El 9N 2,3 millones de catalanes salieron a votar de manera entusiasta, pese a la prohibición oficial por parte del Tribunal Constitucional y las dificultades que rodearon la celebración de esta consulta. Cierto es que había menos mesas que en unas elecciones normales, pero aun así las colas han durado casi todo el día, dando una imagen de masividad y alegría. Cabe recordar que en las elecciones europeas participaron 2 millones y medio, y en las últimas autonómicas, tres millones y medio.
El 9N 2,3 millones de catalanes salieron a votar de manera entusiasta, pese a la prohibición oficial por parte del Tribunal Constitucional y las dificultades que rodearon la celebración de esta consulta. Cierto es que había menos mesas que en unas elecciones normales, pero aun así las colas han durado casi todo el día, dando una imagen de masividad y alegría. Cabe recordar que en las elecciones europeas participaron 2 millones y medio, y en las últimas autonómicas, tres millones y medio.
En total, un 37% del censo electoral catalán participó en la consulta. El intento reaccionario de prohibirla por parte del gobierno de Rajoy, a través del Tribunal Constitucional, y las continuas amenazas de la derecha y el aparato del Estado, incluyendo agresiones fascistas el mismo día de la consulta –por ejemplo en Girona– no han impedido que una parte muy significativa de la sociedad catalana se haya expresado en un proceso que va mucho más allá de la cuestión nacional.
De ese 37% del censo, más del 80% ha votado la opción Sí-Sí (Sí a favor de que Catalunya sea un Estado, y Sí que ese Estado sea independeinte), con mayorías aplastantes en las comarcas interiores, como Osona, Garrigues y Ripollès, y mucho menores en el área de Barcelona, Tarragona y el Empordà. Un significativo 10% votó por la opción Sí-No (Sí a favor de un Estado propio, No a la independencia) que se interpreta como la postura federalista tradicional de la izquierda. Esta opción cosechó más del 15% en el área de Barcelona, especialmente en los núcleos obreros del Baix Llobregat.
La campaña del referéndum
Los días anteriores al 9N, la consulta había perdido fuelle. El principal tema de conversación en los centros de trabajo, bares y medios de comunicación era la corrupción, especialmente la del PP, con los viajes de los senadores del PP, los alcaldes detenidos… sin olvidar a Pujol.
Esto se debía a varios factores: en primer lugar a la incertidumbre de si se llevaría a cabo, y en que condiciones. En el momento en que se conoció que seria una mera consulta, sin más efecto legal que una encuesta llevada adelante por voluntarios, hubo desilusión. No era para eso que se habían realizado tantos esfuerzos y movilizaciones.
Pero el partido que más alimenta el independentismo en Catalunya es el PP. Al prohibir incluso la segunda consulta, la indignación estalló, incrementada además por la sensación de que se hacía para tapar sus casos de corrupción. El PP cae, no sólo en el autoritarismo, sino en el absurdo más aberrante al defender que la democracia es impedir el voto. Desde el miércoles 5 ha habido caceroladas masivas a las 10 de la noche en protesta contra la prohibición del 9N.
En segundo lugar, la propia campaña no se centro en ningún aspecto sobre las ventajas o inconvenientes de la independencia, ni en cuestiones de identidad nacional, sino en cuestiones sociales. En la página web Ara és l’hora se recogían las propuestas para "un pais nou". Entre ellas, apenas había referencia a cuestiones identitarias, casi el 100% son consignas de contenido democrático y social, en la línea del 15M o de PODEMOS: contra la corrupción, los recortes, más democracia, trabajo, derechos sociales…
Es muy significativo que las entidades organizadoras de la consulta, en buena medida ligadas a CiU, hayan tenido que asumir estas consignas para llevar adelante la campaña. CiU es responsable de los recortes, de la sanidad privatizada, de la falta de derechos… y se ha visto obligada a subirse a la ola ciudadana por el derecho a decidir para intentar mantener su base social.
