos se hizo especialmente evidente. Los dirigentes sindicales apenas expresaron una crítica perceptible a las medidas del gobierno y no presentaron ninguna alternativa en interés de la clase obrera que pudiera haber superado las divisiones entre los trabajadores. En la campaña electoral, no declararon su lealtad a ningún partido, ni explicaron cómo llevaría a cabo las demandas que hacían al gobierno entrante.
Por lo tanto, los sindicatos de la DGB también tienen su parte de responsabilidad en este resultado electoral. Sin una perspectiva y sin una dirección de la lucha de clases por parte de los sindicatos, la polarización de la sociedad se ha desarrollado principalmente en los límites de los partidos burgueses del llamado «centro».
Dura derrota para DIE LINKE
DIE LINKE («LA IZQUIERDA») desempeñó un papel similar y, por tanto, se llevó un resultado desastroso. La copresidenta de DIE LINKE, Susanne Hennig-Wellsow, comentó que los resultados del partido eran consecuencia de sus errores pasados. Sin duda, podemos estar de acuerdo con esta valoración. El hecho de que la Sra. Hennig-Wellsow esté al frente del partido es en sí mismo una expresión de los errores del partido. Con ella al frente, el curso de colaboración de clases de DIE LINKE se aceleró claramente.
La derrota del DIE LINKE es el resultado del grave debilitamiento de sus raíces en el movimiento obrero y especialmente en los sindicatos. Esto fue acompañado por el coqueteo constante del partido con el SPD y los Verdes, y el consiguiente giro a la derecha del programa del partido. Esto se ilustra con especial crudeza en el «programa inmediato» de los dos principales candidatos, Dietmar Bartsch y Janine Wissler. El programa depuraba cualquier rasgo que distinguiera a DIE LINKE de antemano, con la esperanza de formar parte de una coalición rojo-rojo-verde (SPD-LINKE-Verdes). La renuncia del partido a cualquier programa de reformas sociales reales en interés de la clase obrera en el transcurso de esta campaña electoral fue el factor decisivo para asegurar tal derrota de DIE LINKE.
La cuestión es ahora: ¿cómo se discutirá y evaluará esta derrota electoral a nivel de las bases? La crisis del DIE LINKE llegará a su punto álgido después de esta debacle electoral, y por el momento no existe ninguna facción de la oposición en el partido capaz de asumir la lucha por un auténtico programa socialista. La base del partido está en gran parte inactiva y carece de perspectiva. En la dirección y en el aparato del partido sólo existen corrientes reformistas, de diversos matices, y todas ellas son responsables del resultado electoral y de la trayectoria general del partido. Un partido de izquierdas que se abstenga de presentarse como una alternativa seria y radical, y que se alinee programáticamente con el partido socialdemócrata más grande, es superfluo y necesariamente poco convincente.
Lo que se necesita es un programa socialista: una orientación firme hacia la clase obrera y sus luchas, y la construcción de estructuras reales en los centros de trabajo, los sindicatos y los barrios. En resumen, lo que se necesita es un partido que realmente defienda las mejoras sociales, contra las políticas de austeridad y los ataques del capital y del gobierno, es decir, un partido que realmente represente una alternativa, que sea vista como tal, y que pueda ganar una mayoría de trabajadores para su programa.
Por delante, lucha de clases
Una de las luchas más importantes, que podría relacionarse fácilmente con un programa socialista general, es el exitoso referéndum «Deutsche Wohnen & Co. enteignen», en el que los residentes votaron a favor de expropiar la propiedad de las empresas inmobiliarias privadas de Berlín. Este referéndum fue construido durante más de dos años por un movimiento de base y obtuvo un 56% de votos a favor frente a un 38% de votos en contra. Es una expresión innovadora del estado de ánimo en Berlín. Pero también es revelador del estado de ánimo de la sociedad en general. Una mayoría está abierta a una posición obrera sobre la propiedad privada y está a favor de expropiar a los propietarios y a los peces gordos de la vivienda.
Las consecuencias de la crisis de Covid-19 y del cambio climático requieren una solución revolucionaria por parte de la clase obrera. Más del 40% de la población quiere un cambio fundamental. Tienen miedo del cambio climático y temen que su nivel de vida se vea amenazado. La mayoría de la población considera injusta la distribución de la riqueza en Alemania. Sobre la base de este estado de ánimo debe construirse una verdadera alternativa obrera. Sólo un programa socialista puede resolver los problemas de los trabajadores y los jóvenes.
El próximo gobierno será un gobierno de crisis. Tiene la tarea de unir a la mayoría de la población detrás de un programa de crisis que irá en contra de los intereses de la clase obrera. Los partidos ya son impopulares o gozan de poca confianza entre la gente. Esto conducirá a estallidos de protesta y al debilitamiento del gobierno, de los partidos burgueses y del sistema político en su conjunto.
Por lo tanto, la lucha de clases en el próximo período se intensificará y muchos sacarán conclusiones anticapitalistas. Invitamos a todos los que ven la necesidad de una alternativa de lucha de clases a unirse a nosotros y a construir la Corriente Marxista Internacional con nosotros. Estamos construyendo una fuerte corriente revolucionaria marxista en el movimiento obrero y la juventud para derrocar finalmente este sistema.