Este domingo 7 de octubre se celebran elecciones presidenciales en Brasil, donde el candidato ultraderechista Jair Bolsonaro aparece liderando las encuestas por delante de Hadad, candidato del PT de Lula, lastrado por la política de austeridad y ataques sociales del último gobierno del PT de Dilma Roussef. La Esquerda Marxista (EM), sección brasileña de la CMI, integra el partido de izquierdas PSOL y presenta varios candidatos en sus listas con el lema “Contra el sistema, por la revolución socialista”. Publicamos un artículo de la EM que explica el carácter de clase de Bolsonaro y cómo combatirlo.
Su moral y la nuestra
La postura de los marxistas no es la de combatir a Bolsonaro usando la moral burguesa. Nuestra moral refleja los intereses del conjunto de la clase trabajadora y nuestro combate expresa la forma más resuelta de ese combate. Es desde ese punto del que debemos partir.
El tipo de pregunta hecha por Boulos, candidato del PSOL: “(…) Bolsonaro recibió ayuda para vivienda teniendo casa, además tiene la proeza de haber aprobado dos proyectos y haber comprado cinco inmuebles. Más propiedades que proyectos. ¿No tienes vergüenza Bolsonaro?” no ayuda a los trabajadores a comprender que el problema central no es que este candidato sea un corrupto y que utiliza la política para su enriquecimiento personal, lo que también es cierto. Lo central es el propio sistema capitalista, que es corrupto por esencia. Sus representantes en el parlamento quieren mantener el Estado capitalista exactamente de esa forma, en favor de sus propios intereses, pero principalmente para romper la resistencia de los trabajadores, utilizando todo el aparato estatal para mantener a los obreros explotados y oprimirlos a cualquier costo. Es precisamente por eso que Bolsonaro no es un candidato que vaya a cambiar nada.
Si queremos combatir a Bolsonaro desde el punto de vista moral, de la moral proletaria, tenemos que tener en mente que esa moral, presupone la defensa de los intereses de la propia humanidad, que está completamente ligada al futuro de la revolución mundial y, por tanto, de la propia clase obrera. Cuando Bolsonaro emite declaraciones como la de apoyar a torturadores, violaciones o incluso el combatir la violencia con más violencia, como abiertamente habló sobre la situación en Río de Janeiro, representa la moral burguesa de hundir a toda una generación de trabajadores y jóvenes en la barbarie, en nombre del mercado y de sus propios intereses. Y eso es exactamente a lo que nos oponemos. La clase obrera y su juventud quieren tener el derecho a un futuro en el que la violencia, en todos sus niveles, no sea ya parte ordinaria de lo cotidiano.
Un candidato para atacar a los trabajadores y a los jóvenes
En las entrevistas, Bolsonaro y su economista Paulo Guedes son claros en representar los intereses de una clase: la de los empleadores, como ellos suelen decir.
Bolsonaro afirma que el salario es poco para quien lo recibe y mucho para quien lo paga y la solución que él encuentra está en colocarse como portavoz de los patrones, diciendo que “los trabajadores van a necesitar elegir entre derechos o empleo”.
Colocando un cuchillo en el cuello de los trabajadores, lo que él está diciendo es “elegir entre desempleo o trabajos precarios”. Su posición de atacar a los obreros quedó clara en cómo votó el diputado para la aprobación de la Reforma Laboral y de la Enmienda Constitucional 95, del techo de los gastos, reduciendo la oferta de servicios públicos incluso para aquellos que piensan que serán defendidos por él, como es el caso de los militares. ¿O los hijos de los militares y sus familias no utilizan servicios públicos?
En el proyecto de ley sobre la tercerización, Bolsonaro se abstuvo cínicamente, pero cuando ocurrió la votación del proyecto de ley para la regulación del trabajo doméstico, el mismo votó en contra, negando derechos a los millones de trabajadores brasileños que prestan tal servicio.
Paulo Guedes, en una entrevista con Globo News, dijo abiertamente que es necesaria una Reforma de la Previsión (jubilatoria) como la de Chile de 1981, en la dictadura de Pinochet. Vale la pena explicar a los jóvenes y trabajadores que tal reforma privatizó las pensiones, colocando el dinero de los obreros en un fondo administrado por capitalistas, que invertían en el mercado financiero. El resultado para la primera generación que se jubiló en este modelo fue una reducción brutal del nivel de vida y del poder adquisitivo. Según datos del artículo publicado por la BBC, el 90,9% de los jubilados recibe menos del equivalente a 149.435 pesos, unos 196 euros o 226 dólares, mientras que el salario mínimo en Chile es 264 mil pesos, equivalente a 346€ o 400 dólares.
Bolsonaro y su economista presentan también un programa de privatizaciones que va desde las empresas estatales federales, pasando por las provincias y llega hasta la educación, con la posibilidad de “elección” por parte del estudiante, si quiere estudiar en una escuela pública o privada. Pero es bueno explicar a la juventud que la masificación de la enseñanza superior privada en Brasil se dio por la falta de inversiones en las universidades públicas. Esto hizo la enseñanza desde la básica hasta la superior imposible para todos y empujó a los hijos de la clase obrera a las universidades privadas.
