El movimiento de la huelga climática internacional está agitando todo el mundo. A lo largo del año pasado, durante el transcurso de varios días de lucha a nivel mundial, millones de jóvenes de más de 100 países abandonaron las escuelas para unirse a las protestas del «Fridays for Future» (‘Viernes por el Futuro’), exigiendo medidas inmediatas contra la crisis climática.
Al tomar las calles en masa, ocupar carreteras y bloquear ciudades, estas manifestaciones han obligado a los políticos a sentarse y tomar nota. Además, estas movilizaciones han llenado a una nueva generación con una sensación de confianza, poder y anhelos. Para los manifestantes, la idea de una acción masiva y combativa es ahora la norma, no la excepción. La palabra «huelga» ahora está firmemente al frente de las mentes de los jóvenes. La lección es clara: si quieres algo, debes organizarte y luchar por ello.
Comenzando el año pasado en Suecia con las protestas semanales de una estudiante secundaria, Greta Thunberg, el movimiento de huelga estudiantil contra el cambio climático #YouthStrike4Climate se ha extendido rápidamente a nivel internacional. En todos los países, la situación es la misma: estudiantes y jóvenes están entrando en actividades políticas, exigiendo «cambiar el sistema, no el clima».
Está claro que se necesitan medidas urgentes. Una reducción masiva de las emisiones y de los niveles de contaminación es esencial. Y se deben tomar medidas de mitigación a gran escala, como la construcción de defensas contra inundaciones y la reforestación. Pero los capitalistas y sus representantes políticos son completamente incapaces de llevar a cabo los cambios radicales que se requieren.
Se necesita una acción global para resolver un problema global, pero los gobiernos capitalistas son impotentes. Algunos líderes mundiales han declarado una ‘emergencia climática’. Pero esta es una frase vacía cuando es pronunciada desde los labios de estos políticos de las grandes empresas. Después de todo, bajo el capitalismo, no son ellos los que realmente deciden. En cambio, el futuro de la humanidad y nuestro planeta se deja a los caprichos de la llamada ‘mano invisible’ del mercado.
Greta Thunberg ha señalado que los científicos están siendo ignorados, y pide a los gobiernos que escuchen la evidencia y los consejos científicos. Del mismo modo, los activistas del movimiento Extinción Rebelión han tratado de ‘crear conciencia’ y convencer a los políticos a través de una estrategia de acciones directas altamente visibles.
Pero los capitalistas y sus políticos no serán persuadidos por argumentos morales, ni por hechos ni cifras. Al final, no podemos esperar que esta élite desconectada de la realidad haga algo para proteger la Tierra, ya que su único criterio es maximizar las ganancias a expensas de los demás.
Las corporaciones ahorrarán gastos y se enfrentarán a las regulaciones cuando sea necesario para reducir sus costos, competir con sus rivales, capturar nuevos mercados y maximizar sus ganancias.
Los políticos capitalistas no tienen nada que ofrecer en respuesta a esta destrucción medioambiental. Todo lo que pueden sugerir es que debemos unirnos y tomar decisiones individuales para reducir nuestra «huella ambiental».
Pero las ‘soluciones’ que surgen de esto son completamente reaccionarias. En esencia, son solo un «lavado verde» de austeridad: les dicen a los trabajadores y a los pobres que deben apretarse el cinturón para resolver un problema creado por los capitalistas y su sistema en bancarrota.
Lo más importante, este mantra liberal e individualista va en contra de los hechos. Un estudio reciente, por ejemplo, mostró que 100 grandes empresas (principalmente grandes productores de combustibles fósiles) son responsables de más del 70 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero. Esto subraya dónde radica la verdadera culpa del cambio climático.
En respuesta a este hecho, algunos políticos de izquierda, como Alexandria Ocasio-Cortez en los EEUU, han planteado la demanda de un ‘Green New Deal’, un «Nuevo Acuerdo Verde», pidiendo a los gobiernos que reduzcan las emisiones de carbono, inviertan en suministros de energía renovable y creen trabajos «verdes».
