El anuncio por parte del gobierno de Lenín Moreno de un paquete de contrarreformas económicas por valor de US $ 2.200 millones el 1 de octubre ha dado lugar a manifestaciones y huelgas masivas. El gobierno, que teme perder el control de la situación, respondió con brutal represión policial y ayer, 3 de octubre, declaró el estado de emergencia durante 60 días.
El paquetazo de Lenín Moreno incluye el fin de los subsidios a los precios del combustible, recortes en el gasto público, un asalto a los derechos adquiridos de los funcionarios públicos y trabajadores del sector público (reducción de vacaciones pagadas de 30 a 15 días al año, una contribución especial de un día de salario y la renovación de contratos temporales con una pérdida salarial del 20%), un plan para despidos masivos en el sector público y una contrarreforma integral de los contratos de trabajo.
La mayor parte de las medidas anunciadas afectarán a los trabajadores y pobres, y van acompañadas de medidas que favorecerán a los capitalistas. Entre estos se encuentran una reducción en los aranceles para la importación de bienes de capital y de consumo, la abolición del pago anticipado del impuesto sobre la renta y la abolición del impuesto sobre la exportación de divisas.
El brutal paquete de medidas es parte del acuerdo alcanzado a principios de este año con el FMI, a cambio de un préstamo multilateral de US $ 10 mil millones (de los cuales el FMI aportará $ 4,2 mil millones). El préstamo fue negociado por el ministro de Hacienda, Ricardo Martínez, quien fue nombrado en mayo de 2018 directamente desde ser presidente del Comité Empresarial Ecuatoriano. Sabemos pues a quién responden sus políticas.
Los objetivos declarados del paquete son transformar el déficit fiscal de 0.9% del PIB en 2018 a un masivo superávit de 3.8% del PIB el próximo año; reducir la deuda del país del 46.1% del PIB en 2018 al 36.6%, y duplicar las reservas de divisas de $5,1 a $11,4 mil millones para 2021. Según las propias estimaciones del FMI, este programa hundirá al país en recesión este año, con una caída del 0.5% en el PIB.
Algunas de las medidas (reformas fiscales y laborales) necesitan la aprobación del Congreso, pero la abolición de los subsidios al combustible entró en vigor de inmediato, con un aumento en el diesel de $ 1,03 por galón a $ 2,27, y la gasolina subió de $ 1,85 por galón a $ 2,30 . Por supuesto, esta medida ha provocado enojo masivo, ya que tendrá un efecto indirecto en los precios del transporte y los bienes de consumo.
Movimiento de masas contra el paquetazo
Tan pronto como se anunciaron las medidas el martes, hubo manifestaciones espontáneas en la capital Quito contra el paquetazo. Los conductores de autobuses, taxis y camiones declararon un paro nacional el jueves se les unieron organizaciones estudiantiles y sindicatos que convocaron manifestaciones y huelgas. El movimiento fue particularmente grande en Quito, pero afectó a la mayoría de las provincias del país. En algunas ciudades, como en Cuenca e Imbabura, los manifestantes asediaron la gobernación regional e intentaron apoderarse de ella. Hubo manifestaciones masivas combinadas con bloqueos de carreteras y barricadas en todo el país. En Guayaquil, hubo casos de saqueo.
El gobierno respondió con brutal represión policial, disparando gas lacrimógeno contra los manifestantes y luego embistiéndolos con vehículos blindados. Más de 200 personas fueron arrestadas durante el día solo en la capital. El ejército salió a las calles de varias ciudades para enfrentarse a los manifestantes. Nada de eso amortiguó el estado de ánimo de los manifestantes, que corearon consignas como «Fuera Moreno», «O se va el paquetazo o se va el gobierno» , “El pueblo no se ahueva, carajo ” y marcharon hacia el palacio presidencial.
En una reunión ampliada de urgencia del Gabinete de Ministros, se manifestaron divisiones sobre el camino a seguir. Algunos sugirieron suspender el levantamiento de los subsidios al combustible para apaciguar las protestas. Otros temían que eso solo alentaría el movimiento contra todo el paquete. El Ministro de Hacienda Martínez amenazó con renunciar si se hacían concesiones. Las divisiones por arriba son un reflejo de la fuerza del movimiento por abajo.
Se suponía que el presidente Lenín Moreno debía hacer una transmisión en cadena nacional, que luego se retrasó y finalmente se canceló y se reemplazó con un vídeo pregrabado de tres minutos que ensalza las virtudes del paquete, manifiesta que no hay vuelta atrás ni espacio para negociaciones y advierte a los manifestantes que «enfrentarán consecuencias». En realidad, el presidente había huido a Guayaquil, desde donde declaró el estado de excepción durante 60 días, suspendiendo así la libertad de organización y reunión. Claramente, el tamaño y el carácter furioso de las protestas sacudieron al gobierno que temía, con toda razón, ser derrocado. El presidente prefirió la seguridad de Guayaquil a quedarse en el palacio de Carondelet.
Para hoy, viernes 4 de octubre, se convocaron más manifestaciones a las 4 de la tarde y se habla de una huelga general que se convocará para la próxima semana. La policía ha recurrido a detener a líderes de los transportistas y de otras organizaciones en varias regiones, pero esto no ha detenido el movimiento. El día comenzó con bloqueos de carreteras y paralización del transporte en la mayoría de las regiones.