Además, la universidad privada se ha convertido en una ‘opción’ sólo por la negligencia del Estado brasileño hacia la educación e investigación, que un gobierno Bolsonaro pretende continuar, como se pudo ver en su declaración sobre el incendio del Museo Nacional (“ya está hecho, ya se quemó, ¿qué quiere que haga? “)
Regresar al siglo XIX
Paulo Guedes, economista de Bolsonaro, defiende lo que juntos llaman una agenda liberal-democrática para Brasil, lo que implica, en términos muy claros, entregar las empresas estatales como medio rápido de generar divisas para el pago de la deuda pública; aumentar la explotación directa de la fuerza de trabajo, reduciendo derechos laborales y jubilatorios y el alcance de los convenios colectivos de trabajo. La propuesta de la “Cartera Verde-Amarilla” significa hacer prevalecer lo negociado sobre lo legislado en toda regla, con los patrones “negociando directamente” con los trabajadores.
Bolsonaro quiere ser elegido para atacar al conjunto de la clase obrera y a su juventud. Y por eso nos contraponemos a él, explicando que nuestro combate es por los intereses de la clase trabajadora en su conjunto.
El grupo “Mujeres Contra Bolsonaro” arrastró a varios movimientos y capas a la lucha en las calles, lo que es, sin duda, la expresión de la resistencia y de la disposición a la lucha. Nosotros explicamos que la lucha es contra Bolsonaro y todos los demás candidatos burgueses. La emancipación de los trabajadores será obra de ellos mismos y para ello necesitamos organizarnos para combatir al capitalismo.
¿Y la educación de nuestros niños?
Bolsonaro afirmó, cuando fue preguntado por periodistas, que todos los niveles de enseñanza podrían ser a distancia. Está a favor del proyecto “Escuela sin Partido” y expresa con esa intención: a) el desguace de la educación básica, donde la convivencia social y la interacción son extremadamente importantes para el desarrollo del niño en sociedad; b) un completo ataque a la existencia de todos los profesores como categoría laboral; c) la profundización del desguace de la educación pública, laica y para todos. Y no olvidemos, si utiliza la fraseología antimarxista para sostener esa intención, lo que está detrás es señalar a los tiburones de la enseñanza su intención de reducir costos y otro mercado para explotar.
¿Bolsonaro es fascista?
Desde 2013 la tesis de la llamada “onda conservadora” viene siendo desarrollada por el PT y otros que se proclaman socialistas en Brasil. Esta tesis, por un lado, responsabiliza cobardemente a los trabajadores por la elección del “congreso más reaccionario de la historia”; por la destitución de Dilma Roussef y ahora por la posición de Bolsonaro en las encuestas, o sea, por el avance del fascismo y de las fuerzas conservadoras. Por otro lado, busca ejercer una presión sobre las organizaciones de izquierda en torno a la defensa de la política de colaboración de clases del PT y de Lula. Hemos estado contra la destitución de Dilma y la prisión de Lula sin pruebas, pero no nos rendimos a esa tesis.
Llamarlo fascista es una calificación incorrecta en la etapa actual; él no dirige una organización militarizada para destruir moral y físicamente a la clase obrera, no tiene una base organizada e incitada con ese fin. Si la burguesía se siente incómoda con respecto a Bolsonaro, una razón principal de ello es exactamente el recuerdo de lo que sucedió con el expresidente derechista Collor de Melo, también elegido en medio de los escalofríos de los políticos tradicionales burgueses. Más que la “incompetencia” o “incoherencia” de Bolsonaro, lo que más molesta a la burguesía es el recuerdo del “Fuera Collor”, con millones en las calles. Por eso la burguesía teme adherirse a él y sectores importantes de ella tienden a hacer campaña por el PT.
Para combatir a Bolsonaro necesitamos llamarlo por lo que es: un candidato antiobrero, un defensor de la tortura y un defensor de las desigualdades creadas o profundizadas por el capitalismo. Un demagogo de derecha que utiliza el sentimiento antisistema del pueblo para reforzar las ilusiones en el propio sistema. Llamarlo machista, racista y homofóbico (que lo es) nada resuelve (la mayoría de los candidatos burgueses también lo son). El atentado a Bolsonaro sólo lo dejó en la posición de “pobrecito” y lo alejó de los debates, impidiendo que sus declaraciones antiobreras fueran más diseminadas.
Para combatirlo, tenemos que estar organizados antes y después de las elecciones, haciendo propaganda contra el capitalismo y en favor del socialismo, trabajando activamente por la construcción de la dirección revolucionaria, que es la única clave para abrir las puertas del reino de la libertad y arrojar de una vez a tipos como Bolsonaro al cubo de basura de la historia.