Los últimos tres años han sido devastadores para la clase obrera. La llegada de una pandemia mortal, la inflación mundial, la guerra entre Rusia y Ucrania y todas las subcrisis provocada por el sistema capitalista, han hecho retroceder los niveles de vida de la clase trabajadora a una velocidad vertiginosa. Todos estos acontecimientos impactantes parecen sacados de los libros apocalípticos de la Biblia, como si presagiaran los días del juicio final.
Pero realmente lo único que auguran estos acontecimientos críticos es que el sistema capitalista en el que vivimos es incapaz de brindar las garantías mínimas para la vida, millones de personas padecen hambre mientras un pequeño y reducido grupo de parásitos viven a costa de nuestro sufrimiento.
Desempleos e inflación
En El Salvador, a pesar de toda la campaña publicitaria del presidente Bukele, las condiciones de vida no han mejorado, al contrario, la pobreza y el desempleo siguen profundizándose. En el inicio de la pandemia miles de trabajadores tuvieron que soportar los efectos de esta crisis sin recibir ni un centavo como salario por parte de la patronal.
Este es el caso de varias de las industrias más importantes del país, pero principalmente de los trabajadores de la industria textil, de las cuales cientos perdieron completamente sus empleos (caso Florenzi) y otros cientos tuvieron que irse a casa sin recibir nada, o laborar en la clandestinidad con salarios más bajos que en la normalidad. A la fecha, las empresas maquiladoras no han saldado la deuda de cientos de trabajadores a los cuales le fueron retenidos sus salarios sin justificación alguna durante la cuarentena estricta, mientras que cientos de trabajadoras han perdido su empleo por cierres definitivos.
La política del gobierno frente a estos problemas es totalmente nula, por el contrario, el Ministerio de Trabajo ha bloqueado sistemáticamente a los sindicatos. Durante los últimos años todo aquel sindicato que no se pliegue a la política de la patronal y a la del gobierno le es negada su credencial institucional, dejando a decenas de sindicatos acéfalos. Las trabajadoras cansadas de exigir sus derechos han optado por dejar de exigir la deuda y seguir con su vida de explotación con estas empresas sanguijuelas.
Medidas insuficientes
Por otro lado, la política de salario ha sido insuficiente para poder contrarrestar los efectos negativos de la pérdida del poder adquisitivo debido a la alta inflación. Hace un año el gobierno lanzó un aumento salarial. El salario mínimo de la industria pasó de $300 a $365 de forma inmediata en agosto 2021, sin embargo, había un proceso inflacionario acelerado, por lo que este aumento rápidamente se desvaneció. La medida ha sido insuficiente, la clase obrera sigue pagando los platos rotos de la crisis de un sistema que no le favorece y de la ineptitud de un gobierno que no les representa.
Hace más de un año que los precios de diferentes productos de la canasta básica no han parado de incrementarse. Actualmente, tenemos una inflación que no tiene comparación alguna en los últimos 20 años (7.8 %). Según la Digestyc, en julio del 2021 la canasta básica alimentaría tenía un costo de $203.72 y para junio del 2022 se elevó su precio a $235.47 un alza de $31.75 en un año. Con esta crisis inflacionaria hay productos básicos como el huevo, el pollo y el aceite que han superado el 10 % de inflación, esto arroja a miles de familias enteras a las cifras de pobreza extrema. Los precios de los alimentos suben como la espuma, pero los salarios se mantienen estáticos, la conclusión es lógica, a mayor inflación: más hambruna y pobreza para la clase obrera.
En marzo del 2022 el gobierno lanzó una serie de medidas contra la crisis de los hidrocarburos intensificada por la guerra entre Rusia y Ucrania, entre ellas estaba la eliminación de los aranceles a las importaciones de los productos agrícolas y el subsidio a los precios de la gasolina. Pero estas medidas están muy lejos de combatir la inflación, que como hemos visto anteriormente no ha parado de aumentar en los últimos meses. Lo que ha ocurrido es que las medidas estaban enfocadas para aliviar las pérdidas de las grandes empresas y no a aliviar la carencia de la clase obrera.
La eliminación de los aranceles a los productos agrícolas solo beneficia a los grandes monopolios que comercializan estos productos de país a país, y arruinan al pequeño productor agrícola que tiene que producir a altos costos debido al aumento de los insumos agrícolas. Mientras que la producción y comercialización agrícola extranjera en masa se le premia con la liberación de aranceles, al pequeño productor del campo se le arruina y se le aplasta impidiendo poder competir con los monstruos de las cadenas de supermercados y mercados.
Por otro lado, si bien es cierto el precio de la gasolina influye directamente en los precios de todas las mercancías, no se beneficia a los más pobres imponiendo topes de los precios a través de subsidios, sino a las grandes empresas que se hacen los bigotes con el subsidio. ¿Qué es lo que se quiere subsidiar? ¿Cuál debería ser la prioridad? Subsidiando la gasolina en general, se subsidian todas las mercancías necesarias e innecesarias. Cuando lo que realmente se necesita es que los productos de la canasta básica sean los que no se vean afectados por la inflación; esta medida resulta ser completamente absurda para los intereses de la clase obrera, pero muy lucrativa para los grandes empresarios.
