Recientemente, hemos sido testigos de las investigaciones que la Fiscalía General de la República ha iniciado en contra de posibles casos de corrupción, que se habrían producido en los últimos años. En estos casos están involucrados desde el expresidente, Mauricio Funes, hasta el ex fiscal general, Luis Martínez, incluyendo además a empresarios de gran renombre como Enrique Rais y Miguel Menéndez de MECAFE y COSASE. Sin embargo, para intereses de este artículo nos enfocaremos en el caso de Mauricio Funes, que a pesar de estar siendo utilizado de manera oportunista por parte de la derecha, tiene profundas lecciones para la izquierda salvadoreña.
En el año 2009 el descontento de las masas debido a los 20 años de ataque a la clase trabajadora, bajo los gobiernos de ARENA, sumado a la crisis mundial del capitalismo en 2008, hicieron posible la llegada a la presidencia de Mauricio Funes como candidato del FMLN. En ese momento, como marxistas, apoyamos la candidatura de Funes de manera crítica, proponiendo que para solventar las demandas de la clase trabajadora era necesario un gobierno de transición que aplicara un programa de clase y revolucionario que nos encaminara hacia el socialismo. Nunca estuvimos de acuerdo que para alcanzar la presidencia se echara mano de “alianzas” con ciertos sectores de la mal llamada burguesía progresista, pues esto es contrario a la política de independencia de clases que defendemos como marxistas revolucionarios. Y en efecto, hoy vemos que la ayuda brindada por esta burguesía “progresista” solo era para sacar provecho de estas alianzas y en ningún caso para solventar las necesidades de las masas; por ejemplo, con la monopolización de los contratos sobre servicios de seguridad para los diferentes ministerios del Estado, el empresario Menéndez obtuvo contratos por más de $20 millones entre 2010 y 2014. Y otros casos similares de favoritismo y cuotas de poder a los empresarios “progresistas”.
Este tipo de acciones han sido siempre una regla dentro del Estado burgués, sin embargo, todo el show mediático emprendido por los medios de comunicación lleva implícito claramente un fin político de confundir a las masas y generar contradicciones en ellas para desestabilizar al gobierno del FMLN. Intentando equiparar estos casos de corrupción con los ocurridos en los gobiernos de ARENA, los medios de comunicación nos quieren llevar a la conclusión de que no hay diferencia entre política de izquierda y política de derecha, sino que al parecer todos están “cortados con la misma tijera”. Pero no es así, lo que sucedió en el gobierno de Funes fue un claro ejemplo del fracaso que conlleva el conciliacionismo de clases (defender y aplicar programas donde se intente beneficiar a ciertos sectores de la burguesía), el no aplicar medidas verdaderamente revolucionarios y estancarse en el reformismo.
El gobierno de Funes desarrolló una serie de programas y medidas en beneficio de la clase trabajadora, como por ejemplo, la reducción de la pobreza y la inclusión de sectores antes marginados en salud y educación, entre otros, lo cual está muy bien; pero hubieron muchas limitantes que no se pudieron superar porque no se aplicó un programa de clases que de verdad correspondiera a las aspiraciones revolucionarias de las masas, cuyas necesidades exigían cambios más radicales. Creemos que, al menos en un principio, las intenciones de Mauricio Funes eran honestas, sin embargo, no se pudo avanzar hacia la conquista de más demandas porque las presiones de clase jugaron un papel determinante en la aplicación de su política. La política dentro del gobierno en una sociedad dividida en clases responde siempre a intereses de clase, esto no se puede evitar, o sirves a la burguesía o sirves a la clase obrera. Funes en todo su gobierno se vio orillado a aplicar un programa reformista que obviara políticas más duras en contra de los empresarios.
La manera en que el FMLN pudo, y puede aún, evitar este tipo de frenos es apoyándose en la vanguardia de la clase trabajadora, esto lleva implícito la democratización del partido y el control directo por medio de este de los puestos políticos en el Estado burgués. Un partido bajo la sociedad de clases se debe únicamente a una clase; así el FMLN es por ahora el partido de la clase obrera y su política debe siempre obedecer al programa de esta, que también, a su vez, debe de responder a las aspiraciones de las masas explotadas. Esta política evita todo tipo de oportunismo y traiciones de parte de los funcionarios revolucionarios, dejando fuera de debate la posibilidad de alianzas con partidos de carácter burgués y pequeño burgués, debido a que los intereses de la burguesía son absolutamente opuestos e irreconciliables a los intereses de la clase obrera, no por cuestiones abstractas sino por una situación concreta: la burguesía inevitablemente necesita apropiarse del trabajo productivo del obrero para existir. Por tanto, es imposible crear una sociedad donde empresarios y obreros puedan vivir en condiciones de igualdad, este tipo de ilusiones dejémoselas a los utopistas, o en todo caso a los demagogos de derecha e izquierda que intentan engañar a las masas con claras intenciones de aprovecharse de ellas.
