Desde que Luis Arce fue elegido presidente en 2020 tras el golpe de Estado un año antes, un “debate” se empezó a desarrollar dentro del liderazgo del MAS: ¿Quién debería ser candidato a la presidencia en las elecciones de 2025? ¿Debería ser Arce, o debería ser Evo Morales? A medida que las elecciones se van acercando más, el conflicto se ha ido intensificando al no encontrarse una solución, al punto de que hace unas semanas, en un congreso del partido en la localidad chapareña de Lauca Ñ, se decidió expulsar a Arce (y a su vicepresidente David Choquehuanca) y nominar a Morales como candidato. Pero Arce no está de acuerdo con la decisión de un congreso al que ni siquiera fue invitado, y él tiene al aparato del Estado a su disposición (el Tribunal Supremo Electoral ya anuló este congreso). Así que todo apunta, no a una resolución, sino a una intensificación de la pugna y la muy probable escisión del MAS en dos partidos rumbo a las elecciones del 2025.
Ahora, ¿Qué conclusión sacar de todo esto? Y, ¿Cuáles son las tareas de todos los comunistas consecuentes en Bolivia?
A menudo cuando se dan escisiones en partidos políticos, se puede apuntar a diferencias políticas entre los dos grupos que llevaron a una diferenciación y una separación.
Muchos asocian al ala evista con las políticas más radicales llevadas a cabo en los primeros años del gobierno del MAS, y por lo tanto asumirían que esta es el ala de izquierda. La posición más firme de Evo en contra del Estado Israelí indudablemente también fortaleció esta concepción. Sin embargo, en las elecciones para presidente del Senado se dio una escena desagradable. Tanto evistas como arcistas habían presentado sus propios candidatos en lugar de presentar un candidato unificado del MAS. Esto significó que ningún candidato tenía suficientes votos para ser elegido de manera directa (a pesar de que el MAS en su conjunto sí tiene más del 50% de los votos). Para conseguir suficientes votos, el ala evista entró en un acuerdo con los partidos de oposición: Comunidad Ciudadana de Carlos Mesa, y Creemos de Fernando Camacho (uno de los principales involucrados en el golpe de Estado de 2019). Naturalmente, los evistas han tratado de disminuir la importancia de este acontecimiento, pero el hecho de que se dirigieran hacia la derecha en lugar de llegar a un acuerdo con los arcistas de su propio partido es revelador. La reconciliación parece ser una posibilidad cada vez más distante.
Pero, aun así, ¿Evo está más a la izquierda que Arce, no? No realmente. Es cierto que el actual presidente no es reconocido por haber puesto en práctica grandes proyectos sociales, pero cuando Arce entró a la presidencia se encontró con una situación económica muy deteriorada. Consecuentemente su gestión se ha enfocado en mantener a flote el modelo económico que el MAS lleva implementando desde 2006, caracterizado por fuerte inversión pública, una serie de bonos y subsidios estatales y un tipo de cambio fijo (6.96 bolivianos por dólar). Todas estas medidas son costosas para el Estado, pero el contexto internacional favorable de los primeros años del gobierno permitió mantenerlas e incluso acumular las reservas internacionales netas hasta un máximo histórico de más de 15 mil millones de dólares en 2014. Sin embargo, a partir de ese año, con la caída de los precios de materias primas en el mercado internacional y la desaceleración de la economía china, estas medidas se volvieron insostenibles. Pero son estas mismas medidas las que representan la base de la estabilidad social y política tan presumidas por el partido. No solo eso, sino que Evo ya había aprendido qué podía pasar si reducía los subsidios en el Gasolinazo de 2010, que le forzó a retirarse con la cola entre las patas cuando enormes capas de la población salieron a las calles en protesta.
Entonces, para tratar de equilibrar el presupuesto hubo que recurrir a recortes en áreas menos centrales que los subsidios al combustible (educación, salud, etc.), así como fomentar el crecimiento de áreas de la economía que puedan compensar los reducidos ingresos por hidrocarburos, como la agroindustria: de 2014 a 2022 las exportaciones de productos de soya aumentaron de 1 078 millones de dólares a 2 187 millones de dólares, en el mismo periodo las exportaciones de carne bovina se dispararon de 15 millones a 128 millones de dólares (Aun así, sólo una fracción de estos dólares llega a manos del Estado). Este desarrollo implicó un acercamiento del gobierno del MAS con una de las secciones más reaccionarias de la burguesía boliviana, al punto de que en su campaña presidencial de 2019 Evo cantaba las alabanzas de los empresarios cruceños que “siempre proponen soluciones para todo el país”. Estos mismos empresarios serían los principales financiadores del golpe contra él poco después. En el área minera el MAS también se ha estado separando de los obreros y acercándose a las multinacionales mineras desde antes de 2020.
Podemos ver entonces que la política arcista representa la continuación de la política evista en un contexto político y económico deteriorado a nivel nacional e internacional. El conflicto entre los “arcistas” y los “evistas” se puede reducir a una lucha personal por el poder político: por el control del partido y por la presidencia, con los funcionarios y burócratas del partido y del Estado apoyando a uno u otro lado dependiendo de sus propios intereses.
