Publicamos a continuación la transcripción de la charla que Jack Halinski-Fitzpatrick de la CMI dio en la Universidad Marxista Internacional el 26 de julio de 2020 sobre El marxismo y el medio ambiente. El capitalismo esta matando el planeta, necesitamos luchar para cambiar este sistema contrario a la vida.
TRANSCRIPCIÓN
Jack: La cuestión del cambio climático ya no es cosa del futuro. Los fenómenos meteorológicos anormales son cada vez más comunes. Los bosques se están quemando. Y la gente está muriendo por las olas de calor, las sequías, las inundaciones y el hambre.
Hace dos años, el IPCC ( el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) publicó un informe que modeló los efectos del cambio climático. Llegaron a la conclusión de que, a menos que el aumento de la temperatura global no se limite a 1,5°C por encima de los niveles preindustriales, podría alcanzarse un punto de inflexión. Señala un futuro en el que la humanidad se verá impulsada a desplazamientos masivos, guerras por los recursos naturales y barbarie.
Pero para mantener los aumentos de temperatura por debajo de este nivel se requeriría una reducción del 45% en las emisiones de gases de efecto invernadero para el 2030.
¿Y cuál ha sido la respuesta? Según la ONU, los gobiernos planean producir un 120% más de combustibles fósiles de lo que sería consistente con el cumplimiento de este objetivo.
Pero esta perspectiva no ha quedado completamente sin respuesta.
El año pasado, millones de jóvenes comenzaron a luchar. Solo en septiembre de 2019, 6 millones de personas participaron en las huelgas climáticas de Fridays for Future. Y estas no solo fueron motivadas por preocupaciones sobre el clima.
Son el producto de la inestabilidad del sistema y de la radicalización que está provocando. Podemos ver que hay una capa grande de jóvenes radicales que no están interesados en quedarse esperando a que haya un cambio.
Si bien las huelgas climáticas fueron enormes e inspiradoras, lamentablemente fueron limitadas. En primer lugar, no estaban vinculadas al movimiento obrero de forma sistemática. En segundo lugar, el movimiento obrero en sí no mostró realmente ningún camino a seguir. Además de todo esto, fueron en gran medida descarriladas por ONG liberales, partidos verdes y grupos como Extinction Rebellion.
En cierto sentido, Extinction Rebellion también refleja la creciente radicalización entre muchas capas de la sociedad. Reconocen que «las cartas, los correos electrónicos y las marchas no funcionan». Pero la alternativa que presentan es igualmente impotente. El fundador continúa sugiriendo que, en cambio, el movimiento necesita «que unas 400 personas vayan a prisión [y] alrededor de 2-3.000 sean arrestadas».
Entonces, como por magia, una vez que llegas a este nivel, el gobierno simplemente decide llevar a cabo una transición verde.
También argumentan que se puede convencer a todas las clases y, por lo tanto, intentan activamente despolitizar el movimiento. Una de sus principales demandas es que los gobiernos “digan la verdad”. El problema es que vivimos en un mundo en el que si los dos hombres más ricos del planeta amontonaran toda su riqueza en billetes de 100 dólares, alcanzarían el espacio exterior sentados sobre ellos. Sin embargo, la inmensa mayoría seguiríamos sentados sobre el suelo. Para un gobierno que defiende este sistema, decir la verdad sería un suicidio y, por tanto, sería ingenuo pensar que eso sería posible.
En lugar de basarse en la única clase progresista de la sociedad, la clase trabajadora, se centran en las acciones llamativas. Pero estos trucos, en el mejor de los casos, juegan un papel reaccionario al reducir la confianza que los trabajadores tienen en sí mismos. Pueden llevar a la conclusión de que, en lugar de involucrarse en una lucha para cambiar la sociedad, esa puede dejarse en manos de un pequeño grupo. En el peor de los casos, estas acciones podrían desempeñar un papel aún más reaccionario al alejar a los trabajadores del movimiento ambientalista.
Otros, como los activistas de la izquierda laborista en el Reino Unido, han hecho campaña para que los bancos y otras corporaciones dejen de invertir en los combustibles fósiles. En primer lugar, es bastante improbable que estas empresas se vean sometidas a suficiente presión por parte de activistas de izquierda para desinvertir. Pero incluso si lo hicieran, cada vez que pudieran convencer a una empresa de que desinvirtiera, el vacío sería llenado por otra.
Sin embargo, el problema es más profundo que esto.
En un artículo, The Economist explica que cuanto más se despliega energía renovable, “más baja el precio de la energía de cualquier otra fuente».
Las fuentes de energía son una mercancía bajo el capitalismo. Entonces, una vez que se invierte en energía renovable, hay así una nueva fuente de energía abundante y muy barata. A medida que aumenta la oferta, baja el precio de todas las fuentes de energía. Se vio esto entre 2012 y 2016 en los Estados Unidos, cuando la instalación de paneles solares aumentó exponencialmente y las ganancias se redujeron igualmente en grandes cantidades. Un capitalista de paneles solares describió esto como un “círculo mortal”.
Dijo que «el exceso de capacidad global obliga a bajar los precios, [y las empresas se ven obligadas] a producir más para obtener los beneficios de escala, lo que reduce aún más los precios».
El capitalismo es un sistema anárquico, donde cada capitalista compite contra todos los demás para producir una ganancia. Cuando la demanda excede la oferta de un producto en particular, el capital se dirige a ese sector. Esto significa que se produce cada vez más de ese producto en particular hasta que la oferta supera la demanda.
Pero es imposible para los capitalistas individuales darse cuenta de que se ha llegado a este punto hasta que sea demasiado tarde.
Sólo alcanzan este punto cuando la mercancía particular producida ya no puede venderse a fin de dejar beneficios suficientes. Así que por un lado, la tendencia es a producir sin un límite definido. Pero, por otro lado, dado que a la clase obrera se le paga menos en salario que el valor que crea en el proceso de producción, todo esto junto provoca crisis periódicas, que es lo que se llama «sobreproducción». Se producen demasiados productos básicos para que el mercado los absorba de manera rentable.
Y esto ocurre también, por supuesto, con las fuentes de energía.
Y el punto también es que este problema sería exacerbado aún más si los gobiernos introdujeran subsidios para la energía verde. Solo conduciría a que los mercados se volvieran aún más saturados y, por lo tanto, llevaría al sector a una crisis aún más profunda.
Entonces, si queremos evitar un cambio climático catastrófico manteniendo el calentamiento global por debajo de ese nivel de 1,5 ° C necesitamos una transición energética mucho más rápida y radical que cualquier otra cosa que hayamos visto hasta ahora.
Entonces, estas crisis periódicas en las que entra el capitalismo actúan como una barrera para esta transición rápida.
Ahora, una idea que está ganando seguidores es la del “decrecimiento” o “crecimiento cero”. La idea es que: «cuanto más rápido producimos y consumimos, más dañamos el medio ambiente». Por eso, piden a las economías avanzadas que adopten un crecimiento del PIB nulo o incluso negativo.
