El pasado mes de enero se incrementó el salario mínimo una conquista importante para las luchas de los trabajadores en general, de esto no tenemos la menor duda. Sin embargo, en los primero días luego del aumento se ha desarrollado un fenómeno a escala nacional, algo que ya preveíamos de alguna manera. Según el análisis de la tasa de variación anual, el IPC (Índice de Precios al Consumo) en el país en enero de 2017 ha sido del -0,3 % un aumento de 6 décimas con respecto a diciembre. La variación mensual del IPC ha sido del 0,7 %, de forma que la inflación acumulada en 2017 es del 0,7 %. También ha habido un aumento del precio de la vivienda de 2.7 % respecto al mes pasado con una tasa inter anual del 3.7 %, toda la estabilidad de los precios entre inflación y deflación que se consiguió a mediados del año pasado a desaparecido1.
De esta posibilidad debió desprenderse con antelación una política férrea por parte del gobierno y una lucha de agitación entre los sindicatos de la clase obrera y el partido de izquierda. La burguesía que vio disminuir su tasa de ganancia por el aumento salarial ha respondido con reducciones de planillas, en algunos casos, así como también aumentando la intensidad de las jornadas laborales y con el aumento inmediato a los productos de la canasta básica en el mercado, una receta valida bajo el modo de producción capitalista que permite resguardar y mantener la estabilidad de las ganancias de los capitalistas.
Por ser El Salvador sumamente atrasado en la producción no podía absorber de manera inmediata un aumento general de los bienes de primera necesidad como por ejemplo, la demanda de productos alimentarios. Según las estimaciones de las empresas productoras agrícolas, la demanda nacional de los dos principales granos de consumo estaba cubierta en su mayoría, según las producciones de maíz y frijol en el año del 2016. En septiembre del año pasado se decía lo siguiente: “La Cámara Salvadoreña de Pequeños y Medianos Productores Agropecuarios (CAMPO) prevé que para la cosecha 2016-2017 se logre una producción de 21 millones de quintales de maíz, que cubrirá un 100 % de la demanda nacional. Sin embargo, la de frijol será de 3.3 millones de quintales, equivalentes al 80 % de la demanda”2. Esto sin embargo deja fuera las estimaciones sobre el crecimiento de la demanda debido al aumento del poder adquisitivo que se expresará en estos productos. Lo cual bajo líneas capitalistas elevará su precio.
Se trata aquí, desde luego, bajo una perspectiva revolucionaria, encontrar la política adecuada de resguardar los intereses de la clase productora, o sea la clase obrera, que ha padecido durante siglos el hambre galopante. ¿Cómo superar esta contradicción entre salarios y precios? Es claro que bajo la actual crisis que atraviesa el capitalismo en general, no se puede esperar que la producción agrícola e industrial, absorba completamente la demanda de estos productos, pues eso supone invertir en desarrollar los medios de producción, o sea modernizar la producción, industrializar el campo, inyecciones fuertes de capital a las ramas de la producción alimentaria.
La burguesía local ha sido incapaz de lograr, incluso en periodos de bonanzas, tal desarrollo y mientras la clase obrera no tenga bajo sus manos los medios de producción esta perspectiva está descartada.
Hemos visto que la conquista inmediata, ha dejado al descubierto problemas más escabrosos, y ha puesto sobre la mesa la discusión de qué otras demandas se deben plantear para avanzar en la lucha revolucionaria. ¿Cuál es el siguiente paso? Ante los problemas desatados por el aumento al salario mínimo para las familias obreras consideramos que debemos defender desde los sindicatos y el FMLN las siguientes demandas: Ante el aumento desmedido de los precios de los productos básicos, congelación de los productos de la canasta básica y la escala móvil de salario. Es decir, que los salarios sigan el movimiento de la inflación de los productos básicos. ¿Pero qué hay de aquellos que están en el desempleo estructural o coyuntural? Estos no pueden vender su fuerza de trabajo, si bien al trabajador lo podemos proteger de la deflación de su salario con la escala móvil de salario y la estatización de los precios de los productos básicos, no se puede hacer lo mismo con los desempleados. Estos, bajo el actual orden de las cosas, están condenados a la pobreza galopante. Consideramos que los sindicatos y los trabajadores deben de agitar en cuanto a la necesidad de luchar por contratos colectivos que contemplen la escala móvil de la jornada laboral, repartiendo el trabajo existente entre los obreros existentes y reduciendo así la jornada laboral, con esto asestamos un golpe certero al desempleo en general. Los capitalistas se opondrán enérgicamente a estas medidas, y será algo lógico, ningún demonio se deja cortar las garras.
