Por Roque Linares
El signo que marca la administración de este gobierno en materia de educación es definitivamente el de la mediocridad. Desde que inició la pandemia la mayoría de las medidas, y decisiones reflejan que se está a la deriva, sin un plan coherente, el camino está marcado por la improvisación. El inicio de las clases en el sector educativo, este 31 de enero, no fue la excepción.
Un plan que se llama: Improvisación
El 31 de enero arrancaron oficialmente las clases en el sistema público de educación, en medio de una de las peores oleadas de contagios de la variante ómicron del Coronavirus, hasta el momento que se publica este artículo se ignora la cifra oficial de maestros contagiados.
Desde que comenzó esta ola de contagios los policlínicos de Bienestar Magisterial siguen abarrotados, y el número de maestros incapacitados aumenta, algunos manejan que cerca del 50% de maestros se encuentran en cuarentena al igual que miles de estudiantes que presentan síntomas de ómicron.
Lo que significa que las actividades no se podrán desarrollar adecuadamente, pero esta situación no le importa a la actual ministra de educación, que ante tal situación ha decido callar manteniendo la clásica y desgastada propaganda de entrega de computadoras. Esto claramente tiene consecuencias graves en la calidad educativa, ya que al tener muchos maestros enfermos de COVID-19 el desarrollo de los programas se atrasa, además que se sobrecarga de trabajo a los pocos maestros que puedan quedar en las escuelas.
Por otro lado, se siguen tomando medidas erróneas en la contratación de docentes interinos, orientando que sean las departamentales de educación quienes realicen ese proceso, cuando la ley establece que la contratación de docentes interinos es una de las atribuciones de los Consejos Directivos Escolares, una vez la violación a las normativas y procedimientos están a la orden del día, complicando los trámites burocráticos.
Todavía se está muy lejos de elevar la calidad de la educación pública teniendo al frente a funcionarios que no conocen la diversidad de problemas, y carencias propios de un sistema de educación que en esencia obedece a los planes neoliberales de desmejorar la calidad de la educación pública, y priorizar la masificación de promociones de bachilleres que se convertirán en mano de obra barata.
¿A qué obedece esta improvisación en la administración de la educación pública?
A nivel latinoamericano y mundial el imperialismo está arremetiendo en todos los sistemas educativos con los planes educativos, elaborados con base a las líneas del Banco Mundial y de las demás instituciones financieras internacionales, impulsando modelos educativos basados en los valores del mercado, competitividad, individualismo, etc.
Propiciando que las escuelas funcionen como centros de capacitación de mano de obra que estaría destinada a las maquilas y demás sectores de la industria capitalista, en nuestro país esto está contemplando dentro de los marcos del plan 2021, reflejo claro de esta política imperial, en las conclusiones de este plan, establece lo siguiente: “la finalidad primordial de la educación, es formar personas con nivel educativo y cultural que les permita ser productivos, competitivos y partícipes del desarrollo económico-social y de los procesos democráticos” . Hay que entender que para el capitalismo participar en el “desarrollo económico y los procesos democráticos”, es dejarse explotar como obrero en las maquilas u otros sectores de la industria y al mismo tiempo ir a marcar una papeleta cada tres o cinco años.
Los sistemas educativos en el capitalismo juegan un papel importante porque se convierten en el instrumento de transmisión de la ideología de la clase dominante, por lo que no podemos ser ingenuos y pensar que todas estas malas decisiones en la administración de nuestro sistema educativo son producto de un descuido o de la mala preparación de los funcionarios.
Todo lo contrario, las Instituciones imperialistas como el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), con el argumento de estar profundamente preocupados por la niñez y la juventud, justifican su política neoliberal en el aumento de la cobertura educativa y en el mejoramiento de la calidad y la eficiencia, que apuntaría a una mayor equidad social. Pero la realidad es otra, su verdadero interés es la mercantilización y la defensa de los intereses económicos de las transnacionales de la educación.
A la burguesía no le interesa que los hijos e hijas de la clase trabajadora reciban una educación de calidad, ya que no les conviene que tengan herramientas para analizar la realidad de explotación y miserias que impone el capitalismo.
En los últimos años se ha priorizado la promoción de bachilleres en áreas más técnicas, para que se conviertan en mano de obra para las empresas de turismo o en transnacionales de alimentos que pagan salarios de miseria.
Se crean estas opciones de bachilleratos técnicos a conveniencia de la demanda de las empresas trasnacionales, dejando a un lado las necesidades de educación del pueblo salvadoreño, por esa razón los bachilleratos del área de artes y los de áreas humanísticas desaparecieron o en otros casos se les recorta su presupuesto con el objetivo de desmotivar a los docentes y estudiantes.
El camino más seguro es la movilización permanente del magisterio nacional
Los únicos capaces de cambiar esta precaria situación son los miles de docentes que de forma organizada eleven la lucha agitando por un programa que centre en sus ejes principales la defensa de una educación pública, gratuita y de calidad para todos y todas. Claramente esta lucha pasa por la creación de una nueva dirección sindical, que represente de manera masiva los intereses del magisterio, y rompa con la crisis de dirección gremial en que se encuentran actualmente los maestros.
La lucha por la mejora de las condiciones salariales y laborales del magisterio se deben combinar con la lucha por planes educativos que respondan a las necesidades reales de las comunidades rurales y de la ciudad, elevando sus presupuestos y contratando docentes más jóvenes, mediante un retiro digno bien remunerado de los docentes que ya cumplieron con sus años de servicio. Es decir, esta lucha pasa también por una pensión digna para el magisterio salvadoreño.