Su derramamiento de lágrimas falsas es peor que el comportamiento de un cocodrilo real. En el caso de Biden, las lágrimas son una treta calculada para engañar al mundo y hacer creer que de alguna manera se preocupa por la difícil situación de los palestinos. Está claro que no es así. Pero no se trata sólo de que no le importe. Afirmar que a alguien no le importa implica que es indiferente a la difícil situación de las víctimas. Pero Biden no es indiferente. Mientras adopta la apariencia de un hombre que se preocupa, colabora cínica y activamente en la guerra genocida de Netanyahu, proporcionando gran parte de las armas que se están utilizando para llevar a cabo la matanza.
La administración de Biden ha estado haciendo mucho ruido sobre evitar un desastre humanitario en Gaza, donde existe un riesgo real de hambruna masiva, sobre todo en el norte. Todos hemos visto los lanzamientos aéreos de ayuda estadounidense en nuestras pantallas de televisión, así como las noticias sobre los planes para construir un puerto temporal en la costa de Gaza que permita el envío de ayuda vía marítima. Esto no es más que un espectáculo para el consumo mediático, que ofrece la imagen de alguien que se preocupa.
El último acto de este teatro es la resolución aprobada ayer por el Consejo de Seguridad de la ONU, que pide un alto el fuego inmediato. Sin embargo, vale la pena señalar que, en el curso de la redacción de la resolución, la palabra «permanente» fue eliminada del texto a petición expresa de los EE.UU., con el llamamiento al alto el fuego sólo hasta el final del Ramadán, que es el 9 de abril, es decir, apenas dos semanas. Para empeorar las cosas, Matthew Miller, portavoz del Departamento de Estado estadounidense, declaró públicamente que, en lo que respecta a la administración estadounidense, la resolución «no es vinculante». Pero todos sabemos que, aunque lo fuera, Israel se ha burlado abiertamente de las resoluciones de la ONU muchas veces en el pasado, ya que la ONU es un organismo sin dientes y sin medios para imponer las decisiones que pueda tomar.
Lo que preocupa a Biden no son la muerte ni la destrucción en Gaza, ni el sufrimiento real de los palestinos. Le preocupan más sus propias perspectivas electorales en Estados Unidos. Las encuestas de opinión muestran que, además de la erosión de su apoyo que ya habíamos visto antes del 7 de octubre, ha perdido mucho más apoyo recientemente debido a su gestión de la crisis en Oriente Medio, algo que no puede permitirse. Además, a él y a sus asesores les preocupa la creciente desestabilización de todo Oriente Próximo y el mayor debilitamiento de la posición del imperialismo estadounidense en la región.
Pretendiendo preocuparse, continuando la matanza
La situación a la que se enfrentan los palestinos de Gaza es realmente drástica. La ayuda, especialmente los alimentos, debe entrar urgentemente en Gaza en cantidades mucho mayores de las que permite actualmente el gobierno israelí. Pero el tan discutido puerto temporal no se va a construir de la noche a la mañana. Según el Secretario de Prensa del Pentágono, Patrick Ryder, las obras podrían tardar hasta 60 días en completarse. E incluso cuando estén terminadas, las entregas de ayuda por aire y mar no compensarán ni de lejos las entregas por tierra en camión.
Los grupos de ayuda que trabajan sobre el terreno en Gaza han calculado que, tal y como están las cosas en este momento, se necesitan al menos 1.300 camiones de suministros al día. Pero Israel está bloqueando la entrega de ayuda, especialmente a la parte norte de Gaza, mientras que al mismo tiempo intenta cínicamente echar la culpa a las agencias de la ONU, como la UNRWA, alegando que son ellas las que no están entregando la ayuda.
Si Biden se tomara en serio sus «preocupaciones humanitarias», hace tiempo que habría cortado todos los suministros de armas a Israel y habría exigido que reabriera todos los pasos fronterizos con Gaza para permitir la entrega de toda la ayuda necesaria. Pero eso no es lo que hacen los cocodrilos.
