El régimen se sofistica, el comunismo se organiza

El 31 de julio de 2025, la Asamblea Legislativa de El Salvador, dominada por el oficialismo de Nuevas Ideas, aprobó con 57 votos a favor y apenas 3 en contra una reforma constitucional exprés que modifica de manera sustancial las reglas del régimen político. Entre los cambios más relevantes destacan la extensión del período presidencial de cinco a seis años, la supresión de la segunda vuelta electoral y la habilitación de la reelección indefinida. Además, se decidió adelantar la finalización del actual mandato de Nayib Bukele para el año 2027, y no en 2029 como estaba previsto, de modo que las elecciones presidenciales, legislativas y municipales coincidan en la misma fecha. Con estas medidas, el oficialismo no solo asegura su permanencia en el poder, sino que redibuja a su conveniencia el calendario político y las formas institucionales de la llamada democracia salvadoreña.

Lejos de ser una simple reorganización técnica del calendario electoral, estas reformas profundizan la concentración de poder en manos del Ejecutivo y despojan aún más de contenido democrático al régimen político salvadoreño. Lo que se presenta como legalidad y modernización institucional no es otra cosa que una expresión refinada de la dictadura de la burguesía, que utiliza las formas de la democracia representativa para perpetuar el dominio de clase. En ese sentido, Bukele no rompe con la democracia liberal: la lleva a su punto lógico más autoritario, demostrando que cuando la lucha de clases se intensifica, las clases dominantes no dudan en adaptar o descartar sus propias reglas para sostener el poder.

La democracia burguesa: legalidad sin legitimidad

El paso que ha dado Bukele confirma claramente el punto de vista del marxismo de cómo la democracia burguesa es la dictadura de la clase dominante. Este manejo de las formas confirma que cuando las reglas del juego no favorecen a los gobernantes no dudan en pasar por encima incluso de sus propios marcos de leyes como la constitución. Al final, queda evidenciado que no estamos ante una democracia como tal, sino frente a una fachada democrática que necesita enmascararse con instituciones de aparente consenso democrático desde el parlamento.

Los estrategas de Bukele demuestran que saben hacer uso de los métodos tradicionales de la burguesía dentro de su democracia, no imponen por la violencia abierta y despiadada como en el siglo XX su autoritarismo, sino todo lo contrario: buscan legitimarse a través del voto parlamentario con mayoría absoluta y procedimientos legales, agotando así hasta el último recoveco que le permite la legalidad burguesa para mostrar su aparente legitimidad.

La aparente legalidad y la utilización de la democracia burguesa de manera estratégica le da ciertas libertades para mantener su legitimidad, evita la crítica internacional, asegura la inversión extranjera y evita sanciones extranjeras; internamente da una imagen en la que él recurre al voto de sus diputados que fueron elegidos democráticamente por el pueblo, desviando así la atención de ser un autoritario, y aunque ha limitado los derechos democráticos, en el discurso, él puede decir que actúa al margen de la democracia, por eso no necesita abolirla como en las dictaduras abiertas.

Hay que apuntar que la democracia dentro del capitalismo es una forma de dominación de clase, no es un espacio neutral de participación. Mientras no se cuestione el poder de la clase dominante, la posesión de los medios de producción, la riqueza, la acumulación de los ricos, las formas de explotación, la injusticia, la pobreza extrema, el régimen político puede tolerar ciertas libertades y promover otras. Pero cuando todo eso cambia o prevén una amenaza en el futuro, no dudan en reducir esos espacios a la mínima expresión para imponer su régimen o legitimar el autoritarismo como es el caso.

Por último, en los regímenes personalistas la utilización del calendario electoral no es un hecho técnico sino es parte esencial de la estrategia. Las elecciones en los regímenes personalistas, desde Turquía hasta el Salvador, se usan como herramienta para legitimar el poder, desmovilizar a la oposición, producir imagen internacional de «normalidad democrática», y consolidar el control interno. Y muchas veces ese juego de poder está apadrinado o tolerado por la famosa “comunidad Internacional”.

¿Adelantar las elecciones?

