La canciller alemana, Angela Merkel, anunció que se retira de la carrera electoral como líder de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), y tampoco será candidata a Canciller [Primera Ministra] en las próximas elecciones parlamentarias alemanas. Esto marca un terremoto político y el fin de una era en la política alemana, ya que Merkel ha sido Canciller desde 2005 y líder de la CDU desde 2001.
Esta decisión siguió a la fuerte caída de votos experimentada en espacio de dos semanas, tanto por la CDU como por el partido hermanado con la CDU, la Unión Social Cristiana de Baviera (CSU, por sus siglas en alemán) en las recientes elecciones en los estados federales de Baviera y Hesse, hundiéndose en un mínimo histórico, apenas capaces de mantenerse en el poder.
Los partidos del sistema en declive
En las elecciones del domingo 28 de octubre en Hesse, la CDU obtuvo el 27 por ciento de los votos, 11 puntos menos que en 2013: su peor resultado desde 1966. El aliado de Merkel, Volker Bouffier apenas obtuvo los votos necesarios para formar el próximo gobierno regional. Los resultados del socio menor de la coalición de la CDU en la «Gran Coalición» del gobierno federal, los socialdemócratas (SPD, por sus siglas en alemán), fue aún peor, cayeron 11 puntos obteniendo el 19,8 por ciento de los votos: el peor resultado del partido desde 1946 en Hesse, una región que hace mucho tiempo era considerada un » bastión rojo».
El partido de Los Verdes, que ha sido un socio de la coalición regional de la CDU en Hesse durante los últimos cinco años, resultó el mayor ganador, obtuvo el 19,8 por ciento de los votos, subiendo más de ocho puntos y asegurando una continuación del gobierno regional bajo Bouffier, pero con la mayoría de un sólo escaño. La formación de la derecha nacionalista, Alternativa por Alemania (AfD) llegó en cuarto lugar con el 13,1 por ciento de los votos y por primera vez logró entrar en la cámara parlamentaria de Hesse. Die Linke (Partido de la Izquierda) y el ultraliberal FDP también subieron ligeramente, obteniendo el 6,3 y el 7,5 por ciento de los votos, respectivamente.
Los resultados de las elecciones en Hesse reflejan la situación en Baviera, donde la CSU, que ha disfrutado de una mayoría absoluta en la región desde 1962 –exceptuando cinco años– sólo obtuvo el 37 por ciento de los apoyos: su resultado más bajo desde 1957. El SPD sufrió una derrota humillante y obtuvo un mero 9,7 por ciento de los votos emitidos.
Esto ha sumido al gobierno federal en una crisis. Lo que revelan estos resultados es un resentimiento cada vez mayor entre la población contra los partidos tradicionales, con los que no se sienten representados y a los que perciben cada vez más divorciados de las vidas de las personas de a pie.
Contradicciones de clase
Sobre el papel, Alemania lo está haciendo muy bien. La economía, de lejos la más fuerte de Europa, está creciendo a un ritmo constante de alrededor del 2 por ciento por año. El desempleo se encuentra oficialmente en un mínimo histórico del 4,9 por ciento, aunque el desempleo real y el subempleo son más altos. Pero la mayor parte de este crecimiento no se ha traducido en niveles de vida más altos para la mayoría. De hecho, parte del éxito económico de Alemania se basa en los ataques a las condiciones de vida establecidas por el gobierno del SPD-Los Verdes, dirigido por Gerhard Schroeder entre 1998 y 2005. Hoy en día, millones de trabajadores alemanes se ven obligados a vivir con pequeños empleos de una manera cada vez más precaria.
El SPD está muy orgulloso de haber introducido el salario mínimo en 2016, que ahora se sitúa en 8,84 € la hora. Esto es algo menos de 1.500 euros brutos al mes, si se tiene la suerte de estar empleado a tiempo completo. Pero apenas cubre los gastos básicos. Según un informe del Instituto de Ciencias Económicas y Sociales (WSI) a cargo del sindicalista Hans-Böckler-Stiftung, un tercio de los hogares alemanes podrían mantenerse por un máximo de unas semanas o posiblemente unos meses si perdieran su fuente de ingresos.