El daño ambiental no es causado por la industrialización o el crecimiento en sí mismos. Aunque, por cierto, la producción está organizada y controlada. Ya podemos ver que, con la introducción de energías renovables, las emisiones de gases de efecto invernadero ya no aumentan al mismo ritmo que el crecimiento económico. Por tanto, el punto a señalar es que si tuviéramos una economía planificada democráticamente, que utiliza adecuadamente las energías renovables y la energía y los recursos asignados racionalmente, podríamos provocar un desacoplamiento absoluto para que el crecimiento económico no tenga impacto en las emisiones.
Vinculado también a esto está la idea de sobrepoblación. Varios miembros de la familia real británica, por ejemplo, han dicho que el mayor problema al que se enfrenta el medioambiente hoy en día es la sobrepoblación. Desafortunadamente, eso no significa que limiten su propia población. Lo primero que diría que hay que reconocer es que las familias numerosas tienen una base material.
En los países en desarrollo, las familias rurales tienen que depender de tener muchos hijos porque, en ausencia de un “estado de bienestar”, los padres necesitan depender de sus hijos para que los mantengan cuando sean mayores.Como prueba de esto, hemos visto una disminución de las tasas de fertilidad en todo el mundo a medida que los países se desarrollan y urbanizan. Entonces, si tuviéramos una economía en la que se satisfagan las necesidades de todos, esa sería una forma de limitar la población, si ese fuera realmente su objetivo. Pero, por supuesto, la familia real británica no está a favor de esto.
Pero lo principal que hay que decir es que estamos muy lejos de haber alcanzado un límite en términos de cuántos seres humanos puede soportar la tierra. Las ideas presentadas aquí son simplemente una versión recalentada de las ideas de Thomas Malthus. Él fue un economista de principios del siglo XIX que afirmó que el hambre, la pobreza y las enfermedades eran todos productos de la sobrepoblación. Sus ideas fueron refutadas porque con los avances en la técnica agrícola, se podía mantener a una población mayor. El mayor excedente producido permitió que una población mayor se mantuviera con altos niveles nutricionales. Y sus ideas todavía hoy están equivocadas. Producimos lo suficiente ahora para alimentar a 10 mil millones de personas en el planeta y la tecnología ya existe para hacer una transición completa a la energía renovable. Entonces, más gente no necesariamente significa más emisiones.
Nuevamente, usando el mismo tipo de lógica, hay quienes argumentan que, si todos consumimos un poco menos, podemos salvar el planeta. La Global Footprint Network (Red de la Huella Global), por ejemplo, ha fijado el Earth Overshoot Day (el Día de Exceso de la Tierra). Este es el día, según ellos, en que la humanidad ha consumido los recursos naturales que pueden renovarse naturalmente en un año. Entonces, para lidiar con esto, tenemos personas que sugieren que dejemos de comer carne. Tenemos gente que lanza campañas contra la llamada «moda rápida». La primera pregunta que se les debe hacer a estos activistas es, ¿quién está sugiriendo que se consume demasiado? En 2016, la ONU estimó que 815 millones de personas padecían desnutrición crónica. Esto solo se verá agravado por la pandemia de coronavirus. Y con respecto a la moda rápida, también, la National Education Union (el sindicado nacional de educación) en el Reino Unido encuestó a los maestros sobre la pobreza infantil. Informaron de niños que llevaban ropa fuera de medida, otros que tenían agujeros en los zapatos y otros que asistían a la escuela en invierno sin abrigos. Esto es en el Reino Unido, un país avanzado. Después de un período en el que los trabajadores han sufrido una austeridad brutal, hablar de consumismo, de verdad, para la mayoría de la gente es una broma de mal gusto.
Pero incluso después de considerar esto, ¿de dónde viene este «consumismo»?
El capitalismo requiere que el capital fluya constantemente alrededor del sistema. Nos necesita para gastar, gastar y gastar. Para gestionar esto, se destinan grandes cantidades de recursos a la industria publicitaria. Esta es toda una industria que tiene como objetivo hacer que los seres humanos se vean inútiles para que sientan la necesidad de tener que consumir. Además de esto, incluso si todas estas campañas nos convencieran, cada vez más los productos se diseñan con una vida artificialmente limitada. Muchas personas han experimentado esto cuando compran un teléfono móvil o un ordenador portátil. Parece un reloj, pero tan pronto como vence la garantía, se rompe. Pero esto es increíblemente útil para un capitalista.
Si eres capitalista y le vendes a alguien un teléfono que es perfecto y funciona para siempre, ¿cómo le venderías otro teléfono a esa persona?
Bajo el capitalismo, existe un desincentivo para producir productos de alta calidad, dentro de lo razonable, por supuesto. Lo que hacen todas estas teorías es culpar de la crisis climática a la propia clase trabajadora.
Pero el verdadero culpable no son las acciones de los trabajadores, son el capitalismo y los propios capitalistas. Solo para dar algunas cifras: menos del 10% de los residuos que se envían a los vertederos proviene de los hogares, más del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero son producidas por 100 grandes empresas y sólo 20 empresas han producido ⅓ de todo el CO2 producido desde 1965. Entonces, en lugar de culpar a los que son realmente responsables, se nos anima a culparnos a nosotros mismos o a los demás.
Por lo tanto, esto también contribuye a «lavar de verde» la austeridad porque los recortes en los niveles de vida se ven justificados para salvar el planeta.
Pero incluso si fuera posible convencer a todas las personas de que dejen de consumir, ¿funcionaría esto?
Bueno, en respuesta a la pandemia de coronavirus, muchos países introdujeron confinamientos estrictos. Los vuelos fueron suspendidos, las tiendas cerradas, la gente dejó de consumir en gran medida. ¿Qué impacto tuvo todo esto?
La Agencia Internacional de Energía espera que las emisiones globales de gases de efecto invernadero sean un 8% más bajas en 2020 que en 2019. Entonces, incluso si las personas soportan estos enormes cambios en la forma en que viven sus vidas, aún nos quedaría el 90% de la descarbonización necesaria por hacer.
¿Qué ha traído también consigo este confinamiento?
Ha traído posiblemente la crisis capitalista más profunda de la historia, que resultará en un desempleo masivo y, eventualmente, en una austeridad brutal. Así que eso demuestra que el capitalismo nos obliga a consumir y, si nos detenemos, el sistema entra en crisis. Esto solo trae desempleo y sufrimiento a la clase trabajadora.
En lugar de estas soluciones individualistas, hay quienes proponen cosas como impuestos al carbono. Ian Parry, economista del Banco Mundial, por ejemplo, aboga por un impuesto al carbono de unos 35 dólares por tonelada. Su plan aumentaría el precio de la gasolina en aproximadamente un 10% y el precio de la electricidad en un 25% y esto lo presenta como la mejor manera de asegurarse de que los países cumplan con sus compromisos de emisiones. Sin embargo, en el Reino Unido en 2016, el 10% de la población se encontraba en lo que se llama «pobreza energética» y lo que eso significa es, por ejemplo, que en el invierno de 2017 en el Reino Unido, hubo un exceso de 46.000 muertes entre las personas mayores, ya que muchos no pueden permitirse calentar sus hogares adecuadamente. Entonces, un impuesto al carbono afectaría más a los más pobres y empujaría a más personas a la pobreza energética.