Sin embargo estas medidas tienen sus limitantes. Es imposible controlar lo que no se posee, seguramente lo que se vendría inmediatamente es una lucha en contra del gobierno acusándolo de autoritario y dictador, esta será una campaña dirigida por los medios de comunicación de la derecha y los políticos derechistas, trabajadores a sueldo de la burguesía, a la par de esta campaña no dudamos que también empezaran una guerra económica, que se basará en el acaparamiento y la fuga de capitales, como sucede en Venezuela actualmente.
Y el ejemplo de Venezuela nos precisa gráficamente como no deberíamos de actuar con toda la guerra económica que se pueda desarrollar en el proceso de lucha en favor de las demandas inmediatas del proletariado. Si bien es cierto el proceso revolucionario de Venezuela ha sido inspirador para toda Latinoamérica, y esta inspiración se basa en su fortaleza para movilizar a las masas por sus demandas, su debilidad se basa en su incapacidad de tomar bajo sus manos el control de las palancas fundamentales de la economía y ponerlas a andar bajo el control de los trabajadores, esto le ha dado a la burguesía reaccionaria un poder determinante, hasta el punto de asfixiar la revolución paulatinamente con la llamada guerra económica.
De este ejemplo nosotros podemos extraer una conclusión importante: todas nuestras demandas, por mínimas que sean, chocan con las relaciones de producción y distribución de las mercancías en el capitalismo. Es imposible desarrollar una lucha por nuestras mejoras sin enfrentarnos con la oposición reacia de la burguesía. En nuestro país donde también existen las mismas relaciones de producción que en Venezuela es ingenuo pensar que la producción neta de maíz y frijol va directamente a nuestra mesa y lo mismo pasa con los otros productos alimentarios. Dependiendo del desarrollo de la lucha por nuestras demandas, podríamos pasar a la agitación por el control del monopolio estatal de los productos de primera necesidad.
Los capitalistas constantemente se contradicen alabando el libre mercado, pero son ellos los primeros en acaparar, imponer precios y especular con las necesidades de la clase obrera, véase las constantes demandas entre Harisa y Molsa y Gumarsal que luchan por monopolizar la distribución de los cereales. Bajo estas condiciones es imposibles imponer un orden de producción tomando como base las necesidades de la clase trabajadora y establecer precios acordes a nuestros ingresos, esto es algo que solo puede ser posible a través de que el Estado obtenga el control del monopolio de la producción y distribución de los productos agrícolas, debemos avanzar hacia la nacionalización de las más grandes extensiones de tierra y poner a producir bajo un plan acorde a nuestras necesidades, lo mismo tendría que pasar con las demás ramas de la economía. Esto solo puede lograrse a través de una lucha frontal por el socialismo, el sistema que permite que la clase obrera se organice y tome las riendas de la producción para sus intereses.
Ante esto es necesario debatir en cada centro de trabajo, en cada reunión comunitaria, en comités de base y reuniones ampliadas, cada una de nuestras demandas inmediatas y explicar de manera clara la necesidad de avanzar hacia un programa más amplio que incluya las tareas máximas de la revolución socialista. Estamos en un periodo donde la propaganda revolucionaria debe ser tomada como una tarea ineludible, esto y solo esto inclinará el péndulo de la correlación de fuerzas en la sociedad a nuestro favor, en líneas generales estos son nuestros objetivos a seguir, confiemos en nuestras capacidad propagandista y organizativa para llegar al objetivo fundamental: la toma del poder.
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1. Datos tomados de Datosmacro.com http://www.datosmacro.com/ipc-paises/el-salvador
2 http://www.laprensagrafica.com/2016/09/07/ecm0709-maiz