Caída electoral en Buenos Aires: preparar la ofensiva para echar a Milei en las calles

(originalmente publicado en argentinamilitante.org)

El gobierno nacional pasó de hablar de “pintar la provincia de violeta” a anunciar en el cierre de campaña un supuesto “empate técnico”, pero terminó 13 puntos abajo del peronismo en la estratégica provincia de Buenos Aires, sufriendo una paliza rotunda y profundizando su crisis política.

La participación electoral fue del 61,6%, con un 39% de ausentismo. Fuerza Patria quedó en primer lugar con 3.820.119 votos (47,3% de los votos emitidos), La Libertad Avanza se ubicó en segundo lugar con 2.723.710 sufragios (33,7%), en tercer lugar Somos Buenos Aires con 424.671 (5,3%) y en cuarto puesto el Frente de Izquierda y de Trabajadores – Unidad (FITU) con 353.287 (4,4%). El voto en blanco representó el 6,8% de los sufragios. Sobre un total habilitado de 14.376.592 votantes, solo 8.677.319 se acercaron a las urnas, es decir, más de 5 millones de electores no fueron a votar.

Los partidos de izquierda que se presentaron fuera del FITU fueron Política Obrera, que obtuvo 45.201 votos (0,55%), y el Nuevo MAS, con 38.659 votos (0,47%).

Estos resultados muestran que, por un lado, el rechazo a Milei fue canalizado en parte por el peronismo, y por otro, que existe un profundo desencanto de la clase trabajadora con las instituciones políticas tradicionales, que se expresa tanto en el ausentismo como en el voto en blanco. La derrota de Milei y el alto nivel de abstención son factores que profundizan la crisis no solo del gobierno, sino del régimen político en su conjunto.

Esta crisis política se desarrolla en el marco de la crisis del capitalismo argentino, que a su vez es producto de la crisis mundial, y orgánica, del sistema. La incapacidad del capitalismo de sostener el nivel de vida de la clase trabajadora impulsa el desplome de la actividad industrial y del consumo, generando un fuerte deterioro de la economía real de las familias obreras. Los gobiernos de todo signo político aplican ajustes que refuerzan el descrédito general de las instituciones.

Los medios de comunicación, los políticos, los partidos tradicionales, el parlamento y el poder judicial son vistos, con toda razón, como representantes de una pequeña élite que toma decisiones para defender sus propios privilegios en lugar de atender las necesidades de la mayoría. El auge de demagogos reaccionarios como Milei es una muestra del desgaste de la democracia burguesa y de sus instituciones. Así como en 2015 el Frente para la Victoria, con su llamada “sintonía fina” —el nombre que le dio al ajuste en aquel entonces— pavimentó el camino a Macri, las políticas de ajuste del Frente de Todos, con Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Massa, allanaron el terreno para el ascenso del ultrarreaccionario Milei.

La izquierda, enredada en el parlamentarismo, no logra capitalizar el descontento, lo que permite que el peronismo aparezca como alternativa para un sector de la clase trabajadora que se volcó a Fuerza Patria para golpear al gobierno. Ahora, tras un año y nueve meses de gestión, el malestar recae también sobre Milei. El escándalo de las coimas en Discapacidad, en medio de un ajuste insoportable para la clase trabajadora y los jubilados, lo golpeó en la línea de flotación y terminó de hundir a su gobierno en las elecciones bonaerenses.

La conmoción del gobierno por los malos resultados se hizo sentir de inmediato. Al día siguiente de las elecciones se derrumbaron los precios de las acciones y de los bonos argentinos, el dólar se disparó hasta el techo de la extinta banda de flotación, subiendo 55 pesos en apenas dos días, y el riesgo país, que en enero se ubicaba en 454 puntos, trepó por encima de los 1.000. Julie Kozack, directora del Departamento de Comunicaciones del FMI —organismo que actúa como respirador artificial para evitar el default— publicó este martes por la tarde un mensaje de apoyo al gobierno en la red social X. Mientras tanto, el Ejecutivo enfrenta vencimientos por más de USD 7.000 millones hasta fines de enero, y los especuladores se preguntan si estarán disponibles los dólares para pagar, dado que el Tesoro intenta contener artificialmente la cotización vendiendo reservas que ya se encuentran en terreno negativo. La posibilidad de un derrumbe financiero, con un fuerte impacto inflacionario que se lleve puesto a Milei, está implícita en la situación política.

Mientras la economía se desploma para los de abajo y cruje para el gobierno, Milei y Caputo intentan justificar el fracaso como “errores tácticos electorales”, insistiendo en que el rumbo económico se mantiene. Es como un conductor que, al ver una pared de frente, la niega y acelera contra ella. Por su parte, los bancos internacionales como Morgan Stanley o JP Morgan exigen devaluación y la implementación de un cepo a la compra de dólares, alentando al conductor a acelerar aún más para luego, tras el choque, poder llevarse sus ganancias.

El gobierno, mareado por el golpe electoral, anunció la formación de dos mesas: una política y otra de diálogo con los gobernadores. La mesa “política” estará compuesta por Milei, Karina Milei, Guillermo Francos, Patricia Bullrich, Santiago Caputo, Martín Menem y Adorni, ¡los mismos funcionarios de siempre, incluidos varios de los acorralados por los casos de corrupción!

