El domingo 18 de marzo, la máquina de guerra turca, con el apoyo de las llamadas tropas rebeldes sirias, tomó el control de la ciudad de Afrín, de mayoría kurda, en el noreste de Siria. Por supuesto, mientras los medios de comunicación occidentales estaban ocupados condenando la ofensiva del régimen de Assad contra las fuerzas islamistas en Ghouta, un suburbio de Damasco, no prestaron atención alguna a la brutal embestida contra los kurdos, que nunca han atacado a Turquía.
En un discurso horas después de la caída de Afrín, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, dijo: «los símbolos de paz y seguridad ahora ondean en el centro de la ciudad de Afrín, no en los trapos de la organización terrorista. La mayoría de los terroristas huyeron con el rabo entre las piernas. Nuestras unidades especiales y miembros del Ejército Sirio Libre están limpiando los restos de sus fuerzas y las trampas que dejaron atrás».
Las horas y días transcurridos desde la caída de Afrín han demostrado sin lugar a dudas que no hay nada de pacífico en las fuerzas de ocupación que ahora controlan la ciudad. Las imágenes procedentes de Afrín después de la retirada de las fuerzas armadas kurdas muestran a soldados ondeando banderas turcas en edificios y rebeldes derribando una estatua del mítico héroe revolucionario kurdo, Kawa Haddad. Pero más importante que la destrucción de los símbolos de la lucha kurda, que es donde han puesto el foco la mayoría de los medios de comunicación occidentales, ha sido el terror que se ha desatado contra la población civil.
Los testigos que huyen de la ciudad también han denunciado el arresto de civiles y la venganza contra las mujeres que no llevan el velo. Muchos de los vídeos que circulan en las redes sociales han mostrado a las fuerzas respaldadas por Turquía golpeando a civiles y llamándolos ‘cerdos’ o cosas peores. También se han emitido videos similares con milicianos golpeando y mutilando cadáveres de soldados kurdos, insultándolos de forma degradante y cantando ‘Allahu Akbar’. Tras la caída de Afrín, hubo innumerables fotos de mercenarios respaldados por los turcos, irrumpiendo en tiendas y casas arramplando con comida, equipo, mantas y todo lo que pudieron saquear mientras posaban orgullosamente para las cámaras con el saludo yihadista del dedo único. Es un testimonio de los estándares profesionales de la prensa occidental ‘libre’, que presenta las imágenes de estos locos salafistas y yihadistas como ‘rebeldes sirios amantes de la libertad’.
La verdad es que el Ejército Sirio Libre ha albergado durante mucho tiempo toda una lista de milicias reaccionarias e islamistas. Las fuerzas mercenarias que ahora luchan para Turquía no son diferentes. Incluyen una variedad de elementos yihadistas, incluidos los veteranos de ISIS y al-Qaeda, que han sido reclutados particularmente por el ejército aliado de Turquía y que ahora está haciendo parte del trabajo sucio en Afrín. Por supuesto, están respaldados por tanques, combatientes, helicópteros y brigadas nacionalistas semi-fascistas turcas reclutadas dentro de la propia Turquía. Esta banda de hermanos «pacíficos» ha bombardeado indiscriminadamente (incluidas las bombas de napalm) a civiles kurdos indefensos: sus hogares, sus carreteras e, incluso, a los convoyes de ayuda que transportan alimentos y medicinas.
Sin embargo, la prensa occidental reprodujo fielmente la narrativa turca, con alguna que otra tímida reserva. Las acciones de las potencias occidentales contrastan fuertemente con el tono y el llanto que levantaron al mismo tiempo contra la ofensiva del régimen de Assad contra Ghouta Oriental, un suburbio de Damasco controlado por las fuerzas islamistas más reaccionarias que bombardearon Damasco de forma regular e indiscriminada.
Cuando fue preguntado acerca de la ofensiva de Afrín, todo lo que un alto funcionario estadounidense se atrevió a decir fue:
«Esperamos que la operación en Afrín termine rápidamente y hemos dicho que sabemos que Turquía hace todo lo posible para limitar las bajas civiles. No tenemos ninguna duda sobre los esfuerzos que se realizan en este sentido».
Es decir, Estados Unidos espera una victoria rápida para Turquía, y no para los kurdos, con quienes supuestamente están aliados. A lo largo de la ofensiva, los funcionarios estadounidenses cínicamente han dejado claro que no apoyarían a los kurdos en Afrín, porque Afrín no tiene ningún propósito estratégico para Estados Unidos. El ministro de Relaciones Exteriores británico, Boris Johnson, llegó incluso a insistir en que «Turquía tiene derecho a querer mantener sus fronteras seguras». Mientras tanto, Alemania ha seguido suministrando armamento avanzado a Turquía. Mientras que algunos en occidente derraman lágrimas de cocodrilo por el saqueo cometido por los bárbaros islamistas, no hay ninguna duda de que el imperialismo occidental ha respaldado plenamente la agresión turca.