Adelantar las elecciones puede que parezca contradictorio para los intereses del régimen, pero lo cierto es que es parte de una estrategia muy bien pensada. En 2 años puede que la popularidad de Bukele no cambie mucho, la conciencia de las personas es bastante lenta, y es poco probable que la clase obrera saque conclusiones revolucionarias en tan poco tiempo. 

La conciencia se mueve a partir de grandes acontecimientos; en tiempos normales, los pequeños cambios son imperceptibles: corrupción, despilfarro, persecución, aunque son importantes como base para el cambio de conciencia, no son determinantes a la hora de romper drásticamente con la percepción de un gobierno, y menos de uno que ha venido desarrollándose con altos niveles de popularidad. Son los grandes acontecimientos como las crisis económicas y guerras los que propulsan el desarrollo revolucionario de la conciencia de la clase obrera.

En ese sentido, los estrategas de Bukele actúan con cálculo. Aunque desde su lógica podría haber resultado más funcional adelantar las elecciones para 2026, aprovechando la alta popularidad que aún conserva el régimen, optaron por fijarlas para 2027. Lo hacen precisamente para no dar una imagen demasiado burda de autoritarismo. Este tipo de maniobras, aparentemente prudentes y ajustadas a la legalidad, muestran cómo el régimen se mueve con astucia dentro del marco de la democracia burguesa, cuidando las formas mientras garantiza el control político en favor de la clase dominante.

La jugada también refleja que se vendrán cambios drásticos; es probable que para después del 2027 la crisis económica, política y social internacional estalle y el país se vea afectado por causas externas, aunque también esta puede expresarse por causas internas, como por ejemplo que el financiamiento del estado se desmorone rápidamente. 

En ese sentido, Bukele debe tomar acciones que actualmente se ha negado a hacer para no perder la popularidad. La cartera crediticia del financiamiento externo a través de préstamos se ha llevado al límite y poco es el espacio que queda para maniobrar. 

Revitalizar el régimen en dos años, reavivar las ilusiones nuevamente servirá para aminorar el trabajo sucio que se tiene que hacer. Probablemente este trabajo sucio venga de un nuevo acuerdo con el FMI que implique más despidos, impuestos y privatizaciones.

Durante estos años los cambios han sido sutiles, aminorando los riesgos o manejándolos con show, con bots y circo. Pero como hemos dicho antes, esto tiene un límite, y parece que el régimen sabe que están al borde de estos límites y necesitan mantener controlada la situación. Eliminar la segunda vuelta da otra pista de sus análisis; saben que no podrá ganar con un margen aplastante como en 2024, su voto disminuye porque hay realmente un desgaste, no lo suficiente como para perder una elección, pero sí lo suficiente como para que la elección sea complicada y riesgosa, entonces es preferible asegurar ya las condiciones ideales para la reelección.

Por otro lado, este cambio en las reglas del juego también previene posibles divisiones y conflictos internos en el régimen. Necesita reafirmar su compromiso con los burócratas, renovar y sustituir por elementos más fieles, cuidarse las espaldas, revestir y revalidar su régimen, y para esto no hay nada mejor que nuevas elecciones.

Perfeccionamiento de las formas de la democracia burguesa

Pareciera que nuestra tesis de que Bukele se mantiene dentro de los márgenes de la democracia burguesa con los nuevos elementos se contradice; “ven como si es una dictadura”, pregonan algunos, pero en realidad es todo lo contrario. Ya hemos explicado que la clase dominante puede pasar incluso por encima de sus propias leyes para asegurar su dominación. Esta es la verdadera cara de la democracia liberal burguesa y está quedando más que expuesta con Bukele.

Algunos argumentan que el uso de mecanismos digitales, por ejemplo, cómo se ha usado el software de espionaje Pegasus en América Latina, o cómo Bukele gobierna vía X (Twitter) significa un tipo de dictadura moderna, un régimen de dictadura digital

Pero como marxistas, no nos dejamos impresionar por los cambios de formas; a nosotros nos interesa la esencia de las cosas y no la superficialidad. Esto nos ayuda a comprender a cabalidad los hechos y nos guía para la lucha revolucionaria del futuro.