Milei busca, a través de estas “mesas de diálogo”, abrir negociaciones con los gobernadores y la oposición patronal para generar pactos de gobernabilidad, en un momento en que el gobierno se queda sin legitimidad para acelerar su rumbo ajustador.

El gobernador Kicillof asumió un riesgo al desdoblar las elecciones provinciales de las nacionales, enfrentó las presiones de Cristina Fernández y Máximo Kirchner, que se oponían abiertamente, pero se puso al frente de la campaña y ganó. La apuesta le salió bien y lo deja fortalecido en la interna peronista.

Mario Secco, intendente de Ensenada, declaró: “En la provincia de Buenos Aires hay un candidato para 2027 y se llama Axel Kicillof”.

Pero está claro para cualquiera que vive de su trabajo que los trabajadores no podemos esperar hasta las elecciones de 2027, para las que aún faltan dos años, mientras Milei y los capitalistas avanzan con el ajuste. La debilidad actual del gobierno muestra que es posible derrotar a Milei en las calles y echarlo, junto a todo su gobierno de ladrones y bandidos. Ahora todos los esfuerzos deben dirigirse a la movilización para una huelga general. Los jefes sindicales de las centrales obreras han demostrado ser incapaces de enfrentar a Milei.

El peronismo, convertido hoy en un conjunto de tendencias que tiran hacia distintos lados en tensa unidad, carece de un programa político y económico para enfrentar el derrumbe financiero y revertir el ajuste de Milei, ya que no puede ofrecer otra cosa que seguir atado al FMI y gestionar el capitalismo en crisis.

Los dirigentes de la CTA no han ofrecido un canal de lucha independiente, limitándose a alinearse con el peronismo en clave electoral, mientras que los jefes de la CGT se han subordinado al gobierno. No podemos esperar que la convocatoria de una huelga general provenga de estos dirigentes.

La dirigencia del peronismo, que abreva en la conciliación de clases, acomodó su rumbo para sostener la gobernabilidad y “acompañar” a Milei hasta ahora, y se prepara para hacerlo llegar a las elecciones nacionales legislativas de octubre. Kicillof aparece como rueda de auxilio de Milei en el momento de mayor debilidad.

En la práctica, sostener la gobernabilidad implica garantizar la continuidad de los ataques del gobierno nacional contra los trabajadores.

La razón por la que la clase dominante que dirige y financia a Milei sigue siendo poderosa es que su control sobre la economía y su riqueza permanecen intactos. Nuestra arma más poderosa es la propia clase obrera, la única que impulsa la economía y crea la riqueza de la sociedad.

Por eso es necesario comenzar a organizarse desde abajo, en las organizaciones de primer y segundo grado, como las juntas internas, los cuerpos de delegados allí donde sea posible y en las asambleas autoconvocadas que fueron surgiendo en distintos puntos del país como respuesta a la parálisis de la burocracia sindical. Organizarnos en las fábricas, los lugares de trabajo, las escuelas, las universidades y los barrios, con el objetivo de impulsar la huelga general y poner en pie un Gobierno de Trabajadores. Para terminar con el ajuste, venga de donde venga, la clase trabajadora debe luchar por el poder y gobernar.

En este contexto de descrédito de Milei y del ausentismo, el FITU no logra canalizar una parte significativa del descontento. Los 353.287 votos obtenidos quedaron por debajo de los 609.158 sufragios conseguidos en las elecciones legislativas bonaerenses de 2021. En esta elección, el Frente de Izquierda puso en juego diez bancas para concejales, de las cuales no logró renovar ninguna, aunque sí consiguió renovar sus dos diputados provinciales.

En este sentido creemos que los dirigentes de la izquierda deben cambiar su enfoque, centrado en el electoralismo, y orientar su agitación política hacia una perspectiva de poder para la clase trabajadora, presentándose como una alternativa genuinamente comunista que busca barrer con el capitalismo y sus instituciones. La actual táctica de limitarse a presentarse como un partido más, aunque algo más a la izquierda que los partidos patronales, no conecta con la bronca, la rabia y la frustración que sienten millones de jóvenes y trabajadores que buscan un cambio real de la situación.

Un partido basado en el marxismo revolucionario, aunque desempeñe un papel limitado en la lucha de clases, tiene la tarea fundamental de desarrollar de manera sistemática la propaganda y la agitación sobre el poder obrero, vinculándola a las necesidades y a las luchas concretas de la clase trabajadora y de la juventud. Su objetivo no debe ser ganar diputados o senadores como un fin en sí mismo, sino la formación y educación de sus cuadros para conquistar a las masas, preparando el terreno para la transformación socialista de la sociedad y la implementación del programa revolucionario.

No se trata de difundir la ilusión de que los problemas de los trabajadores puedan resolverse a través del parlamento, sino de evidenciar la corrupción inherente a los parlamentos capitalistas y al Estado burgués. La campaña electoral debe aprovecharse como una oportunidad para llegar a un mayor número de trabajadores y jóvenes y para difundir la necesidad de la revolución. Necesitamos diputados y senadores obreros que actúen para hacer avanzar los intereses de la revolución social.

La crisis se agudiza de cara a las próximas elecciones nacionales. Con este enfoque, la izquierda ganaría la autoridad política necesaria para construir la herramienta que necesitamos para derrotar a Milei y al sistema que lo sostiene.

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