Elecciones en Brasil: la línea de la derrota y la línea de la victoria

Terminada la primera vuelta de las elecciones presidenciales Haddad y el PT se despojaron de su camisa roja usada para reanimar a los petistas melancólicos y se pusieron trajes respetables con camisas blancas, cambiando los símbolos de la campaña del PT por los colores de la bandera de Brasil –verde, amarillo y azul– retirando las fotografías de Lula y escondiendo el color rojo del PT.

El objetivo era presentarse como una candidatura de «frente político en defensa de la democracia» para «unir a todos los demócratas», como declaró Haddad. Esto significa, según esa concepción exótica, unirse con Marina,[1] Ciro,[2] FHC[3] y cualquier burgués disponible que esté asustado con Bolsonaro. Una alianza con los dos partidos de derechas, PMDB y PSDB, es ahora el objetivo central.

Para ello, Jacques Wagner, comandante de facto de la campaña de la segunda vuelta, explica sin ningún escrúpulo o vergüenza que: «Es una coincidencia negativa de la Historia que, en vez de estar juntos, PT y PSDB hayan polarizado uno con el otro. Fueron las mejores fuerzas que surgieron en el período democrático».

El presidente del PSOL, Juliano Medeiros, intentó hacer aún más sofisticado este argumento elaborando una explicación de capitulación ideológica completa: «Ahora es el momento de la deconstrucción [de Bolsonaro], mostrar que él es un falso nacionalista y que no está contra el sistema sino, al contrario, que es parte del sistema». O sea, ellos: Haddad, Juliano, etc., son los «verdaderos» nacionalistas y, obviamente, con esta línea, todos están a favor del sistema. Inconcebibles palabras para un socialista.

No satisfechos con lo que hicieron durante sus gobiernos, ahora dan un paso más a la derecha proponiendo abiertamente un gobierno de unidad nacional «para derrotar a Bolsonaro». Destruyeron el PT como partido socialista y, ahora, para ganar las elecciones, no les importa transformar al proletariado y a la juventud en una herramienta para las maniobras de la burguesía reaccionaria. Es la misma línea política practicada por el estalinismo desde los años 30 hasta hoy. Fue el caso del PCB[4] hasta los años 90 y del PcdoB[5] hasta hoy.

Los marxistas siempre combatieron por la independencia de clase y siguen firmes con esta orientación hoy. Es la única política para la victoria definitiva de la clase obrera. La política de Haddad (PT) es suicida, para ir directo a la derrota electoral en la segunda vuelta. Haddad, junto con todo lo que los electores rechazaron completamente (PSDB, PMDB, Rede, PDT, PSB etc.), van a aparecer aún más como parte «del sistema» que antes. Son lo «viejo» reapareciendo, incapaz de entender la voz de las calles y el odio que la gente tiene a este sistema.

Ellos no entendieron por qué Bolsonaro tuvo la votación que tuvo y lo que significa. Así como son completamente incapaces de entender que sólo la independencia de clase y una lucha decidida contra el capitalismo, contra el «sistema», es capaz de animar, reunir las fuerzas proletarias y dar una perspectiva de cambiar la vida y de enfrentarse, de hecho, a la reacción. Con su política de «frente por la democracia» están entregando al pueblo en manos de un ultrarreacionario aventurero.

En 1848, en Alemania, Engels escribió en «Revolución y Contrarrevolución en Alemania» que en aquel momento la clase obrera no tenía la menor posibilidad de levantar sus propias fuerzas independientes y que tenía que apoyar con todas las fuerzas a los pequeños burgueses e industriales que estaban contra el feudalismo, contra el pasado. Se trataba de la lucha de la democracia burguesa contra el absolutismo feudal.

Explicaba Engels, en el mismo momento en que preparaba el futuro escribiendo con Marx el Manifiesto Comunista: «El movimiento de la clase obrera nunca será independiente, no tendrá nunca un carácter proletario, mientras que las diferentes fracciones de la clase media, y sobre todo su parte más progresista, los grandes manufactureros, no conquisten el poder político y refundan el Estado según sus intereses.

«Las necesidades inmediatas y las condiciones del movimiento eran tales que no permitían lanzar ninguna reivindicación especial del partido proletario». «En efecto, mientras el terreno no esté limpio para permitir una acción independiente de los obreros, mientras el sufragio universal y directo no esté establecido, mientras los 36 estados continúen dividiendo Alemania en pedazos innumerables, ¿qué podía hacer el partido proletario, si no … luchar al lado de los pequeños comerciantes para adquirir los derechos que les permitieran más tarde conducir su propia lucha? «Desorganizados, diseminados, los obreros sólo despertaban para lucha política, sintiendo únicamente el simple instinto de su posición social».