A pesar de todos sus comentarios sobre la derrota del fundamentalismo islámico, las potencias occidentales, junto con sus aliados del Golfo, han sido los mayores patrocinadores de yihadistas e, incluso ahora, están apoyando a este ejército mercenario de antiguas fuerzas de ISIS y Al-Qaeda contra la única fuerza eficiente que combate al ISIS sobre el terreno.
Rusia, por otro lado, no se comporta de manera diferente a los imperialistas occidentales y preparó la ofensiva al sacar a todos sus «pacificadores» de Afrín y abrir el espacio aéreo sirio para que Turquía lo utilizara, mientras que Irán y el régimen de Assad aceptaban a regañadientes la ofensiva. Por un lado, Rusia está utilizando a Turquía contra EEUU, pero tampoco quiere permitir que su aliado Irán se vuelva demasiado fuerte sobre el terreno en Siria. Al no tener una fuerza de tierra importante en Siria, Rusia desea equilibrar otras potencias entre sí para poder asumir su propio peso y preservar sus propios intereses.
Las fuerzas apoyadas por Irán enviaron una fuerza simbólica compuesta por unos centenares de milicianos chiítas a Afrín para luchar con los kurdos, pero si bien Irán quiere impedir que Erdogan se haga con el poder en Siria, el régimen iraní también ve la independencia kurda como una amenaza que podría inspirar a los kurdos iraníes en una etapa posterior. Irán y Turquía están intentando dividir en pedazos a la zona occidental siria para dominarla como sus propios feudos en el periodo de posguerra. No hay espacio para una entidad kurda independiente en esta ecuación.
En cuanto a Assad, en esta etapa es el prisionero de sus aliados y tiene poco que decir en estos asuntos. Sin embargo, está feliz de ver un movimiento kurdo debilitado, al que podría verse obligado a ceder algún tipo de independencia ante algún tipo de unificación siria en el futuro. Si bien permitió que algunos combatientes kurdos cruzaran desde las áreas kurdas orientales hacia Afrín, esto se controló estrictamente y a cambio de que los kurdos cedieran un importante vecindario de la ciudad de Alepo a las fuerzas del régimen.
Al final, por mucho que todos estos poderes luchen entre sí, un interés común de clase los lleva a aplastar al movimiento kurdo, junto con todos sus logros democráticos, que socavan sus propios planes de gobernar la región. Usar los elementos yihadistas más reaccionarios, por supuesto, no es un problema (para ninguno de los bandos), mientras se mantengan los estrechos intereses de las clases dominantes.
Erdogan no oculta su deseo de aplastar las zonas que actualmente ocupan los kurdos en Siria. Para él, cualquier intento de independencia es una amenaza que podría extenderse a las áreas kurdas en Turquía, donde viven millones de kurdos oprimidos. El movimiento kurdo, en la forma del Partido Democrático del Pueblo (HDP) también se convirtió en un punto focal clave de las primeras etapas de la creciente lucha de clases en Turquía. Ayudado por la patética y leal oposición del Partido Republicano del Pueblo (CHP), Erdogan logró azotar una histeria nacionalista extrema anti-kurda y, de ese modo, movilizar a las capas más reaccionarias de la sociedad turca. En este contexto, y con una pérdida de apoyo en los distritos electorales tradicionales, como se demostró tras el referéndum constitucional del año pasado, la ofensiva de Afrín es un elemento clave para asegurar a Erdogan y su partido (AKP) una victoria en las próximas elecciones parlamentarias.
Relacionado con todo esto, la ofensiva de Afrín es parte del plan de Erdogan para asegurarse de que la parte norte de Siria sea la puerta de entrada para extender aún más la influencia turca en Oriente Medio. Una vez que haya tenido lugar el desmantelamiento militar de Afrín, no hay duda de que Turquía, fiel a las tradiciones otomanas, intentará reubicar a cientos de miles de refugiados árabes sirios en Afrín para limpiar étnicamente su composición kurda y crear un protectorado árabe sunita, que podría servir como una puerta de entrada para difundir su influencia a través de Siria y más allá.
Después de Afrín, el objetivo inmediato de Erdogan es asegurar la ciudad de Manbij, algo en lo que Estados Unidos está dispuesto a cooperar, según los turcos. Lo siguiente en la lista es cristalizar un plan similar para las áreas kurdas al este del río Éufrates, así como para el Monte Sinjar en el norte de Irán. Todo esto formará un trampolín para los sueños neo-otomanos del AKP de dominar las ciudades de Alepo, Mosul, Erbil y Kirkuk en el futuro.