Nos oponemos a que la clase trabajadora pague las consecuencias de la crisis climática. Por lo tanto, deberíamos apoyar el movimiento de los “chalecos amarillos” en Francia, que a su vez fue provocado por una propuesta de introducir un impuesto al combustible; o el levantamiento en Ecuador, que a su vez fue provocado por un plan para reducir los subsidios a los combustibles.
En otros lugares, hay quienes abogan por lo que se llama un Green New Deal (Nuevo Acuerdo Verde). Está inspirado en las políticas keynesianas que se introdujeron en Estados Unidos antes del boom de la posguerra. La idea es una inversión dirigida por el gobierno en tecnologías verdes y financiarla mediante impuestos. El objetivo sería «estimular la demanda» e «impulsar el consumo». El Green New Deal es sin duda un paso adelante en comparación con estas soluciones individualistas. El cambio climático al menos aquí se presenta como una cuestión política, pero, la pregunta que nos debemos hacer es ¿de dónde vendrá el dinero?
Debido a que los gobiernos no tienen dinero propio, sólo pueden obtenerlo mediante préstamos, impuestos o impresión. Cuando se trata de impuestos, el gobierno puede optar por subir impuestos a los trabajadores o a los capitalistas.
Subir impuestos a los trabajadores, simplemente reduce su poder de consumo y, por lo tanto, reduce la demanda en la economía. Lo que, por supuesto, es lo contrario de lo que pretende hacer el estímulo. Subir los impuestos a los capitalistas, por otro lado, significa tocar las ganancias de los capitalistas mismos. Esto puede crear una huelga de capitales con los capitalistas negándose a invertir. Por tanto, los impuestos sólo pueden estimular la demanda suprimiéndola en otros lugares.
Pedir prestado también trae sus propios problemas. Los gobiernos de todo el mundo ya estaban endeudados enormemente, y esto solo se ha visto agravado por la pandemia de coronavirus y su respuesta a ella.
Ahora, algunos, como Ocasio-Cortez en los Estados Unidos, sostienen que el Green New Deal se pagará sólo a través del crecimiento. ¿Pero es esto posible? Bueno, si miras la deuda del gobierno de EE. UU, como porcentaje del PIB en 1946, se situaba en el 119%. Después de esto, el boom de la posguerra permitió a Estados Unidos reducir este nivel al 31% en 1974. Pero hoy vivimos en un período completamente diferente.
Lo que hay que reconocer es que el crecimiento de la posguerra no fue causado por las políticas del New Deal. Después de todo, no fue hasta después del 1945 que la economía mundial comenzó a crecer nuevamente y esto ocurrió, principalmente, debido a la destrucción de la Segunda Guerra Mundial, que creó demanda para reconstruir nuevamente la economía. Hoy, en cambio, los mercados mundiales están saturados. Solo para dar nuevamente algunas cifras, la utilización de la capacidad productiva, tanto en los Estados Unidos como en la zona del euro, está en la actualidad por debajo del 70%, mientras que en China ronda el 74%. Lo que esto significa es que la mayoría de los países no están utilizando la capacidad productiva que ya tienen. ¿Porqué?
Es porque no hay suficiente demanda en la economía debido a la crisis. Entonces no se trata de falta de dinero para invertir, sino de la crisis orgánica del capitalismo. Así que esto no se puede resolver simplemente inyectando más dinero en la economía. Esto solo agravaría el problema de la sobreproducción.
En última instancia, el capitalismo es incapaz de producir los cambios necesarios con la suficiente rapidez. Casi todos los modelos del IPCC [Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático] requieren emisiones negativas. Así que necesitan que succionemos el CO2 de la atmósfera. Esto podría hacerse a través de medios de baja tecnología como la reforestación.Pero también existen algunas soluciones potenciales de alta tecnología, como la “meteorización mejorada”. Ahora no entraré en esto con demasiados detalles porque se trata de momento de una tecnología bastante especulativa y requeriría una enorme cantidad de inversión para entrar en funcionamiento como una alternativa plausible. Pero lo que me gustaría señalar es que los capitalistas no están realizando esta inversión.
¿Por qué? Porque no es posible ganar dinero con eso. La única razón para que los capitalistas inviertan en algo es para obtener ganancias. No es necesario que confíen en mi palabra, aquí tengo una cita de The Economist. “Aunque la energía renovable podría generar de manera rentable una buena parte de la electricidad mundial, nadie sabe cómo enriquecerse simplemente eliminando los gases de efecto invernadero”. Así que ahí lo tienes, porque nadie sabe cómo rentabilizar la succión de gases de efecto invernadero del medio ambiente, no se hace.
Este impulso para generar ganancias también alienta a las empresas a tomar atajos y reducir las condiciones de seguridad ambiental.Solo un ejemplo de esto es el escándalo de emisiones de Volkswagen. Aquí instalaron un «dispositivo de desactivación», que básicamente podía reconocer cuándo se estaba comprobando las emisiones del automóvil. Luego, podrían cambiar el rendimiento en consecuencia para mejorar sus resultados. Así que permitió que la compañía pareciera que estaba cumpliendo con las regulaciones, pero pudieron hacerlo evitando reducir el rendimiento del automóvil.
Ahora, por supuesto, es cierto que esto es solo un escándalo. Pero el punto a reconocer es que el capitalismo es un sistema que recompensa a quienes engañan, siempre que se salgan con la suya.
Al lado de esta barrera de las ganancias está la del Estado nacional. Es una declaración muy poco controvertida afirmar que se necesita la cooperación internacional para conseguir el tipo de cambio que necesitamos. Esto sería tanto para mitigar los impactos del cambio climático que ya estamos viendo pero también para ayudar a los países a transitar a fuentes de energía más verdes. Solo para dar un ejemplo, Bangladesh es un país donde millones de personas corren el riesgo de sufrir inundaciones. Es una situación en la que el agua de deshielo del Himalaya y los fuertes monzones pueden inundar el delta del Ganges.
Hay un problema similar en Holanda, que también se encuentra en el delta de un río. Pero la diferencia es que, en los Países Bajos, hay un sistema de diques y canales, lo que significa que el agua se puede redirigir al mar. A esto se suma el urbanismo, que básicamente permite colocar fuera de los planos de inundación las edificaciones de viviendas. A diferencia de las “villas miseria” que ves en Bangladesh, eso también permite que las llanuras aluviales se mantengan despejadas. Básicamente, lo que vemos aquí es que debido a que Holanda es un país mucho más rico que Bangladesh, es posible lidiar con este problema.
Para hacer frente a este tipo de disparidades, los capitalistas y sus representantes han encontrado una solución. En el Acuerdo de París, resolvieron noblemente transferir $100 mil millones al año de los países avanzados a los países en desarrollo. Pero la verdad es que sí se produce una transferencia neta de riqueza. Cada año, 2 billones de dólares fluyen de los países menos avanzados a los más avanzados en forma de préstamos, repatriación de ganancias y cosas así. Entonces, tenemos $ 2 billones en la dirección opuesta a lo que se pretendía. O que no se pretendía, lo que fue «acordado» aparentemente en este Acuerdo de París.
