Otra bomba sin precedentes ha sacudido el ya polarizado mundo de la política estadounidense y la lucha de clases. Según la filtración de un borrador interno escrito por el juez del Tribunal Supremo, Samuel Alito, una mayoría de ese cuerpo reaccionario estaría a favor de derogar la histórica sentencia de 1973 que otorgaba el derecho al aborto, con el famoso caso de ‘Roe contra Wade’.
Esa sentencia dictaminó que la Constitución de los EE. UU. protegía la libertad de una mujer embarazada de optar por un aborto sin restricciones gubernamentales excesivas.
Estamos pues ante las maniobras cínicas de un segmento de la clase dominante para desviar la lucha de clases hacia la llamada “guerra cultural”, que intenta destruir sin contemplaciones lo que debería ser un derecho democrático fundamental.
El argumento de Alito es simple. Dado que la cuestión del aborto no se enumera explícitamente como un poder federal en la Constitución, es una cuestión de derechos de los Estados. ‘Roe contra Wade’ es, por lo tanto, “atroz”, “excepcionalmente débil” y, sobre todo, inconstitucional, independientemente de las opiniones personales de los jueces a favor o en contra del aborto. ¡Se acabó el precedente legal!
El hecho de que una opinión tan celosamente guardada fuera filtrada por personas desconocidas es una expresión gráfica de las profundas divisiones en la cúpula de la sociedad, mientras la clase dominante se desgarra a sí misma buscando la forma de cuadrar el círculo de las contradicciones inherentes a su sistema. Esta es una señal de debilidad, no de fortaleza por parte de los defensores del statu quo capitalista. Pero eso no cambia el hecho de que, prácticamente de la noche a la mañana, decenas de millones de mujeres que viven en la mayoría de los Estados de EE. UU. se podrían ver empujadas a la barbarie de un siglo anterior.
Sin la protección federal de este derecho básico, las mujeres embarazadas que elijan abortar se verán obligadas a depender de clínicas precarias y no reguladas, arriesgando sus vidas, ahorros y medios de subsistencia para acceder a esta intervención. Por supuesto, las mujeres ricas podrían encontrar una manera de interrumpir su embarazo, viajando fuera del Estado o fuera del país si fuera necesario para pagar médicos privados de alta calidad. Pero para las mujeres pobres y trabajadoras, es otra historia completamente diferente. Esta es la sombría realidad a la que se enfrentan miles de millones de mujeres en todo el mundo. En el país más rico del mundo, las fuerzas de la reacción capitalista amenazan con arrastrar a la sociedad a una era oscura.
Si bien este es un ataque particularmente atroz contra las mujeres trabajadoras, es fundamentalmente un ataque contra todos los trabajadores y todos los derechos básicos. Nada en absoluto está garantizado para la mayoría trabajadora si dejamos nuestro destino en manos de una clase incompatible con la nuestra. Es hora de sacar algunas lecciones duras y volver a la premisa básica del movimiento obrero: ¡el ataque a un sector de nuestra clase es un ataque al conjunto de la clase trabajadora!
A pesar de su postura sobre la cuestión de los derechos de las mujeres, los Demócratas han jugado un papel pernicioso al permitir el retroceso del derecho al aborto y del acceso al mismo durante las últimas décadas. Por ejemplo, en 1973, Biden declaraba que no creía que “una mujer tuviera el derecho exclusivo de decir qué debe pasar con su cuerpo”. Y en 1977, usó su peso político para bloquear la financiación federal de abortos específicamente en casos de violación e incesto. Durante sus campañas electorales, tanto Obama como Biden, prometieron que convertirían en ley el derecho al aborto, pero no cumplieron incluso cuando los Demócratas controlaban la Cámara, el Senado y la Casa Blanca.
Después de décadas de «seguir las reglas», debería quedar muy claro que el juego estaba manipulado desde el principio. Que ‘Roe contra Wade’ esté en peligro de ser derogada debería hacer añicos cualquier ilusión en el Tribunal Supremo, la Constitución, los Demócratas y toda la estructura de la democracia burguesa estadounidense. Estas son las instituciones de una clase explotadora y opresora cuyos intereses son diametralmente opuestos a los de los trabajadores. Este es el resultado de confiar en la legalidad burguesa en lugar de la lucha de clases. Este es el fruto del “mal menor” y de la colaboración de clases. ¡La respuesta no es luchar por “menos” males para la clase obrera, sino acabar con todos los males de la sociedad de clases! El camino a seguir no es a través de la colaboración entre las clases, sino a través de la independencia de clase y la formación de un partido obrero de masas.
El derecho a elegir lo que uno hace con su cuerpo es un derecho democrático básico. En ese sentido, defendemos Roe contra Wade. Pero tal derecho no debería depender de jueces, tribunales y otros funcionarios no elegidos, o de la interpretación subjetiva y cambiante de un documento redactado hace más de 200 años por ricos propietarios varones blancos para acomodar a una minoría de propietarios de esclavos. Además, queremos más que el “derecho” al aborto. El “derecho” a conducir 12 horas hasta el centro de interrupción del embarazo más cercano para pagar un procedimiento costoso después de perder salarios o, incluso tu trabajo, no es un “derecho” real. Es por eso que la CMI lucha no solo por los plenos derechos reproductivos, entre los que se incluye el aborto, sino por el acceso universal a dichos servicios si se eligen, en condiciones seguras, en hospitales, gratuitos, como parte de un sistema de atención de salud nacional socializado.
¿Deberíamos salir a la calle a protestar y dar rienda suelta a nuestra indignación? ¿Deberían los líderes sindicales movilizar a sus miembros para apoyar a nuestras hermanas de clase que están bajo ataque? Inequívocamente, sí. Pero protestar no será suficiente. En última instancia, los derechos son tan buenos como el papel en el que están impresos, a menos que estén respaldados por la fuerza, en este caso, por la clase trabajadora movilizada que luche por el poder político y económico. Si fueran realmente serios en defender a sus miembros y al resto de la clase trabajadora, los dirigentes sindicales convocarían una huelga general y pondrían todos sus recursos en juego para hacerla realidad. Desafortunadamente, esto no va a suceder pronto. Sin embargo, es la perspectiva por la que debemos luchar.
La noticia de la posición mayoritaria del Tribunal Supremo es una severa llamada de atención para todos los trabajadores. Esta es la «nueva normalidad» de la vida bajo el capitalismo, en realidad, un regreso a la «vieja normalidad», agravada por las convulsiones de un sistema con una enfermedad terminal que puede contrarrestar temporalmente su descenso solo recuperando todas las conquistas obtenidas por la lucha de clases anterior. Entonces sí, debemos protestar, pero sobre todo debemos prepararnos para la lucha de clases, la guerra de clases y la revolución socialista. El camino no será fácil, pero no hay mayor causa y no hay alternativa.