Reconocemos el uso refinado de la tecnología, no solo por el régimen de Bukele, porque al final Bukele no es más que parte de una serie de gobiernos que están renovando las formas de gobernar a las masas con la tecnología. Sin embargo, el cambio en las formas no precisa per se un cambio en el contenido.

Es decir, puede que las herramientas de dominación hayan cambiado, pero la base sobre la que se sostiene el régimen de Bukele es el capitalismo, la dominación de una clase dominante burguesa que usa el Estado como herramienta para mantenerse en el poder. Y también hemos dicho que el mejor régimen para mantener los negocios, la dominación y la expropiación de la plusvalía a través de la explotación de la clase obrera no son las dictaduras abiertas, sino la democracia burguesa que se perfecciona, se adapta y crea las mejores sutilezas para esconder la despiadada explotación.

En ese sentido, Bukele y otros regímenes burgueses en el mundo siguen innovando la dominación. ¿Podría ser de otra forma? Ahora bien, esto no significa que neguemos el cambio en los regímenes, ni que neguemos la posibilidad de una dominación despiadada. Claro que no, esta forma de dominación no está descartada y entre más se agudizan las condiciones de pobreza, entre más consciente se vuelve la clase obrera de su miseria, entre menos se crea el show mediático, más cerca nos encontramos en que la sutileza se sustituya por la violencia de los militares y tanquetas como en el pasado.

Para los revolucionarios que nos tomamos en serio lo que declaramos porque nos interesa elevar el nivel de comprensión de la clase obrera y la juventud, es importante comprender en qué etapa de esa transición estamos; confundir el tercer mes de embarazo con el noveno solo nos llevaría a un aborto.

Por otro lado, el perfeccionamiento en las formas de dominación a través de lo digital también implica un perfeccionamiento en las formas de lucha. A veces insistimos tanto y nos alertamos in extremis por las formas de dominación, pero poco observamos que la clase obrera también puede hacer uso de estas herramientas. El uso de las redes sociales, la comunicación inmediata de un país a otro, la utilización de la IA y otras formas tecnológicas también se están popularizando, y eso significa también respuestas más organizadas, eficaces y contundentes en la lucha de clases. 

Es un error pensar que los regímenes se perfeccionan e innovan y no tener en cuenta que la lucha también sigue el mismo proceso. Lo que hay que señalar es que la conciencia no se expresa de inmediato, tarda, y probablemente no veamos una lucha abierta hoy, pero en cuanto esta salga a la superficie no tardará en adoptar los métodos más eficaces, modernos y tecnológicos para la lucha revolucionaria. Esta es una ley dialéctica en los procesos revolucionarios y debemos tenerla en cuenta para el futuro.

El estado de excepción y el fortalecimiento represivo

También debemos señalar que la violencia de clase, a pesar del uso de formas digitales, sigue estando presente en la sociedad salvadoreña, y esta violencia está en el marco de la democracia burguesa liberal. También tiene una sutileza que la oculta, pero sigue estando ahí.

Hoy la represión se disfraza de la lucha contra las pandillas; se usa el régimen de excepción como herramienta para silenciar, desorganizar, perseguir y exiliar a los disidentes, para mantener los peligros controlados, tal y como ha pasado con los periodistas y algunos líderes de la oposición.

El revestimiento de la policía y el ejército, el equipamiento de estos con la mejor tecnología, el fortalecimiento del marco legal contra el crimen, también expresa que se preparan para la represión abierta.

Esos mismos cuerpos de hombres armados que hoy, contradictoriamente, nos hacen creer que vivimos en seguridad porque ya no existen las pandillas, en el futuro acataran las órdenes para dispersar marchas, para desalojar fábricas cuando la clase obrera luche por sus derechos, que buscarán a los disidentes y organizadores para asesinarlos. Todo ese poder está ahí porque saben que tarde o temprano la “dictadura digital”, como dicen algunos, no será suficiente; entonces las viejas formas se volverán a expresar abiertamente. Lo aparentemente sutil, estratégico y moderno será sustituido por la vieja receta de siempre: la violencia abierta contra el pueblo.

