Las elecciones parlamentarias del 12 de junio estaban destinadas a darle al régimen argelino cierto grado de legitimidad y poner fin a dos años de hirak (movimiento) revolucionario. En cambio, el llamamiento al boicot fue acatado de manera abrumadora, a pesar de una represión generalizada en el período previo a las urnas.
El movimiento mostró una enorme capacidad de recuperación y resistencia, con grandes manifestaciones masivas todos los viernes y protestas estudiantiles todos los martes. Sin embargo, carecía de estructuras, organización y sobre todo de un programa y una estrategia claros.
La llegada de la pandemia COVID-19 en marzo de 2020 detuvo el ciclo de manifestaciones semanales. Pero lo que el régimen esperaba que fuera el fin del movimiento resultó ser simplemente una pausa temporal. En febrero de 2021, el segundo aniversario del hirak, se reanudaron las manifestaciones semanales masivas, a pesar del acoso policial. La reanudación de las manifestaciones fue acompañada de una ola de huelgas (trabajadores postales, trabajadores de la salud y otros) en un país muy golpeado por la pandemia y la crisis económica. El PIB ha caído un 6% y todos los problemas sociales y económicos preexistentes se han agravado.
En mayo, el gobierno decidió prohibir las manifestaciones del viernes y una presencia policial masiva logró detener a los manifestantes en Argel, aunque las manifestaciones aún se llevaron a cabo en la región de la Kabilia. Esto se combinó con una ola de represión destinada a aplastar el movimiento y establecer de una vez por todas la autoridad del gobierno de Tebbún.
Los dos intentos anteriores del régimen por establecer su legitimidad habían fracasado ante una campaña de boicot masivo por parte del hirak. El 12 de diciembre de 2019, las elecciones generales fueron derrotadas por el movimiento. Según cifras oficiales, solo participó el 39% del censo. La cifra real probablemente estuvo incluso por debajo del 10%. Esa fue la elección que ungió a Tebbún como presidente. Es un representante absoluto del régimen, habiendo servido como ministro y primer ministro bajo Buteflika.
El régimen intentó nuevamente recuperar la legitimidad a través del referéndum constitucional del 1 de noviembre de 2020. Una vez más, el movimiento de masas organizó un boicot. Según cifras oficiales, solo participó el 23%, otro desastre.
Las elecciones parlamentarias del 12 de junio eran, por tanto, una prueba crucial para Tebbún y los generales que aún mantienen firme el aparato estatal bajo su control. El régimen lanzó una campaña de mentiras y calumnias contra el hirak, que fue descrito como un «magma contrarrevolucionario» a sueldo de «potencias extranjeras». Además de prohibir las manifestaciones semanales de los viernes, más de 2.000 activistas fueron arrestados y 200 encarcelados. Varios partidos de la oposición fueron amenazados con acciones legales, y hubo procedimientos para ilegalizar al Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y cerrar sus oficinas. Tres destacados líderes del hirak fueron arrestados la víspera de las elecciones.
Nada de eso intimidó al movimiento, que lanzó un sólido boicot a las elecciones. Los principales partidos de la oposición llamaron al boicot, incluido el socialdemócrata FFS, los trotskistas PST y PT, el comunista PLD y el liberal RCD. El boicot fue particularmente fuerte en la región de la Kabilia, donde muchos colegios electorales no pudieron abrir y la gente destruyó las urnas y esparció las papeletas de votación. En Bejaïa, miles de personas marcharon el día anterior para rechazar las elecciones y exigir la caída del régimen. Aquí, las cifras oficiales contaron 4.000 votantes de 500.000 electores.
Las urnas se abrieron a las 8 de la mañana y las cifras oficiales de participación mostraron una participación de menos del 4% a las 10 de la mañana y sólo el 14% a las 4 de la tarde, un completo desastre para el régimen, que luego decidió mantener abiertos los colegios electorales durante una hora más. Al cierre de las urnas a las 8 pm, anunciaron una participación “promedio” del 30%, una cifra que nadie creía. El truco aquí fue el uso del término «promedio» – en otras palabras, la participación en cada distrito se había promediado sin tener en cuenta el número de electores en cada uno de ellos. Al final, la cifra oficial de participación dada por la autoridad electoral fue apenas del 23,03%, la más baja de la historia de Argelia e incluso inferior a la cifra oficial dada para el referéndum constitucional de 2020. Entre los 5,6 millones de papeletas, se anularon más de un millón de votos. El conjunto de la Kabilia dio la espalda a las elecciones, con una participación en Bejaïa de solo el 0,79% y en Tizi Uzú de solo el 0,62%.
