A lo largo del fin de semana varios millones de personas participaron en manifestaciones en París y en otras ciudades de Francia. El gobierno y todo el establishment oficial habían convocado manifestaciones y anunciado su participación. La tarde del domingo, el primer ministro Manuel Valls, declaró que el pueblo se había unido “tras el presidente” François Hollande.
A lo largo del fin de semana varios millones de personas participaron en manifestaciones en París y en otras ciudades de Francia. El gobierno y todo el establishment oficial habían convocado manifestaciones y anunciado su participación. La tarde del domingo, el primer ministro Manuel Valls, declaró que el pueblo se había unido “tras el presidente” François Hollande.
En realidad la amplia mayoría de manifestantes no se estaban uniendo tras el presidente, cuya popularidad en vísperas del ataque estaba en el nivel más bajo jamás registrado entre los presidentes de la Quinta República. Querían expresar su ira, su preocupación, su solidaridad con las víctimas, su rechazo del racismo y del fundamentalismo religioso, su dedicación a la libertad de expresión y otros sentimientos que no tenían nada que ver con la persona y la autoridad de François Hollande.
La magnitud de las protestas es un síntoma del profundo malestar que durante años se ha venido acumulando bajo la superficie de la sociedad y que ha cristalizado súbitamente tras el ataque a Charlie Hebdo.
Al describir la manifestación, los medios de comunicación se concentraron en la bandera nacional, en los cantos espontáneos de la Marsellesa y en los aplausos a la policía. Pero la mayoría de los manifestantes no defendían en status quo o pedían una vuelta a la normalidad previa al ataque. Expresaban su deseo de un cambio serio en el orden social.
Una joven manifestante entrevistada por un periodista explicó las razones de su participación: “estoy aquí porque ya no hay solidaridad en nuestra sociedad. Debería de haber más solidaridad en nuestra sociedad”. En los discursos de los políticos, los elogios a la “libertad” y a la “solidaridad” no eran más que reclamos mecánicos carentes de contenido. En las mentes de los manifestantes del fin de semana estas palabras expresaban un profundo (aunque confuso) anhelo de una sociedad mejor.
La crisis del capitalismo ha tenido consecuencias sociales y económicas desastrosas. Pero el punto muerto del sistema no sólo se expresa a través de la explosión de la tasa de desempleo, pobreza e inseguridad. También afecta a todas las convenciones políticas, morales y religiosas. El famoso lema de la república francesa “Libertad, Igualdad, Fraternidad” suena como una abstracción hueca en vista de la situación social actual. Muchos de los manifestantes entrevistados insistían en la necesidad de dar un “contenido real” a esta consigna. Esa es una demanda legítima, pero para lograrla se requiere una ruptura con el sistema económico y social sobre el cual se asienta la república francesa, un sistema cuyo verdadero lema es: “explotación, desigualdad, represión”.
Un comunicado en la página del Partido Comunista Francés (PCF) el 7 de enero decía: “Pierre Laurent y la dirección nacional del PCF llaman a la unidad nacional de todas las fuerzas republicanas frente a la barbarie”. El mismo comunicado continúa apelando a todos los “Republicanos” – explotadores y explotados, ricos y pobres, capitalistas y trabajadores, para que “aúnen a toda la nación bajo el espíritu de confianza en nuestro pueblo y en la cuestión esencial, independientemente de las creencias políticas o filosóficas de cada individuo”.
Así pues la “República” es considerada como la cuestión esencial según la dirección del PCF, tan esencial como para justificar la unidad de todas las clases, a pesar de los despidos, la destrucción de los servicios públicos, la deportación de inmigrantes indocumentados, la prostitución de los medios de comunicación, las guerras imperialistas y otros detalles insustanciales.
A lo largo de los últimos días los dirigentes del Partido Comunista, así como los del Partido de Izquierda y todos los sindicatos, se han unido al coro repitiendo este lema vacío y de facto reaccionario. Por lo tanto, han estado ayudando a que el gobierno y a las derechas eviten tomar responsabilidad por el terrorismo y el fundamentalismo del que de hecho son ampliamente responsables. En vez de llamar a la unidad popular, los dirigentes del Frente de Izquierdas (que incluye al PCF y al Partido de Izquierda) deberían resaltar la hipocresía de la clase dominante y exigir que se ponga fin al apoyo que el imperialismo francés, tanto bajo Sarkozy como ahora con Hollande, ha estado prestando a fundamentalistas en Siria y Libia. Deberían de explicar el papel que han tenido las guerras imperialistas fomentando el terrorismo en Oriente Medio en las últimas décadas. Por ejemplo, antes de la última guerra de Irak no había organizaciones fundamentalistas en aquél país. Hoy, Irak está asolado por el fundamentalismo. ¿Es difícil eso de entender o de explicar?