Conclusiones

En conclusión, debemos decir que no estamos ante una nueva forma de dictadura, le adornen con las palabras más rimbombantes que se les ocurra o no. Lo que vemos es la utilización de la democracia del capital adaptándose a las condiciones de crisis en las que se encuentra, siendo esta una forma más agresiva de la dominación de la burguesía. La democracia burguesa sigue un desarrollo dialéctico en el que se adapta para perpetuar la dominación de clase. Esto ya lo explicaron Marx, Engels, Lenin y Trotsky; no hay nada nuevo bajo el sol, las formas cambian, la esencia permanece.

Nuestra tarea como comunistas es explicar pacientemente a las masas. Eso no lo haremos gritando a los cuatro vientos “Dictador”, “fascista”, etc. Lo haremos partiendo de la comprensión de la clase obrera y la juventud, exponiendo las contradicciones implícitas en los hechos. No hay solución de los problemas más elementales y aun así buscan perpetuarse en el poder. Ayudar a comprender estas contradicciones en la situación es la tarea elemental de los comunistas.

Nuestro trabajo es acompañar el proceso de conciencia, de ninguna manera creemos en los ultimátum para el pueblo, ni tampoco nos quejamos del estado de conciencia. Una comprensión científica de la situación no puede contener ni un átomo de pesimismo. Lo que vemos en estos cambios es que incluso el enemigo presagia un aumento de la lucha de clases. Lo que confirma las perspectivas de los comunistas. A estas conclusiones solo se puede llegar con el estudio asiduo de la teoría y con el acompañamiento militante del pueblo trabajador y la juventud; estudiar la teoría pero escuchar también lo que el pueblo expresa, cómo vive la opresión y cómo va poco a poco sacando conclusiones que lo empujan cada vez más a romper con sus cadenas. Esto es ser comunista.

Las nuevas formas en las que el régimen se protege, lejos de ser motivo de desánimo, debe ser motivo de fortaleza. Nosotros no aspiramos a cambiar la sociedad salvadoreña a partir de procesos electorales; el régimen capitalista sólo será derrotado a través de la lucha revolucionaria de la clase obrera.

Para eso precisamos tener cuanto antes un partido a la altura de los acontecimientos. Nuestro partido, aunque sí haga uso de las formas burguesas de democracia, su lucha y avance no está determinada por estas formas. Son en efecto sólo un medio para el fin y no el fin en sí mismo.

En ese sentido, 3, 5 o 6 años presidenciales no significan un cambio sustancial. Al final sabemos que la situación verdaderamente cambiará con la revolución y la base de la revolución está en la construcción del partido de los cuadros y en los medios que este nos permita para elevar la conciencia de la clase obrera en general hacia una lucha revolucionaria abierta, hacia el poder de la clase obrera al margen de la democracia burguesa.

Los próximos años serán valiosos para los comunistas; las bases del régimen se erosionan. Esa erosión no se desarrolla en el vacío: el margen de maniobra de los actores también estará condicionado por un escenario internacional cambiante, donde las democracias autoritarias ‘eficientes’ gozan de cierta tolerancia mientras mantengan la estabilidad económica y la seguridad regional. Entender estas coordenadas es clave para pensar estratégicamente la lucha que viene.

En ese mismo proceso nosotros debemos acompañar las luchas que salen a la superficie. Desde ya empezamos a ver luchas determinantes para la vida de la clase obrera: contra los despojos, contra la contaminación y la deforestación, contra los despidos y la reducción de nuestros derechos. Los comunistas debemos construir nuestro partido en el seno de estas luchas democráticas y encarrilar nuestro partido hacia la lucha revolucionaria por el comunismo. No hay otro camino; debemos ser determinantes con nuestro objetivo, no hay margen para la vacilación y la frustración. Ni reír ni llorar: comprender.

La democracia burguesa se adapta, pero la lucha de clases no se detiene. Por eso, la construcción de un partido comunista revolucionario no es opcional: es la única salida.

 

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