El capitalismo es horror sin fin para la clase trabajadora, y de esta quienes más sufren la explotación, la desigualdad, violencia, discriminación y criminalización son las mujeres. Las mujeres pobres, quienes no tienen más que su fuerza de trabajo para salir adelante día a día, experimentan en carne viva el sufrimiento que provoca el hecho de ser mujer y trabajadora en un sistema que elimina la dignidad y promueve la explotación, desigualdad y opresión de los desposeídos.
Es claro que el estado de putrefacción del capitalismo golpea de manera más dura a las mujeres de la clase trabajadora, es a ellas a quien el sistema, con todas sus contradicciones, muestra su rostro más espantoso. Las mujeres en el sistema capitalista son presas de las más grandes injusticias, cargan sobre sus hombros a lo largo de su vida con toda la basura ideológica y material que las subordina a la miseria, la barbarie y todo tipo de violencia que atenta contra sus vidas de manera sistemática.
Las expresiones de violencia hacia las mujeres pueden darse de diferentes maneras, desde las más sutiles, naturalizadas e imperceptibles, hasta las más horrendas atrocidades que las llevan hasta la muerte. Esta violencia toma matices cada día más preocupantes, la crisis del capitalismo incrementa esta situación desesperada; se ha demostrado una y otra vez que bajo líneas capitalistas no hay ninguna salida verdadera, ninguna Ley, destinada a salvaguardar la vida e integridad de las mujeres, por más integral que parezca ha sido efectiva para poner fin de una vez y para siempre a la violencia contra las mujeres. Solo la lucha por el socialismo se alza como el faro de luz en medio de la tempestad.
Seis años han pasado desde que en El Salvador se aprobó la Ley Especial Integral para una Vida Libre de Violencia para las Mujeres, LEIV, en la cual se tipifican siete tipos de violencia, a saber: violencia económica, feminicida, física, psicológica y emocional, patrimonial, sexual y simbólica. Claro desde la ley burguesa nunca se contemplará de manera clara la violencia de clase que sufren las mujeres obreras a través de la explotación laboral. Con todo, la LEIV ha sido un paso adelante en la lucha contra la opresión de la mujer y se presenta como una de las leyes más progresistas de la región, aunque en la práctica real ha demostrado su ineficacia e inaplicabilidad.
¿QUÉ SON LOS FEMINICIDIOS?
La violencia en razón de género hacia las mujeres debe entenderse como un ciclo que se repite una y otra vez, en el cual las mujeres víctimas se vuelven cada vez más vulnerable y pierden su capacidad de autodefensa. El pico de violencia se alcanza en los feminicidios, reconocidos como la forma extrema de violencia de género contra las mujeres. Este crimen se tipifica como tal cuando ocurre la muerte violenta de una mujer por el simple hecho de ser mujer, es decir por razones de su sexo y género. Se debe tener mucho cuidado a la hora de hablar del tema, pues no todo asesinato de mujeres es feminicidio. Por ejemplo, si una mujer es víctima de la violencia “común” y en un asalto su victimario le quita la vida ese crimen no es feminicidio; o si una mujer muere en fuego cruzado tampoco es feminicidio.
Según la ley, un feminicidio como tal se reconoce por el hecho de que la muerte debe tener algún indicio de violencia previa del victimario-hombre, quien aprovechándose de la superioridad que le brindan las relaciones de poder respecto a una mujer toma ventaja de cualquier situación de riesgo o vulnerabilidad de la víctima para arrebatarle la vida. Cuando ocurre un feminicidio, los cadáveres de las víctimas muestran signos de abuso sexual, mutilación, y son perpetrados, generalmente, por actores que ya tenían precedentes de violencia en contra de ellas o les unía algún vinculo emocional/sentimental.
Las cifras son alarmantes y han ubicado a El Salvador como uno de los países con más feminicidios en América Latina y el mundo. Según los datos registrados en el Observatorio de la Violencia de Género contra las Mujeres ORMUSA, en 2016 Medicina Legal reportó 575 feminicidios y en 2017, 468. Para los primeros 5 meses del 2018, la Policía Nacional Civil ha registrado 157 feminicidios y continúan al alza hasta la fecha. Las victimas en su mayoría son mujeres en edades comprendidas entre los 18 y 30 años, es decir son mujeres jóvenes. Estos datos deben tomarse a discreción pues son muchos los feminicidios que no se registran como tal.