Ya en 1931 y 1933, en la misma Alemania, cuando Hitler se presentó para establecer el gobierno fascista, ese tiempo ya había pasado. Ya se había constituido el gobierno político de la burguesía, los gobiernos de los grandes industriales y de los banqueros. La burguesía y su régimen no sólo ya reinaban sino que se estaban pudriendo. El Estado fascista era ya expresión de la época del imperialismo y de la reacción en toda la línea. Se trataba, en 1930, no de la lucha por la democracia, no por la república burguesa, sino de la lucha por el socialismo. O sea, se trataba del régimen extremista del capital financiero o de la revolución proletaria, de la lucha entre capitalismo y revolución proletaria; entre fascismo, dictadura y militarismo o revolución proletaria.

Es la democracia burguesa y su Estado en la actual etapa del capitalismo lo que conduce a Mussolini, Hitler, a las dictaduras militares o a Bolsonaro. Sólo la lucha por la revolución proletaria puede defender a la clase trabajadora y resolver esa situación definitivamente.

En la lucha contra el fascismo o cualquier gobierno burgués, la lucha por libertades democráticas interesa al proletariado en la medida en que le permite organizarse y movilizarse por la revolución socialista, golpeando a la reacción. La lucha por las libertades democráticas es la lucha por la revolución y jamás la defensa de la democracia burguesa, del reaccionario «Estado democrático de derecho» burgués. La defensa de las libertades democráticas es la defensa de los intereses de la clase obrera en su lucha contra el capital.

Trotsky denunciaba a Hitler como un reaccionario al servicio del capital financiero, que tenía un programa contra la clase obrera, contra los trabajadores, y como un agente de la reacción capitalista que pretendía aplastar a las organizaciones obreras y hacer la guerra para destruir a la URSS. Nunca perdió tiempo denunciando las posiciones «antidemocráticas» de Hitler.

Esta política del PT no lleva a ninguna parte. Un violento choque se prepara entre las clases. Nosotros no necesitamos de campañas del estilo de «los abajo firmantes en nombre de la democracia» o de «unir a todos los demócratas». Esta es la línea de la derrota electoral ahora y de la derrota social y política después.

La responsabilidad de la dirección del PT, de la dirección de los sindicatos, es organizar un combate de clase contra Bolsonaro. Pero ellos no pueden hacerlo. La tarea de los comunistas es denunciar esta situación y proponer el Frente Único de clase contra Bolsonaro y sus cómplices, es trabajar para que los trabajadores y la juventud se separen definitivamente del viejo sistema capitalista.

Sin clase obrera y juventud organizada y dispuestas a combatir a esa gente en la calle, ellos van a intimidar y atacar cada vez más, a golpear, a ganar confianza en una disposición cada vez mayor porque ven que no tienen una reacción seria en su contra, y que no hay nadie dispuesto a detenerlos.

Estamos viendo a los estúpidos bolsonaristas rompiendo la placa de Mariele[6] y se vanaglorian en público, amenazando a las personas en la calle, amenazando a la gente que está con camisetas de izquierda o contra Bolsonaro. Y un gobierno Bolsonaro será un gobierno de represión en escalada si la clase y sus organizaciones no lo enfrentan seriamente. Y, ellos están en una escalada represiva porque no hay ninguna reacción organizada de la izquierda, del movimiento obrero, de la juventud. Ellos tienen que ser enfrentados con métodos proletarios, organizadamente, en los sindicatos, en las calles, en las escuelas, en los lugares de trabajo.

Los pequeños burgueses y los reformistas en general están desesperados «porque la democracia está en cuestión».

Por supuesto que está en cuestión. Ya ha sido puesta en cuestión desde hace mucho tiempo, precisamente con el advenimiento del imperialismo, por la cobardía de la burguesía que tiene pavor de las masas y, principalmente, a causa de los reformistas que traicionaron todas las esperanzas de la clase obrera y empujaron a las masas a una situación de desesperanza y de odio contra todos los partidos e instituciones burguesas.

Ahora es la hora de la revolución proletaria. La hora de la democracia ha pasado hace mucho tiempo. El PT renunció a la democracia cuando decidió gobernar para una minoría de privilegiados y engañar al pueblo más pobre distribuyendo limosnas como hace el Vaticano.

Y el PT, al renunciar a defender la democracia de las mayorías, selló el destino del tal «Estado democrático de derecho». Y con su gobierno bloqueó una salida socialista y convenció a la mayoría de las masas de que, de hecho, esa democracia tan sólo interesa a los poderosos, lanzando así una enorme masa de la población en los brazos de un aventurero ultrarreaccionario.

