Hace unas semanas, el periódico digital El Faro reveló una serie de documentos que constatan la compra de tres terrenos en la exclusiva zona residencial donde el inconstitucional presidente Bukele reside actualmente. El costo de estos terrenos es de 1.4 millones de dólares y estaría destinado para la construcción de una nueva residencia presidencial.
Es de señalar que el Estado cuenta con una Residencia Presidencial en la colonia Escalón y una Casa Presidencial donde funcionan las oficinas del Ejecutivo. Desde el inicio de su mandato, como muestra demagógica de austeridad, Bukele decidió seguir viviendo en su residencia personal, en la exclusiva residencial Los Sueños en Nuevo Cuscatlán, La Libertad. Sin embargo, la investigación de El Faro muestra que entre 2023 y 2024, la Secretaría Privada de la Presidencia compró tres terrenos con dinero público que colindan con la actual residencia personal de Bukele, y posteriormente se ha solicitado la compra de una calle privada que sirve como acceso a los terrenos.
¿Cuál es el objetivo de estas adquisiciones del Estado? A pesar que es dinero de la clase trabajadora, no tenemos la menor esperanza de que el Ejecutivo informe sobre esto. Sin embargo, el hecho revela la hipocresía de los discursos del gobierno de Bukele y sus funcionarios cuando hablan de austeridad en el Estado, que bajo este mismo argumento justifican los cientos de despidos en el sector público y el congelamiento del escalafón a los trabajadores de educación y salud.
Estas revelaciones, junto con la compra de un nuevo helicóptero presidencial hace unos meses, resultan realmente chocantes, teniendo en cuenta las condiciones miserables en las que vive la clase trabajadora bajo el gobierno de Bukele, en el que poco o nada se ha hecho por elevar los niveles de vida de los que lo votaron y, por el contrario, la pobreza, la marginalidad, el desempleo y la desigualdad siguen carcomiendo a los más pobres del país.
La vivienda es un problema latente a nivel mundial. Mientras una pequeña porción de la sociedad se enriquece mucho más a costa de excluirnos de un derecho humano como la vivienda, los líderes, incluido el excéntrico Bukele, no mueven ni un dedo para cambiar esta realidad.
Todo lo contrario: desde que Bukele llegó al Ejecutivo, se ha dado luz verde a una serie de megaproyectos que no solo destruyen nuestros bosques y consumen nuestros ríos, sino también nos alejan cada vez más de la posibilidad de acceder a la vivienda. Y es que, a pesar de que hemos visto un desarrollo urbanístico con residenciales por doquier, lo cierto es que estas viviendas no son construidas para satisfacer la demanda de vivienda de la clase obrera, sino que solamente representan una actividad lucrativa que busca el máximo beneficio para los empresarios.
Según la “Encuesta de hogares de propósitos múltiples”, el ingreso medio en El Salvador ronda los $629.38 al mes; sin embargo, estos ingresos están muy por debajo de los ingresos requeridos para adquirir una vivienda. Según investigaciones, la cuota base promedio para adquirir una casa es de $1025, y la cuota más barata es de $700. Esto supone que el ingreso promedio para adquirir estas viviendas tendría que situarse en $3075 y en $2,127 en el proyecto más barato, dejando a la inmensa mayoría de la población fuera de cualquier posibilidad de adquirir vivienda.
Desde 2020, bajo el impacto de la crisis mundial del capitalismo y el alza de las tasas de interés, el acceso a los créditos se ha vuelto cada vez más inalcanzable. En El Salvador, la tasa de interés llega hasta el 7.5 %, siendo el país en el que es más difícil adquirir vivienda, incluso más difícil que en Panamá, que tiene una política para hacer el derecho a la vivienda un poco más asequible.
Está claro que los mayores beneficiados de estas condiciones asfixiantes sobre la clase trabajadora juvenil son los bancos y los grandes empresarios urbanísticos, mientras la clase trabajadora no puede acceder a una vivienda digna estos parásitos sociales siguen aumentando su riqueza. Quisiéramos plantear que es solo un efecto temporal, pero, muy lejos de eso, esta realidad ha venido para quedarse, y la situación se seguirá profundizando a medida que pasan los años.
Las excentricidades de Bukele son una bofetada en la cara para la clase obrera y la juventud que no tienen esperanzas de mejorar sus condiciones de vida. Con un aumento desproporcionado de los alquileres y las tasas de interés por las nubes, las únicas políticas que vemos son las que benefician a las grandes constructoras, como la de eximir de impuestos a los edificios que superen los 35 niveles o la de adquirir inmueble en el Centro Histórico con excepciones fiscales como lo hizo el hermano del presidente.
Bukele seguirá acumulando propiedades y creando leyes para beneficiar sus empresas, las de sus familiares y las de los ricos que lo respaldan. A la juventud, superada por la explotación diaria, que paga altos costos por el alquiler y la canasta básica y que no tiene un futuro en este país de miseria, no le queda otra alternativa que luchar por políticas que hagan posible la vivienda asequible para quienes realmente generamos la riqueza del país.
Los recursos y las riquezas para impulsar proyectos urbanísticos de carácter social existen y son perfectamente posibles; solo hace falta luchar por ellos. Con los 1.4 millones destinados a terrenos y los 1.5 millones del nuevo helicóptero presidencial, se pudo haber impulsado un proyecto habitacional de al menos 200 unidades para la clase obrera. Sin embargo, ese dinero está ahí, usufructuado por un holgazán con aires de líder supremo, mientras los pobres padecemos el hacinamiento y el futuro consume nuestra tranquilidad en un mar de preocupaciones por la falta de oportunidades de vivienda.