Escrito por: Jorge Martín
La jornada del 8 de marzo que vivimos en el Estado español ha sido histórica. Un comentarista del diario catalán El Periódico, la describió como «más que una huelga, casi una revolución». Y esta apreciación no era exagerada. Tras varios años de apatía y desmovilización, una marea humana emergió en las calles de todo el país, arrastrando a mujeres (y hombres) de todos los sectores populares, pero fundamentalmente de la clase trabajadora. Hubo un ambiente de fuerza y confianza en las propias fuerzas que se rebelaba contra la atmósfera de estancamiento, desesperanza y fatalismo que la clase dominante, y también los dirigentes sindicales y de izquierdas, habían establecido en el último período.
Más de 6 millones de trabajadores, principalmente mujeres, pero también hombres, se declararon en huelga, en la primera movilización de estas características que se convocaba para el 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Cerca de 3 millones participaron en las grandes manifestaciones y movilizaciones a lo largo de todo el día en más de 120 ciudades, en un movimiento de masas que solo se puede comparar con el movimiento de los Indignados y de las Mareas en 2011-2012, o con las grandes marchas contra la guerra de 2003.
El movimiento de las mujeres, organizado por la Coordinadora Feminista, había acordado convocar una huelga de 24 horas que afectara el trabajo, al estudio y al trabajo doméstico. Varios sindicatos minoritarios (CGT, CNT, SAT, Intersindical, etc.) decidieron ofrecer su apoyo y convocaron una huelga general de un día, dando una cobertura de huelga legal a todos los que quisieran salir. CCOO y UGT, se limitaron, bajo presión, a un llamamiento a un paro de dos horas en cada turno de trabajo. Los burócratas sindicales dieron todas las excusas habituales: «no hay ambiente para esto, comencemos con algo modesto». ¡Por supuesto, con una actitud así es difícil generar un estado de ánimo para cualquier tipo de acción!
Las reivindicaciones no podían ser más apremiantes: desde oponerse a la brecha salarial de género, hasta rechazar la violencia contra las mujeres y destacar el papel de las mujeres en las tareas domésticas. El llamamiento adquirió rápidamente un carácter político, que fue reforzado por las declaraciones provocadoras de los dirigentes del PP y de Ciudadanos, en el sentido de que si bien «por supuesto, apoyamos los derechos de las mujeres», estaban en contra de la huelga ¡porque tenía un carácter «anti-capitalista»!¡El obispo de San Sebastián agregó que el demonio estaba detrás de la convocatoria de huelga!
La víspera del 8 de marzo hubo ya grandes manifestaciones nocturnas en Barcelona, Madrid y otras ciudades. El objetivo era «reclamar la noche», exigir que las mujeres estén libres de intimidación, acoso y violencia y puedan caminar a cualquier hora del día o de la noche sin tener que temer por su seguridad.
El 8 de marzo comenzó con decenas de miles de personas participando en piquetes en todo el país. Algunos fueron en las universidades, otros en grandes centros de trabajo, otros eran piquetes móviles en el centro de las ciudades cerrando tiendas, centros comerciales, restaurantes y locales de comida rápida. Hubo confusión sobre la naturaleza exacta de la huelga, principalmente por el papel de las direcciones de UGT y CCOO, que sólo convocaban un paro de dos horas y en muchos lugares la burocracia sindical difundió deliberadamente información errónea, o pactó con la empresa paros incluso más reducidos a condición de no perder salario. Otros trabajadores temían represalias de sus empresarios si se declaraban en huelga y la presencia de un gran piquete animado en el exterior proporcionaba un bienvenido estímulo.
En Catalunya, también hubo numerosos casos de bloqueos masivos de carreteras, siguiendo la tradición establecida por el movimiento republicano catalán en el otoño.
El movimiento de huelga fue enorme, con millones de trabajadores (mujeres y hombres) participando durante todo el día o como parte del paro de dos horas. En muchos centros de trabajo, la burocracia sindical de UGT y CCOO ni siquiera organizó adecuadamente la huelga limitada que habían convocado. Para dar solo dos ejemplos, en las plantas de Renault, habían acordado con la gerencia un paro de cinco minutos, que de hecho era solo una extensión del descanso de la mañana. En la gran planta de SEAT en Catalunya, la parada fue de solo una hora. Sin embargo, hubo otras industrias y muchos centros de trabajo en el sector público (en los medios de comunicación, educación, sanidad y otros) donde muchos trabajadores, individualmente o de forma organizada, decidieron participar durante todo el día. En total, según CCOO y UGT, 6 millones de trabajadores participaron en la huelga de un tipo u otro, casi el 40% de los asalariados: un gran éxito.