Toda la palabrería sobre la llegada de ayuda es mero teatro, sin ninguna acción concreta que la respalde. El suministro de armas a Israel, sin embargo, no es teatro; es real y sin límites. La cantidad de ayuda militar y venta de armas que Estados Unidos ha proporcionado a Israel desde el 7 de octubre es enorme, con unas 100 ventas de armas en total.
El cocodrilo Biden no se ha limitado a aumentar masivamente la ayuda militar a Israel. También ha liderado a los otros cocodrilos, Sunak, Macron, Scholz, Meloni y muchos más, en el corte de la ayuda que necesitan urgentemente los palestinos. Estados Unidos, junto con otros países, ya había congelado temporalmente las donaciones a agencias como la UNRWA, de la que ya nos hemos ocupado anteriormente con cierto detalle.
Ahora, sin embargo, la presión sobre los palestinos ha aumentado aún más. La UNRWA es un salvavidas clave para los palestinos y, sin embargo, la semana pasada, precisamente en un momento de extrema necesidad, el Congreso de Estados Unidos aprobó un proyecto de ley que desfinancia totalmente la agencia hasta marzo de 2025. Hay que tener en cuenta que Estados Unidos ha estado proporcionando a la agencia entre 300 y 400 millones de dólares anuales. El mismo proyecto de ley también contiene una cláusula que garantiza la continuación de los 3.800 millones de dólares en ayuda militar que EEUU proporciona a Israel cada año.
Aquí, en un solo proyecto de ley, encontramos plenamente encapsulada la cínica hipocresía de Biden: no hay dinero para los hambrientos palestinos, pero miles de millones de dólares para pagar las bombas que los matan cada día. El contraste entre la prisa por conseguir armas para Israel y el goteo de pequeñas cantidades de ayuda a los palestinos es evidente.
Pero hay otro giro en el proyecto de ley aprobado la semana pasada. Es evidente que el ejército israelí ha estado cometiendo lo que incluso el derecho burgués internacional define como «crímenes de guerra». Civiles desarmados han sido asesinados a sangre fría. Se ha disparado y asesinado a personas desesperadas que buscaban comida en los pocos camiones autorizados a entrar. Se han bombardeado hospitales y escuelas.
“Chorreando sangre y lodo, por todos los poros”
Una investigación seria revelaría sin duda muchos más crímenes de este tipo. Pero el mismo proyecto de ley que desfinancia a la UNRWA contiene una cláusula que amenaza específicamente con un recorte de la ayuda a la Autoridad Palestina en el futuro (más allá de marzo de 2025) si «los palestinos inician una investigación autorizada judicialmente por la Corte Penal Internacional (CPI), o apoyan activamente dicha investigación, que someta a nacionales israelíes a una investigación por presuntos crímenes contra palestinos». El Senado aprobó el proyecto la semana pasada y luego se envió a Biden para que lo firmara y lo convirtiera en ley.
Lo que tenemos aquí es a Biden diciendo descaradamente a los palestinos que no tienen derecho a ningún tipo de justicia, que no tienen derecho a pedir reparación por los actos criminales llevados a cabo por el ejército israelí. Una vez que termine esta guerra, se les está diciendo que ni siquiera deben atreverse a intentar abrir tales investigaciones si quieren seguir recibiendo ayuda. Así que la próxima vez que oigan a Biden hablar de ayuda humanitaria, dando un lacrimógeno espectáculo de tristeza, recuerden que están mirando a un cocodrilo.
Estas son las personas que nos gobiernan hoy, carniceros cínicos, de sangre fría y calculadores, que sólo tienen una preocupación: proteger la máquina de hacer beneficios llamada capitalismo, preservar la riqueza y los privilegios de los multimillonarios, sea cual sea el coste que consideren necesario para la humanidad. Si eso significa vadear la sangre de civiles inocentes, de mujeres y niños, para lograr sus objetivos, no tendrán reparos en hacerlo. Y tanto Biden como Netanyahu están empapados de la sangre de los palestinos.
En el Volumen Uno de El Capital, Marx afirmaba: “Si el dinero viene al mundo con manchas de sangre en la mejilla, el capital lo hace chorreando sangre y lodo, por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies”. Esto es aún más cierto hoy que cuando se escribieron esas palabras por primera vez.