El 31 de octubre de 1989 el Estado a través de sus fuerzas represivas, detonó una bomba de 15 libras en la puerta de la confederación sindical más representativa del país, la Federación Nacional Sindical de Trabajadores Salvadoreños (FENASTRAS), hiriendo a 40 trabajadores y asesinando a 9 personas, incluyendo a la secretaria general de la confederación, Febe Elizabeth Velázquez. Esta masacre desató la rabia de los guerrilleros que habían estado ya en guerra por casi una década contra las fuerzas represivas del Estado, y que días después, el 11 de noviembre del 89, iniciaron la ofensiva “Hasta el tope y punto”, ofensiva que aceleró la firma de los Acuerdos de Paz en el año 92.
Los mártires y héroes de la guerra civil salvadoreña conquistaron con su lucha libertades sindicales que un obrero, bajo las dictaduras militares de los años 70 o 60, jamás hubiese imaginado. La burguesía en su propaganda mediática intenta inculcar a las nuevas generaciones que el sindicalismo es inservible a los intereses de los trabajadores, pero la historia de los sindicatos es totalmente contraria a como la plantea ahora la prensa burguesa. Todas las conquistas a las que ahora los trabajadores pueden acceder no son más que el resultado de la lucha colectiva y revolucionaria de obreros sindicalistas del pasado en el país y el mundo.
La libertad y autonomía sindical, el salario mínimo, vacaciones, incluso el aguinaldo y la jornada laboral de 8 horas, han sido conquistas de las clases explotadas a través de su lucha revolucionaria. Marx escribió que el verdadero motor de la historia es la lucha de clases, porque solo a partir de la lucha unificada de los sindicatos han sido posibles los derechos que hoy todos gozamos. Ahora es nuestro deber defender las conquistas del pasado.
Como marxistas no fetichizamos el sindicalismo, reconocemos pues, que el sindicalismo no es homogéneo y no siempre es revolucionario y socialista. Las corrientes sindicales son muchas, hay algunas por ejemplo, que nunca rebasan las peticiones económicas mínimas, o las corrientes que están a favor de la patronal y que solo sirven para engañar a los trabajadores, están también los que en momentos determinados rebasan las demandas económicas y las elevan a demandas políticas revolucionarias. La historia de El Salvador ha conocido varios episodios en que el sindicalismo ha trascendido las demandas inmediatas del gremio a reivindicaciones políticas.
La década de los 70’ y los 80’ fue la época que desató la represión y persecución sindical más sangrienta de la historia por parte del Estado salvadoreño. Los mártires del 31 de octubre no han sido los únicos muertos de esta época, pero esta masacre si ha sido la muestra más cruda de cómo el Estado burgués puede tener una falsa cara de conciliación, ofreciendo por un lado la “voluntad” de firmar la paz, pero sin abandonar su objetivo, reprimir y aniquilar a los sindicatos utilizando grupos paramilitares para infundir el miedo a las clases en rebeldía.
Esa es la forma en que la burguesía utiliza su aparato (el Estado) para sacudirse las fuerzas hostiles. Los “demócratas”, liberales y reformistas intentan hacernos creer que el Estado es neutral entre las clases, pero eso no es así, realmente ese aparato que se conoce como institucionalidad, está diseñado para defender los intereses de las clases poseedoras contra las clases desposeídas. La forma de operar del Estado ha cambiado en los últimos años, pero eso solo se debe a partir de que los líderes de nuestra clase, sucumbieron a los intereses del capital. Ante el desgaste de años de guerra y el abandono de la idea de la revolución por la idea de la lucha parlamentaria en la democracia burguesa, se entregaron a los discursos de la institucionalidad y otras falsedades que repite la burguesía para esconder la dictadura bajo la cual vivimos.
El Estado como principal instrumento de la clase burguesa no abandona sus métodos represivos, lo que sucede es que durante años estos métodos no han sido necesarios. Sin embargo, bajo la crisis del capitalismo y la crisis del reformismo del FMLN, el Estado volverá a afinar su aparato para reprimir y acallar progresivamente la lucha sindical de los trabajadores, que se alzarán nuevamente por demandas justas.
Durante el 2001, bajo el gobierno de Francisco Flores del partido ARENA, el STISSS representó la lucha de resistencia más combativa de las últimas décadas en defensa de la salud pública y las condiciones laborales de los trabajadores del ISSS. Años después el sindicato se vio sumergido en un reflujo revolucionario, que llevó a sus líderes a venderse al capital y la pronta degeneración del sindicato; es lógico, cuando una organización abandona sus objetivos y tareas revolucionarias cae indirectamente al servicio de la clase dominante. Cruentas luchas internas se han desatado en el sindicato en los últimos años y las crisis parecen no encontrar una salida.