No sabemos hasta dónde llegará este movimiento. Ciertamente tiene el potencial de derribar a este odiado gobierno. Sin embargo, una cosa está clara, la sublevación en Ecuador es otro clavo en el ataúd de la llamada «ola conservadora» en América Latina, que los comentaristas burgueses vitorearon; y sobre el que los intelectuales y académicos de «izquierda», escépticos y cínicos teorizaron. Los otros clavos en el ataúd fueron clavados por el movimiento estudiantil y la huelga general contra Bolsonaro en Brasil, las huelgas generales y la derrota de Macri en Argentina, el levantamiento que derrocó al odiado gobernador en Puerto Rico, el movimiento de masas en Honduras contra JOH, el levantamiento en curso en Haití contra Jovenel Moïse, etc.
Lecciones de levantamientos anteriores
Lenín Moreno llegó al poder en 2017, cuando ganó las elecciones como candidato oficial de Alianza País, el partido del ex presidente Rafael Correa, y del que era visto como su sucesor. Durante su presidencia, Correa aprovechó los altos precios del petróleo para llevar a cabo programas sociales, incurriendo en la ira de la oligarquía. Correa también se alineó con la Revolución Bolivariana de Venezuela, rompió con el FMI, se enfrentó con el imperialismo estadounidense y con Colombia y echó a los Estados Unidos de la base militar de Manta.
Sin embargo, rápidamente se hizo evidente que Moreno no tenía intención de continuar con las mismas políticas que su predecesor, bajo el cual había servido como vicepresidente. Se movió hacia la implementación de un programa de austeridad fiscal, introduciendo recortes en el gasto social, despidiendo a miles de trabajadores del sector público, etc. También se alineó estrechamente con Trump, incluso antes de ser elegido. La oligarquía, ese puñado de familias capitalistas y terratenientes muy ricas que han gobernado Ecuador durante la mayor parte de casi 200 años, le dio a Moreno pleno respaldo en sus políticas. Como parte de su realineamiento con el imperialismo estadounidense, Moreno entregó a Julian Assange, quien había recibido asilo en la embajada ecuatoriana en el Reino Unido, y la ciudadanía ecuatoriana bajo el gobierno de Correa.
Los trabajadores, campesinos y jóvenes ecuatorianos tienen una orgullosa tradición revolucionaria y en los últimos 20 años han derrocado a un gobierno tras otro a través de levantamientos masivos contra sus intentos de introducir paquetes de austeridad: Abadlá Bucaram en 1997, Jamil Mahuad en la revolución en 2000 y Lucio Guiterrez en 2005. Las masas entraron nuevamente en escena en 2007 mediante la elección de Rafael Correa y nuevamente en 2010 cuando derrotaron un intento de la oligarquía de llevar a cabo un golpe de estado contra él. En algunos de estos casos (Bucaram y Gutiérrez), gobiernos que fueron elegidos con el apoyo popular de los trabajadores y campesinos que buscaban un cambio fundamental fueron derrocados por insurrecciones populares cuando los traicionaron. Es posible que Lenín Moreno siga el mismo camino.
El movimiento actual contra Lenín Moreno ciertamente beneficiará al ex presidente Rafael Correa y su partido de la Revolución Ciudadana y podría traerlo de vuelta al poder. Si ese es el caso, es necesario aprender de los errores del gobierno de Correa. Si bien se trataba principalmente de un gobierno progresista que realizaba programas sociales, nunca desafió fundamentalmente el poder económico de la oligarquía capitalista. Por lo tanto, cuando el precio del petróleo comenzó a caer en 2014, la economía del país se vio severamente afectada. El desempleo y la pobreza aumentaron y la popularidad del gobierno comenzó a caer.
¿Qué camino seguir?
Las masas de trabajadores y campesinos en Ecuador tienen que armarse con un programa que vaya más allá de las limitaciones del sistema capitalista podrido y dependiente. Solo con la expropiación de la riqueza del puñado de familias poderosas que controlan la economía del país se pueden empezar a resolver los problemas a los que se enfrentan los obreros y campesinos ecuatorianos. Si bien fue temporalmente posible aplicar políticas de redistribución de la riqueza dentro de los límites del capitalismo mientras los precios del petróleo eran altos, esto ya no es posible, particularmente en un momento en que el capitalismo mundial se está moviendo rápidamente hacia una nueva recesión. El único camino a seguir para los trabajadores y campesinos en Ecuador es el socialismo.
Está claro que la clase dominante intentará sofocar el movimiento actual mediante la represión. Si eso falla, podrían intentar hacer concesiones temporales para desactivar el movimiento. Si el movimiento continúa, entonces podrían decidir eliminar a Lenín Moreno y reemplazarlo con otro político burgués que lleve a cabo las mismas políticas.
El movimiento de trabajadores, campesinos y jóvenes necesita unificarse alrededor de las consignas de «Abajo el paquetazo y fuera Lenín». Esto solo se puede lograr avanzando hacia una huelga general que paralice al país. Es necesario establecer comités de acción en cada fábrica, lugar de trabajo, escuela secundaria y facultad, y en todas las comunidades campesinas. Solo la acción independiente de la clase trabajadora puede aportar una solución a la crisis en beneficio de los trabajadores.
¡Abajo el paquete! ¡Abajo Lenín Moreno!
¡Comités de acción en todas partes! ¡Huelga general!
¡Trabajadores y campesinos, confíen solo en sus propias fuerzas!