Es evidente que la derecha tratará de utilizar, lo más posible, estos casos de corrupción oportunamente para minar la conciencia de los trabajadores, al generalizar el descontento y el odio hacia Mauricio Funes, no solo se le está atacando a él sino a todo el partido que ha sido el vehículo de la clase obrera para luchar por sus demandas. Con esto no estamos tratando de encubrir los actos de corrupción que se pudieron haber realizado en el gobierno de Funes, al contrario, creemos que los involucrados de ser declarados culpables deberán ser juzgados con todo el peso de la ley. Aun así, la derecha al exaltar únicamente estos casos de corrupción, e ignorar los casos cometidos durante sus gobiernos solo demuestra su habitual hipocresía.
En este punto lo fundamental para nosotros no es: si Funes es declarado culpable o no, lo que queremos resaltar es que se cometió un error político que se materializó en el gobierno de Funes, este es haber confiado en la burguesía “progresista”, que al final terminó siendo un obstáculo para el cumplimiento de las expectativas que las masas tenían al darle su voto de confianza a un gobierno dirigido por el FMLN, así como también el error de aplicar una política reformista que, incluso en este segundo gobierno, se sigue aplicando sin cambio de orientación.
Ante este escenario ¿cuál debe ser la actitud del FMLN como partido de los trabajadores? Lenin explicaba, en su libro La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo, que: “la actitud de un partido político ante sus errores es uno de los criterios más importantes y más seguros para juzgar la seriedad de ese partido y el cumplimiento efectivo de sus deberes hacia su clase y hacia las masas trabajadoras. Reconocer abiertamente los errores, poner al descubierto sus causas, analizar la situación que los ha engendrado y discutir atentamente los medios de corregirlos: eso es lo que caracteriza a un partido serio; en eso consiste el cumplimiento de sus deberes; eso es educar e instruir a la clase y, después, a las masas”. Por tanto, reconocer los errores será el primer paso para elevar el nivel político de las masas, que siguen viendo en el partido su único instrumento político de lucha, además ayudará a aumentar la correlación de fuerzas que nos permita impulsar un gobierno de transición al socialismo.
Un error en la teoría se expresará tarde o temprano en un error elevado a la décima potencia en la práctica, como decíamos más arriba la única forma de evitar este tipo de errores es iniciando un proceso de democratización del partido, debatiendo nuestro programa, táctica y estrategia a desarrollar. Las presiones que tienen nuestros funcionarios son muchas y debemos empujarles para que las medidas que puedan tomarse en el futuro no sean a beneficio de la burguesía y en detrimento de la clase obrera. Durante estos años de experiencia en el parlamento, y en el poder Ejecutivo, es claro de cuán importante es contar con métodos extraparlamentarios para desarrollar la lucha revolucionaria. Debemos utilizar las instituciones del Estado como tribunas de agitación y no como una vía de enriquecimiento personal.
Necesitamos un FMLN democrático y revolucionario, con una política de clase independiente; en determinados momentos en el parlamento se pueden hacer alianzas mínimas con algunos partidos ajenos a la clase obrera, esto dependerá de un contexto y análisis especifico de cada caso, de preferencia estas alianzas breves deben de llevarse a cabo cuando hay entrampamientos para aplicar políticas en contra de la burguesía y a favor de la clase obrera, de ningún modo esto debe de convertirse en una regla para todo. El proletariado solo puede confiar en sus propias fuerzas. Elevar el nivel político de la clase trabajadora debe de ser nuestro principal objetivo, de ningún modo debemos obviar la lucha de clases por la abstracta consigna de la unidad nacional.
¡Por funcionarios revolucionarios que apliquen una política a favor de la clase obrera!
¡Por la independencia de clase contra la unidad nacional!
¡Por un FMLN democrático y revolucionario!
¡Por un programa revolucionario que nos saque de la miseria!