Estados Unidos, en principio, no se opone a los planes de Turquía. El imperialismo usa las fuerzas kurdas como una moneda de cambio para el futuro para mantener su posición dominante en Oriente Medio. La administración de los Estados Unidos se ha esforzado por explicar que la alianza con los kurdos es meramente temporal. Al final, Turquía, con su posición clave en la OTAN y siendo la mayor potencia industrial en Oriente Medio, es mucho más importante para el capitalismo estadounidense que los destinos del pueblo kurdo. El hecho de que algunos medios de comunicación occidentales hayan despertado repentinamente a (¡algunas!) de las atrocidades de los «rebeldes» en Afrín, ¡a posteriori! – no es más que su manera cínica de utilizar la difícil situación de los kurdos como un medio para obtener concesiones de Turquía para ellos mismos.
Al estar rodeados por todos lados y sin que nadie acudiera en su ayuda, los líderes kurdos decidieron retirarse de Afrín para mantener sus fuerzas. Han anunciado una nueva etapa de guerrilla luchando contra las fuerzas de ocupación. Desde un punto de vista puramente militar y ante un enfrentamiento directo con el conjunto total de las fuerzas armadas turcas y las bandas yihadistas, ésta parece ser su única opción. Esto prueba sin lugar a dudas que los kurdos no pueden confiar en ninguna de las principales potencias que deambulan por la región. Como hemos señalado en muchas ocasiones, las naciones «pequeñas» representan una moneda de cambio muy pequeña en los juegos y las luchas entre las principales potencias. Una vez que terminan de usarlas, no tienen reparos en aplastarlas o permitir que otros lo hagan.
Por otro lado, los kurdos tienen muchos aliados en los trabajadores y jóvenes oprimidos en toda la región. La Revolución de Rojava surgió como parte de la Revolución siria inicial y solo tuvo éxito gracias a sus métodos revolucionarios y democráticos, que atrajeron a amplias capas de trabajadores y pobres de la región. Eso muestra el camino a seguir para la lucha de liberación kurda.
En Irán, donde las masas están comenzando a moverse en un camino revolucionario, la ruta está abierta para que el Movimiento Kurdo forme un frente unido con las masas iraníes contra el régimen mullah en el próximo período. Del mismo modo, en Iraq, existe un gran potencial para un movimiento radical de izquierda con un claro programa de liberación de los kurdos para desarrollarse y expandirse. Primero, entre los propios kurdos, que odian al régimen traidor semi-tribal de Barzani y Talebani casi tanto como al gobierno central. Y, en segundo lugar, también entre los trabajadores y jóvenes iraquíes, que no ven futuro en la red de sectarios y gánsteres corruptos que actualmente ejercen el poder en Bagdad.
En Turquía, el movimiento kurdo saltó a la fama al presentarse como una fuerza radical y antisistema, no solo para los kurdos, sino también a nivel de clase por encima de las fronteras nacionales. Con el declive de la economía turca, la intensificación de la lucha de clases y la continua erosión del gobierno de Erdogan, el próximo período verá más oportunidades para apelar a la clase trabajadora turca contra sus propios opresores.
Si bien las tácticas de guerrilla pueden ser necesarias en algunas circunstancias, esto sólo puede servir como un método auxiliar para la lucha unificada de clases. El principal pilar de dominio de Erdogan en esta etapa es su habilidad para provocar la histeria nacionalista. Ayudado por la llamada oposición en Turquía, está superando la lucha de clases y atrayendo a una parte de la clase trabajadora turca que lo respalda. La tarea de todos los revolucionarios que luchan contra la clase dominante turca debe ser romper esta alianza artificial, que no sólo apunta a reprimir a los kurdos, sino también a la clase trabajadora turca, que en nombre de la seguridad nacional y la «unidad», está viendo su propias condiciones socavadas por los capitalistas turcos.
Respaldamos de todo corazón la lucha del pueblo kurdo por el derecho a vivir libremente de acuerdo con sus propios deseos y a tener su propia patria. Su lucha es la misma que la de todos los trabajadores y jóvenes contra la clase capitalista en todo el mundo. Las mismas personas que están imponiendo austeridad y atacando los niveles de vida de la gran mayoría, y que al mismo tiempo están acumulando inmensas riquezas para sí mismas, son cómplices en destruir la vida civilizada en Oriente Medio y también en atacar las justas demandas de los kurdos de decidir su propio destino. La única solución es retomar la lucha contra la clase dominante y el sistema capitalista al que representa.