Por: Javier Campos
Puede que parezca extraño empezar un artículo acerca de la situación del medio ambiente en El Salvador con una referencia a la Ley Crecer Juntos, recientemente presentada por la primera dama Gabriela de Bukele, y que fue aprobada el 22 de junio. Pero si lo pensamos bien por un momento, antes de cualquier debate acerca de la nueva propuesta de ley, es preciso que respondamos las siguientes preguntas: ¿Cuál es la situación ambiental que heredarán los niños que “nacerán con cariño”? ¿En qué medio ambiente desarrollarán sus talentos las juventudes que aspiran a tener una vida digna en nuestro país?
El hombre y la naturaleza
La crisis ecológica, y entendemos la ecología como el estudio de las interacciones entre los factores bióticos (las bacterias, las plantas, los animales) y los factores abióticos (agua, suelo, aire, temperatura), se ha extendido a nivel global. Pero la crisis global tiene a su vez consecuencias locales y específicas. No sorprenderá que bajo el sistema de producción capitalista sean precisamente los países excoloniales, como el nuestro, los que tienen que soportar el peso mayor de las dificultades asociadas al cambio climático.
El sistema capitalista está atravesando una de sus peores crisis. La seriedad de la crisis está en que ya no se trata simplemente de una crisis económica más, sino de una crisis civilizatoria, la civilización del capital. Eso implica que para la sostenibilidad y reproducción de la vida, para crecer juntos, se necesita de varias cosas, entre las que destaca el imperativo de preservar los ecosistemas, su biodiversidad y los ciclos naturales: el ciclo del agua, el ciclo del oxígeno, el ciclo de polinización etc.
Vemos entonces que no se trata solamente de nacer, sino más bien de sostener la vida humana hasta su fin en condiciones dignas: algo que el sistema capitalista hace imposible para la mayor parte de la población y en lugar de promover, más bien destruye esas condiciones de vida, tal y como advertía Karl Marx: “La producción capitalista, por consiguiente, no desarrolla la técnica y la combinación del proceso social de producción sino socavando, al mismo tiempo, los dos manantiales de toda riqueza: la tierra y el trabajador.” (El Capital I, final del capítulo 13).
El documento del gobierno acerca de la Política Nacional de Apoyo al Desarrollo Infantil Temprano también reconoce la gravedad de la situación en el país: “Datos de la OMS reflejan que más de una cuarta parte de las defunciones de niñas y niños menores de cinco años son consecuencia de la contaminación ambiental y las condiciones insalubres del entorno en el que viven.”
A pesar de estar conscientes de las realidades al menos en teoría, poco se ha hecho hasta ahora para detener el empeoramiento de la situación de la naturaleza y de las condiciones de vida de la clase trabajadora. Para Marx no debería existir una separación entre el hombre y la naturaleza porque los dos están íntimamente unidos: “Que el hombre vive de la naturaleza quiere decir que la naturaleza es su cuerpo, con el cual ha de mantenerse en proceso continuo para no morir.” (Los manuscritos económicos y filosóficos de 1844). Pero con el desarrollo tecnológico y la creciente mercantilización de la naturaleza misma, nos olvidamos de nuestra interdependencia y se introduce la separación ficticia entre el hombre y su entorno natural. Tengamos presente que la ecología no es algo externo al hombre o separado del modo de producción, sino su parte integral. La crisis ecológica está en el centro de la crisis del sistema capitalista. Por lo tanto, no puede haber un capitalismo verde. Es imposible por su anarquía e irracionalidad.
El trabajo se presenta muchas veces como la única fuente de riqueza. Dice Engels que: “Lo es, en efecto, a la par que la naturaleza, que le provee de los materiales que él convierte en riqueza” (El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre). Es decir, el hombre iba transformando la naturaleza por medio de su trabajo y así se ha transformado a sí mismo en el transcurso de millones de años. El hombre sin la naturaleza resulta ser un cuerpo sin vida que no puede trabajar, no puede crear, no puede subsistir. Pero el sistema capitalista ha puesto el trabajo al servicio de la (auto)-explotación del hombre y de la naturaleza, en lugar de buscar una armonía entre ellos.