Una parte importante de la clase trabajadora vive esencialmente al mes, mientras que los ricos se hacen más ricos cada día. La desigualdad en Alemania hoy está en su peor nivel desde 1913 y el 40 por ciento más pobre de la población tiene menos poder de compra hoy que hace 20 años. Al mismo tiempo, el gobierno guarda celosamente sus políticas de austeridad, negándose a aumentar el gasto estatal, a pesar de que el Estado ha estado creando superávit. El resentimiento masivo contra el gobierno lleva acumulándose durante mucho tiempo.
Crisis de la CDU / CSU
Pero este resentimiento no pudo encontrar ninguna salida a través del SPD o los líderes sindicales, que están todos, de una manera u otra, contaminados por las políticas del gobierno de coalición. En este contexto, la participación de Alemania en los paquetes de rescate de Grecia y la zona euro, así como la decisión de Angela Merkel de aceptar hasta 1 millón de refugiados en 2015, abrió el camino para las fuerzas de derecha nacionalista, tanto en la AfD y como en las facciones internas del propio partido de Merkel. para atacarla desde la derecha. Culpando demagógicamente al gobierno por «preocuparse por las personas de otros países antes que por los alemanes», se están alimentando de la indignación de las capas desesperadas y descontentas de las personas de clase media y trabajadora, que no ven una alternativa en ningún otro partido. Por supuesto, la propia Merkel no es una demócrata antirracista, pero sus opiniones reflejan la opinión mayoritaria de las grandes empresas alemanas, que favorecieron esas medidas para sus propios intereses de clase.
La creciente presión por el ascenso de la AfD abrió brechas y conflictos entre la CDU y la CSU, y dentro de estos partidos. Durante el verano, el ministro del Interior, Horst Seehofer, quien también es el líder de la CSU, amenazó con retirar a su partido del gobierno federal (provocando elecciones anticipadas) si Merkel no aceptaba introducir controles fronterizos. Al final, se llegó a un compromiso. Sintiendo la falta de popularidad del gobierno, Seehofer estaba tratando claramente de distanciarse de él antes de las elecciones regionales. Pero los resultados de las elecciones en Baviera muestran que la apuesta de Seehofer no funcionó y, de hecho, el comportamiento oportunista de ambos partidos los desacreditó aún más a los ojos de la mayoría de los votantes. Esto está jugando a favor de la AfD, que siempre trata de aparecer como la defensora de los humildes contra la máquina política dominante.
Las ansias de poder y beneficio personal describen bien la imagen que los alemanes tienen de los políticos tradicionales. Casi el 75 por ciento de los votantes que abandonaron la CDU, y más del 50 por ciento de los que abandonaron el SPD, dijeron que lo hicieron para «enviar un mensaje al partido». El declive de los principales partidos del sistema es muy significativo. Conjuntamente, el SPD y la CDU solían tener entre el 60 y el 80 por ciento de los votos en las elecciones desde la unificación alemana, e incluso el 90 por ciento en los años setenta. En las elecciones de 2017, apenas reunieron el 50 por ciento. Hoy se sitúan en el 40 por ciento en las encuestas.
Ambos partidos gubernamentales están profundamente desestabilizados como resultado de esto. Los resultados en Baviera y Hesse –hogar del corazón financiero de Alemania, Frankfurt– están agregando combustible al fuego. Incluso el primer ministro de Hesse, Volker Bouffier (que solía ser un cercano aliado de Merkel), se mostró molesto ante el resultado: «El mensaje a Berlín es absolutamente claro: gobernar adecuadamente». Una señal de lo que se avecina se reveló en la elección dentro del grupo parlamentario CDU/CSU de hace unas semanas, en las que el aliado de Merkel, Volker Kauder, fue inesperadamente derrotado por un golpe orquestado por varios miembros de la CDU y la CSU, desafiando claramente a Merkel.
Esto es un reflejo de las fuerzas centrífugas que se están desarrollando dentro del partido y que se acentuarán en el congreso del partido de la CDU a principios de diciembre. Inmediatamente después de que Merkel anunciara su retirada, los líderes del partido se apresuraron a declarar su candidatura para el puesto de presidente de la CDU. Uno de los contendientes es el ambicioso Friedrich Merz, quien fue rechazado por Merkel en el concurso de líderes de 2002 y ha estado esperando su venganza desde entonces. Renunció a su escaño en el Bundestag por la frustración en 2009 y ahora es un importante representante del capital financiero y las grandes empresas, en los consejos de Blackrock (principal gestora de fondos del mundo) y en una docena de empresas de las más influyentes. Merz es el favorito de muchos capitalistas y derechistas dentro del partido, aunque su victoria está lejos de ser segura. El resultado final de la elección interna en la CDU podría ver a un feroz opositor de Merkel dirigir el partido, una situación que podría abrir una crisis y probablemente obtener un gobierno efímero.
