Catalunya: Giro a la izquierda y mayoría absoluta independentista en unas elecciones marcadas por la pandemia

El día electoral del 14F estuvo marcado por la pandemia del Covid-19 que ha llevado a una abstención récord de 2.475.305 votos y a una baja participación del 53,56%. Pero la pandemia y la crisis general de régimen, que se ha agudizado en estos meses, también ha tenido el efecto de radicalizar a la izquierda al electorado catalán.


El día electoral del 14F estuvo marcado por la pandemia del Covid-19 que ha llevado a una abstención récord de 2.475.305 votos y una participación del 53,56%, más de 25 puntos por debajo de las anteriores elecciones de 2017. Es interesante notar que la abstención es más alta en las zonas con más densidad urbana, donde el impacto de la pandemia es más devastador.Aunque este elemento complica el análisis del resultado, hay unas tendencias muy claras que se pueden observar. La pandemia no ha influido en el voto sólo con respecto al dato de participación, sino que también se ha expresado en una clara radicalización a la izquierda como respuesta a la crisis.

Un claro giro a la izquierda

El primer elemento a destacar es un evidente giro a la izquierda tanto en el bloque independentista como en el bloque unionista. Los partidos de la izquierda suman el 57,86% de los votos (ERC, PSC, CUP, Comunes). Aunque Junts no es un partido de izquierdas, como indicaba un estudio publicado por La Vanguardia, muchos de sus votantes sí se consideran de izquierdas, un factor adicional a tener en cuenta a la hora de interpretar los resultados. De manera general, podemos decir que la mayoría de la población catalana se considera de izquierdas, también como indicaba el estudio de La Vanguardia mencionado (¡el 80% de los catalanes se identifican de izquierdas!). Todo esto es fruto de la radicalización de las luchas del Procés y ahora de la crisis económica y la emergencia sanitaria que golpean más a las familias trabajadoras.

El PSC queda como primer partido con un 23% de los votos y 33 escaños, empatado con ERC, arrasando en el cinturón obrero metropolitano. Cuando la cuestión nacional queda en segundo plano, el sector de la clase trabajadora castellanohablante contraria a la independencia que en la elección anterior «prestó» su voto a Ciudadanos (Cs), por no ver una alternativa clara, en este caso ha vuelto a votar a su partido histórico, relegando a Cs a ser la séptima fuerza el parlamento.

En el bloque independentista, está el «sorpasso» de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) a Junts (el partido de Puigdemont) en votos y escaños, respectivamente 21,32% contra 20,08% y 33 a 32. El PDeCAT, escisión derechista de Junts favorable a un acuerdo con el gobierno central, con una campaña en defensa del orden y la propiedad privada, finalmente se quedó fuera del parlamento con 2,72%.

Por primera vez la CUP supera en escaños los Comunes (En Comú Podem) 9 a 8, empatando prácticamente en porcentaje de voto con 7% cada uno. Los Comunes aguantan, con un resultado similar a 2017 en porcentaje de voto.

Una victoria abrumadora del independentismo: mayoría absoluta de escaños y votos

El segundo elemento, y no por importancia, es que el independentismo amplía su mayoría absoluta de 72 a 74 escaños, y por primera vez supera el 50% de los votos con el 50,8%. Es importante notar que con este nivel de abstención no se puede sobrevalorar este dato, ya que el electorado independentista suele estar más movilizado. Sin embargo, demuestra una fuerte resistencia del movimiento republicano pese a la continua y vengativa represión por parte del Estado español y la traición de su dirección. Ante la cobardía general de la dirección pequeñoburguesa del independentismo, los electores premian la línea de diálogo de ERC y su tradición histórica ante la vacía demagogia de Junts, quien no obstante mantiene una fuerza determinante a la hora de formar gobierno con un porcentaje de votos muy cercano al de los Republicanos. El crecimiento de ERC se entiende como fruto del agotamiento de la vía más combativa por la independencia y la consecuente confusión y frustración de una parte del electorado, que busca otras maneras de lograr la república; también, y más importante, por la falta de una clara alternativa a la izquierda de ERC que haga de polo de atracción. ERC crece también en los barrios obreros del cinturón metropolitano entre la clase trabajadora castellanohablante. La CUP, con el 6,68%, más que dobla sus escaños pasando de 4 a 9, sin embargo lo hace sin restar a ERC y Junts, y sin penetrar más en la clase trabajadora del país. Y tampoco alcanza su máximo histórico del 8,5% en 2015.

La derecha en el mínimo histórico y la irrupción de Vox

La derecha españolista suma el 17% del voto, el nivel más bajo jamás obtenido y cae de 40 a 20 diputados. Cs se desploma a favor del PSC a la izquierda, y de Vox a la derecha, con una impresionante caída del 78% respecto al 2017. El PP también baja al 3,84% perdiendo un 9,4%. El elemento más destacado aquí es la irrupción de Vox con 11 diputados y el 7,68%, que concentra el voto de la derecha más rancia y franquista, obteniendo mejores resultados entre un sector lumpenizado y los «cayetanos» pijos de los barrios ricos. El rechazo a la entrada de Vox en el Parlament se ha manifestado en seguida con la convocatoria de una manifestación al día siguiente de las elecciones.

