La Alianza para la Prosperidad, ¿la solución a la migración forzada?

La emigración de miles de personas hacia la tierra prometida (EEUU), ya sea por seguridad o por motivos económicos se ha convertido en una verdadera tragedia. El flujo es constante, sobre todo a los EEUU, que aún  representa para muchos la mejor alternativa para  poder encontrar un trabajo de lo que sea al precio que sea. Aunque el problema del exilio obligatorio no es nuevo, este fenómeno ha adquirido una atención especial en el periodo reciente, y es que miles de personas, que han dejado este territorio, son en su mayoría menores de edad.

La emigración de miles de personas hacia la tierra prometida (EEUU), ya sea por seguridad o por motivos económicos se ha convertido en una verdadera tragedia. El flujo es constante, sobre todo a los EEUU, que aún  representa para muchos la mejor alternativa para  poder encontrar un trabajo de lo que sea al precio que sea. Aunque el problema del exilio obligatorio no es nuevo, este fenómeno ha adquirido una atención especial en el periodo reciente, y es que miles de personas, que han dejado este territorio, son en su mayoría menores de edad.

La cantidad de menores queriendo cruzar la frontera el año pasado alcanzó cifras alarmantes para las autoridades de los EEUU, a tal grado que se vieron en la necesidad de declarar una “emergencia humanitaria” al percatarse del gran número de menores en el paso fronterizo con México. El mismo Obama hizo  una petición al Congreso por $3,700 millones para atender dicha emergencia.

“En total, la Patrulla Fronteriza de los EEUU detuvo el año pasado a 67,339 menores no acompañados, mientras que en los 12 meses de 2013 fueron 38,045. En ese dato se incluyen a los procedentes de México y supone, en términos porcentuales, un 77 % de aumento entre un año y el otro”.1

Evidentemente, dicho fenómeno no puede pasar desapercibido, y de acuerdo a estudios realizados y evaluados por el autoridades de gobierno de los países involucrados, esto se debe específicamente al vínculo familiar, es decir, al deseo de reunificación de las familias que residen en el país del norte con sus hijos que permanecen aún aquí.

Pero un simple vistazo a la cruda realidad nos arroja un diagnóstico más cruel y amargo. Las condiciones materiales en las que viven la mayoría de familias en estos países como los del Triángulo Norte (El Salvador, Honduras y Guatemala) son paupérrimas y arrojan a muchos jóvenes a los brazos del crimen, drogadicción o como hemos visto, a la emigración forzada.

La misma delincuencia común y el crimen organizado demandan elementos nuevos o sangre joven para sus fechorías, el acoso a los jóvenes de educación básica en las escuelas o los institutos es permanente y alarmante, a tal grado que la salida es, resignarse al reclutamiento forzoso de los grupos pandilleriles, la muerte o la migración; una realidad que ya ha sido percibida por la mayoría de familias salvadoreñas, y muchos prefieren sacar a sus hijos del país a como dé lugar, a pesar de los riesgos del viaje, que verlos caer abatidos por las balas de grupos rivales, la misma policía, grupos de exterminio o enjaulados por un largo período en las hostiles cárceles del sistema penitenciario.

Las relaciones sociales y de producción dentro del sistema capitalista, no dan margen de maniobra para atender estos problemas de forma integral y plantear una alternativa viable para el desarrollo humano de los habitantes de dichos países. La desigualdad crónica, la falta de empleo, salarios bajos, el aumento constante de los precios de los productos básicos para la supervivencia, plantean un verdadero callejón sin salida a los millones de habitantes enclavados en el Triángulo Norte. Vivir en la miseria o morir en el intento por acceder a  una  vida diferente plantea un verdadera encrucijada para los pobres y proletarios. Ante la falta de alternativas claras de solución a los problemas más acuciantes de forma organizada, las masas le apuestan a lucha individual por la supervivencia,  al esfuerzo personal, al combate de uno contra todos los males.

Como en el pasado con la famosa Alianza para el Progreso ejecutada a inicios de los 60’s igualmente financiada por los EUA, esta nueva Alianza para la Prosperidad busca aplicar paños tibios a los profundos problemas sociales que por siglos se han desarrollado en estos pueblos latinoamericanos, pero al aplicar estos programas olvidan las cuestiones fundamentales sobre las que funciona el capitalismo, el desempleo crónico, la propiedad privada de los medios de producción, los salarios de hambre, la pobreza extendida por lado y una acumulación obscena de riqueza por el otro.

¡Para controlar la emigración, controlemos primero la producción!

¡Para controlar la producción, de la tierra, banca y fabricas: Nacionalización!  

 

[1] LPG,  Migración de menores se triplica en 12 meses, 11 de Octubre de 2014

 

 

 



 

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