Por Alan Woods
Acabo de recibir la triste noticia de la muerte de mi viejo camarada y amigo Hans-Gerd Öfinger. Fue un gran impacto y lo último que esperaba escuchar. Hace solo un par de semanas le había enviado un correo electrónico cuando me enteré que tanto él como su hija Rosa habían contraído COVID-19.
Me respondió para decir que se estaba recuperando bien y que estaba impaciente por volver a su trabajo revolucionario.
“Gracias por pensar en nosotros y por tus buenos deseos y palabras de aliento. De hecho, la prueba positiva de Covid 19 de hace una semana fue un shock para todos nosotros al final de un invierno difícil. […]
“Ahora tenemos que concentrar nuestras fuerzas en la lucha contra el virus. Después de la recuperación, volveremos con vigor para construir la organización.
“Leeré el [documento de] Perspectivas mundiales con atención y esperaré la próxima reunión del CEI en línea. Creo que todos anhelamos el día en que finalmente podamos volver a encontrarnos en Turín y Bardonecchia o en cualquier otro lugar.
Hans”
Lamentablemente, no nos reuniremos en ninguna parte ahora. El camarada Hans-Gerd ya no está con nosotros y ha dejado un vacío que será difícil de llenar.
Por lo que he conocido de un breve mensaje de su esposa y compañera María Clara, las circunstancias de su fallecimiento fueron realmente trágicas. Parecía estar recuperándose (como me dijo en su carta) y la última prueba resultó negativa. Pero resultó ser una falsa esperanza.
Desarrolló fiebre y tenía dificultad para respirar, falleciendo este viernes por la mañana. Su muerte fue aún más impactante por ser completamente inesperada. Es un golpe terrible para María Clara y Rosa, y también para todos los miembros de la Internacional.
Conocí a Hans-Gerd en la década de 1970, un período tormentoso de lucha de clases internacional, cuando se unió a lo que entonces era el CIT, la vieja Internacional que fue fundada e inspirada por Ted Grant, el destacado teórico y líder revolucionario.
Eso fue en 1974, cuando Hans, que todavía era un adolescente, comenzó a construir la sección alemana de la Internacional.
Sé que Ted Grant tuvo una influencia poderosa y duradera en el joven Hans-Gerd, y eso fue una guía para él durante el resto de su vida. Como Ted Grant, Hans-Gerd siempre tuvo una dedicación especial a la teoría. Tenía una mente muy aguda y un conocimiento profundo de la teoría marxista. Esto, estoy seguro, es lo que lo sostuvo y lo ayudó a superar los momentos más difíciles.
Como persona, siempre lo encontré muy humano, accesible y afable. Siempre estaba preparado con una broma. Uno de sus chistes favoritos era atormentarnos en los encuentros internacionales con su particular interpretación de la vieja canción alemana Oh Du Lieber Augustin, en la que compensaba con gusto lo que le faltaba de formación musical.
Cuando se produjo la escisión de Militant y la CIT en 1992, Hans-Gerd no vaciló ni un instante. Inmediatamente se puso del lado de Ted Grant, aunque eso significaba estar en minoría. Sólo los miserables cobardes y oportunistas se esconden detrás de la mayoría.
El viejo Engels escribió: «Marx y yo siempre estuvimos en minoría toda nuestra vida, y estábamos orgullosos de estar en minoría». Como ellos, Hans nunca tuvo miedo de estar en minoría y luchar por las ideas en las que creía.
A partir de entonces, jugó un papel muy importante en la construcción de la Corriente Marxista Internacional. Fue un trabajo duro en circunstancias muy adversas. La mayoría de los viejos cuadros de la sección alemana se habían desmoralizado por las intrigas del régimen burocrático de Taaffe. Se apartaron incluso antes de la escisión.
Pero Hans-Gerd, junto con su compañera y compañera de toda la vida María Clara, y el camarada Christoff y algunos otros, siguieron adelante con obstinada determinación.
Esa férrea determinación fue uno de los rasgos más notables de este compañero. A veces, puede parecer pura terquedad. Pero esta misma terquedad es una característica necesaria de cualquier revolucionario genuino. Es lo que nos permite seguir adelante, independientemente de todas las dificultades y obstáculos.
Y eso es lo que hizo Hans-Gerd. Mantuvo firme y alta la bandera en las buenas y en las malas circunstancias. Eso, recuerdo, era lo que Ted solía decir siempre cuando se despedía de un camarada: «Mantened alta la bandera roja».
Y fue lo que el camarada Hans-Gerd hizo hasta el final.
Es gracias a él que hoy la CMI tiene una sección alemana floreciente, compuesta por una nueva generación de jóvenes combatientes revolucionarios de clase. Creemos firmemente que continuarán la lucha que Hans-Gerd inició hace tantos años y que la inspiración que les brindó les permitirá llevarla hasta el final.
Hay muchas otras cosas que me gustaría decir sobre este hombre extraordinario. Pero dejaré las últimas palabras a un poema con un final muy poderoso que se me había quedado grabado en la mente desde mis días escolares. Pero nunca pude encontrarlo ni recordar de quién era hasta que, un día, Hans-Gerd me dijo que finalmente lo había rastreado. Siempre creí que se llamaba ‘Die Fechter’ (Los esgrimistas), pero estaba equivocado. Es del gran poeta alemán Joseph F. von Eichendorff y se llama ‘Trost’, que significa Consolación. Termina con estas palabras:
Nuestro más entrañable saludo, cariño y solidaridad para María Clara y Rosa. Sepan que todos los miembros de la Internacional están a su lado en estos trágicos momentos.