El resultado de esta elección ilegítima dio una «victoria» al FLN, con 105 escaños del total de 407, una pérdida de 59. En segundo lugar están los independientes con 78. En tercer lugar está el MSP alineado con los Hermanos Musulmanes con 64, duplicando su número anterior, y el cuarto es el otro partido principal del régimen, el RND, que eligió a 57, una pérdida de 43. Eso significa que incluso entre la pequeña minoría que votó, los partidos del régimen fueron severamente castigados.
La principal conclusión que podemos sacar de estas elecciones es que el intento de Tebbún de legitimar su «nueva Argelia», un simple lavado de cara del régimen de los generales, ha fracasado. La transición desde arriba no se ha completado ya que las masas por abajo siguen en acción y continúan exigiendo un cambio real.
Por otro lado, a pesar de su enorme fuerza y vitalidad, persisten las debilidades del movimiento revolucionario: no hay una dirección política clara ni estructuras democráticas. El carácter espontáneo del movimiento está revelando sus limitaciones. Ha sido capaz de poner contra las cuerdas al antiguo régimen, pero aún no ha dado el golpe final. El régimen permanecerá en el poder, cambiando solo de apariencia, a menos que sea derrocado por el movimiento de masas.
El objetivo del movimiento es claramente el derrocamiento total del régimen. Esto se puede lograr mediante una acción de masas que culmine en una huelga general revolucionaria, que paralice la sociedad y golpee al corazón del poder económico de los generales y los capitalistas. Los comités democráticos elegidos por asambleas de masas en todos los centros de trabajo, universidades y escuelas, pueblos y barrios populares y pobres darían al movimiento un carácter organizado, que no está en contradicción con sus características democráticas de masas. Luego se podrían elegir delegados para coordinar los comités a nivel de municipio y luego wilaya (regional), y finalmente a nivel nacional.
Las reivindicaciones democráticas del movimiento (libertad de expresión, de organización, de huelga, justicia para las víctimas de la represión del régimen) deben combinarse con las reivindicaciones nacionales (respeto por el idioma y la cultura de los Imazighen, liberación de la injerencia imperialista) pero también, crucialmente, con las demandas sociales y económicas (trabajo para todos, por un salario mínimo digno, la expropiación de las ganancias y privilegios corruptos de los generales y de otros funcionarios del antiguo régimen, la expropiación de las multinacionales, la defensa de la propiedad estatal de los recursos).
Si la revolución argelina se detiene en desalojar del poder a los funcionarios del antiguo régimen, pronto decepcionará las expectativas de la masa de trabajadores y jóvenes, como hemos visto en Túnez. El grito de batalla debería ser el de la revolución permanente. La lucha por las demandas democráticas y nacionales solo puede ser ganada seriamente por el movimiento revolucionario del pueblo con la clase trabajadora desempeñando un papel de dirección. Una vez que la clase trabajadora tome el poder, no puede detenerse en las demandas democráticas y nacionales, sino que también debe asestar golpes contra los derechos de propiedad de los capitalistas que están al lado de los generales y los respaldan, y contra los derechos de propiedad de las multinacionales que desangran a la nación, mientras condenan a los jóvenes a la migración forzada. Una revolución victoriosa en Argelia no se detendría en sus fronteras, sino que inmediatamente ejercería una poderosa atracción sobre los trabajadores y la juventud de todo el mundo árabe, comenzando por sus vecinos, Marruecos y Túnez.
Solidaridad con el PST – Declaración de la Corriente Marxista Internacional
La Corriente Marxista Internacional rechaza el acoso y represión recientes contra el Parti Socialiste des Travailleurs argelino. Las amenazas del régimen argelino de prohibir el PST y cerrar sus oficinas son parte de una ola general de represión contra el Hirak antes de las falsas elecciones del 12 de junio.
La lucha valiente y resistente de los trabajadores y jóvenes argelinos durante los últimos dos años logró derrocar al odiado Buteflika, pero el régimen sigue en su puesto. El PST y el Hirak son un obstáculo para la culminación de una transición por arriba destinada a darle al régimen una “fachada democrática”, y por eso están siendo atacados.
Rechazamos esta represión y expresamos nuestra plena solidaridad con el PST y las masas argelinas en su lucha por los derechos democráticos y la genuina liberación del yugo del imperialismo y del capitalismo. No nos quedaremos de brazos cruzados mientras el régimen pisotea los derechos democráticos conquistados por las masas en lucha.
¡Fuera las manos del PST! ¡Libertad a todos los presos políticos! ¡Viva el Hirak, viva la revolución argelina! ¡Un ataque contra uno es un ataque contra todos! ¡Viva la solidaridad internacional!
Corriente Marxista Internacional