El SPD en un callejón sin salida
El socio de la coalición de la CDU, el SPD, no está en mejor forma. Aunque afirma ser un partido socialdemócrata de la clase trabajadora, se ve cada vez más como una versión light de la CDU. Después de haber participado en todos los gobiernos desde 1998, a excepción del periodo entre 2009-2013, cuando Merkel se apoyó en el ultra liberal FDP, está justamente considerado por un número creciente de trabajadores como cómplice de las políticas de austeridad y de innumerables ataques a sus medios de vida llevados a cabo en este período.
En las elecciones al Bundestag de 2017, el partido recibió el 20,5 por ciento de los votos: el más bajo desde 1932. Cuando se anunció la derrota electoral, el líder del SPD, Schulz, proclamó que el SPD no ingresaría en un gran gobierno de coalición y pasaría a la oposición, lo que generó esperanzas entre sus filas de un giro a la izquierda. Estas esperanzas se vieron frustradas por el repentino cambio de estrategia llevado a cabo por la dirección. Una oposición interna que pedía que el partido abandonara la gran coalición fue finalmente derrotada. Los líderes del partido han forzado el acuerdo del tercer gobierno de coalición bajo Merkel desde 2005, lo que sumió al partido en una crisis aún más profunda. Lo que esto hizo evidente, ante los ojos de millones de personas, es la desesperación de la burocracia del SPD por alcanzar puestos ministeriales, y su incapacidad para hacer frente a la enorme presión de las grandes empresas alemanas para que apoyara a Merkel y evitara una crisis política inminente.
Evidentemente, la crisis sólo pudo posponerse por un tiempo. Desde la formación del nuevo gobierno de coalición en abril, el apoyo al SPD se ha hundido aún más, y las encuestas no le dan más del 14 por ciento de apoyos a nivel nacional. Esto fue confirmado por las derrotas humillantes sufridas en las elecciones regionales, que inevitablemente aumentarán las tensiones dentro del partido, potencialmente hasta el punto de retirarse del gobierno. Los líderes del SPD hasta ahora no han querido romper con la CDU / CSU, e incluso si finalmente lo lograran, el partido está listo para un declive terminal a menos que haya un giro decisivo hacia la izquierda. Todo el equilibrio político en Alemania está en riesgo: un escenario de pesadilla para Angela Merkel y las grandes empresas alemanas. Sin embargo, estas damas y caballeros son asistidos por la interminable codicia de los parlamentarios del SPD, muchos de los cuales perderían sus posiciones privilegiadas si se convocaran elecciones hoy.
Después de las elecciones de Hesse, la líder del SPD, Andrea Nahles, trató de parecer desafiante al pedirle al gobierno que cambie la forma de gobernar, pero a estas alturas no demuestra que esté dispuesta a respaldar sus palabras con acciones. La imagen de los profesionales del SPD que se niegan a dejar al gobierno por su propio beneficio es un factor más en la pérdida de apoyo en las urnas.
Por lo tanto, la mayoría no ve ningún cambio posible proveniente de los partidos establecidos. En protesta, un montón de gente ha estado votando por los Verdes, que parecen haber renacido. El año pasado, el partido luchaba por mantenerse por encima del umbral parlamentario del 5 por ciento para finalmente llegar al 8,9 por ciento en las elecciones. Hoy, se estima que cuentan con el 20 por ciento de los votos, lo que los convierte en el segundo partido en el parlamento. Por un lado, es un reflejo del odio que se ha acumulado contra el SPD y la CDU; y, por otro lado, es un reflejo de los votantes liberales y cristianos descontentos con las políticas antiinmigrantes de la CDU / CSU. De hecho, mientras que los medios internacionales se centran principalmente en que CDU / CSU pierde votos a favor de la AfD, está perdiendo casi la misma cantidad de votos que recaen en los Verdes. Se trata de liberales y personas de clase media que no ven beneficios en cerrar fronteras y salir de la UE. Esto está destinado a sumarse a las fuerzas centrífugas que amenazan con desgarrar la CDU y la CSU desde el interior.
