Desde la noche del miércoles 4 de marzo, se ha hecho viral un video donde policías y militares dan una golpiza a una persona con discapacidad cognitiva a la vista de niños en la entrada principal del Centro Escolar Caserío Los Cimientos, ubicado en el municipio Yamabal de Morazán. Aunque el hecho ocurrió en 2017, según fuentes oficiales, no ha dejado de causar indignación en la población. Indignación que ha generado que se tomen ciertas medidas dentro de las instituciones del Estado.
Pero el hecho nos podría servir mucho para explicar ciertas verdades sobre las instituciones llamadas a brindarnos la seguridad en la sociedad. En primer lugar, debemos tener en cuenta que bajo la sociedad en la que vivimos, una sociedad dividida en clases, es decir entre ricos y pobres, todas las instituciones del Estado, especialmente la de los cuerpos de agentes armados, existen no para defender los intereses generales de los más pobres sino para mantener la dominación y la explotación a la que nos someten los ricos.
Debido a esto, constantemente vemos que, a pesar de que aumente el número de policías y militares, la delincuencia -robos, extorsiones, asesinatos, violaciones, etc.- no cesa significativamente. En esta misma línea se explica que, después de la militarización de la seguridad pública iniciada por los gobiernos de ARENA y continuada por los gobiernos del FMLN, no se ha resuelto el problema delincuencial, al contrario, se profundizó aún más. Esta estrategia ha sido un fracaso que está siendo revestida con nuevos ropajes durante el gobierno de Bukele y conduce a un callejón sin salida.
Pero ¿por qué el aumento de policías y militares no resuelve el problema? Quizá la pregunta principal no sea esta, sino otra, ¿por qué somos un país donde la delincuencia se vive a diario? Esto no está relacionado con la ausencia de leyes más duras o la ausencia de policías y militares preparados y armados hasta los dientes. Esto tiene una raíz material, pues no solo la política de seguridad ha sido fracasada históricamente en todos los gobiernos, sino también lo ha sido la política en educación, en salud, en vivienda, en cultura y recreación, etc., esto crea una situación social convulsiva, de frustración, rabia, impotencia y miseria, lo cual no puede ser consolado ni con la asistencia a la iglesia todos los días.
Bajo estas condiciones de exclusión y degradación social no es ajeno que tengamos una sociedad violenta. ¿Cómo pueden los padres dedicar tiempo de calidad en la educación de sus hijos si permanecen 50 horas o más en las fábricas semanalmente? Es casi imposible, la educación inicial de los niños es fundamental y el Estado tampoco se hace responsable de la educación de estos niños. Ya Engels lo mencionaba en su libro, Las condiciones de la clase obrera en Inglaterra:
“El empleo de mujeres con frecuencia rompe la familia, porque si la esposa trabaja doce o trece horas diarias en la fábrica y el marido trabaja el mismo tiempo aquí o en otra parte, ¿qué ocurre con los niños? Crecen como la maleza salvaje; son puestos al cuidado de una niñera a cambio de un chelín o dieciocho peniques semanales, cómo les tratan no es difícil de imaginar”.
Si a eso le sumamos que en los sectores más pobres y marginales del país los padres a pesar de trabajar arduamente no pueden pagar muchas veces un colegio decente, la universidad u otras necesidades de los niños y jóvenes. Pero la historia no termina en esto, incluso ese joven que con esfuerzo de sus padres ha llegado a ser profesional, se ve limitado en una sociedad donde tampoco se encuentra empleo. ¿Qué clase de sociedad es esta? Donde las puertas a la vivienda digna, a la educación gratuita y al empleo está siendo negado a las nuevas generaciones. ¿Qué esperamos si todas las generaciones, a medida pasan los años, ven cada vez más deteriorados sus niveles de vida?
Y, sin embargo, los gobiernos ofrecen militares, policías, armas, tanquetas, a las necesidades como el hambre, a la sed de educación, de recreación, a la necesidad de vivienda y empleo, ¿qué están resolviendo entonces? ¿O solo están tratando de contener la rabia, la desesperación y la angustia de los millones de pobres en el país?
La realidad es que los gobiernos han hecho muy poco por solventar nuestros verdaderos problemas. Este año, por ejemplo, se han eliminado los Equipos Comunitarios de Salud Familiar y Especializados, ECOS. Los cuales fueron una conquista de la reforma de Salud en 2010 y trataban de enmendar la ausencia de salud en las comunidades más pobres, donde el acceso a la salud es casi nulo. Por otra parte, el presupuesto en el ramo de educación trabaja con el mismo monto del año pasado, sin tener en cuenta las necesidades de las comunidades en cuanto a educación, esto sin hablar del acceso a la vivienda decente y recreación, que son derechos fundamentales para una vida digna.
Pero se nos dice a diario que necesitamos préstamos para drones, para equipo policial, y mejores condiciones salariales para policías y militares, ante esto vale preguntarnos: ¿y la educación de los jóvenes y niños qué? ¿Y los salarios de los más pobres qué? ¿Y el derecho al agua? ¿Y el derecho a una pensión digna? ¿Y el derecho a una vivienda digna cuándo? ¿A caso esto no es importante? ¿Acaso no son estas pésimas condiciones en las que vivimos como juventud las que generan el caldo de cultivo para la delincuencia? Estos jóvenes sin esperanza son los mejores elementos de las pandillas y el narcotráfico que ofrecen soluciones rápidas a todos los problemas, menos a la muerte y a la cárcel.
