Cientos de casas inundadas, miles de familias evacuadas, decenas de ríos desbordados, varios puentes colapsados y al menos 5 muertos y 3 desaparecidos, este es el escenario en el que se encuentra Honduras tras el paso de Eta que inició su trayecto destructivo en Nicaragua como huracán y que se ha convertido en una tormenta tropical que podrá incluso impactar Cuba y Florida.
Las imágenes que se pueden apreciar son pruebas de lo catastrófico que ha sido el trayecto de Eta y aunque según los expertos no se puede comparar al Mitch, los desastres materiales son abrumadores.
En el Valle de Sula el agua sumergió comunidades enteras y las autoridades han brillado por su ausencia, las personas están llamando desesperadas para que las socorran, pero no hay respuestas por parte del gobierno.
Otras zonas y municipios están en igual situación, en Trojes 300 casas fueron arrasadas por el agua, la población ha perdido sus pertenencias y su comida y se encuentran desamparadas con mucho pánico por la devastación, lo mismo ha sucedido en Potrerillos donde el Río Ulúa y el Río Blanco se han unido causando fuertes corrientes, se espera que todas las personas se trasladen cuanto antes para evitar una catástrofe irreparable.
Mientras todo esto pasa la empresa privada no ayuda en absoluto, en La Lima, empresas que tienen helicópteros no han socorrido a quienes están encerradas, solo están dispuesto a prestar su equipo si estos son alquilados. Esto demuestra que a la clase millonaria no les importa la vida de las personas, solo sus negocios.
En momentos como estos todos los recursos del país deben servir para salvar la mayor cantidad de vidas posible, los huracanes son eventos naturales pero las catástrofes se pueden evitar. Existen muchas zonas que en el pasado ya tenían experiencias con estos desastres, pero el Estado no trabajó para evitar el actual escenario. Vivimos en un país perturbado históricamente por las lluvias que debe aprender del pasado, pero para los que nos gobiernan eso no es importante, más bien han contribuido al desastre, cientos de familias cada año son desalojadas de sus tierras y orilladas a vivir literalmente en barrancos donde en el mínimo desastre los coloca en un estado de fragilidad increíble.
Muchas personas se han acercado de manera caritativa a los miles de albergues que hay en la zona norte del país, pero esas acciones solo sirven para paliar la situación, nada puede garantizar la vida como el control de la tierra y los recursos, no se trata de esperar los problemas e intentar solucionarlos cuando ya tocan nuestras puertas, se trata de evitarlos y eso solo lo podremos hacer en un sistema más humano cuya prioridad no sean los negocios de la burguesía sino la vida de las personas.
El ojo de la tormenta ya casi termina su camino por el país, pero las secuelas de su trayecto nos tienen en un estado de pánico por los daños a las siembras, las carreteras que comunican al país y los múltiples desbordamientos de ríos que hay sucedido. Quienes están en riesgo son los pobres, no hace falta decir que hasta esto es una cuestión de clases, mientras los hombres y mujeres de la clase oprimida se aferran en los techos de sus casas, los ricos ven lo que sucede desde sus grandes y fuertes mansiones. Momentos como estos deben recordarnos cuán injusto y devastador es este sistema y deben impulsarnos a cambiarlo.