Esto no es un accidente, porque el capitalismo divide al mundo en Estados nacionales en competencia, cada uno de los cuales antepone los intereses de su propia clase dominante. Por supuesto, es posible cierta cooperación internacional. Cuando el sistema capitalista está en un estado saludable y la economía crece, los Estados nacionales son capaces de hacer acuerdos. Hemos visto la creación de la Unión Europea, por ejemplo. Pero, tan pronto como entramos en un período de crisis, cada gobierno intenta exportar sus problemas a todos los demás gobiernos.
¿Qué es lo que vemos hoy?
Vemos un proteccionismo creciente, vemos la ruptura de las instituciones internacionales y vemos una inestabilidad geopolítica generalizada de modo que la base material para el tipo de cooperación internacional duradera que se necesita para hacer frente a la crisis climática simplemente no existe.
Podemos tomar la energía solar como ejemplo. Hoy podríamos proporcionar una gran cantidad de energía verde y limpia. Si cubriéramos las regiones inhabitables del desierto del Sahara con paneles solares se podría redirigir esa energía por todo el mundo según las necesidades de cada país. Esta no es mi idea, fue un proyecto que comenzaron los capitalistas alemanes a principios de la década del 2000. Para alejarse de la dependencia del gas ruso, establecieron este proyecto que se llamaba Desertec. El problema era que la energía producida por estos paneles solares tendría que ser dirigida a través del Estado español y en el contexto de austeridad de ese momento, no había intención de mejorar la infraestructura para permitir que esto sucediera. El Estado español también tenía su propia clase dominante de la que cuidar, que incluía su propia industria nacional de combustibles fósiles. Entonces no tenían ningún interés en invertir en este proyecto.
Greta Thunberg dijo una vez: «Si las soluciones dentro del sistema son tan imposibles de encontrar, tal vez deberíamos cambiar el sistema en sí». Yo diría que el sistema capitalista ha demostrado ser incapaz de la acción rápida y radical que se necesita para salvar el planeta. Si es incapaz de cumplir con este requisito más básico, seguramente ha llegado el momento de deshacerse de él.
Ahora, este informe del IPCC estimó que cada año hasta 2030, alrededor de $150 mil millones deben invertirse en fuentes de energía renovables y no fósiles. Además de esto, para reducir la demanda total de energía, se necesitan invertir $340 mil millones en edificios, transporte e industria.
¡Pero el dinero para pagar esto está ahí!
Cada año, se gastan 1,7 billones de dólares en gastos militares y comercio de armas. Mientras tanto, yacen sin invertir en los bancos de las grandes empresas 2 billones de dólares en los EE. UU., 2 billones de euros en Europa y 700 mil millones de libras en el Reino Unido. Como expliqué anteriormente, este dinero no se invierte porque hay una falta de salidas rentables para esta inversión.
Para hacer frente a la crisis climática, necesitamos un plan mundial. Esto implicaría el paso rápido de los combustibles fósiles a las energías renovables. También, necesitamos racionalizar y planificar adecuadamente nuestra agricultura y necesitamos mitigar los impactos del cambio climático que ya están aquí. Sin embargo, como dice el viejo refrán, no se puede planificar lo que no se controla y no se controla lo que no se posee. Es la concentración y acumulación de capital que trae el capitalismo lo que ha provocado la situación que expliqué anteriormente, donde la mayor parte de todas las emisiones provienen de un puñado de grandes empresas. Pero esto nos facilita mucho las cosas, significa que solo tenemos que nacionalizar estas grandes corporaciones y ponerlas bajo el control democrático de los propios trabajadores. Los trabajadores que trabajan en estas industrias saben mucho mejor que los patrones cómo manejarlas.
Solo para dar un ejemplo, en 1976, Lucas Aerospace Corporation anunció que iba a eliminar miles de puestos de trabajo debido al cambio tecnológico y la competencia internacional. Pero los trabajadores, en cambio, elaboraron una propuesta. Demostraron que las mismas fábricas, máquinas y empleados se podían remodelar y reasignar. Demostraron que en lugar de producir misiles, que la empresa producía anteriormente, podían producir tecnología renovable y equipos de atención médica avanzados. Los trabajadores finalmente fueron vendidos por los líderes sindicales y políticos, pero esto demuestra el poder creativo de la clase trabajadora.
También podemos imaginarnos que si tuviéramos una economía democráticamente planificada, en lugar de combinar algunas de las mejores mentes del mundo para pensar en cómo hacer un nuevo botón para un teléfono móvil, podríamos dirigir a científicos, ingenieros y otros, a áreas socialmente útiles. O, en lugar de culpar a los trabajadores por consumir demasiado, podríamos proporcionar transporte público gratuito y de alta calidad y aislamiento doméstico gratuito.
Ahora, por supuesto, una sociedad socialista no sería automáticamente verde. Pero una economía socialista planificada democráticamente nos da las herramientas para garantizar que así sea, porque con la participación activa y el funcionamiento de la sociedad por parte de la clase trabajadora se permite que la sociedad se dirija en función de las necesidades, en lugar del beneficio.
Ahora hay que recordar que ninguna clase dominante en la historia ha renunciado a su poder y privilegios sin luchar. Pero la historia también ha demostrado que hay un poder que es mucho más fuerte que cualquier clase dominante. Esa es la clase trabajadora cuando se organiza en torno a un programa socialista. Como dice el refrán, ni una rueda gira, ni una lámpara brilla sin el amable permiso de la clase trabajadora, porque la clase trabajadora tiene el poder en sus manos y si se moviliza, es capaz de parar la sociedad. Entonces, si bien fue increíblemente inspirador ver el movimiento de los estudiantes en las calles, estas protestas no son suficientes si quedan limitadas de esta manera. Ahora, los estudiantes pueden y han actuado en el pasado como una chispa para el movimiento obrero. Así fue el mayo de 1968. Sin embargo, la cuestión es que los estudiantes, por sí mismos, no pueden cambiar la sociedad. Es solo la clase trabajadora la que tiene el poder de hacerlo. Además de esto, es solo la clase trabajadora la que tiene la inclinación a cambiar la sociedad.
Los capitalistas no salvarán este planeta, ¡ya están viviendo en otro! ¡Y algunos de ellos, como Jeff Bezos, ya están investigando cómo colonizar otros planetas para destruirlos!
La historia ha demostrado que cuando los trabajadores se ponen en acción, no falta el autosacrificio y el espíritu de lucha. En cambio, lo que siempre ha faltado es un liderazgo digno de ese nombre y es la construcción de este liderazgo lo que debería ser el enfoque de hoy. Entonces, sí, para detener el cambio climático, necesitamos un cambio de sistema. Pero el cambio de sistema solo tendrá lugar si la clase trabajadora está organizada y dirigida para transformar fundamentalmente la sociedad. Necesitamos una transformación fundamental hacia una sociedad socialista planificada democráticamente. Esa es la única forma en que podemos resolver la crisis climática.
