El jueves 16 de marzo, por undécima vez en 10 meses, la primera ministra Élisabeth Borne invocó el artículo 49.3 de la Constitución francesa para forzar la odiada reforma de las pensiones de Macron sin una votación parlamentaria. Esto, sin embargo, no pasó desapercibido. En las horas posteriores al anuncio de la Primer Ministra, miles de personas se concentraron en la Plaza de la Concordia de París para denunciar la maniobra.
Los principales medios de comunicación y la oposición parlamentaria subrayan que se trata de un gran «fracaso» de Macron, que hubiera preferido una votación formal en la Asamblea Nacional sobre su reforma de las pensiones. Es un fracaso, sí, pero que lógicamente sigue a otro fracaso, o mejor dicho, a una debacle: la del partido de Macron (LREM) en las elecciones legislativas de junio pasado. Macron no tiene mayoría en la Asamblea Nacional. De ahí la utilización del artículo 49.3, considerada una ‘opción nuclear’.
A principios de la próxima semana, se someterán a votación mociones de censura en la Asamblea Nacional. Si una de ellos gana la mayoría, Macron probablemente no podrá simplemente reorganizar su gobierno: tendrá que disolver la Asamblea Nacional. Pero precisamente por esta razón, es poco probable que una moción de censura obtenga una mayoría. Un número significativo de diputados de la oposición no quiere elecciones parlamentarias anticipadas.
En noviembre pasado, escribimos:
«Los diputados Republicanos [el tradicional partido burgués de derecha] no tienen nada bueno que esperar de las elecciones anticipadas, en el futuro inmediato. Los diputados de la Agrupación Nacional [formalmente Frente Nacional, encabezado por Marine Le Pen] se presentan como los partidarios fanáticos de la moción de censura, pero en realidad tienen todo el interés en dejar que la situación se siga pudriendo para sacar los máximos beneficios cuando llegue el momento. Incluso en las filas de la NUPES [la oposición de izquierda encabezado por Jean-Luc Mélenchon de La Francia Insumisa], varios diputados de los Verdes, del PS [Partido Socialista] y del PCF [Partido Comunista Francés] se dicen a sí mismos, desde sus asientos de terciopelo: ‘Estoy dentro ahora, así que ¡Me quedo!’ Como resultado, todas estas personitas se están organizando, antes de las mociones de censura, para asegurarse de que no pasen».
Es cierto que, bajo la presión del movimiento de masas contra la reforma de las pensiones, y dada la profunda crisis interna de los Republicanos, no se puede descartar totalmente un “accidente” que resulte en la adopción de una moción de censura. Pero este no es el escenario más probable. Por ejemplo, vale la pena señalar que, entre los diputados Republicanos que se ‘oponen’ firmemente a la reforma de las pensiones, varios son mucho más evasivos acerca de las mociones de censura. Asimismo, algunos de los elementos más moderados de la izquierda parlamentaria pueden abstenerse.
La dirección del movimiento
Entre los trabajadores involucrados en el movimiento de huelga de dos meses contra la contrarreforma, el ambiente es de mucha rabia. Manifestaciones improvisadas tuvieron lugar en París y otras ciudades el día que el gobierno invocó el artículo 49.3. El viernes 17 de marzo, los trabajadores de la refinería Total Normandie, la más grande del país, votaron a favor del cierre de la planta. El sindicato CGT Energía hablaba de cortes de luz. Claramente, los líderes sindicales están bajo mucha presión de las bases que ven la necesidad de una acción inmediata.
¿Puede el uso del artículo 49.3 tener el efecto de revivir la lucha extraparlamentaria contra la reforma de las pensiones – y en particular la participación de los trabajadores en el movimiento de huelgas indefinidas? Los próximos días lo dirán. Sin embargo, ya podemos subrayar dos cosas:
En primer lugar, la utilización del artículo 49.3 no cambia en nada las graves deficiencias de la estrategia de las direcciones sindicales desde el inicio de esta lucha. Antes y después de la aplicación del artículo 49.3, la estrategia de las «jornadas de acción» no puede hacer retroceder al Gobierno.
En lugar de convocar a una escalada debidamente organizada del movimiento huelguístico hacia una huelga general total, la Intersindical se reunió y acordaó… convocar otro día de acción el jueves 23 de marzo, después de que se discuta la moción de censura en el Parlamento el lunes.
La jornada de acción del próximo jueves, por fuerte que sea, no cambiará nada en este sentido. Además, tanto antes como después de la aplicación del artículo 49.3, el carácter estrictamente defensivo de la única consigna lanzada por las direcciones sindicales -la «retirada de la reforma de las pensiones»- es un obstáculo para el desarrollo de huelgas indefinidas, pero también para la movilización masiva de la juventud. Lo explicamos en detalle en nuestros editoriales de enero, febrero y marzo.
En segundo lugar, a raíz del artículo 49.3, una serie de líderes de izquierda y del movimiento sindical insisten cada vez más en la perspectiva de luchar contra la reforma de las pensiones mediante un «referéndum de iniciativa compartida» – ¡o incluso con un llamamiento al Consejo Constitucional! Esto solo puede debilitar las huelgas indefinidas. Muchos trabajadores se dirán a sí mismos: «¿de qué sirve hacer huelga si hay otras formas de lograr el mismo resultado?»
Hasta ahora, el movimiento huelguístico continuo no ha ganado el impulso necesario para hacer retroceder al gobierno. Los sectores más movilizados –y en particular los basureros, estibadores y petroleros- no podrán resistir indefinidamente sin una extensión del movimiento. Pero a raíz del artículo 49.3, la dirección de izquierda y del movimiento sindical no están haciendo nada para extender la lucha. Este es un hecho, que corre el riesgo de tener un impacto mucho más significativo que la indignación que provoca el artículo 49.3.
La tragedia de la situación es que no existe una dirección. Todos los sindicatos han firmado la declaración conjunta en la que piden una “acción calmada y decidida”, cuando lo que se necesita es una iniciativa audaz. Lo que se requeriría ahora son Asambleas Generales propiamente dichas y masivas en los centros de trabajo, coordinadas a través de una red de delegados electos y revocables, para tomar las riendas del movimiento. La clase obrera tiene un poder inmenso y la clase obrera francesa ha demostrado, una y otra vez, su voluntad de lucha. Lamentablemente, sus dirigentes sindicales y políticos no han estado a la altura. Se necesita una dirección revolucionaria.