No hay alternativa de clase trabajadora
Bajo el impacto de agudizar las contradicciones de clase, el sistema político tradicional se está desmoronando. Pero este proceso sólo está encontrando un reflejo parcial y distorsionado en el crecimiento de la AfD y los Verdes. La inmigración no es el verdadero problema al que se enfrentan los trabajadores alemanes. De hecho, desde que Merkel aceptó 1 millón de refugiados en 2015, el desempleo se ha reducido oficialmente en un 2 por ciento y la delincuencia se encuentra en su nivel más bajo desde 1992. Los verdaderos criminales y parásitos en la sociedad alemana se encuentran entre la clase capitalista, que viven profusamente a costa del esfuerzo diario de la clase obrera alemana. La AfD se olvida convenientemente de criticar a esta clase, porque representa una de sus alas. Al señalar con el dedo a los inmigrantes, está intentando dividir a la clase trabajadora y debilitarla ante la burguesía.
Una mayor integración de la UE, como los Verdes defienden, tampoco va a resolver nada. La UE es un instrumento de la clase capitalista europea, y en particular de la alemana. Para las grandes empresas alemanas, las fronteras abiertas son muy importantes porque permiten a Alemania inundar el mercado de la UE con productos baratos y al mismo tiempo importar mano de obra barata. La UE solo sirve a los intereses de los capitalistas.
El verdadero enemigo de la clase obrera alemana es la clase capitalista. Al imponer severas medidas antisindicales y de austeridad, se aseguraron una gran cantidad de mano de obra altamente cualificada y barata en la clase obrera alemana. Sobre esta base, están acumulando ganancias récord cada año, mientras que la mayoría de los alemanes están viendo cómo sus niveles de vida disminuyen constantemente.
Estado de ánimo radical
Si hubiera habido un partido de izquierda con un plan claro y radical para desenmascarar a la clase capitalista alemana y pedir la expropiación de su riqueza para utilizarla para mejorar la sociedad, inmediatamente habría comenzado a ganar un eco dentro de la sociedad. Pero no existe tal partido. Die Linke, el partido más izquierdista del Bundestag, es formalmente un partido socialista, pero en la práctica es sólo una versión de izquierda de la socialdemocracia. El partido está planteando demandas reformistas, como impuestos más altos para los ricos, pero en general está evitando la cuestión de la nacionalización y expropiación de los bancos, monopolios, empresas inmobiliarias y grandes terratenientes. La poca oposición que presenta es dócil y contrarrestada por el hecho de que, en el Este, donde tradicionalmente han sido más fuertes y tienen ministros en tres gobiernos, están llevando a cabo políticas capitalistas y siguen los dictados de la Gran Coalición.
Por lo tanto, el partido en el Este es visto como parte del sistema y ha estado sufriendo una pérdida de apoyos a favor de la AfD. Si bien hay mucho contenido radical en las resoluciones y programas del partido de Die Linke, casi nada de esto es visible en sus campañas públicas, o donde el partido está en el poder. Aunque la nacionalización de los bancos ha formado parte del programa oficial del partido desde la crisis de hace 10 años, esto no se presenta en ninguna elección o campaña pública. En el mejor de los casos, el partido se apoya en una versión alemana del eslogan de Jeremy Corbyn «Para la mayoría, no para unos pocos». El partido parece sin vida y tiene poco atractivo para las personas que buscan una manera genuina y radical de salir de la crisis. De hecho, aunque el SPD ha estado sufriendo una pérdida de apoyo entre los trabajadores y los jóvenes que están cansados de la deriva del ala de derecha del partido, Die Linke apenas ha repuntado en las encuestas de opinión. En las elecciones de Bavaria, Die Linke sólo obtuvo un 3,2 por ciento. En Hesse, donde el partido tiene un perfil más de izquierda y más combativo, recibió un 6,3 por ciento.
En los últimos meses, la insatisfacción ha llevado a una de las facciones de la dirección de Die Linke, dirigida por Sahra Wagenknecht y Oskar Lafontaine, a establecer un amplio movimiento anti-sistema llamado Aufstehen (En Pie). Al describir este movimiento como una ruptura abierta con la política del sistema, han pedido que se reviertan las privatizaciones y se ponga fin a la política exterior imperialista y a una mejora drástica en el bienestar y las condiciones de vida. La lista de destacados partidarios de En Pie también incluye algunos de los opositores de la Gran Coalición dentro del SPD y varios sindicalistas veteranos. En su día, en un contexto de aumento significativo de huelgas y protestas, el movimiento consiguió hasta 150,000 partidarios en internet en unas pocas semanas. Esto revela el enorme potencial para una organización obrera radical.