Así que, independientemente de si en 2025 Evo o Arce ganan la presidencia (porque la oposición es demasiado débil como para tener alguna oportunidad de ganar), y considerando que la economía mundial, de la que Bolivia es tan dependiente, se dirige hacia una recesión (incluyendo China, cuyo ascenso económico fue uno de los principales impulsores de la economía de toda la región sudamericana), las políticas del gobierno en los siguientes años no serán de profundización del “proceso de cambio”, sino de un retroceso y un empeoramiento de las condiciones de vida de la clase obrera. El indicio más preocupante seguramente es el agotamiento de las reservas internacionales del país. Desde 2015 todos los subsidios y el tipo de cambio fijo han sido mantenidos a costa de vaciar las reservas, hasta el punto de que ahora están en el punto más bajo desde que el MAS entró al poder. La velocidad con que están desapareciendo las reservas es realmente vertiginosa: de enero a agosto de este año se redujeron por más de 40%. Datos sobre los meses a partir de septiembre no han sido publicados por el BCB, con toda seguridad para evitar generar un pánico al verse la situación actual. A mediados de año fue posible tener un vistazo de la volatilidad de la situación con el colapso del Banco Fassil y la escasez de dólares, que solo ha podido ser remediada a medias por la modificación a la ley del oro.
En este contexto las afirmaciones por parte de oficiales del gobierno de que todo marcha bien no tienen ningún valor: naturalmente dicen que todo está bien, porque confirmar la situación real no haría más que precipitar la crisis.
Pero volviendo al factor clave para la situación boliviana: las reservas internacionales. Si estas se agotan, el gobierno estará obligado a deshacerse de los subsidios y del tipo de cambio fijo. Las consecuencias de esto serían drásticas: una inflación galopante (actualmente en los mercados paralelos el dólar ya está valorado a alrededor de 7.50 bolivianos, bastante por encima del tipo de cambio oficial) y el deterioro de las condiciones de vida para la gran mayoría de la población. Sólo aquellos con amplio acceso a dólares (es decir, los grandes exportadores) podrán salir más o menos ilesos.
Existen medidas que pueden postergar la crisis, pero como explicó Marx en el Manifiesto Comunista, todas las medidas que toma la burguesía para resolver sus crisis sólo terminan preparando crisis aún más fuertes en el futuro. Este es el caso de la última decisión anunciada por el Presidente del BCB, que propone reponer las reservas por medio del endeudamiento público. La autoridad explicó que se añadirán más de 4 mil millones de dólares a la deuda externa pública (considerando que actualmente la deuda pública externa es de 13 400 millones de dólares, es un aumento masivo de la deuda.) para “apalancar la inversión pública y reforzar las Reservas Internacionales Netas.” Sólo basta observar que el pago de la deuda externa redujo las reservas en casi mil quinientos millones de dólares el año pasado para darse cuenta que esta medida no es sostenible. Si además añadimos el hecho de que la deuda es cada vez más cara, debido a la fortaleza del dólar y a las altas tasas de interés, nos damos cuenta de que el Estado no está saliendo del hoyo, sino más bien lo está haciendo más profundo.
En realidad los problemas a los que se enfrenta el MAS y el gobierno de Arce son el resultado inevitable de la estrategia general del partido que se remonta a sus orígenes. La misma fue enunciada por Álvaro García Linera en su tesis del “capitalismo andino-amazónico” y se puede resumir de la siguiente forma: en Bolivia no es posible la lucha por el socialismo porque no existe la clase obrera, por lo tanto lo que hay que hacer en los próximos 50 años es desarrollar un capitalismo andino amazónico, basado en un estado fuerte que negocie con los capitalistas privados y extranjeros, con la idea de desarrollar el capitalismo y cuando este esté desarrollado, entonces habrá clase obrera y se podrá hablar de socialismo.
Así lo explicaba García Linera en una entrevista en 2005 cuando el MAS ganó las elecciones: “Debemos darle a la economía boliviana nuevamente una cabeza en torno del Estado. Y, alrededor de esta cabeza, articular inversión extranjera, inversión privada local, sectores campesinos, comunitarios y microempresariales-artesanales, en una perspectiva de shock productivo”, resume García Linera, que define este proyecto como la consolidación de un “capitalismo andino”
Como suele suceder con estas teorías etapistas (primero el desarrollo capitalista, luego la lucha por el socialismo) la lucha por el socialismo queda pospuesta a un futuro lejano del que nadie se acuerda, y lo que se aplica en la práctica es una política reformista de gestión del capitalismo. Y cuando el capitalismo entra en crisis la única forma de gestionarlo es hacer recaer el peso de la misma sobre la clase obrera y el campesinado pobre.
De esta estrategia son responsables tanto Evo como Arce.
Dentro del capitalismo no es posible elevar los estándares de vida de las masas de manera sustentable: lo que se da con una mano tarde o temprano se retira con la otra. El MAS no tiene ninguna solución a la crisis que se avecina, porque aceptan el capitalismo como inevitable. La única forma de sacar a Bolivia de su agujero de subdesarrollo y pobreza es la revolución socialista. La expropiación de las grandes empresas y bancos sin compensación, la economía planificada democráticamente y el internacionalismo proletario, es decir la expansión de la revolución al resto de la región y a todo el mundo.
Es indudable que se avecinan grandes convulsiones sociales en el país, pero eso no garantiza que las masas encuentren una salida a la crisis del capitalismo y el rumbo al socialismo. La historia demuestra que la única garantía de la victoria de la revolución es la existencia de un partido bolchevique de masas capaz de dar dirección a la toma del poder del proletariado. Actualmente un partido así no existe en Bolivia: a la izquierda del MAS existe un vacío político enorme. Es el deber de los comunistas en el país construir un partido revolucionario capaz de llenar ese vacío, basándose en las tradiciones sanas de Marx, Engels, Lenin y Trotsky y en las tradiciones revolucionarias del proletariado boliviano, particularmente la Tesis de Pulacayo. No hay tiempo que perder.