La presión de la opinión pública generada por el movimiento fue tan grande que hasta las presentadoras prominentes de televisión que reprendieron la huelga y se opusieron públicamente en los días previos al 8 de marzo, se vieron forzadas a comerse sus palabras y unirse a la huelga o, en algunos casos fueron forzadas a retirarse en directo por la acción de huelga de sus equipos de producción.
También hubo grandes manifestaciones al mediodía en todas las ciudades principales, con decenas de miles de participantes. La juventud estudiantil jugó un papel importante. En las grandes ciudades hubo casos en los que tal vez hubo dos, tres o incluso cuatro puntos de reunión separados. El carácter masivo del movimiento también le dio una sensación espontánea.
Por la noche, se realizaron manifestaciones masivas en todo el país en cientos de ciudades y pueblos, grandes y pequeños. Una característica común de esto fue que apareció tanta gente que toda la ruta de la manifestación estaba llena de manifestantes antes del inicio oficial, y la cola tardó mucho en llegar al punto final. En Barcelona, las columnas de los diferentes barrios convergieron en una manifestación central que llenó la longitud de Gran Vía y Plaza de Catalunya, y que los organizadores estimaron en 600.000 personas. La manifestación de Madrid también llenó todo el trayecto, y le tomó más de cuatro horas a la multitud llegar hasta el final, con una asistencia que los organizadores estiman en un millón.
Una enorme muchedumbre también marchó en Bilbao (60.000, según la policía local); en Pamplona-Iruña, donde abarrotó la plaza del Castillo; y en Vitoria-Gasteiz, la policía local calculó la cifra en 70.000 (de una población de 250.000). En Galicia, hubo grandes marchas en Vigo, Coruña, Santiago y otras. En Andalucía hubo grandes manifestaciones en Sevilla, donde la policía municipal estimó una asistencia de 100.000 manifestantes, pero la cifra real podría ser dos veces mayor. En Granada, tal vez hasta 50.000 se manifestaron, igual que en Málaga. También hubo grandes manifestaciones en Cádiz, Huelva y Almería. En Valencia también hubo manifestaciones masivas en la capital y en muchas otras ciudades. Asturias, Aragón, las dos Castillas, Extremadura, Canarias y Baleares, todo el país estuvo involucrado en este movimiento sin precedentes.
Una mención aparte debe hacerse de Murcia, donde ha habido un movimiento que exige que el soterramiento de la línea de tren de alta velocidad que cruza la ciudad. Durante meses ha habido manifestaciones diarias, que se han enfrentado a una brutal represión policial. La noche del 8M no fue una excepción. También hubo casos de represión policial en Barcelona y Burgos, pero el día transcurrió de manera relativamente pacífica, precisamente por su carácter masivo.
Ver vídeo: Imágenes de las manifestaciones del 8M
El centro de la jornada fueron, por supuesto, las reivindicaciones del movimiento feminista. No solo los problemas más obvios de violencia contra las mujeres y la brecha salarial, sino también un rechazo profundamente arraigado de todos los casos de discriminación y sexismo cotidianos contra las mujeres, en el trabajo, en la vida pública, en el hogar y en los medios. La ira acumulada en mil y una injusticias y afrentas aparentemente pequeñas estalló en una protesta masiva por la dignidad.
El ambiente en todas partes era muy combativo y dominado por el espíritu de lucha de las mujeres jóvenes. Hubo cantos y consignas, no sólo contra el gobierno del PP, también contra la Iglesia y su tradicional actitud despectiva hacia la mujer y sus reivindicaciones. Precisamente, en las iglesias parroquiales de algunos barrios obreros, como La Elipa en Madrid, aparecieron pintadas en las fachadas referidas a la huelga del 8M. También hubo gritos contra dirigentes de Ciudadanos. En Madrid, el escuálido cortejo de Ciudadanos con su dirigente local al frente, Begoña Villacís, fue increpado duramente por los manifestantes. En Málaga, el alcalde del PP, que tuvo la desfachatez de aparecer demagógicamente en uno de los márgenes de la manifestación también fue increpado ardorosamente, resultándole imposible incorporarse a la marcha.