La línea de «unir a todos los demócratas» o de «todos en defensa de la democracia» es la línea de aliarse con gran parte de la burguesía, o al menos intentarlo, y aparecer aún más a los ojos de las masas como parte de lo «viejo» que hay que barrer.

La única línea política capaz de hacer retroceder a Bolsonaro y a sus cómplices es el frente antifascista proletario, la unidad de los trabajadores y de la juventud con métodos proletarios de lucha y levantando bien alto todas las reivindicaciones y necesidades de los trabajadores, apuntando al capital y a sus agentes como nuestros enemigos mortales.

El mejor ejemplo es el Frente Único Antifascista de 1934, que provocó la «Huida de las gallinas verdes»,[7] la dispersión y la liquidación de las organizaciones integristas (fascistas) en Brasil.

Aquellos que acusan a Bolsonaro de incitar al odio -y él instila efectivamente odio de clase permanentemente sin rodeos- olvidan a propósito o por ceguera política que nuestra defensa y nuestro contraataque incluyen el hecho de que la violencia es la gran partera de la historia y que en ninguna hipótesis la línea de «Luliña paz y amor» puede servir a los intereses del proletariado. La clase obrera tiene el derecho y el deber de tener «odio de clase» contra los capitalistas y especialmente contra una basura humana como Bolsonaro.

Nuestra orientación es la de explicar y resaltar que sólo organizados y armados podrán acabar de una vez los batallones proletarios con esta guerra de clases que la burguesía y sus capitanes y generales mediocres y violentos mueven contra nosotros.

La línea de Haddad y del PT es un giro aún más a la derecha, es la línea para dejar de ganar los votos que el PT ya perdió, y es totalmente inútil para intentar provocar la confusión y la desmoralización en la base de los grupos reaccionarios de Bolsonaro.

Esta línea de adaptación y de derrota es la misma línea de la dirección del PSOL en su nota sobre la segunda vuelta, corroborada por las declaraciones del presidente nacional del PSOL.

Debemos organizarnos en los sindicatos, organizar a la juventud, discutir cómo proteger nuestra lucha y preparar los próximos combates. Esto exige una ofensiva en este momento luchando por el voto contra Bolsonaro, por el voto a Haddad del PT, el próximo día 28.

La clase obrera aún no ha entrado en el combate y tendrá que hacerlo. Y los dirigentes sindicales y los políticos reformistas, al contrario de lo que piensan los eternos engañados, no van a organizar nada ni a entrar en combate. Ellos irán aún más a la derecha y van a «exigir» a Bolsonaro «abrir el diálogo y la negociación». Ellos no van a organizar combates con métodos proletarios en defensa de los trabajadores y de la juventud. Ellos van a tratar de negociar de rodillas.

Esta tarea estará cada vez más en manos de los comunistas internacionalistas y de todos aquellos que en ruptura con la burguesía, el capital y sus partidos, estén realmente decididos a organizar el combate revolucionario del proletariado en defensa de sus organizaciones, de sus conquistas y de la revolución socialista.

¡Socialismo o barbarie!

¡Reacción obscurantista y represión burguesa, o revolución proletaria!

 

Artículo publicado en Esquerda Marxista, sección brasileña de la Corriente Marxista Internacional.

 


NOTAS:

[1] Marina Silva, dirigente de REDE (Partido Sostenibilidad), exparlamentaria del PT que rompió con el partido por la derecha y apoyó al candidato burgués contra Dilma en la segunda ronda de las elecciones presidenciales de 2014.
[2] Ciro Gomes, candidato presidencial del PDT.
[3] Fernando Henrique Cardoso, expresidente de Brasil por el partido burgués PSDB.
[4] Partido Comunista Brasileño, creado en su forma actual en los años 90 por quienes se opusieron a la liquidación del partido en el Partido Socialista Popular.
[5] Partido Comunista de Brasil, fundado en 1962 en oposición a la «desestalinización» de Jruschev. Actualmente en una alianza con el PT.
[6] Marielle France, consejala del PSOL en Rio de Janeiro, asesinada en marzo de 2018, después de haber hablado contra los asesinatos extrajudiciales por la policía de jóvenes negros en la favelas. Una placa en su memoria fue destruida por un candidato del partido de Bolsonaro que presumió públicamente de su «hazaña» en Facebook.
[7] El 7 de octubre de 1934, la organización fascista AIB llamó a una concentración en Sâo Paulo. La izquierda y los sindicatos se movilizaron conjuntamente para pararlos y se desató una batalla que resultó en 7 muertos y un montón de heridos. Los fascistas fueron golpeados y obligados a retirarse. Los fascistas vestían con camisetas verdes y su huida fue conocida como «la huida de las gallinas verdes».

 

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