La CUP: un resultado absoluto positivo y una ocasión perdida

Como ya hemos mencionado, la CUP dobla su representación, obteniendo un resultado positivo en términos absolutos con 9 diputados y el 6,7% de los votos que podrán ser la voz de las luchas en el parlamento, pero sin alcanzar el 8,5% de las elecciones de 2015. El programa que presentaba la CUP en las elecciones era quizás el más radical en términos de política económica, pero desgraciadamente el programa no fue el centro de su campaña. Una campaña que comenzó mal, con declaraciones torpes de la cabeza de lista, Dolores Sabater, y de otros dirigentes destacados, a favor de una posible entrada en el Govern, que suscitó la enmienda a la totalidad de esta línea por parte de la base. El elemento evidente es que la CUP no ha sabido todavía aprovecharse plenamente de la crisis de la dirección pequeñoburguesa del movimiento republicano de ERC y Junts, responsable de haber traicionado el 1-O de 2017 y las luchas contra las sentencias del Procés. En muchos barrios y pueblos obreros del cinturón industrial de Barcelona, ​​la CUP todavía es demasiado débil, demostrando que queda todavía mucho trabajo por hacer. Allí donde la CUP gana y mantiene una fuerte hegemonía es entre la juventud, como reflejo de la radicalización creciente en la juventud del país.

Perspectivas: ¡que la crisis la paguen los ricos!

Estos comicios se han celebrado en condiciones extraordinarias, con el Tribunal Supremo de Justicia de Catalunya forzando la convocatoria electoral en contra de la opinión de los científicos y de casi todos los partidos políticos, y también en una situación de agotamiento por el bloqueo constante de la situación política; todo lo cual ha causado una abstención histórica. A pesar de ello, se pueden extraer algunas perspectivas generales.

Aunque el PSC de Illa haya ganado las elecciones e intentará promocionar su vía del «diálogo» con ERC, las condiciones objetivas y el resultado general empujan, por el contrario, a una inestabilidad creciente. El régimen del 78, a pesar de una continua represión y actitud vengativa con los presos políticos, es incapaz de recuperar terreno en Catalunya. El fuerte rechazo hacia las instituciones del Estado neofranquista, responsables de la represión de miles de militantes republicanos, combinado con una radicalización en líneas de clase por los efectos de la crisis económica más profunda de la historia y de la emergencia sanitaria, empuja a los electores cada vez más a la izquierda.

Cualquier gobierno que salga, con el dirigente de ERC Aragonés de President, tendrá que gestionar la pandemia y la crisis, con presiones por parte de los capitalistas por un lado y de la clase trabajadora por el otro. ERC intentará hacer malabarismos entre las clases, sin contentar finalmente a nadie. Inevitablemente se decantará por defender los intereses de la propiedad privada al no estar dispuesto a acabar con el capitalismo. Intentará dialogar con el PSC-PSOE en la mesa de diálogo, donde no se obtendrá nada más que algunas fotos porque el aparato del Estado español no tiene ninguna intención de alcanzar ningún compromiso, ni sobre la cuestión de los presos políticos, ni mucho menos sobre la autodeterminación de Catalunya. Es una receta acabada para la lucha de clases y para el choque con el régimen.

La CUP tiene ante sí una ocasión histórica. Debe resistir cualquier presión a entrar en el gobierno de la Generalitat, ante un eventual acuerdo ERC-Junts, y utilizar sus 9 diputados para agitar su programa anticapitalista para responder a la crisis y a la emergencia sanitaria en favor de la clase trabajadora. Como ya hemos explicado antes, no se dan las condiciones para entrar en el Govern, por el contrario, sería un grave error. Sólo en clave antirrepresiva puede facilitar la formación de un gobierno independentista con la abstención para pasar enseguida a la oposición, haciendo frente único sobre cuestiones puntuales para emplazar los Republicanos a mantener sus promesas sociales del programa y para luchar por la amnistía de los presos. Sólo manteniendo una clara independencia de clase podrá disputar la dirección del movimiento republicano y fortalecerse en la lucha por hacer pagar la crisis a los capitalistas.

La posición de los dirigentes de los Comunes es de completa impotencia. Querrían reeditar el gobierno de coalición con el PSC, como en Madrid, pero con ERC, enterrando el Procés y circunscribiendo su acción dentro de la Constitución. Esto sería visto como una traición completa por las bases de ERC.

La alternativa revolucionaria y socialista

Sólo la clase obrera catalana puede encontrar una salida, de manera revolucionaria. Y no sólo porque representa la mayoría social del pueblo catalán. La particularidad catalana es que la pequeña burguesía, en general, está escorada a la izquierda como parte de su lucha por los derechos democrático-nacionales. Catalunya es la comunidad del Estado donde, actualmente, existe objetivamente la correlación de fuerzas más favorable para derrotar al Régimen. La independencia juega aquí un papel progresivo y revolucionario. Si la clase obrera catalana se pusiera al frente de esta lucha, en alianza con las masas de la pequeña burguesía, desplazando a los dirigentes nacionalistas pequeñoburgueses impotentes, podría proclamar la república catalana de manera revolucionaria y dotarla de un carácter socialista, anticapitalista. Este será un golpe demoledor al régimen capitalista español. Una república catalana socialista sería la chispa que iniciaría la revolución ibérica, y podría ser estimulada con un llamamiento de los trabajadores catalanes a sus hermanos del resto del Estado a que les sigan y emplazándolos en una federación socialista voluntaria de repúblicas ibéricas, que galvanizaría a los trabajadores de Europa y de todo el mundo. La CUP y los activistas luchadores y verdaderamente socialistas y comunistas de los Comunes deberían empujar a favor de esta alternativa.

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