Marx de igual manera sostiene: “El trabajo no es la fuente de toda riqueza. La naturaleza es la fuente de los valores de uso (¡que son los que verdaderamente integran la riqueza material!), ni más ni menos que el trabajo, que no es más que la manifestación de una fuerza natural, de la fuerza de trabajo del hombre” (Crítica al Programa de Gotha). El valor está en el trabajo igual que en la naturaleza. De ahí la importancia de proteger la naturaleza y derrocar al sistema capitalista en el que unos pocos se adueñaron de las condiciones materiales de trabajo proporcionadas por la naturaleza, mientras que otros no tienen nada más que vender que su fuerza de trabajo y así caen en la esclavitud del trabajo asalariado.
El cambio climático y las clases sociales
El cambio climático en El Salvador, aunque no suele aparecer con frecuencia en las portadas de los periódicos, tiene una gran importancia para la situación social y económica del país. Según indica el PNUD de El Salvador, los impactos del cambio climático le han costado a la economía salvadoreña más de $2.200 millones de dólares en pérdida de productividad.
Desde el 2009, El Salvador ha pasado por diversos períodos de afectaciones climáticas graves, empezando por el fenómeno el Niño entre los años 2009 y 2010 hasta las últimas lluvias torrenciales que dejaron al desnudo la vulnerabilidad del país. Es paradójico que aunque estas afectaciones sean asociadas al cambio climático, Centroamérica solo es responsable del 0,5% de la emisión de gases de efecto invernadero, mientras que al mismo tiempo la región es considerada como una de las más vulnerables a la crisis ambiental global. De hecho, el 1% más rico de la población mundial emite casi dos veces más CO2 que el 50% más pobre. Por lo tanto, no hay que desentendernos del cuidado del medio ambiente y llamar la atención sobre los excesos del capitalismo que están provocando y agravando cada vez más la crisis económica y civilizatoria.
Se suele decir que el cambio climático nos afecta a todos por igual por el simple hecho de que todos formamos parte de la naturaleza y vivimos en el mismo espacio. Si bien es cierto que todos sufrimos los embates del cambio climático, éste también tiene carácter de clase. Los impactos inmediatos de la inestabilidad del clima los resienten los pequeños productores agrícolas (que están reportando pérdidas en granos básicos por las lluvias provocadas por el fenómeno “la Niña”). Los incrementos en los precios de los productos de la canasta básica afectan de una manera directa y mucho más perjudicial a la clase trabajadora (con la inflación en 7.5% en junio). Los efectos dañinos de diversos proyectos urbanísticos los sufren las comunidades aledañas (las inundaciones por tormentas torrenciales tienen algunas de sus causas en el (sub)desarrollo urbano).
Hasta ahora hemos hablado solamente de situaciones que nos afectan desde afuera, consecuencias del cambio climático global. Pero existen factores internos que contribuyen en gran medida al empeoramiento del estado del medio ambiente de nuestro país. La actitud de los diferentes gobiernos hacia el medio ambiente se puede ver bien reflejada en la poca importancia que se le da a la Política Nacional del Medio Ambiente que según la Ley de Medio Ambiente debe actualizarse cada cinco años. Mientras que hubo una última actualización en 2012 durante el gobierno del FMLN, la actualización correspondiente en 2017 ya no ocurrió. El gobierno actual en lugar de presentar una nueva propuesta lo antes posible, se tardó tres años en presentarla, y hasta el cierre de este artículo no ha sido publicada para su consulta. La falta de interés en el tema se traduce también en el gasto absolutamente irrisorio del gobierno en la materia de protección ambiental que representa tan sólo 0.09% del presupuesto ejecutado, siendo el más bajo de toda Centroamérica.
A inicios de junio, el ministro Fernando López, en el discurso de la presentación de la Política Nacional del Medio Ambiente enfatizó que una de las medidas que ayudan a conservar los recursos naturales es dar permisos ambientales y que hay que regularizar, sacar a los proyectos de la clandestinidad. Pues bien, si antes los proyectos urbanísticos que afectaban al medio ambiente se ejecutaban de forma encubierta, ahora cuentan con su respectivo permiso, sin que aparentemente ninguna de las autoridades competentes se preocupe por su impacto ambiental.
Proyectos urbanísticos sin permisos
La falta de interés se hace notar en varios proyectos que se han empezado sin el permiso inicial o han recurrido a prácticas poco transparentes para iniciar su construcción. Entre los proyectos del gobierno podemos contar el más reciente de la construcción del Estadio Nacional financiado por los fondos de China. La demolición de la Escuela Militar Gerardo Barrios y disposición final de los desechos no tienen permiso, según el sitio web del Ministerio de Medio Ambiente. Yamil Bukele, el presidente ad honorem del INDES, en una entrevista mencionó riéndose entre dientes que “los trabajos iniciarían hasta octubre porque se están haciendo todos los estudios necesarios que son como 30”. Para que inicie desde ya con las demoliciones, tiene que estar bien seguro que los estudios estarán a su favor.
La misma familia Bukele está involucrada en otros proyectos que representan peligro para la población. En 2014, Nayib Bukele prometía inversión de “mil millones dólares” para el municipio Nuevo Cuscatlán con una nueva forma de atraer inversiones. Ahora las promesas se estarían realizando pero en contra de los intereses de la naturaleza y de las propias comunidades locales que se verán despojadas de una de las últimas zonas boscosa del municipio. En la zona de la finca Suiza, que tiene la categoría de “zona de máxima protección” del MARN (status ignorado por el ministro Fernando López), a pesar de que años atrás el MARN se había negado a otorgar permisos para la construcción en la zona, ahora para el proyecto Kalamanda-Portales del Bosque todo es posible, tal vez porque detrás del proyecto están los intereses privados de funcionarios públicos.
El gobierno sigue empecinado en avanzar con la construcción del Aeropuerto del Pacífico incluso después de que se le ha advertido sobre los riesgos ambientales para la propia construcción, las comunidades de los caseríos Condadillo y Flor de Mangle. Por un lado, MARN insta a proteger los manglares (el 26 de julio se celebró el Día Internacional de los Manglares), pero luego prevalecen los intereses económicos y políticos de la CEPA que afectarán al manglar Tamarindo.
Todo lo anterior está relacionado con otras (no)-políticas ambientales del gobierno entre las que destaca la negativa del gobierno ante los Acuerdos de Escazú. Si el gobierno de Bukele se muestra reacio a compartir con la población cualquier tipo de información y en práctica trata de deshacerse Instituto de Acceso a la Información Pública y en la última semana de julio también de la DIGESTYC, entonces no le conviene firmar y ratificar un tratado regional que entre sus ejes centrales tiene el acceso a la Información.
La falta de permisos ambientales ya se ha hecho costumbre en el país. Bien podríamos mencionar otras irregularidades en otros casos. Incluso en los casos que por ahora han sido resueltos de forma favorable para las comunidades, no hay que gritar victoria aún. Tal es el caso la reciente decisión de la Cámara Ambiental de Segunda Instancia de Santa Tecla que el 14 de junio decidió extender por 4 meses las medidas cautelares de protección al río Sensunapán, en Nahuizalco, Sonsonate, a favor de los bienes ambientales y culturales. Pero sin una política socialista encaminada hacia la protección de los bienes naturales y culturales, las decisiones por ahora favorables pueden ser revertidas mañana.
La Ley del Agua
El tema del río Sensuapán está estrechamente ligado al tema de la Ley del Agua. Después de 15 años de luchas por una ley, el 12 de julio entró en vigencia la Ley de Recursos Hídricos que en su momento fue celebrada por el gobierno como un logro histórico en cuanto a la “justicia hídrica” en El Salvador.
Pero cabe recordar que el proyecto de la Ley del Agua, que por más de una década trabajaron los diferentes gobiernos, en conjunto con grupos ambientalistas, fue archivado en mayo del año pasado una vez que asumieron sus cargos los diputados de Nuevas Ideas, logrando así la mayoría de votos en la Asamblea Legislativa.
A pesar de que la ley reconozca en su primer artículo el derecho humano al agua, el derecho no está del todo protegido. Se ha descrito a la ley como “contradictoria, privatizadora, sin participación ciudadana” y en las decisiones prácticas podemos ver desde ahora que en cualquier decisión de peso el interés privado prevalece por encima del interés público. Uno de los puntos más criticados ha sido el cobro por el uso y aprovechamiento de agua a las juntas comunitarias que prestan el servicio de abastecimiento. Recordemos que las juntas nacen de la necesidad de llevar el agua potable a zonas donde ANDA no opera. Ahora, con la nueva ley, el Estado pretende deshacerse de su obligación del saneamiento ambiental trasladándose a las juntas. Esto significa el incremento de gastos que tendrán que pagar las personas de la comunidad que recibe el servicio.
La preferencia por el sector empresarial en cuando al aprovechamiento del agua se vio claramente confirmado con la reciente decisión de la Sala de lo Constitucional de otorgar el permiso al convenio ANDA-Dueñas (el mismo grupo inmobiliario construyendo en la finca Suiza) para la explotación comercial del agua en la zona conocida como Valle El Ángel, favoreciendo a la empresa privada (240 l/s) a costa de las comunidades locales (160 l/s). Además se establece un precedente peligroso que permite a la empresa privada conseguir el permiso de explotación del agua solamente con una concesión administrativa. Una situación así que deje el campo libre para el uso intensivo, excluyente, privativo y exclusivo del agua por un pequeño grupo de empresas por un lado y la gran cantidad de comunidades donde ya se percibe el estrés hídrico y la falta del acceso seguro al agua potable por el otro, puede exacerbar las tensiones entre la población preocupada por el medio ambiente y el gobierno.
A pesar de haber entrado en vigor, la Ley aún no cuenta con su marco legal. Por lo tanto las juntas comunitarias del agua, no saben los montos que tendrán que pagar por abastecer a la población. Lo que sí sabemos es que hasta el momento las distintas legislaturas han velado más por el interés privado, y con esta ley no veremos ningún cambio. De lo que se trata es que predomine el interés público de las mayorías. Al sector privado lo único que le interesa es la ganancia con la que puede de cierto modo paliar los efectos negativos del cambio climático. Por otra parte, el trabajador con su salario que ni siquiera le alcanza para la simple reproducción de su fuerza de trabajo, ahora también tiene que enfrentar las condiciones climáticas adversas que vuelven su vida cada vez más precaria y vulnerable, resultando en fenómenos como desplazamiento forzado y migración irregular porque las comunidades en lugar de ser espacios para la vida, nada más observan la depredación de sus tierras o recursos hídricos.
Socialismo o extinción
Las distintas luchas ambientalistas impulsadas muchas veces por la juventud que se han desarrollado a nivel mundial en los últimos años por ejemplo: #fridaysforfuture, mantendrán su importancia y su vigencia, pero mientras no incorporen la dimensión de la lucha de clase en su compromiso por un medio ambiente sano y cuidado, los resultados y la capacidad de efectuar un cambio verdaderamente duradero se verán afectados por la rapacidad del sistema capitalista que siempre será la herramienta para el beneficio de una minoría. Lo que habían escrito Marx y Engels en 1848 sobre la burguesía capitalista que “no dejó en pie más vínculo que el del interés escueto, el del dinero contante y sonante, que no tiene entrañas” (Manifiesto Comunista, Capítulo I), sigue siendo completamente vigente.
En medio de una crisis civilizatoria del capital, se necesita la acción unida de la juventud y de la clase trabajadora por un cambio revolucionario. Para que las nuevas generaciones puedan nacer con cariño, se necesita algo más que la atención de primera clase en la sala de partos, por más importante que ésta sea. Para que las nuevas generaciones crezcan juntas, se necesita trabajar por un socialismo en el que los bienes naturales junto con los trabajadores dejen de ser explotados por los dueños de los medios de producción.
De nuevo Engels nos advierte que nuestra “dominación” de la naturaleza es nada más temporal e ilusoria: “Sin embargo, no nos dejemos llevar del entusiasmo ante nuestras victorias sobre la naturaleza. Después de cada una de estas victorias, la naturaleza toma su venganza. Bien es verdad que las primeras consecuencias de estas victorias son las previstas por nosotros, pero en segundo y en tercer lugar aparecen unas consecuencias muy distintas, totalmente imprevistas y que, a menudo, anulan las primeras.” (El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre)
Según algunos expertos estamos viviendo ya en medio de la sexta extinción masiva. ¿No será ésta una de las consecuencias imprevistas de las que habla Engels? Por supuesto que hubo más de seis extinciones masivas en el largo camino de la vida en nuestro planeta. Pero a diferencia de todas las previas extinciones que se dieron por causas naturales, la que estamos atravesando, aunque no la percibimos del todo aún, está siendo provocada por nuestro uso irresponsable de la tierra, del agua, de la energía y el cambio climático. Si a inicios del siglo XX, para Rosa Luxemburgo el dilema estaba entre el socialismo y la barbarie, nosotros podemos pensar la situación actual como una decisión entre el socialismo o la extinción.
¡Organízate por el socialismo con nosotros!