Pero desde entonces, En Pie se ha mantenido estancado. Sus líderes no han tomado ninguna otra medida audaz, probablemente temiendo perder el control sobre el movimiento. Ahora, se han convocado algunas manifestaciones locales para el próximo fin de semana. La configuración de estructuras locales de base también está comenzando, pero lentamente. Al mismo tiempo, Wagenknecht, que goza de cierta popularidad personal en las encuestas de opinión y representa la cara más prominente del movimiento, ha estado coqueteando con el nacionalismo, oponiéndose a las fronteras abiertas y no apoyando la convocatoria a una manifestación masiva antirracista que reunió a 250.000 personas en Berlín el pasado 13 de octubre. Le pide a la izquierda que sea «realista» y que hable sobre los llamados problemas reales relacionados con la clase trabajadora. Pero todo esto tiene un efecto desmoralizador en algunas de las capas avanzadas de la clase trabajadora que se oponen correctamente a cualquier política que rompa la unidad de la clase trabajadora.
Wagenknecht cree que puede obtener hábilmente el apoyo de las personas que se orientan hacia la AfD. Pero, como hemos visto en el último par de años con el SPD y la CDU, adoptar un tono más antiinmigrante solo fortalecerá a la AfD. El auge de esta formación es principalmente el resultado de políticas capitalistas, cuyos propios líderes regionales de Die Linke fueron cómplices en su aplicación mientras estaban en el poder.
Aún está por verse si En Pie logrará atraer a antiguos partidarios del SPD desencantados y a muchos otros trabajadores y jóvenes políticamente «sin hogar», y se convierta en un verdadero movimiento anti-sistema, pero lo que sí revela es el explosivo estado de ánimo que está fermentando bajo la superficie. Bajo el impacto de agudizar las contradicciones de clase, estamos viendo el comienzo de la ruptura del equilibrio político, que se construyó después de la Segunda Guerra Mundial y se consolidó aún más después de la unificación alemana. La antigua solidez y estabilidad se están derritiendo a medida que Alemania entra en un período de crisis y lucha de clases.
Crisis por venir
Los sectores dominantes de la clase dominante obligaron al SPD y CDU / CSU a formar gobierno. Al hacerlo, intentaban evitar un desastre inminente y una crisis incontrolada. Deseaban que la estabilidad permaneciera dentro de la UE, su principal mercado de exportación, a cualquier precio. Pero nada se ha resuelto. Por el contrario, estar en el gobierno está destrozando a ambos partidos. Existe el potencial para que Merkel dimita como canciller y para que la coalición se separe mucho antes de las próximas elecciones generales, oficialmente programadas para el otoño de 2021. Por ejemplo, si la CDU elige a un líder anti-Merkel o si la oposición del SPD obliga al partido a retirarse del gobierno. Este es un período de turbulencia económica, social y política que podría producir resultados imprevistos y «sorprendentes» en cualquier momento.
Pero la burguesía sigue ejerciendo una enorme presión sobre los partidos para evitar esto. Además, siempre se puede confiar en que los siempre codiciosos parlamentarios tengan cuidado de no forzar nuevas elecciones, ya que a muchos de ellos no se les garantizará la reelección. Si el gobierno durara hasta las próximas elecciones de 2021, esto significaría un colapso extenso de ambos partidos, dejando a la gran burguesía con poca influencia política directa, aparte de los Verdes. En cualquier caso, la inestabilidad política sería la característica principal de este y cualquier gobierno futuro, y esto también tendrá un impacto severo en la UE.
Este proceso se verá agravado aún más por las conmociones políticas y económicas externas, como el Brexit, la crisis bancaria italiana, el aumento de las guerras comerciales o la caída de la economía mundial. Todo esto exacerbará las contradicciones de clase y enfrentará a la clase obrera alemana contra las grandes empresas. Lo que estamos presenciando hoy es simplemente el preludio de las grandes luchas de clases que sacudirán a Alemania y al resto del mundo en el próximo período.