INTERVENCIONES
Jonas: Hola camaradas y un saludo desde Dinamarca.
Gracias por una excelente introducción. Quiero hablar un poco sobre el lado político de la cuestión y cómo reaccionó la clase dominante al movimiento climático que vimos anteriormente. El movimiento climático fue muy impresionante. Millones de jóvenes salieron espontáneamente a las calles, también en Dinamarca exigiendo un cambio de sistema, no un cambio climático, que en esencia es un lema revolucionario. Y creo que representa la energía revolucionaria que se ha ido acumulando en la juventud. La presión de esta movilización masiva fue tan grande que la clase dominante y sus gobiernos en todo el mundo, especialmente en Europa y Dinamarca, sintieron que la tierra temblaba bajo sus pies. Porque la juventud los expuso y los señaló.
Durante años y años todo ha sido hablar y no actuar.
Y esto era lo que se preguntaba la juventud. Entonces, ¿cómo debería reaccionar la clase dominante ante estas huelgas escolares y movilizaciones masivas?
Si hubiesen intentado reprimirlos y traerlos a las aulas mediante el uso de porras, se habrían arriesgado a agravar la situación y a meter a la clase trabajadora en la ecuación. Como sucedió en Francia ‘68 con la represión de los estudiantes. Entonces no, esto era demasiado peligroso. Entonces, en cambio, tomaron otro camino. Si no puedes vencerlos, únete a ellos. Simplemente cooptaron el movimiento. De repente, todo el mundo estaba a favor de una transición verde.
Todos los políticos, los bancos, la industria, todo el establishment.
Muchos gobiernos aprobaron nobles objetivos a largo plazo y declaraciones de intenciones. Y esto también sucedió en Dinamarca, donde todos los partidos políticos aprobaron la «ley climática». Aquí establecieron el objetivo de eliminar las emisiones de CO2 para el año 2050 y hacer una reducción del 70% en las emisiones para el 2030, en comparación con el nivel de 1990. Incluso la patronal, la Federación Danesa de Industrias, hizo un «programa verde», de recortes de impuestos para los ricos en nombre del medioambiente. Recortes a las becas estudiantiles para financiar la transición verde. Deberíamos dejar de perforar en busca de petróleo en la colonia ártica danesa de Groenlandia en nombre del clima. Para decir que todo el mundo era muy ecológico ahora y todo el mundo apoyaba esta ley climática.
Este cambio táctico de la clase dominante, fue celebrado como una victoria por la llamada izquierda, y las ONG lo celebraron. Habían recibido su papel, la «ley climática», por lo que se desmovilizaron y el movimiento se calmó, traicionado por el liderazgo de ONGs, básicamente. Pero en el mundo real, todo siguió igual.
Y algunos en el movimiento climático vieron esto como lo que es, un engaño. De modo que exigen acción, pero aún dentro de los límites del sistema capitalista, lo que resulta en la demanda de impuestos al carbono. Pero esto conduce a otros problemas. Sin tener una perspectiva obrera al frente y en el centro en todo momento, estas políticas «verdes» rápidamente se vuelven reaccionarias. Gravar el consumo de carne, de combustible, etc. Esto, como explicó Jack, es de facto hacer que la clase trabajadora pague. Y tales demandas rebajan la conciencia de la clase trabajadora. Y creo que sobre todo en la situación actual de profunda crisis, el Estado debería mantener las manos fuera de los bolsillos de los trabajadores. No creo, para ser honesto, que el movimiento de los chalecos amarillos fuera realmente el último ejemplo de una política supuestamente «verde» que provocó la movilización de la clase trabajadora. Cuando los gobiernos en el futuro cercano necesiten introducir austeridad para financiar su estímulo masivo, creo que podemos esperar que muchas veces o al menos unas pocas, esto suceda en nombre del clima. Entonces, nuestro trabajo como marxistas es explicar que la explotación de nuestro entorno colectivo y de la clase trabajadora son dos caras de la misma moneda, el afán de lucro. Y tenemos que explicarles a los activistas climáticos que los reformistas y el establishment los están engañando. No mires a ellos para el cambio.
La clase trabajadora es la única fuerza que tiene el poder de cambiar radicalmente la sociedad. Eliminar el afán de lucro mediante la revolución. Pero como tantas cosas en la vida, una cosa es decirlo y otra es hacerlo. Para vincular la lucha climática con la clase trabajadora, creo que las demandas tienen que estar estrechamente ligadas a las cuestiones sociales. Por ejemplo, dar trabajo a todos los parados, expropiar las fábricas cerradas. Hay que volver a abrirlas y hacerlas parte de una transición verde radical.
¡Expropiar a los grandes capitalistas y bancos!
Aquellos que son los culpables del cambio climático, como explicó Jack, aquellos que se han beneficiado de la explotación de la clase trabajadora y de nuestro entorno colectivo. Y hay que utilizar estas empresas para hacer una verdadera transición verde con buenos salarios y buenas condiciones de trabajo bajo el control de los trabajadores. Un consumo político puede parecer una salida fácil y una forma en que «yo» al menos puedo hacer algo, pero es una vista de lujo en esta tierra que pocos pueden permitirse. Pero no solo no es suficiente, también tiene implicaciones reaccionarias. Porque aleja a los trabajadores y a los pobres de la lucha climática y los lleva a los brazos de las grandes empresas. En los brazos de los patrones que quieren preservar el status quo, exactamente lo contrario de lo que necesitamos. Entonces, si realmente queremos evitar un cambio climático catastrófico, tenemos que luchar contra el enemigo real, la clase capitalista. Y darle un contenido obrero al eslogan «un cambio de sistema, no el cambio climático».
Gracias.
Adam: Como dijo Jack en su introducción, las soluciones individuales a la crisis climática no son una solución en absoluto. La pandemia realmente ha mostrado los límites de la idea del «decrecimiento» bajo el capitalismo. Tenemos que ser muy claros, el «decrecimiento» bajo el capitalismo se llama recesión y es a la clase trabajadora a la que se le pedirá que pague o se le obligará a pagar, en forma de despidos, desempleo, pobreza. Y como dijo Jack en su inicio, incluso con todos los confinamientos, solo vimos una caída prevista del 8% de las emisiones de carbono este año. Y lo necesitaríamos todos los años si queremos alcanzar los objetivos necesarios para frenar el cambio climático.
Entonces, esto realmente resalta los límites de la acción individualista, de los boicots, de escoger qué consumir y que no como una supuesta solución al cambio climático. Y creo que la gente común también puede ver los límites de estas ideas.
Pueden ver la hipocresía, la hipocresía apestosa de los burgueses que empujan en esta línea mientras gozan sus vidas con mansiones, yates y artículos de lujo.
Y es muy revelador que la demanda clave de las huelgas climáticas juveniles haya sido un cambio de sistema, no un cambio individual. Así que creo que es muy positivo que hayan visto un movimiento que busca soluciones económicas más amplias a esta crisis. Y aquí es donde entra la demanda de un Green New Deal. Pero creo que también, como marxistas, debemos ser muy cautelosos y escépticos ante esta demanda.