Uno de los lemas más populares del día fue «sin mujeres, no hay revolución». De hecho, varias personas compararon el estado de ánimo del día con una revolución. En realidad, un movimiento revolucionario genuino no puede sino traer al frente a las capas más oprimidas, en este caso las mujeres. El ambiente general en estas movilizaciones se puede resumir en imágenes de la manifestación del mediodía en Bilbao (abajo). Un coro cantó una canción tradicional del movimiento obrero, con una adaptación de la letra para denunciar la opresión de las mujeres migrantes, las mujeres trabajadoras precarias y similares. Termina con un coro de «a la huelga, cien, a la huelga, mil… contra el estado machista: ¡huelga general!»:
Ver vídeo: Canto final en la manifestación de Bilbao 8M
En la manifestación de Gijón, un baluarte de la clase obrera, decenas de miles de manifestantes cantaron a pulmón una de las canciones tradicionales de la revolución española, “En la plaza de mi pueblo”. Esto demuestra que el movimiento por la emancipación de las mujeres adopta firmemente un punto de vista de clase y los métodos de la lucha de la clase obrera:
Ver vídeo: Canto final en la manifestación de Gijón
Tan significativo como lo anterior, durante la gran manifestación de Madrid, un grupo de jóvenes se encaramó a los andamios de un edificio en obras donde colgaba una enorme bandera española colocada para la ocasión, y la descolgó ante los ojos y aplausos de miles de manifestantes que gritaron al unísono y alternativamente: “Madrid será la tumba del fascismo… Madrid será la tumba del machismo”:
Ver vídeo: pic.twitter.com/eo1w5jnlP5
Este es un golpe simbólico a la reaccionaria campaña de chovinismo español impulsada por la clase dominante en los meses anteriores, como respuesta al desafío del movimiento republicano en Catalunya, y que las capas avanzadas de la juventud y de la clase trabajadora de todo el Estado tuvieron que soportar con los dientes apretados. Esto dice mucho del limitado arraigo popular que tiene el patriotismo español y su bandera en la clase obrera española.
Este día extraordinario de lucha también fue parte de algo más grande. En todo el Estado español, existe una acumulación de descontento contra el impacto de la crisis capitalista, el papel dominante de la corrupción en la vida política, el estancamiento de la política oficial y el asalto cada vez mayor a los derechos democráticos. Esto tenía que encontrar una salida: un canal de expresión. En las últimas semanas ha habido un movimiento espontáneo de jubilados, que ha reunido a decenas de miles en las principales ciudades, en algunos casos rompiendo los cordones policiales. Muchos comentaban: «los pensionistas son el ejemplo a seguir». Ahora muchos más dicen, después del éxito del movimiento del 8 de marzo, «esto es lo que se necesitaba, estábamos esperando algo como esto».
El ambiente superficial de nacionalismo español reaccionario, que aparentemente dominaba solo unas pocas semanas atrás, ahora se ha disipado, barrido por el aire fresco de la lucha de clases. Desde hace meses, Lucha de Clases viene explicando que no existía una base material sólida para que este ambiente reaccionario se sostuviera en el tiempo. Y ahora esto se ha confirmado. También es importante destacar que este movimiento, como el de los indignados en 2011, como el de las grandes protestas contra los recortes y la austeridad de 2012, y como el Octubre catalán, fue más allá de los límites de los líderes sindicales oficiales, que desempeñaron un papel secundario y en muchos casos se convirtieron en un obstáculo.
La huelga feminista ha traído a la superficie muchos temas. Uno de los debates se centró en la cuestión de si todas las mujeres tienen los mismos intereses, independientemente de la clase a la que pertenecen. Esto se resolvió rápidamente para la mayoría, ya que las mujeres burguesas y de clase alta del Partido Popular y de Ciudadanos pasaron las semanas previas a la huelga denunciándola en los términos más despectivos. Las principales organizaciones patronales emitieron una declaración conjunta contra la huelga e incluso amenazaron con responder a los piquetes con un cierre patronal. Por lo tanto, la naturaleza de clase del movimiento quedó clara como el cristal.
Es notable que el manifiesto de la Coordinadora Feminista, leído al término de las manifestaciones, incluyera referencias al carácter anticapitalista del movimiento y denunciara al capitalismo como la fuente principal de los problemas que acosan a la mujer, y especialmente a la mujer trabajadora.
En todo el proceso de preparación de la movilización del 8M también hubo un debate sobre si los hombres deberían ser convocados a la huelga o si este debería ser un movimiento solo de mujeres. Algunos argumentaron que, dado que el principal objetivo de la huelga era hacer visible la contribución de las mujeres a la sociedad, el hecho de que los hombres se unieran a ella frustraría el propósito, incluidas algunas portavoces oficiales de la Coordinadora Feminista .
Algunos llegaron a afirmar que el papel de los hombres en el trabajo debería ser cubrir a las mujeres que estaban en huelga. Incluso el líder de Izquierda Unida, Alberto Garzón, argumentó en este sentido. En la práctica, estaban pidiendo a los hombres que actuaran de esquiroles, lo que fue firmemente rechazado por la CGT, el SAT y la CNT, los sindicatos que convocaron a la huelga general. Al final, por supuesto, el movimiento estuvo dominado por las mujeres y particularmente por las jóvenes y las mujeres trabajadoras, pero muchos hombres trabajadores también participaron y apoyaron el movimiento. Nuestra posición sobre el carácter de esta huelga fue clara desde el principio, llamando a un paro conjunto de toda la clase, mujeres y hombres, como la mejor forma de implicar y sensibilizar a los trabajadores sobre la situación y las demandas de sus compañeras de trabajo y de la mujer en general.