Democráticamente deberían ser los mismos afiliados quienes deben solucionar estos problemas. Sin embargo, para el nuevo gobierno esto no es así, ya que utilizando el poder del aparato del Estado, el ministro de trabajo Rolando Castro ha intervenido dentro del STISSS, de la mano de exdirigentes corruptos, expulsados del sindicato y despedidos del instituto, con firmas falsas y por tanto acreditaciones también fraudulentas. Con esta falsa documentación ha convocado a la Comisión de Honor para destituir a la dirección que se eligió en 2018 en asamblea general, para imponer una dirección corrupta, violando una de las principales conquistas democrática: la autonomía sindical.
La violencia con la que han actuado las bandas al servicio de la patronal es condenable desde todos los ángulos que se vea. Pagar bandas armadas para atacar de manera violenta las sedes del sindicato, es un delito gravísimo que debería ser condenado por todos los defensores de la democracia. Los demás sindicatos del ISSS argumentando diferencias políticas con la dirección elegida en 2018, han justificado el hecho, lo cual es una clara traición a los intereses de la clase obrera en general.
El gobierno de Bukele con estas acciones muestra claramente de qué lado está, y el lado que ha tomado no es precisamenteel de los intereses de la clase trabajadora, sino el lado de los intereses de las grandes transnacionales, que ven en el Seguro Social Salvadoreño un negocio lucrativo que conquistar, y que hace años discretamente se ha empezado a privatizar, creando servicios outsourcing para beneficiar a las empresas privadas de la salud.
La ofensiva contra el STISSS marca la pauta del camino hacia la represión estatal a la libre sindicalización y a la protesta. Bukele se prepara para los tiempos difíciles de lucha, pero también prepara las condiciones para entregar los servicios públicos a las grandes transnacionales, pues detrás de estas acciones arbitrarias no hay otra cosa que favorecer al gran capital con la entrega de las empresas estatales.
La campaña desde los medios de comunicación nos intenta vender la idea de que el sindicalismo progresista ha muerto, que ahora representan un freno para la modernización del servicio de salud en el Instituto, pero esto aunque suena lógico para los seguidores de Nayib, es una falsedad, el principal freno de un sistema de salud de calidad, moderno y asequible a las clases oprimidas, es la propiedad privada, la concentración de capital por parte de un reducido grupo de multimillonarios del país.
Para establecer un servicio de salud de calidad y asequible lo que se tiene que hacer es, en primer lugar desarrollar una reforma fiscal revolucionaria que haga pagar a los capitalistas los impuestos y que imponga impuestos progresivos a los millonarios suntuosos del país, que día con día se enriquecen bajo la explotación de los trabajadores.
Mientras en el país se siga manteniendo una recaudación fiscal reaccionaria, donde cada salvadoreño paga el 75 % de lo que el Estado recolecta en impuestos y las empresas solo asumen el 25 % restante, es imposible poder elevar los niveles de vida. Aquí está el principal obstáculo, pero el gobierno y sus medios de comunicación quieren que veamos en los sindicatos y trabajadores, el factor de nuestros males, como beneficiarios del sistema de salud público.
Bukele abre una nueva página violenta en la historia de El Salvador contra el movimiento sindical, la sangre y vida de nuestros mártires no debe ser en vano, el movimiento sindical debe buscar la unidad sindical para enfrentar los ataques que hoy posiblemente sean contra el STISSS, pero mañana serán sobre otros sindicatos minoritarios. La solidaridad y lucha que hoy se muestre a favor, puede frenar los ataques miserables del Estado sobre el sindicalismo.
Quedarse de brazos cruzados frente a los ataques del STISSS es similar a hacernos un auto boicot; una vez acabada la resistencia del STISSS no solo acabaran con nuestras organizaciones, sino también puede ser el inicio de una ola privatizadora a través del socavamiento de las libertades democráticas conquistadas en el pasado.
La solidaridad sindical y la lucha de la clase obrera debe expresarse hoy porque para mañana será ya demasiado tarde. Invitamos a todos los sindicatos y trabajadores a movilizarnos para doblegar los ataques hacia el sindicato de trabajadores del Seguro Social. Los problemas internos del STISSS deben ser resueltos en el interior del sindicato por sus miembros activos y no por pandillas financiadas por el Estado.
¡Por la autonomía sindical!
¡Por elecciones libres y democráticas, fuera Monge del Sindicato!
¡Contra cualquier tipo de privatización de la salud!
¡Fuera Rolando Castro como Ministro de Trabajo!
¡Alto la injerencia del Estado!
¡Echemos abajo al gobierno de Bukele por entreguista y represor!