Porque la idea de un Green New Deal es como una botella vacía, y diferentes personas la llenarán con contenido diferente, un contenido de clase diferente.
Es muy similar, en realidad, a la demanda de desfinanciar a la policía que se ve salir del movimiento Black Lives Matter en EEUU.
Para los jóvenes radicales y los activistas sindicales, una demanda como desfinanciar a la policía realmente significa abolir la policía.
Pero los liberales tomarán esta demanda y la usarán para tratar de desmovilizar y desviar el movimiento. Y lo mismo ocurre con el Green New Deal.
Los jóvenes radicales lo ven como una demanda que habla de algún tipo de planificación económica en la sociedad, la idea de tener algún tipo de control sobre la industria y la infraestructura.
Pero los liberales también adoptan este lema y lo convierten en una demanda keynesiana inofensiva, solo un poco más de inversión aquí en energía renovable o en aislamiento térmico. Y es similar a este respecto al New Deal original de la década de 1930.
Keynes y Franklin Roosevelt, ninguno de ellos era socialista.
Eran burgueses liberales que querían salvar el sistema, no transformarlo. Y es lo mismo ahora, en el Green New Deal no se trata de derrocar el sistema, de un «cambio de sistema», se trata de salvar el sistema, cuando viene de la boca de los liberales. Ahora, el New Deal original no funcionó en la década de 1930. Y un Green New Deal no funcionará ahora por las mismas razones.
Y eso es que no se puede gestionar el capitalismo, no se puede hacer que sea más amable y ecológico. El capitalismo es un sistema inherentemente anárquico impulsado por la propiedad privada y la producción con fines de lucro. Bajo el capitalismo, no es el gobierno el que dicta a las grandes empresas en el mercado, sino al revés. Lo que necesitamos no es esta vaga idea de un Green New Deal, sino una planificación socialista.
Y como dijo Jack, para tener un plan necesitas tener control, y para tener control, necesitas propiedad.
Ahora, hoy, son los reformistas de izquierda los que realmente han comprado el keynesianismo y el Green New Deal como demanda clave. Los reformistas creen que se puede gestionar el capitalismo, que se puede arreglar. Piensan que la crisis, tanto la económica como la ambiental, son sólo ideológicas.
Creen que todo es una decisión política y que se puede persuadir a los capitalistas de que inviertan en lugar de recortar y de que sean ecológicos en lugar de contaminar. No comprenden que el sistema está impulsado por intereses de clase materiales, no por la voluntad individual subjetiva. Los reformistas de izquierda hablarán de cosas como propiedad pública y una transición climática y empleos dignos verdes. Pero en realidad, creen que todo esto sea posible sin un cambio de sistema sin deshacerse de la necesidad del beneficio y de la propiedad privada de las palancas clave de la economía. Y sin abolir las leyes y dinámicas del sistema capitalista. Y lo vemos más claramente con la pregunta de quién paga.
Quién pagará por un Green New Deal.
Dicen: solo hace falta subir los impuestos a los ricos o pedir préstamos y gastar.
Si fuera tan fácil como eso no se entendería porque nadie lo haya hecho en los últimos 10 años, o en los últimos 50 o 100 años. Claramente, la perspectiva que tenemos por delante no es la de un crecimiento en el que la clase capitalista ofrecerá este tipo de reformas. Estamos entrando en la crisis más profunda de la historia del capitalismo. Serán recortes y austeridad, no inversiones, lo que estará a la orden del día. Y en este período, los capitalistas buscarán poner toda la carga sobre los hombros de la clase trabajadora. Y esto incluye los costes de la crisis climática.
De modo que la única solución es una economía planificada democrática y racionalmente en líneas socialistas. No es un Green New Deal sino una economía socialista planificada internacionalmente y bajo el control de los trabajadores. Esto no vendrá de suplicar a los capitalistas, sino de organizar y movilizar a la clase trabajadora. Significa vincular el movimiento obrero con el movimiento climático. Y armándonos de ideas revolucionarias.
Debemos ser completamente claros, es el capitalismo el que está matando al planeta. Y necesitamos un cambio revolucionario, no un cambio climático.
Gracias.
Alessio: Bueno, creo que todos estamos de acuerdo en que el movimiento contra el cambio climático ha sido un maravilloso despertar masivo de la juventud.
Y a nivel de masas, expresó la demanda de un cambio radical en todo el sistema.
Una reivindicación potencialmente revolucionaria. Y esto demuestra que la juventud comprendió instintivamente la naturaleza del problema. Fue el liderazgo del movimiento y especialmente de «Fridays for Future», al menos aquí en Italia, quien no lo hizo. Existía este argumento de que la política era divisionista y, por lo tanto, no se podía tomar ninguna posición.
Esto se afirmó explícitamente en la declaración internacional al final de la asamblea en Lausana y cito, «nuestras demandas se basan en datos fiables y pruebas científicas», es cierto, «no es nuestra responsabilidad proponer soluciones».
Pero, por supuesto, de esta manera, sin tomar posición, la única posición sigue siendo la de los liberales y los verdes. Entonces, su teoría era que su papel era presionar a las instituciones y apoyar a quienes apoyaban medidas ecológicas de cualquier tipo.
Pero esto ignora por completo la naturaleza del sistema capitalista. Lo cual, como explicaba Adam, no está impulsado por un debate de ideas ni menos aún, por el bienestar público, sino solo por la búsqueda del lucro privado. Este es un sistema donde millones de personas se mueren de hambre y donde en el último mes, abril y mayo, vimos millones de reses, cerdos y pollos quemados porque no tenían mercados. Especialmente en EE. UU. Pero no solo en EE. UU.
En tal sistema, todo el debate sobre las medidas ecológicas bajo el capitalismo, es un debate sobre el uso de los recursos públicos para rentabilizar una producción específica por un corto período de tiempo sin ningún plan serio.
Vemos, por ejemplo, grandes empresas energéticas que en lugar de convertir fuentes de energía en renovables, proponen almacenar dióxido de carbono bajo tierra. Un proceso que no resuelve nada y además es peligroso.
Pero es un proceso para obtener ganancias dos veces, la primera vez vendiendo la energía fósil, y la segunda recibiendo subvenciones públicas para su almacenamiento. Muchas de estas empresas han creado sucursales especiales con nombres «ecológicos» para solicitar financiación ecológica por parte del Estado.
Realmente es una hipocresía repugnante, esta dichosa economía verde.
Y sí, todo el mundo habla de energías renovables, pero hoy el carbón, el petróleo y el gas cubren el 90% del suministro primario de energía.
Y la predicción era que seguirían teniendo el 80% de la participación en 2040.
Pero ahora con esta crisis económica, la situación ha empeorado aún más.
Porque además de lo que dijo Jack en su introducción, ahora el precio del petróleo se ha derrumbado. Y esto puso en quiebra muchas energías renovables por el exceso de oferta de energía fósil.