De cuando en cuando, algunos analistas reconocen la situación material y la desesperación moral de muchos jóvenes musulmanes en Francia, que da fuerzas a las organizaciones yihadistas y a sus redes. Eso es cierto, pero hay que añadir que el imperialismo, incluyendo el imperialismo francés, es el mejor instrumento de reclutamiento para captar a jóvenes yihadistas en Occidente. Cuando jóvenes musulmanes a los que se les está negando un futuro ven las atrocidades cometidas por los imperialistas en Irak, Afganistán y Palestina no ha de sorprendernos que la propaganda yihadista tenga gancho entre ellos. Esto es incluso menos sorprendente a la luz de las traiciones del Partido Socialista en el poder, que les desprecia y estigmatiza, y cuando los dirigentes del Partido Comunista abandonan el objetivo del socialismo, prefiriendo en vez de ello defender un programa reformista extremadamente vago y ocasionalmente la “unidad nacional” con los imperialistas.
En otro comunicado publicado por el PCF justo antes de la manifestación del domingo no se menciona el “bloque” que iba a la cabeza de la manifestación, compuesto por jefes de Estado reaccionarios, ministros y primeros ministros, entre los cuales hay varios terroristas de Estado. ¿Es por mostrar respeto por “el pensamiento político y filosófico” por lo que el PCF no menciona la presencia de Netanyahu, el asesino de palestinos, o incluso del presidente ucraniano Poroshenko, asesino de su propia gente? Es cierto que los crímenes de los imperialistas y los terroristas de Estado invitados por Hollande para unirse en torno a las “cuestiones esenciales” son demasiados para listar en una pequeña nota de prensa. Pero no decir nada y en vez de ello seguir hablando delos “valores de la República [capitalista]” es sencillamente lamentable.
El tropel de numerosos jefes de Estado y primeros ministros el domingo, que acudieron a París a posar ante las cámaras es en sí mismo una ilustración de la severa crisis a la que se enfrenta el capitalismo global. Estos señores, al frente de regímenes inestables o muy inestables, han visto una oportunidad (muy rara para ellos) de posar como defensores de la libertad y la democracia. Al mismo tiempo, la manifestación sirvió de preludio a una nueva ronda de leyes y medidas “anti-terroristas”, que en Francia y otros países darán lugar a una restricción de los derechos democráticos de la amplia mayoría de la población. El movimiento obrero debe denunciar está maniobra y oponerse firmemente a cualquier restricción de nuestros derechos democráticos bajo la máscara de la “lucha contra el terrorismo”. Al mismo tiempo debe oponerse al uso de los trágicos sucesos de los últimos días para justificar intervenciones militares por parte del imperialismo francés.
Otra tarea urgente de la izquierda y del movimiento obrero es luchar contra la ola de propaganda racista y de ataques musulmanes que se aproxima. Tales ataques ya han comenzado. “Incidentes” como asaltos contra mezquitas, restaurantes de kebabs etc. están aumentando. Los medios, los periodistas y los políticos, uno detrás de otro, repiten “no debemos de generalizar y mezclar a los yihadistas con los musulmanes, pero…” – pero los musulmanes deben mostrar constantemente que están “entregados a los valores de la República”; pero deben ser vigilados más de cerca; pero cualquier síntoma de simpatía hacia el yihadismo debe castigarse cada vez con más dureza etc. La tarde del domingo un periodista de la televisión que cubría las marchas informó de que los manifestantes musulmanes se sentían “insultados” cuando se les pedía que se “disociaran” de la barbarie fundamentalista. Este insulto se repetirá en todas partes. Esta propaganda racista puede tomar formas sutiles o explícitas, pero será constante y alentará los ataques de la extrema derecha contra los musulmanes.
Es la responsabilidad de las organizaciones obreras y en particular de los sindicatos el organizarse en defensa de los musulmanes y de los inmigrantes en general contra los ataques sectarios. No deberíamos dejar esto en manos del Estado y su policía, que rezuma racismo.
El intento del gobierno de explotar los sucesos para recuperar popularidad no durará mucho. La ola de emociones se apagará y los trabajadores se volverán a topar con sus problemas cotidianos: el aumento del desempleo, el estancamiento o caída de los salarios, el desmantelamiento de servicios públicos, la falta de viviendas, contrarreformas… Hollande y Valls continuarán llevando a cabo el trabajo sucio en servicio de las grandes empresas. Todo esto sienta las bases para grandes luchas sociales en el futuro. Millones de personas saldrán a las calles de nuevo, pero esta vez con consignas claras contra la clase dominante y el capitalismo en crisis. Cuando esto ocurra, sólo un programa independiente de clase y de lucha revolucionaria para la transformación de la sociedad podrá conducir a la victoria.
París, 14 de enero 2015