Aquí llegamos al punto donde nos preguntamos, ¿de qué lado está el gobierno o de qué lado debería estar? Está claro que este sistema es un sistema que solo le beneficia a los patronos, por eso históricamente los diferentes gobiernos se han opuesto al cambio de este conjunto de reglas contradictorias en las que vivimos, porque aunque somos lo que producimos la riqueza, nos toca vivir y morir en la pobreza, así lo hemos constatado anteriormente: si hay una pandemia ¿quiénes no reciben salarios y son despedidos? La clase obrera. Si hay inflación por una guerra entre intereses capitalistas ¿quiénes pagan las consecuencias? La clase obrera. Al final nada de este sistema nos favorecerá.
El gobierno nacional puede ampararse en que los acontecimientos de los últimos tres años no han sido debido a sus políticas y puede culpar a los gobiernos anteriores o al contexto de conflicto y crisis internacional, y esto es media verdad, porque hemos comprobado que se vuelven cómplices de todas nuestras desigualdades cuando permiten las reducciones salariales, los despidos masivos, y cuando lejos de aplicar políticas reales para la clase obrera lo único que hacen es beneficiar a las grandes empresas. Lo central aquí es quién paga los platos rotos: ¿la clase obrera o la burguesía? Para nosotros es claro, y es totalmente injusto, porque los únicos que deberían pagar las consecuencias de las crisis son los que por años se han enriquecido con nuestro trabajo.
Por lo tanto, el gobierno debería aplicar inmediatamente un programa de protección del empleo y el poder adquisitivo de la clase obrera. Pero claramente en este sistema es imposible beneficiar a la clase trabajadora sin reñir con los intereses de los grandes ricos. Y aunque hay medidas que parecen ser neutrales entre los intereses de una u otra clase, al final las políticas siempre terminan inclinándose a uno u otro bando.
Y para eso se pueden poner dos ejemplos concretos ocurridos en los últimos 3 años, la entrega de canasta básica y la entrega de los $300 dólares a las familias afectadas por la cuarentena estricta. Estas medidas aparentemente ayudaron a las familias más pobres, pero a la larga veremos que todo ese dinero que se invirtió en estas políticas, sale nada más y nada menos que de nuestro bolsillo, el gobierno ha tenido que endeudarse con los bancos nacionales e internacionales para subsidiar estas políticas paliativas, y todos sabemos que es la clase obrera la que al final sale pagando con creces estas deudas, al ser la mayor contribuidora de los impuestos del Estado, mucho más que las grandes empresas explotadoras, de las cuales algunas como las que están en las Zonas Francas tienen tasa cero de impuestos, y resultan ser las más violentadoras y explotadoras de la clase obrera.
Por eso, para no tener políticas insuficientes o contrarias a nuestros intereses el gobierno debe acabar con todos los privilegios de los ricos. Durante años los grandes empresarios han acumulado grandes fortunas, por este motivo pueden perfectamente absorber los impactos de la inflación, creadas por su propio sistema.
Política de aumento de salarios acorde al costo de la vida
El costo de la vida está situado alrededor de unos $700 dólares (incluyendo alquiler, alimentación, vestuario, recreación, etc.), es claro que estamos por debajo de esta cifra y lejos de avanzar vamos retrocediendo, cuando hoy con nuestro salario se compra menos que años atrás. Para proteger nuestra capacidad adquisitiva el gobierno debería decretar el paso de un salario mínimo de $365 a un salario no menor a $500, siendo esta una etapa inicial para nivelar el ingreso al costo de la vida real.
Posteriormente, para evitar que el salario pierda poder adquisitivo, el gobierno debe pasar a tener una política inmediata de congelación de los precios de los productos de la canasta básica, trasladando los costos de la inflación a las grandes empresas, eliminando de tajo los privilegios y protegiendo los intereses de las clases productoras. Y seguramente esto causara la fuga de muchas empresas del país. Incluso con todos los beneficios ya lo hacen, entonces ¿qué puede ser peor? Empresa cerrada, empresa tomada. Perfectamente los trabajadores pueden echar a andar la producción en una empresa bajo el control del Estado y administrada por los mismos trabajadores.
Por otro lado, el gobierno debe eliminar todo tipo de impuestos regresivos para la clase trabajadora, como por ejemplo el Impuesto al Valor Agregado y eliminar todo tipo de privilegios fiscales para las grandes empresas bajo el argumento que la prioridad debe ser los intereses de los más explotados y oprimidos del país.
Por el programa que aplica actualmente el gobierno de Bukele es difícil que gire en una dirección de 180 grados, pero la clase obrera debe armarse con un programa revolucionario, organizarse y luchar por una agenda mínima como esta para librarse del hambre y el desempleo. Solo luchando contra nuestros opresores podremos conquistar mejores condiciones de vida, el gobierno de Bukele no nos representa. Solo un gobierno desde la clase obrera y para la clase obrera podrá imponer los derechos de los explotados por sobre los privilegiados, luchemos juntos y juntas por un gobierno como este, un gobierno revolucionario y socialista.