Esto no solo se debe al confinamiento, sino que ya a mediados de 2019 había signos de sobreproducción en el sector energético. Y de manera más general, en esta situación de sobreproducción, en medio de una guerra por conquistar mercados, el medioambiente es lo que menos preocupa a los capitalistas.
La salida de Estados Unidos del Acuerdo Climático de París es solo un ejemplo.
Arabia Saudita pospuso su proyecto Visión 2013, que era una inversión parcial hacia fuentes renovables.
También en la «verde» Unión Europea, en la negociación para garantizar el fondo de recuperación, se han realizado grandes recortes a proyectos de investigación en salud y medioambiente, como Horizonte Europa y EU Life.
El coordinador de EU Life ha dicho que estos recortes presupuestarios representan una reducción sin precedentes de la investigación y la innovación europeas, con impactos negativos en las próximas décadas. Entonces, para concluir, se está produciendo un cambio apocalíptico tanto en la situación objetiva como en la conciencia de las masas. Y tuvimos esta coincidencia, la crisis climática y la crisis del coronavirus muestran a los miles de millones de personas que este sistema no puede resolver ningún problema fundamental.
A pesar de los recursos científicos que serían y podrían desarrollarse radicalmente, pero por supuesto solo con una gestión racional y planificada. Y si con el movimiento por el clima hemos visto entrar a la juventud en la escena, con la crisis del coronavirus veremos también las huelgas obreras.
Pero no solo las huelgas, también era importante que los trabajadores comenzaran a discutir qué había que hacer, ya que los empresarios no lo hacían, y qué actividades eran esenciales para la sociedad y cuáles no. Y discutieran sobre el cierre de actividades no esenciales, pero también en algunos casos pidiendo la reconversión de fábricas, como los trabajadores de General Electric en Estados Unidos, que pidieron producir respiradores mecánicos para hacer frente la emergencia sanitaria.
Y puedes estar seguro de que los trabajadores saben exactamente cómo podrían convertir la producción, para que sea segura, tanto para la salud como para el medio ambiente. Por tanto, hemos visto no solo la barbarie del capitalismo que avanza, sino también cuál es el único poder en la sociedad que puede solucionar esta crisis. Y ese es el poder de la clase trabajadora organizada.
Gracias.
Florian: Camaradas, quiero hablarles un poco de los Verdes, que fueron impulsados a nuevas alturas en Europa, especialmente en la parte de habla alemana.
Y no en el último lugar por los jóvenes que votan por ellos como un partido que se ha pronunciado constantemente contra el cambio climático en la última década. Como dice el refrán, el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.
Por eso quiero explicar qué representan realmente los Verdes en la política burguesa. Se desarrollaron principalmente como un subproducto de los grandes movimientos de los 70 y principios de los 80. Movimientos contra la destrucción del medioambiente, por supuesto, pero también contra la energía nuclear, el armamento y la opresión de las mujeres. Y nutriéndose de la combatividad de estos movimientos, tenían un aura de radicalismo pequeño burgués, por así decirlo.
Sí, esto llevó a muchos izquierdistas y supuestos comunistas a unirse a ellos.
Pero hay que observar que no tenían ningún vínculo con el movimiento obrero organizado y eran poco atractivos para la mayoría de los trabajadores.
Entonces, solo había un camino a seguir para estos partidos, y era una lenta integración como partido burgués normal en el sistema político.
Podría dar muchos ejemplos, pero quiero centrarme en uno porque es un poco divertido.
En Alemania, está la región de Baden-Württemberg, que es la región suroeste de Alemania con 11 millones de habitantes. Es un gran centro industrial, especialmente de la industria del automóvil. Por ejemplo, está ahí la sede de Daimler, que es la empresa que produce el automóvil de Mercedes. Y otros como las empresas Porsche y Bosch. Y desde 2011, cuando ocurrió el accidente de Fukushima, tiene un primer ministro “verde”. Su nombre es Winfred Kretschmann, es un ex-maoísta como muchos políticos verdes en Alemania. Y tenemos que decir que se lleva muy bien con los grandes fabricantes de automóviles de esta región. Llegando incluso a patear el típico simbolismo verde por la ventana conduciendo con orgullo un gran automóvil Mercedes y presumiendo de eso. Y cuando estallaron los escándalos de emisiones de los que hablaba Jack, defendió fielmente a estos fabricantes de automóviles diciendo con orgullo que la gente debería comprar más automóviles diésel y no menos. Entonces, en realidad, ves lo que queda del programa verde si llegan al poder.
Para decirlo sin rodeos y con dureza, los líderes verdes son solo otra corriente de la demagogia burguesa.
Por supuesto, otra fuerza de Trump, Bolsonaro y los demás fue un rostro más agradable, más suave y más verde. Pero todavía no tienen (y mienten ofensivamente diciendo que las tienen) soluciones a los problemas que se propusieron resolver. Pero hay que notar como Trump, Bolsonaro y los demás fueron regañados por los medios burgueses y sus amos, de la misma manera en que los Verdes también lo fueron durante mucho tiempo por ser utópicos y no cuidar la economía y cosas así. Ahora se les trata mucho mejor. Y por eso, por un lado, como explicaron otros compañeros, los Verdes se pueden utilizar para canalizar el movimiento contra el cambio climático, para aguarlo, por así decirlo.
Pero hay más sobre esto, especialmente en Alemania, hay que decirlo sin rodeos que el imperialismo alemán en este momento está tratando de convertir el tema del cambio climático en un arma en la lucha entre las potencias imperialistas. Y el Partido Verde se presenta como la mejor manera de hacerlo. Como ya han explicado muchos compañeros en las discusiones de los dos últimos días, la crisis del capitalismo conduce a un aumento de las tendencias proteccionistas en todo el mundo.
Y el imperialismo alemán es demasiado pequeño para competir solo en el mercado mundial contra los gigantes de Estados Unidos y China. Entonces, si no quieren hundirse en la crisis actual, Alemania tiene que unir una Unión Europea ya dividida internamente, alineando con ella especialmente a Italia y España. Asegurar el mercado interno, por así decirlo, pero también construir un bloque económico unido hacia el exterior que pueda luchar en estas guerras comerciales en todo el mundo con medidas proteccionistas propias.Y lo hacen sistemáticamente al optar por un sistema de los llamados «impuestos fronterizos del carbono».
No puedo entrar en la cuestión por falta de tiempo, pero en realidad estos «impuestos fronterizos del carbono» no son más que aranceles para todos los productos que vienen de fuera de Europa. Los verdes presionaron por eso durante algún tiempo, pero los grandes capitalistas alemanes lo han puesto ahora en su propio programa y Ursula von der Leyen, la nueva directora alemana de la Comisión Europea, está trabajando en eso.
Antes del confinamiento, lo convirtió en la política oficial de la Comisión Europea, y ahora, después de una breve pausa en el confinamiento, este proyecto se ha reabierto nuevamente con Merkel y Macron llegando a un acuerdo al respecto.