CiU y ERC
CiU siempre achaca sus recortes y su política antisocial a la falta de presupuesto debido a la presión de Madrid; pero, ¿cómo explica que por ejemplo, aplique un decreto de plantillas en la educación publica más agresivo que la propia ley Wert? ¿Cómo explica la corrupción, los dineros de Pujol y su clan, como explica que durante 23 años gobernó Catalunya apoyando a los diferentes gobiernos de Madrid en sus ataques a la clase obrera? ¿Cómo explica que la reforma laboral fuera endurecida con la eliminación de las cláusulas de retroactividad de los convenios colectivos por presiones de Durán i Lleida?
La burguesía catalana siempre ha usado el victimismo para obtener mejor trato de Madrid sin que esto tenga nada de progresista para la mayoría social de Catalunya. Estos mismos prohombres eran los que dirigían en las colonias fábricas de régimen semifeudal y habían hecho su fortuna en Cuba, algunos con la trata de esclavos. Su objetivo era conseguir mejor trato, para sus intereses. CiU ha sido un dignísimo heredero de esta tradición.
El gobierno de Mas no ha podido ser más cobarde. Se ha puesto al frente pero acatando cada decisión de Madrid. Al final, presionó a los directores de institutos y algunas escuelas para que fueran "voluntarios" en la consulta, abrieran de manera voluntaria las sedes electorales, etc. Todo, sin ninguna orden escrita, dejándoles sin protección ante posibles represalias posteriores, al ser funcionarios estatales, aunque transferidos a la comunidad. En la noche electoral, en pleno festejo, salió como un torero de salón a decir que él era el responsable de todo, pero en los días anteriores, escurrió el bulto. Su inconsecuencia muestra que nunca llegará hasta el final.
Quien está capitalizando en mayor medida este movimiento es ERC. El razonamiento de muchos es: si la vía es la independencia, pues votemos al más consecuente. ERC tenia en 2010 sólo 10 diputados de 65; ahora, está en condiciones de ganar las elecciones. Hasta ahora ha apoyado sin fisuras a CiU en todo: en el robo de la paga extra de los funcionarios, en los recortes, en los presupuestos, en los casos de represión policial; todo sacrificado en el altar del apoyo a la consulta
Por otro lado, se ha tratado de que la Asamblea Nacional de Catalunya tuviera un mayor protagonismo. Su portavoz ya pedía el 11 de Septiembre (la Diada) unidad con el President. No puede haber unidad con CiU, ni podemos sacrificar nuestras reivindicaciones en pos de una futura Catalunya independiente.
Por una política de independencia de clase
ICV y EUiA (vinculada a nivel estatal con IU) han perdido una oportunidad de oro de organizar una campaña seria de clase. Su responsabilidad en el apoyo junto a ERC y PSC al “govern tripartit”, sigue pesando. Este fue el primer intento de cambio que fue traicionado. EUiA ha estado en una indefinición absoluta, nadie sabía qué defendía en realidad, apareciendo como oportunistas profesionales. Una campaña valiente en favor del derecho a la autodeterminación junto a la defensa intransigente de los derechos sociales, la defensa de un cambio social en Catalunya y en todo el estado, les hubiese dado la oportunidad de diferenciarse, de mostrar su perfil y de crecer. Pero, por desgracia, nada de esto ha ocurrido. El referente de IU en Catalunya adolece de falta de vida interna y de seguidismo a la dirección socialdemócrata de ICV.
Las CUP agrupan a muchos luchadores de los movimientos sociales en Catalunya, y en los últimos años han aglutinado buena parte del voto independentista juvenil y de izquierdas. Sin embargo, han aparecido en todo este proceso como el ala izquierda del movimiento pro-consulta, firmando y fotografiándose junto a los dirigentes de CiU y ERC, lo que en la práctica significa, aunque no quieran, aparcar las reivindicaciones de clase en aras a una supuesta “unidad nacional”. Nosotros no podemos compartir esta postura, sostenemos que el aliado del pueblo catalán para la defensa de sus derechos democráticos es la clase trabajadora del conjunto del Estado, y no los explotadores y represores de casa, que ahora se envuelven en la estelada.