La cuestión del papel de la mujer en el trabajo doméstico también se debatió con vehemencia, ya que el llamamiento era también para una huelga de trabajo doméstico. Se revivió la vieja idea del salario para el trabajo doméstico como un paso hacia la emancipación de la mujer. Nuestra corriente ha explicado su oposición a esta reivindicación.
Sobre todo, la cuestión del vínculo entre la lucha por la emancipación de las mujeres y la lucha contra el capitalismo pasó a primer plano. Para muchos participantes en la huelga y las manifestaciones, estaba claro que lo que se requiere es una revolución; y que para que se produzca una revolución, las mujeres deben jugar un papel central. En la manifestación de Barcelona algunos comentaron: «¡esto parece 1917»!
De hecho, los sectores más astutos de la clase dominante se apuraron para distanciarse de la oposición abierta a la huelga e intentar diluir su contenido y limar sus aristas más agudas. Un editorial en El País el día antes de la huelga hizo hincapié en este punto.»La igualdad entre hombres y mujeres a la que aspira una sociedad democrática solo puede ser lograda desde la libertad, individual y colectiva. Su defensa no es ideológica ni puede ser instrumentalizada«. Lo que querían decir era que la huelga no era y no debía ser de carácter anticapitalista, como era calificada por el PP.
La huelga feminista del 8 de marzo ha provocado un cambio fundamental en la situación en España. El ambiente ahora es de confianza y fortaleza. Hemos percibido el poder que poseen los trabajadores cuando comienzan a moverse. No es casual que esto haya sido provocado por uno de los sectores más oprimidos de la sociedad. La fuerza de la acción colectiva hará que las mujeres tengan más confianza para defender sus derechos contra el acoso sexual y el machismo. Y también habrá incrementado la sensibilidad al respecto de millones de hombres, sobre todo en los centros de trabajo, los hogares, los institutos y las universidades.
Muchas veces, se ha librado un debate falso entre la idea de que para luchar contra el sexismo en la sociedad hay que ‘educar a los hombres’; y la idea de que solo después de que se haya abolido el capitalismo podemos cambiar la conciencia de las personas. El trabajo de educación solo puede tener un impacto limitado, mientras la clase dominante continúe usando la venenosa ideología machista a través de los medios, la Iglesia, el sistema educativo y la familia. Sin embargo, un movimiento de huelga como el del 8M inevitablemente habrá transformado la conciencia de millones de mujeres y hombres. La actitud de los marxistas a veces se caricaturiza como: «nada puede cambiar con respecto a la posición de las mujeres en la sociedad hasta la abolición de la sociedad de clases». Lo cierto es que, es en el proceso de la lucha por los derechos y las reformas, cuando la conciencia de la clase trabajadora (hombres y mujeres) comienza a cambiar.
Estos acontecimientos tendrán un efecto de arrastre en el resto de la sociedad. La huelga del 8 de marzo se ha convertido en un ejemplo a seguir para todos los sectores de la clase obrera y los jóvenes en su lucha contra el establishment. La conclusión principal es: la única forma de romper el actual estado de cosas es volviendo a las calles.
Para el sábado 17 de marzo, la Coordinadora Estatal por la Defensa del Sistema Público de Pensiones, ha convocado manifestaciones masivas en las principales ciudades del país. Los sindicatos UGT y CCOO se han sumado también a la convocatoria. Esta jornada puede ver manifestaciones casi tan multitudinarias como el 8M y marcar un nuevo punto de inflexión en la situación. Es inevitable que el movimiento pase de las demandas económicas y sociales a las demandas políticas, con el eje central de exigir la caída del odiado y desprestigiado gobierno de Rajoy.
Hay una radicalización en la juventud, que está adquiriendo cada vez más un carácter anticapitalista. Todo el odio y el malestar incubado en estos años ha vuelto a salir a la superficie y el gobierno del PP aparece cada día más arrinconado. La burguesía prepara a marchas forzadas un recambio con eje en Ciudadanos con un acuerdo de éste con el PSOE. Una nueva etapa se abre en el Estado español, donde la movilización social ha vuelto a ocupar el centro de la escena.
Sobre esta base, sería posible construir un movimiento que vincule todas las diferentes demandas, lo que podría derrumbar no solo al odiado y corrupto gobierno del PP, sino a todo el régimen de 1978 con él. Lo único que falta es una dirección capaz de dar la señal.