Entonces ¿Por qué los gobiernos insisten en que militarizando el país se puede resolver un problema tan complejo y estructural como la delincuencia?
Para responder esto debemos recalcar que la intención de los gobiernos, en el sistema capitalista, nunca ha sido resolver los problemas de los más pobres. El Estado es el instrumento de los capitalistas (empresarios) para mantener el orden en el comercio y la producción, de las inversiones y los negocios financieros. Por eso las políticas sociales son siempre tachadas como despilfarro o gastos innecesarios, lo que urge es mantener el orden
¿Cuál es ese orden entonces? Que nada tiene que ver con los niveles de vida de los explotados. En los países pobres, y ricos también en menor medida, el orden significa explotar tu fuerza de trabajo sin que puedas darte cuenta de esto y si por alguna razón te vuelves consiente, el orden significará que no debes protestar contra esto.
Esta es la función del Estado: un administrador de los negocios de los empresarios y un garante del orden. La policía y el ejército son sus brazos armados que no están en la defensa del obrero sino del capitalista. Esta naturaleza de los aparatos armados del Estado ha quedado al descubierto este día cuando hemos visto como la policía se comporta frente a un joven con discapacidad, no brindándole seguridad sino propinándole una paliza. O cuando vemos las tanquetas merodear frente a un plantón que protesta en contra de los negocios de una familia poderosa del país; ejemplos de esto los venimos viendo por años y aparentemente es algo normal.
¿Díganme los defensores de las instituciones burguesa, dónde se expresa la seguridad pública en estos dos casos de brutalidad y prepotencia? La policía es incapaz de resolver los problemas estructurales generados por un sistema excluyente y explotador como el capitalismo, al contrario, la policía y el ejército están para propiciar que las condiciones de miseria y degradación continúen igual.
En otro ejemplo cuando el pueblo harto de sus condiciones miserables, desempleo, bajos salarios, explotación extenuante, bajas pensiones, etc., sale a luchar por mejores prestaciones sociales, no es escoltado por la policía para “servir y proteger ante todo”, sino para velar que los funcionarios del Estado, diputados, ministros o presidente, no sean linchados por el pueblo y las instituciones del Estado no sean tomadas por la multitud.
Si esto pasa en una fábrica en cambio, la policía no se hace presente a la huelga de trabajadores para proteger a los huelguistas que exigen demandas al empresario, por supuesto que no, se hacen presentes para que, por la vía de la fuerza, para que con la imposición del miedo alrededor de sus armas, los trabajadores desistan de sus acciones.
Es en estos casos donde se conoce la verdadera naturaleza de la policía y el ejército. El «servir y proteger ante todo” se ausenta cuando una chica es ultrajada o violada en la calle o en el autobús, o cuando se nos asalta o se nos asesina, ni cuando exigimos los derechos que por ley nos pertenecen, en estos casos o están ausentes o están en favor de los victimarios.
Desde nuestra perspectiva el reforzamiento policial y la militarización del país no aportan nada a la solución de nuestros problemas, sino que al contrario lo recrudece. Y claramente es una amenaza latente para cuando la convulsión social estalle y sea la clase obrera la que busque soluciones a sus problemas a través de la lucha. Entonces la clase obrera comprenderá que una institución policial y un ejército bien equipado vale mucho más para defender los intereses de los ricos que el de los pobres.
En conclusión, creemos que los problemas sociales como la delincuencia y la criminalidad solo pueden ser resueltos a través de resolver nuestros problemas fundamentales, elevando los niveles de vida, concediéndole a los trabajadores y a sus hijos sus derechos primordiales como educación, vivienda, sana alimentación, salud, agua y saneamiento, etc.
Muchos responden a esto presentándonos las finanzas del Estado como quebradas y desfalcadas, nos dicen ¿de dónde puede tomar el presidente o la Asamblea dinero para eso? Pero nosotros respondemos a esto, diciendo que en el país viven 160 ultra ricos en suntuosidad total, estos parásitos sociales acumulan una fortuna de 21 mil millones de dólares, más del 80 % de la riqueza del país, sin mencionar los millones de dólares que a diario se llevan las transnacionales del país a costa de nuestra miseria y explotación, el dinero está ahí, no es que no haya, sí hay, pero está en manos equivocadas, y el Estado lo sabe y los protege.
La clase obrera debe exigir mejores salarios y pensiones, más educación gratuita y de calidad, vivienda digna y asequible, salud integral y recreación para todos y todas. Esto solo puede venir a través de una lucha contra los ricos, imponiendo más impuestos y nacionalizando empresas que no quieran cumplir con los impuestos y las prestaciones laborales. Empresa cerrada empresa tomada por los trabajadores y puesta andar bajo el control de los trabajadores mismos. Esta es la única forma de empezar a acabar con la miseria y la degradación a la que nos somete el capital.