Un fenómeno recorre todo el Estado, el fenómeno del cambio. PODEMOS en el Estado Español y Guanyem en Barcelona son dos señales de esperanza. Una candidatura de luchadores, encabezada por Ada Colau, es una señal de que se puede ganar, de que somos mayoría, de que se puede hacer otra política. Además, estamos 100% de acuerdo con la idea planteada por Ada, de que el día que una candidatura así gane las elecciones, no estará todo hecho, sino que entonces será mas necesaria que nunca la organización y la movilización, puesto que desde un ayuntamiento no se puede acabar con los poderes económicos que manejan los hilos. En esta lucha no cabe ninguna desviación. Por supuesto, el respeto por el derecho de autodeterminación debe figurar entre nuestras reivindicaciones, el respeto a Catalunya, su lengua, su historia; pero no debemos subordinarlo ante quienes lo usan para seguir con el status quo de siempre.
Las últimas encuestas, que señalan a PODEMOS como posible ganadora de unas elecciones, han hecho temblar a los poderosos, incluso en Catalunya, donde se han dado prisa en insistir en que en Catalunya no necesitamos un PODEMOS, por que ya tenemos el proceso soberanista. Y en el resto del estado, los poderosos tiemblan ante un ayuntamiento de Barcelona presidido por Ada Colau y sostenido por la lucha en los barrios. El triunfo de Guanyem en Barcelona abriría la esperanza a un triunfo mayor en las elecciones generales.
¿Y ahora qué?
Los sectores más inteligentes de la burguesía, tanto catalana como española, han comprendido que necesitan algún tipo de acuerdo para evitar unas elecciones anticipadas que entregarían el gobierno de la Generalitat a ERC. Días antes de la consulta se filtró en la prensa que estaba habiendo contactos reservados entre Rajoy, Mas y el PSOE para tratar de alcanzar algún tipo de acuerdo. Incluso, sorprendió a no pocos militantes y dirigentes regionales del PP, – lo cual es ahora motivo de crítica– la escasa beligerancia del gobierno hacia el 9N, el mismo día de la consulta y en los días previos. En sendos editoriales, el diario El País insta al Presidente del Gobierno a no hacer caso de los radicales que hay en sus filas y a sentarse a la mesa con Mas y el PSOE, para negociar una reforma de la Constitución: “Más allá de las cuestiones concretas, ambos Ejecutivos deben trazar un plan de trabajo, un método y un calendario ágil para identificar el elenco de grandes cuestiones susceptibles de reformas decisivas (competencias, financiación, lengua…) que puedan pavimentar una solución creíble, compartible y duradera.” (Volver a la mesa, El País 10/11)
Una salida de este tipo sería también del agrado de CiU y de los sectores decisivos del capital catalán, para los que el movimiento por el derecho a decidir ha ido demasiado lejos y que comprenden, correctamente, que este amenaza no ya la unidad del capitalismo español sino los propios pilares del régimen del 78.
Una salida negociada entre las élites de Barcelona y Madrid, que se publicitaría como un fruto arrancado por la movilización de la sociedad catalana, permitiría salvar la cara a Mas, al precio de cortar de raíz con su aventurerismo independentista, lo que propiciaría la ruptura con ERC y su acercamiento al PSC y al PP. Esto aseguraría cierta estabilidad al gobierno catalán dos años más y evitaría elecciones autonómicas anticipadas que podría ganar ERC a costa de hundir más a CiU. Cierto es que esta salida pactada, que dejaría aparcada sine die el derecho a decidir y el tema de la independencia, también provocaría más frustración en una parte de la sociedad catalana, que identificaría inmediatamente a CiU como unos “botiflers”, aumentando aun más el apoyo a ERC.
El reto para la izquierda en Catalunya es señalar una salida democrática y de clase a esta situación. Más del 90% de los que se acercaron a votar el 9N quiere otra cosa, no sólo la independencia u otro tipo de configuración del Estado Español, sino acabar con la corrupción, los desahucios y el desmantelamiento de los derechos sociales conquistados por la clase obrera durante décadas de lucha. PODEMOS, Guanyem y el resto de la izquierda y de los movimientos sociales de Catalunya tienen la oportunidad histórica de, apoyándose en la energía extraordinaria que ha desatado la cuestión nacional, propiciar un cambio de rumbo revolucionario en Catalunya y en todo el Estado.
La única manera de lograr un cambio, de lograr un país nuevo, tal y como pide le 99% de la gente que ha participado en el proceso, no es con Mas ni con ERC.