Si bien es cierto los feminicidios no son nada nuevo, el uso mediático de los asesinatos de mujeres han puesto el tema en la agenda publica los últimos meses. Entre ellos tenemos el caso sonado de la agente Carla Ayala, asesinada a finales de diciembre 2017 en manos de un agente del extinto Grupo de Reacción Policial (GRP) de la PNC, su cuerpo no ha sido encontrado hasta la fecha y tampoco se ha logrado capturar al feminicida; el caso de la joven Graciela Ramirez que en febrero de este año fue asesinada por su prometido quien por celos le propició 56 puñaladas hasta dejarla sin vida; Karla Turcios, asesinada por su pareja y quien se presume ejercía violencia económica en su contra; Katherine Carcamo asfixiada con una almohada por su pareja a quien testigos cercanos a la pareja tildan de machista. A esta lista se suman la doctora Rosa María Bonilla, las agentes Julia García de Leonor y Lorena Hernández, las señoras Vilma Pérez y Roxana Jiménez, la universitaria Lilian Méndez, esta última asesinada en manos de su pareja en estado de embarazo por negarse a abortar, y muchas otras más.
¿POR QUÉ LAS MUJERES?
Desde el análisis marxista, se explica que la violencia de genero viene de la mano con el surgimiento de la sociedad dividida en clases. Es decir, el patriarcado, el machismo y la opresión de las mujeres en general aparecen junto a la propiedad privada, el Estado y la familia nuclear, esto es el origen de la gran brecha de desigualdad entre hombres y mujeres. En el comunismo primitivo si existía una división sexual del trabajo, las mujeres eran recolectoras y los hombres cazadores y, posteriormente, agricultores, pero esta primitiva división del trabajo no representaba de ningún modo dominación de unos sobre otros, todas las tareas revestían igual importancia y la filiación de los hijos era definida por la línea matriarcal. Con el desarrollo de la sociedad surgió el excedente que dio paso a la propiedad privada, esta en última instancia convirtió a la mujer en objeto, propiedad del hombre, ya sea padre o esposo, relegándola a un papel secundario, limitándolas a ser simples incubadoras de los hijos legítimos del varón propietario. Desde entonces y a través de todos los sistemas de orden social y económico la opresión de las mujeres se ha perpetuado hasta nuestros días, y el sistema capitalista siendo la última expresión de la sociedad dividida en clases ha acentuado mucho más esta situación de subordinación y barbarie hacia las mujeres.
El marxismo, por tanto, explica que la opresión de la mujer no es algo biológico y natural, sino que encuentra sus raíces en la sociedad dividida en clases, pasando desde el esclavismo hasta llegar al capitalismo. En el capitalismo la mujer es vista como una mercancía más, su rol social como ama de casa no es para nada una casualidad, parte de una necesidad material concreta para que el sistema mismo se sostenga bajo su lógica de avaricia desmedida. La mujer no solo ha sido incorporada al trabajo asalariado en condiciones precarias, sino que está destinada a cumplir con las funciones de cuidado del esposo, los hijos, los enfermos del hogar, las tareas domesticas como cocinar, lavar, limpiar, etc., lo cual permite que el capitalismo no tenga que invertir en esto, condenándolas a jornadas extenuantes de trabajo.
¿ATACAR LOS SINTOMAS O LA ENFERMEDAD?
Los feminicidios seguirán al alza, debido a las condiciones de vida miserables a las que el capitalismo condena a las mujeres y hombres de la clase trabajadora, al negarles empleo, salud, educación. Esta situación ha venido a agravarse aún más con la crisis del capitalismo. Los síntomas: las múltiples formas de violencia contra las mujeres, en la negación de derechos como el aborto y en la cosificación del cuerpo femenino; la enfermedad: la sociedad dividida en clases, es decir, el capitalismo. No debemos, por tanto, limitarnos a combatir los síntomas, debemos eliminar de raíz este sistema decadente, no simplemente reformarlo. Solo la lucha por el socialismo garantizará la emancipación real de las mujeres, pues será la superación de la sociedad dividida en clases. Esto no deja de lado el hecho de que aún en un Estado obrero se necesitaran años de contraofensiva cultura para eliminar milenios de cultura patriarcal, pero esta gran tarea es impensable sin acabar primero con la explotación de la clase trabajadora.
¿Quiere decir esto que nos quedaremos de brazos cruzados mientras tanto? ¡Por supuesto que no! Es sumamente importante denunciar por todos los medios posibles la violencia contra las mujeres, haciendo campañas constantes para hacer conscientes a las mujeres de su opresión y de la necesidad que se unan a la lucha para acabar con esto. Es por eso que desde el Bloque Popular Juvenil hemos emprendido una Campaña Contra la Violencia Feminicida, estamos conscientes que solo la organización de las mujeres, revolucionarias y socialistas, serán garantía de una lucha efectiva contra los feminicidios. ¡Únete a nosotros!