Nosotros, como marxistas, tenemos que desacreditar estas medidas muy tajantemente por lo que son, no son una herramienta en absoluto para luchar contra el cambio climático en el capitalismo, sino solo una herramienta de un sector del imperialismo para luchar contra los otros. Incluso el Handelsblatt, uno de los principales periódicos de los grandes capitalistas alemanes, se vio obligado a decir y cito, que «el reembolso a la exportación» , hablando de las exportaciones a otros países, «va en contra del objetivo de protección climática de esa medida». Sin embargo, la eliminación del reembolso supondría una considerable desventaja competitiva para las empresas europeas. Este es un dilema para el que no hay solución.
Bueno, podemos estar de acuerdo con ello y muestra lo que la burguesía tiene que ofrecer si eso es lo más importante por lo que están presionando en Europa.
Como dije antes, como el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones, tenemos que decir la verdad a todos los jóvenes que luchan contra el cambio climático.
Que, como han dicho antes compañeros, sólo hay una solución y es una economía planificada socialista.
Gracias.
RESPUESTA
Jack: Gracias camaradas, creo que ha sido una discusión realmente excelente.
Se han tocado muchos puntos realmente excelentes que no tuve tiempo de incluir en mi introducción. Y trataré de tocar algunos de ellos ahora.
En primer lugar, creo que Jonas tiene toda la razón al hablar sobre la energía revolucionaria que se está acumulando entre los jóvenes.
Se puede ver esto tanto por lo radicales que han sido las huelgas climáticas como por lo radicales que han sido las manifestaciones de Black Lives Matter, y esto realmente es algo que los marxistas debemos tener en cuenta. Algunos de los compañeros hablaron sobre el intento de cooptar o desviar el movimiento verde.
Y creo que esto demuestra que sin una dirección revolucionaria, sin una organización marxista de masas, estos movimientos pueden ser cooptados. Lo que necesitamos es una organización marxista de masas que pueda intervenir en estos movimientos y quitarle el liderazgo a los liberales y las ONG. Creo que los compañeros explicaron muy bien que estos grupos son enemigos, son enemigos del socialismo y por eso son enemigos de una transición verde.
Creo que Jonas acertó al explicar cómo tenemos que vincular las reivindicaciones muy estrechamente con las cuestiones sociales y esa puede ser una muy buena manera de combatir el conservadurismo que hemos visto entre muchas de las direcciones sindicales en el Reino Unido. Por ejemplo, muchos de los líderes de los sindicatos más importantes han entrado en conflicto con el movimiento verde del que se habla, ya sabéis, oponiéndose a la pérdida de empleos y cosas así.
Pero creo que tenemos, como han explicado los compañeros, la respuesta perfecta a esto porque una transición socialista con una economía democráticamente planificada significaría no perder puestos de trabajo.
Pero, por supuesto, esa perspectiva está más allá de la de algunos líderes sindicales.
Adam explicó muy bien cómo es imposible gestionar el capitalismo y hacerlo más agradable. Te preguntas cómo alguien que haya visto la experiencia de Grecia en los últimos años pueda pensar que podemos gestionar el capitalismo o convencer a los capitalistas.
Aquí estaba Syriza, un supuesto gobierno de izquierda radical que llegó al gobierno e intentó negociar con los capitalistas y sus representantes. Pero esta fue solo otra demostración del hecho de que si no estás dispuesto a romper con el capitalismo, en última instancia, son las grandes empresas las que finalmente deciden. En las libres sociedades capitalistas como Gran Bretaña eres libre de pensar y decir lo que quieras, pero eso es solo mientras las grandes empresas decidan, porque siempre que se intenta reformar el sistema lo que ves son huelgas de inversiones y fuga de capitales. En última instancia, los capitalistas pueden chantajear a los gobiernos para que hagan lo que quieran. Alessio, también creo que tenía razón al señalar que sólo una economía planificada democráticamente es capaz de resolver la cuestión del clima. Podemos ilustrar esto con un ejemplo, podríamos tomar el ejemplo de Cuba.
Por supuesto que no es una democracia obrera, pero sigue siendo una economía planificada, así que a pesar de las deformidades en las que no tengo tiempo de entrar, han conseguido avances bastante significativos en la lucha contra el cambio climático. Y así ha sido el primer país en cumplir con los objetivos de sostenibilidad de la ONU. Entonces si comparamos esto con algunas potencias capitalistas poderosas como Estados Unidos, Cuba ha podido hacer avances mucho antes que Estados Unidos. Pero, por supuesto, sería más justo comparar a Cuba con un país de una región similar que tiene un tamaño similar como Haití. Y entonces creo que lo que se ha conseguido en Cuba, si pudieras llevarlo a cabo democráticamente en una economía mucho más desarrollada y grande, podríamos tener grandes avances.
Alessio también ha hablado sobre el hecho de que en esta guerra de mercados el medioambiente es la menor de las preocupaciones de los capitalistas. Creo que a veces se escuchan los intentos de algunos personajes de convencer a los capitalistas y a sus representantes sobre el cambio climático, en una especie de análisis de costo-beneficio, es decir, será mucho más costoso lidiar con los impactos del cambio climático que resolver los problemas aquí y ahora.
Pero hubo un profesor que de hecho salió del IPCC, porque dijo que estaban siendo demasiado alarmistas y escribió que la pérdida total de la producción económica mundial debido al cambio climático sería una caída anual en el PIB de entre 0,2 y 2% y dijo que medio siglo de cambio climático es tan malo como perder un año de crecimiento económico. Y comparó esto diciendo que desde el inicio de la crisis de 2008 los ingresos promedio del pueblo griego habían caído en más de un 20%. Concluyó diciendo que el cambio climático no es entonces el mayor problema al que se enfrenta la humanidad ahora, esto es obviamente muy cínico, pero este es el tipo de mentalidad que genera el capitalismo.
Creo que Florian explicó muy bien el papel de los partidos verdes.
Creo que una de las mejores demostraciones que se le puede dar a alguien sobre la naturaleza de los partidos verdes es lo que sucedió en Austria, cuando se unieron en una coalición con la derecha antiinmigrante. Se formó un gobierno que tenía como objetivo recortar las emisiones junto con recortes a la inmigración. Así que creo que sí, esto demuestra claramente que los partidos verdes no son nuestros aliados.
Ahora me dicen que resuma y lo que quiero decir es que creo que este ha sido un evento espectacular hasta ahora con más de 6000 personas registrándose para aprender sobre las ideas marxistas. Ahora diría que si estás de acuerdo con las ideas que se han presentado hoy, ayer o en los próximos días, no es el momento de quedarse sentados al margen y simplemente observar desde la comodidad de nuestras casas.
Rosa Luxemburgo dijo una vez que hay dos alternativas a las que se enfrenta la humanidad, y creo que el creciente número de fenómenos meteorológicos anormales que hemos visto en el período reciente da alguna indicación de la barbarie a la que nos enfrentaremos si no se derroca el capitalismo.
Queremos evitar esa barbarie y, en cambio, asegurar una sociedad socialista. Entonces diría que lo único que puedes hacer es unirte a una organización que está construyendo un liderazgo revolucionario en todo el mundo y esa es la Corriente Marxista Internacional.
Gracias.
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Video de la charla: