Por: Amaro Silva.
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Desde inicios de mi juventud he estado interesado en la línea de pensamiento político de izquierda. Con la llegada de la adultez confirmé que el marxismo no solo es el camino a seguir si se desea hacer un cambio profundo en la sociedad; en los tiempos que corren sus propuestas siguen tan vigentes y necesarias como el día en que se publicó la primera copia de El Manifiesto Comunista, hace más de un siglo y medio.
Este texto lo leí en un documento descargado de internet, a través de una página que recopila archivos de pensamiento izquierdista, hace 5 años. “La sociedad es impulsada por la lucha de clases, que a su vez es el resultado y la expresión de la contradicción fundamental en la base económica de cada modo de producción. Esto empuja el cambio de una sociedad a otra”. Estas primeras ideas fueron las que me engancharon a saber más, pues aunque en la superficie la sociedad del siglo XXI no es igual a la del XIX, los problemas siguen siendo los mismos: la clase trabajadora carga sobre sus hombros el peso de generar riqueza a costa de su vida, mientras la burguesía (tanto local como internacional) llena sus bolsillos sin fondo, reprimiendo con violencia a través del imperialismo a cualquiera que ponga en duda el status quo (sea comunista o no).
Por eso siempre quise militar en una organización juvenil comunista, especialmente en las Juventudes Farabundo Martí que veía a menudo en redes sociales. Pero, lamentablemente, la mayoría de estas habían seguido una línea de pensamiento que considero incorrecta, alejándose de su búsqueda fundamental: la revolución y la liberación de la clase obrera salvadoreña. La caída en desgracia del FMLN y la mala imagen que arrastró consigo terminaron enterrando cualquier deseo personal de acercamiento a ellos.
En mi paso por la Universidad de El Salvador (UES), me enteré gracias a los afiches pegados a lo largo y ancho de sus pasillos sobre un grupo que invitaba a los jóvenes comunistas a organizarse. Me llamó la atención al instante: una imagen de Marx señalando directamente al lector (igual que los carteles de reclutamiento militar de la Segunda Guerra) con la frase: ¿Eres comunista? ¡Entonces organízate! (muy irónico y gracioso, a mi parecer), y al lado el nombre de Revolución Comunista junto a un QR para escanear.
Me tomó tiempo decidir entrar o no. Pensaba: ¿serán una organización que ve la revolución como una idea lejana o un tabú, que requiere varias generaciones para darse, o siquiera la contemplan en sus planes? ¿Están enfocados solo en luchas parciales sin tocar el problema de fondo de la sociedad? ¿Tendré que cumplir algún requisito para poder estar con ellos? Estas dudas, junto con la carga de mi carrera, me frenaban constantemente.
Hasta que leí sus artículos y análisis sobre la realidad del país, especialmente los dedicados al encarecimiento de la vida, el bloqueo hacia Cuba y, sobre todo, la prevención del suicidio en la juventud. Encontré justo lo que me hacía falta para animarme a entrar, compartir ideas y estar en la misma sintonía.
Contactarme fue sencillo: escaneé el QR antes mencionado y llené un formulario con datos básicos como mi nombre, departamento, lugar donde vi el afiche y una breve razón de por qué deseaba integrarme. Un día después se pusieron en contacto conmigo por mensaje directo a mi número. Acordamos una hora conveniente para hacer una reunión por llamada, con el fin de saber en detalle qué aspiraba dentro del grupo, cuáles eran mis metas y con cuánto tiempo disponía para apoyar actividades futuras.
Posteriormente, aunque hubo otras reuniones para conocer a los miembros, solo pude asistir 10 días después, en la Universidad, donde conocí a Juan y Vit. Me recibieron con amabilidad y camaradería. Discutimos brevemente sobre mis metas y aspiraciones en el grupo, y luego sobre un artículo de Adam Booth relacionado al colapso del dólar. Dimos opiniones, sumamos ideas y sacamos conclusiones al respecto.
Para cuando escribo esto, sus miembros son pocos en cantidad, pero con principios muy claros: comprometidos con la causa de lograr una revolución socialista mientras mantienen los pies sobre la tierra, conociendo sus límites pero sin dejar que eso los frene en sus metas. Se hace, como una vez dijo Lenin, “el análisis concreto de la situación concreta”.
Dentro de la célula Rosa Luxemburgo, en la que milito, no dudo que se pueden formar buenos cuadros que el día de mañana serán capaces de concientizar, organizar e incluso dirigir al proletariado mano a mano en los tiempos tan convulsos que volverán a venir.
A usted que lee este artículo y siente que el mundo puede cambiar para mejor, que no está de acuerdo con las injusticias que ve al salir a la calle, lo mejor que puede hacer es organizarse (tal como dice nuestro lema), instruirse y prepararse. Por mi parte, me despido y le deseo la mejor de las suertes. No basta con indignarse, hay que actuar. La organización es el primer paso para transformar la sociedad.