Estas vagas propuestas generalmente equivalen a una estrategia «keynesiana» de intentar regular y administrar el sistema capitalista. Pero el capitalismo no se puede gestionar. No se puede domesticar y convertirlo en ‘verde’. Mientras la economía se base en la producción con fines de lucro, serán las grandes empresas quienes dicten a los gobiernos, y no al revés.
Debemos ser claros: es el capitalismo quien está matando a nuestro planeta. Su búsqueda insaciable de ganancias es responsable de la carrera hacia el abismo en la que las condiciones ambientales y de vida empeoran cada vez más. Son las corporaciones, con su fin por el lucro, las que deciden qué se produce y cómo se produce. Pero esto no se hace de acuerdo a ningún plan. Al revés, nuestra economía es dejada en manos de la anarquía del mercado.
Es el objetivo de conseguir beneficios, y no el crecimiento económico en sí, el verdadero problema. Esta es la razón por la cual los llamamientos de ciertos sectores del movimiento verde a favor del ‘crecimiento cero’ y del ‘decrecimiento’ son reaccionarios. El «crecimiento cero» bajo el capitalismo se llama crisis, y son la clase trabajadora y los pobres quienes la tienen que pagar. Un argumento a favor de la crisis permanente es un argumento a favor de la austeridad permanente.
La única forma de lograr una economía sostenible, donde el aumento del nivel de vida no esté en contradicción con la protección del planeta, es sobre la base de un plan de producción democrático, racional y socialista.
En manos privadas, los principales monopolios generan niveles obscenos de despilfarro y daño ambiental. Sin embargo, estos monopolios nacionalizados bajo un plan económico socialista, podrían emplear tecnologías ecológicas modernas para reducir las emisiones y la contaminación en el espacio de unos pocos años, al tiempo que proporcionar alimentos, vivienda, educación, transporte y atención médica de calidad para todos.
Al combinar las mejores mentes científicas con las habilidades de los trabajadores en la industria, bajo un control obrero democrático, podemos poner todas las habilidades y recursos tecnológicos de la sociedad al servicio de la humanidad y del planeta.
En muchos países, el apoyo a los partidos Verdes se ha incrementado debido a las crecientes preocupaciones ambientales y a la desconfianza general hacia los partidos tradicionales del establishment. Pero en lo fundamental, los líderes Verdes son solo liberales, que no desafían el sistema ni ven la división de la sociedad en clases mutuamente opuestas.
De la conclusión de que el capitalismo es la raíz del problema, se deduce que debemos luchar por un cambio radical sobre una base de clase: vinculando la combatividad y el radicalismo de las huelgas climáticas estudiantiles con el movimiento obrero en su máxima amplitud posible, con trabajadores y jóvenes luchando juntos por políticas ambientales socialistas valientes.
A este respecto, los próximos días de lucha internacionales, los días 20 y 27 de septiembre, representan potencialmente un gran paso adelante para el movimiento. Greta Thunberg ha instado correctamente a los trabajadores de todo el mundo a unirse a los estudiantes en estas huelgas globales. En algunos lugares, los sindicatos ya han respaldado este llamamiento, comprometiéndose a hacer huelga o a protestar junto a los jóvenes activistas.
El siguiente paso es que todo el movimiento obrero emule estos ejemplos y ponga todo su peso detrás de las huelgas climáticas. El poder de la clase trabajadora organizada, armado con un programa socialista, sería imparable. Como los marxistas siempre hemos dicho, ni una lámpara brilla ni una rueda gira sin el permiso de la clase trabajadora.
Solo aboliendo el sistema capitalista y reemplazándolo con el socialismo podemos planificar el uso de los recursos del planeta de una manera democrática. Solo con la transformación socialista de la sociedad podemos satisfacer las necesidades de la mayoría en armonía con el medio ambiente, en lugar de generar ganancias para una minoría parásita.
La ciencia y la tecnología existen para hacer frente al cambio climático. Pero bajo el capitalismo, estas fuerzas están destruyendo el planeta Tierra, no salvándolo. Socialismo o barbarie: ese es el futuro que tenemos ante nosotros. Necesitamos una revolución.
- ¡Máxima movilización para las huelgas climáticas de septiembre!
- Estudiantes y trabajadores: ¡unidos y a luchar!
- El capitalismo es el problema, ¡el socialismo es la respuesta!
- ¡Únete a la CMI!